Emprendurismo, nuestro primer reich, las filas de sombreros descendiendo de un camión: que haya esperanzas en las palabras, litros de leche podrida para nutrir a nuestros hijos. ¿Podemos jugar..., sí? A ser razonables con el desecho, coser la muñequita rota y cantar aleluyas.
Me habría asustado, puesto en posición de ataque, lista a romper los muros... ¿Hay caso de romper lo que ya está fragmentado?
En la finitud de nuestros corazones, átomos de una gran estrella solar, nos miré a todos y decidí cantarnos: hermano, te quiero, nos quiero. Jamás nos dejaré de querer.
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