Antes de conocerte me soplaba el viento de la primavera de los camiones, mitad acre mitad dulce, y me hablaba de un destino de atardeceres iguales en mi ciudad polvorienta. Mis ojos no cuestionaban, yo simplemente ponía las manos como una cuenca y esperaba a que la primavera me determinara, triste o solitaria, mujer o marquesina repetida. Era lo mismo. La primavera me conocía y era mayo. Yo tenía veintitrés. Yo no tenía otro sueño excepto el de escribir el viento. Todo eso era antes de conocerte.
Después de conocerte he fabricado redes suaves con pequeños versos para atrapar el mismo viento, para que te platique y conozcas de mi carne y de mi fuego, para que hables con mi espíritu de las cosas que no te he dicho mientras uní mi boca a tu boca. Desde que te conozco el viento no es más del otoño ni de invierno. Dejé las estaciones del viento para eternizar la primavera, así ande en camiones o en el metro, en mi nave blanca o a pie. Mitad naranjo, mitad cereza, este viento me determina al oído una sola cosa, y esa cosa es que te pienso durante tres segundos en las horas dobles. Y luego lo escribe al pie de mis poros y me saca una fotografía, porque nunca me había visto florecida, porque jamás me había visto sonreír.
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