La obra de Marcelo Ascacio no puede ser entendida sin estudiar primero los antecedentes de la musicalidad de sus trazos. Y es que el arte de este joven, original y desinhibido artista emerge desde un núcleo poderosísimo: una esfera compuesta por tonos musicales que van desde lo oriental hasta lo electrónico, pasando por el género experimental que conectan al sentido del aquí y lo real con la transgresión de las nociones del tiempo-espacio en el universo.
Entre Milkato San, Cat of The Year y Marcelo Ascacio se ha venido construyendo un puente hecho de un material dual, resistente e infalible: la cópula entre la imagen visual y la musical que amalgama dos sentidos en una estética multipersonal emanada de un mismo ser.
Marcelo Ascacio es un artista capaz de dirigir su propia inspiración por las vías de la luz, los trazos capturados a voluntad –que algunas veces sucumbe ante la autoridad inescrutable de la naturaleza y las formas y colores únicos que arroja– y la deconstrucción de las historias de todo aquello que toca con sus ojos de celofán polícromo y su visión “antiformal” (y singularmente espiritual) de las cosas, para luego reconstruirlas en un registro que obliga al espectador a atender el llamado de un algo que, una vez pronunciado, inmoviliza al tiempo para así darle paso al éxtasis que sobreviene tan pronto los sentidos se percatan de las cosas pequeñas, artesanales, delicadas, como perfumadas a detalle, vivientes en este mundo.
Es el pronunciamiento de ese “algo” captado por el artista lo que, para quienes llegan a interactuar con su obra (la cual siempre obliga –más que invitar– a participar activamente en ella, formándose nuevas proyecciones e interpretaciones de un mismo elemento u objeto creado), justifica y hace comprensible la existencia de una conversión análoga permanente entre la luz y el sonido.
Cualquiera que observe detenidamente alguna de las fotografías de Ascacio, intuirá que bajo la piel de lo retratado subyace una melodía específica, propia, completamente ajena al mundo retratado. Estará en lo correcto al sentirse así, y no deberá sentir temor alguno ante la experiencia sensible emergente: ya ha ocurrido con las fotografías de sus series anteriores y ocurrirá también con la presente, titulada “La Gente Árbol”.
En esta ocasión, Marcelo Ascacio nos entrega un registro visual con un bonus track subyacente en cada una de las fotografías que cuentan, desde una perspectiva poco utilizada en el retrato humano, las historias protagonizadas por la dueña de un gorro tejido, unos ojos de gato puestos en la cara de un señor cansado, la nariz roja de un gringo que ya no quiso regresar al sueño americano porque la realidad saltillense le pinta bien, un sombrero estilo Dick Tracy, la rebeldía de unas canas, una mujer poseída por un roble gruñón, y una vida de cuadritos plasmada en una camisa bien planchada, entre otras.
El ritmo de los bonus tracks fluctúa entre la añoranza del futuro que no presenciarán los protagonistas de la serie, propia de las canciones de protesta hippies; el punk mordaz de The Smiths frente a su reina; la solemnidad de la vida y de la muerte resguardada en un harpa china o konghou, y un hip-hop sofisticado que deambula por la calle de Victoria.
La eternización hecha diez veces –una por cada cuadro– de lo pequeñamente habitual, y la permanencia en papel fotográfico de lo habitualmente pequeño, incrustada en los milímetros cuadrados de la piel rugosa de los protagonistas de “La Gente Árbol” (próceres anónimos que, en la expresión artística de la lente de “Milkato Marcelo Ascacio San”, adquirieron tal rango por el hecho de sobrevivir a su pedazo de mundo, en una ciudad amarilla donde a veces llega a estancarse el tiempo). Eso es lo que presenciarán frente a “La Gente Árbol”, en exposición a partir del 12 de agosto en el ático de Casa Purcell, en Saltillo, Coahuila.
http://www.flickr.com/photos/marceloascacio/sets/72157623273200420/
http://fusioneterea.spaces.live.com/blog/cns!9229B4554808103B!1971.entry
No hay comentarios:
Publicar un comentario