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lunes, 17 de febrero de 2014

Reflektor en RadioEtiopía

Las buenas noticias no terminan. Hoy lunes 17 los invito a escuchar el programa RadioEtiopía, de Guillermo Henry, en punto de las 11 pm (tiempo de la Ciudad de México).

Esta noche hay doble contento, pues se transmitirá el más reciente material de mi grupo favorito, The Arcade Fire, "Reflektor". Además, el buen Guillermo (a quien siempre le agradezco que pula mi poesía con su voz) leerá unos poemas míos.

Los esperamos en http://www.radiounam.unam.mx/

Les dejo unos promos para que vean de qué va el asunto.

http://www.youtube.com/watch?v=T2ig0cSYroo&feature=youtu.be

http://www.youtube.com/watch?v=MYU_avkd29g&feature=youtu.be

domingo, 9 de febrero de 2014

Oyendo "Claustrophobia" y "Yamagata", las dos últimas canciones del disco This is for the white in your eyes, del grupo danés Choir of Young Believers, reparé en la mañana. Quiero decir, en la mañana que se nos ha ofrecido a todos los que tenemos mi edad y años abajo: un cubo de muros muy altos, impenetrables, de metal y de piedra. La Edad Media con tecnología, la soledad de otra capa de oscuridad para dormir con los brazos pegados a las costillas y el pecho en la tierra.

"You give me claustrophobia", dice melodiosamente la canción. Todos intentamos escapar, la mayoría evadiéndose en el Facebook, las drogas, el sexo sin amor. Otros haciendo como que hacemos arte, invocando fuerzas que tal vez no lleguen o tarden mucho. 

Este disco es un disco conceptual. Habla del amor. Sí, nuestra generación volvió a creer en él porque sabe que es la única salida, pero no sabe muy bien si vendrá o si nos quedaremos conceptualizándolo por el resto de nuestros gadgets...aunque yo toqué la puerta insistentemente y me abrió alguien, que no es de esta generación, sino una pasada, más vital y con más sabiduría: eso, nuestra generación teme ejercer la sabiduría de su adn, de decir te quiero porque duele mucho abrir la boca. Yamagata, la canción final, es un canto dolido con pianos y ecos. 

Alguna vez dije que mi generación sonaba a un piano, pero no dije en qué acorde. Es en el acorde de la tristeza y el desencanto. 

¿Qué será el desencanto?, me preguntarán algunos. Para nosotros, es ver este mundo lleno de promesas tecnócratas sin un ápice de color humano, de humildad para el verdadero mundo. Nosotros, los primeros que crecimos con la teoría de ecologistas y ecos de amor y paz, nos formamos silvestremente entre computadoras a causa de la negación de nuestros padres hacia nosotros: en el afán de creer el paradigma del éxito y del bienestar, nos dejaron solos cuando fracasaron y vieron que mermaba la alacena, cuando hacía mucho tiempo mermaba la fuente principal, que es el amor. Todos murieron en vida poco a poco en el intento. Algunos decidieron salvarse a tiempo. Ahora guían con amor y misericordia a quienes transitamos el tramo. 

Nuestra generación y las venideras están encapsuladas en un concepto distorsionado del ser. No saben dar un abrazo, temen por su integridad emocional. La mayoría no sabe conectar sus sueños con el corazón y el intelecto. No es que no haya amor, es que sobra demasiado miedo.

Si escribo todo esto es porque ahora que Fortuna tocó a mi puerta puedo verlo todo con ojos de misericordia. Mi compañero y mi guía me ha dado, en tan sólo dos meses, el amor suficiente para desatar los nudos del tiempo (el mío) y caminar libremente, con el corazón en su sitio. Poco a poco, aprendo a vivir en amor cada día con la simple fórmula de responder el "buenos días, amor", "buenas noches, mi niña" que él envía. 

Desearía pues que a todos los claustrofóbicos de sí mismos les ocurriera algo así como a mí. Que abrieran la puerta un momento y se desnudaran de todo aquello que aprendieron, como dice Pessoa en un poema que me encanta. 

Que un domingo cualquiera el mundo de esta generación dejara de sonar a piano tristón y mejor a trompetas y guitarras. A risas, las que nos debemos desde la infancia.