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lunes, 28 de junio de 2010

Un padrino como vos

Me quedo con los primeros veinticinco minutos del partido que jugó este domingo la selección mexicana contra la selección argentina en el Mundial de Sudáfrica: México evidenció la falta de solidez del equipo argentino comandado por Diego Armando Maradona hasta que llegaron al desquite los primos italianos, Alberto Rosetti, Paolo Calcagno y Stefano Ayroldi, árbitros del partido, quienes le regalaron a Argentina (otra vez, como recordando la mano de su dios) un gol que visiblemente estaba fuera de lugar.

Ante tal desconcierto, la selección (que seguramente estuvo estos últimos cinco días entrenándose psicológicamente para no perder la ecuanimidad frente a un Messi que hace más alarde de sus habilidades en la cancha de lo que realmente da, y frente a una leyenda del futbol de todos los tiempos) perdió el piso y nuevamente cayó en las garras de la inseguridad, la desconfianza y la culpa tan características del inconsciente colectivo del mexicano promedio.

¿Cómo no perder la concentración en la cancha cuando se sabe que el arbitraje no da para más de este lado y sí lo da todo para el equipo contrario? ¿Cómo no perder la fe en un juego, primero; luego, en sí mismos, si cuando te atreves a enfrentar al “gigante” lo primero que ocurre es la aparición de un árbitro que está ahí ex profeso para hacerte ver que, una vez más, la injusticia es lo que impera en este mundo y se evidencia en la cancha? ¿Cómo no sentirse vulnerables ante un “padrino” como Rosetti?

Ante tal situación, yo esperaba que surgiera, al menos, un poco de caudillismo: una patada de Bautista a Messi que los expulsara a ambos, al “Bofo” por realizar una falta (que imagino para un árbitro italiano sería material para iniciar una guerra campal muy al estilo de la mafia italiana) y al Messi por quedar lesionado per secula seculorum (o de perdido hasta que se terminara el mundial); un agarrón a golpes entre Cuauhtémoc (que debió entrar sin esperar a que “El Vasco” Aguirre lo pidiera: nuestro “10” viene siendo algo así como el Cid Campeador del equipo mexicano, así juegue únicamente quince minutos como lo hizo en el partido México-Francia) y Tévez. Una convocatoria de Rafael Márquez al equipo nacional para retirarse de la cancha inmediatamente después de que Rosetti violara la regla 11 del reglamento oficial de la FIFA: salir airosos, con dignidad. “Nos vamos del mundial, aunque nos multen por irnos antes de finalizar el partido. Total, nada tenemos qué hacer aquí si nos van a obstaculizar el juego”.

Pero no: la selección mexicana jugó lastimosamente y con el ánimo caído hasta el final, quedando en un 3-1 que a mí me sonó a un 2-1.

Así nos fuimos del mundial: con una selección mexicana que pareciera ser un móvil de rentabilidad utilizado hasta la saciedad por la televisora de todos nuestros males, Televisa. Una televisora que no le interesa en lo más mínimo el progreso de los mexicanos, más bien todo lo contrario. Una televisora que utiliza hasta lo más inocuo –porque finalmente el balompié es eso: inocuidad para días de eterno caos– para ganar dinero a base de cinismo (léase “Iniciativa México”) y lástima (entiéndase “Teletón”).

México se fue del mundial de futbol 2010 en el marco del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicanas con la certeza de que el caudillismo es parte de la historia y con la vaga impresión de que la participación de nuestra selección en el mundial es únicamente un pretexto para que otros se sirvan con la cuchara grande.

Independientemente de la derrota mexicana, lo que más duele es ver cómo los países se prestan a la degradación del sentido original de uno de los deportes más populares en todo el mundo con tal de beneficiarse de las estrategias de mercado de la FIFA. Este mundial en específico aclaró muchas de mis sospechas: los partidos están ya arreglados y se tiene designado al campeón desde antes de iniciar el mundial (si no me cree, pregúntele a la selección de Inglaterra). Un campeón que casi siempre responde a las políticas mundiales imperantes en ese “momento histórico” que dejó de pertenecer, desde hace ya algunas décadas, al fatídico destino a la usanza griega para convertirse en la máxima expresión de la manipulación de los hechos.

Así las cosas, ahora a Maradona habrá que decirle “Viel Glük!”. Uno nunca sabe cuánto tiempo la suerte estará de nuestro lado.

sábado, 26 de junio de 2010

Preguntisha

¿Y si en vez de usar un balón, mañana pateáramos una piñata?

El mayor problema del mexicano (y por ende, el de la selección) es el sentimiento de culpa arraigadísimo hasta el tuétano. Una culpa que viene del sentido mismo de la religión católica.

Entonces, si mañana los de la selección patearan una piñata, pensando que por cada pico que le tumban se va una culpa más de nuestra idiosincrasia, quizá podríamos ganarles a los argentinos.

Los argentinos son buenos en el futbol porque no tienen dinero (y porque tienen a dios Maradona). No hay culpa en ellos por ser excelentes en algo. ¿Por qué nosotros siempre tenemos que sentirnos culpables de hacer algo bien? ¿Acaso seguimos creyendo que padeciendo en el futbol, la economía y la sociedad en general seremos acreedores del "Reino de los Cielos"?

(Nótese que estoy sintiendo pasos y veo cómo, una vez más, México se larga del mundial dejando inmensamente ricos a todos los empresarios de Televisa, e inmensamente abrumado -y humillado- al pueblo mexicano).

jueves, 24 de junio de 2010

El mundo es como es, el problema es de todos los que lo miramos distinto.

[O lo queremos hacer distinto. O soñamos con que sea distinto].

Esgrimimos la realidad anteponiendo al arte.

sábado, 19 de junio de 2010

Los grandes deberían ser a prueba de muerte

Cada vez que un grande se nos va (más si fue grande de la literatura, la filosofía o la música), me dan unas ganas tremendas de patear a la parca, a los científicos que no han encontrado el elixir de la vida eterna, pero sí han encontrado fórmulas inmejorables para erradicar seres humanos. A las lacras que entre más viejas, más inmunes se vuelven.


Ayer viernes murió José Saramago, uno de los pocos escritores que aún se atrevía a decir su realidad, su crítica y su visión de las cosas a través de sus novelas y ensayos. Admito que me estresaba su prosa de vez en cuando, pero gracias a él yo entendí que cuestionar la religión, el sistema y las creencias populares que subyugan a la gente a un estado perentorio de imbecilidad no es malo.


Ayer viernes, un loco esclavo del caos nos arrebató a Armando Sánchez Quintanilla, uno de los mejores promotores de las letras en el estado de Coahuila, dejando un hueco enorme en el campo de la difusión de las literatura, la cultura y las artes, y una comunidad triste y perturbada por la ausencia de alguien que jamás hizo algo en contra del ser humano: todo lo contrario. Abogado que era, sabía que la literatura y la cultura en general formaban mejores seres humanos. Entregado a su ideal, en sus 53 años no hizo otra cosa que idear mecanismos eficaces para hacer llegar hasta el rincón más inhóspito la luz del conocimiento a través de las letras.


La comunidad coahuilense deberá redoblar esfuerzos por mantener todo lo que este hombre hizo: más allá de las notas (como ésta y otras tantas que ya he leído en internet), más allá de los elogios, más allá de los cuestionamientos, Coahuila necesita no claudicar ante el ego, la lucha por el poder o las divisiones si de verdad queremos demostrar un interés por civilizar nuestro entorno.


Sin duda, un viernes triste. Pero nada comparado con la noticia de este día.


Hoy sábado, la muerte (una loca sedienta de amor) nos ha quitado el máximo exponente de la crítica y la crónica mexicanas: Carlos Monsiváis.


Se fue Monsiváis, y con ello una parte de mi vida también se reduce ahora a un montículo disperso que vaga en mis neuronas: mi papá (que de seguro allá los estará esperando en alguna sala especial para los contestatarios, “irresolutos” y bohemios) platicando la existencia, escudriñando el país, cuestionando la ética política junto a mi tío José Ascensión Monsiváis Aguilar, “Chon”, el admirador número uno de Carlos Monsiváis entre todos mis familiares (no por nada le puso Carlos a su único hijo varón): eran tardes dominicales de sentarse a escuchar y poner los siete, nueve, once, quince años en el plato y abrir los oídos para entender que el país debía cambiar, mietras que el nombre de Monsiváis siempre era un aroma mezclado con el café que ambos tomaban. La estulticia propia de una joven promedio se iba desmoronando domingo a domingo y daba paso a otra que siempre ha tenido problemas por cuestionar la realidad.


Se fue Monsiváis, y ahora todos sus ensayos, sus libros y sus reflexiones de todos los años que lo leí vienen a mí, y me dicen que posiblemente haya muerto su cuerpo, pero sus ideas aquí se quedan. Sus conferencias, su ironía, su 68 a cuestas. Yo les digo que no sean cursis y devuelvan a este señor a este mundo.


Me pregunto si este país en el que vivimos existe realmente alguien que tenga las agallas de decir las verdades de políticos, maestros, ciudadanos, intelectuales, escritores, artistas y mediocres como sólo lo hacía el maestro. Y a la tristeza de su pérdida, se une a mí un estado de alarma profunda: ¿Y ahora, qué? Le anteceden el ¿por qué? (que la muerte no contestará porque ya sabemos que es una egoísta y nosotros somos mortales), como también le anteceden un ¿para qué? (que no llenará los titulares de mañana).


¿Para qué llevarse a los seres que tanta falta le hacen a la humanidad? ¿Acaso la muerte pretende aprender de los errores humanos, por si alguna vez decide volverse uno de los nuestros? ¿O es que acaso este mundo esté destinado a obsequiarnos un trozo de buenas conciencias y después nos lo cobra con el retroactivo de la irreflexión, la violencia, la corrupción, la indolencia y la crueldad?


Los grandes deberían ser a prueba de muerte. Que descansen en paz ellos, que de alguna manera hicieron algo bueno por este absurdo mundo.


Nosotros no.

martes, 15 de junio de 2010

Rockstars en Dos de Maciza


No se pierdan hoy martes el programa radiofónico-virtual "Dos de Maciza".

Mauro, Edgar y una servidora estaremos platicando de rockstars (los de a de veras, no los plásticos). De Jim Morrison a Janis Joplin, pasando por Hendrix et al.

8:00 p.m. ¿Dónde? Pues en radio infonor:

http://radio.infonor.com.mx/