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lunes, 19 de octubre de 2009

XII FLS 09: LAS FOTOS

Para los voyeristas de corazón (y para los exhibicionistas también), aquí les dejo unas fotos de las muchas captadas por las lentes de Víctor Mendoza y Enrique Álvarez del Castillo, a propósito de la XII Feria del Libro Saltillo 2009

Jesús de León y Serge Zaïtzeff. /E.A/


Jesús de León y Daniel Sada./E.A/


Indran Amirthanayagam./E.A/


Hugo Gutiérrez Vega./E.A/

Dra. Ana Cairo./E.A/

Mauricio Bares. /E.A/

Guillermo Samperio. /E.A./


Arq. Arturo Villarreal./E.A/

Vanessa Bauche./E.A/

Alberto Estrella./E.A/


Alberto Chimal./E.A/


Julio Trujillo./V.M/

Julio Trujillo./E.A/


Presentación del Libro "Pitecántropo", de Julio Trujillo./V.M/

Presentación del Libro "Pitecántropo", de Julio Trujillo./V.M/

Presentación del Libro "Pitecántropo", de Julio Trujillo./V.M/

Presentación del Libro "Pitecántropo", de Julio Trujillo./V.M/

Esteban Ascencio y José Vicente Anaya./E.A/

Presentación de la Colección Poética "Poesía de Largo Aliento". Esteban Ascencio, Marlén Carrillo y José Vicente Anaya. /E.A/

Javier Treviño./V.M/

Marco Márquez./V.M/

Marco Márquez y Javier Treviño./V.M./

José Chapa./V.M./

Poetas en el Desierto./V.M/

Poetas en el Desierto./V.M/






domingo, 18 de octubre de 2009

Pregunta dominical

¿Acaso la gente irá a votar, a pesar del húmedo otoño que afuera está ocurriendo?

Y no lo digo por el clima, en verdad neblinoso. Lo digo por el panorama político-social.

domingo, 11 de octubre de 2009

Creo que a lo largo de esta FLS 2009 he tenido muchas y muy bonitas sorpresas. Besar al guapo de Alberto Estrella, abrazar a la heroína Vanessa Bauche, escuchar el desmenuzamiento perfecto que el Dr. Araiza hacía de La Náusea, El Extranjero y El Amante a través del método fenoménico-existencialista, reírme con Paco Ignacio Taibo II, llorar de emoción al oír la poesía de Indran Amirthanayagam, ser efímeramente feliz en las mini-sesiones de minificción a cargo del cuentista más sintetizado del México actual, Armando Alanís, entender las nuevas tendencias del cuento moderno gracias a la intervención de Guillermo Sampero, platicar con el filósofo Mauricio Beuchot y recordar la Grecia que nunca fui con el maestro Hugo Gutiérrez Vega, son algunas de las muchas que ya les contaré (eso espero, y si no, esperen muy pronto la edición electrónica de la revista Lecturas, donde saldrán las entrevistas que mis compañeros y yo les hicimos a varios de los que se presentaron en la Feria del Libro Saltillo este año).

Pero sin lugar a dudas, el haber compartido una mesa de presentación a lado de un gran poeta -a petición del mismísimo poeta Anaya- como lo es el Maestro José Vicente Anaya y del Editor y poeta Esteban Ascencio para hablar de una colección interesantísima denominada "Colección Poética de Largo Aliento", cuyos tres primeros volúmenes son nada más y nada menos que de Allen Ginsberg, Jim Morrison y Ernesto Cardenal, ha sido lo mejor de esta feria, el más inmerecido regalo y homenaje a una mujer que tal vez no sepa muy bien quién es, pero sí lo que siente y lo que ve, tanto en su interior como en su exterior, precisamente porque usa los caleidoscopios-lentes que la poesía regala a quien se acerque a ella.

Aprendí muchas cosas en esa mesa. El maestro Anaya quería interrupciones pero yo la verdad no quise interrumpirlo porque escucharlo es un placer auditivo: habla y habla y entre más lo hace, más ganas dan de seguir oyéndolo porque tiene una voz de ésas que no cansan. Así que la que primero tenía tremenda boca abierta de entre todo el público era yo.

Vaya, que hasta lo seguí escuchando a pesar de mi repentino acceso de tos feroz que me dio en plena presentación. Maldita faringitis, ya me las cobraré... no sé cuándo, ¡¡pero no te salvas!!

La colección, de la editorial Laberinto, consta de 60 títulos -esta tarde-noche nos entregaron los primeros tres-, dos de los cuales son traducciones al español hechas por el propio poeta Vicente Anaya. Todavía hoy, que es el cierre de la feria, pueden adquirirlos: están en oferta especial, $50.00 cada uno. Su precio normal es de $100.00. Creo que ambos precios también son de colección. Ojalá que tengan una chancita de ir a vernos hasta el rincón del dinosaurio (Museo del Desierto) y puedan adquirir al menos uno de estos ejemplares.

Yo, por mi parte, les reitero que los espero ver por ahí a eso de las 11 AM en el Foro Explanada del Museo del Desierto y la FLS 2009: leo poemas de mi alterego, Velvetine.

¡Feliz dormingo!

miércoles, 7 de octubre de 2009

El Dragón "Meid in Cháina" por fin entendió, apesadumbrado, que jamás sería el compañero estoico de algún valiente guerrero, y sí de algún niño breve que lo tenga en su repisa.

lunes, 5 de octubre de 2009

Presentación del Libro "Casi Nada", Daniel Sada

"Pitecántropo", Julio Trujillo


Foto: Cortesía de Víctor Hugo Mendoza Zamora

A los lectores de este blog por costumbre, curiosidad, morbo, casualidad o amistad, les entrego el texto que leí hace rato en la presentación del libro Pitecántropo, de Julio Trujillo. Fue un domingo poético, de esos rarones y sui géneris que me pasan allá cada eclipse saturnino univalente (¿¿??).

Un placer conocer al escritor. Julio, los pitecántropos saltillenses esperamos a tu séptimo hijo (y una visita más a la ciudad).

Zas, les dejo el escrito.





Antes que nada, quiero agradecer a los organizadores de la FLS 09 y en especial al Maestro Gerardo Carrera por hacerme partícipe de un movimiento literario cultural que tanto poetas como escritores esperamos año con año, pues en él sentimos que Saltillo se redimensiona y vuelve a cuestionarnos nuestro lugar como creadores de realidades alternas: no hay que olvidar que el verbo potencia todo y la literatura es verbo al fin.

El poder presentarles en esta ocasión la más reciente obra de uno de los exponentes de la poesía con mayor resonancia en estos momentos, me hace sentir que la batalla finalmente va cediendo terreno a los poetas: a pesar de ser una amante de este género, creo haber mostrado una sumisión casi absoluta frente a lo imperante en la literatura actual: lo in es leer narrativa. Ergo, lo in es presentar narrativa. Que todos los sentimientos recaigan en ella. Que ella haga el trabajo que los hijos de Safo de este siglo y finales del pasado no han sabido hacer. Los buenos poetas ya murieron. Los actuales sólo bromean.

Si tuviera enfrente a algún fundamentalista marginador del mundo poético que justificara su actuar con estas palabras –o con otras, da igual–, probablemente le mostraría varias obras de autores vivos, entre ellas, la que presentamos el día de hoy.

Y es que desde que le quité el plástico al libro, entendí que Pitecántropo ya se anunciaba con su portada como un ejemplar de lo que es la buena y verdadera poesía del siglo XXI: la pestaña que permite que la dobles y juegues con ella para encontrar a un homínido y así jugar a que de la silueta del hombre sale el chango que todos tenemos dentro y que pocos exploramos para vencerlo, olvidarlo, matarlo a través de un verso, suicidarlo de uno mismo en un poema, era el ejemplo. Estaba ante un juego de poesía visual, una verdadera, lúdica, irónica y además compleja, precisamente por su sencillez. Adiós a las frugalidades de hacer textos con puntos y barras. Adiós a las nervaduras de un libro de carne. Aquí la función poética de la portada es anunciar que lo que viene va en serio porque se ha vencido el temor de desnudarse tal cual es. Tal anagnórisis es ya poesía:

“Naces. Coincides aliviado: no sabrías trazar zetas como un átomo loco en las fisuras (el tajo de los párpados, el empozado olvido en esta cucharada, las camisas desangrándose). Tu resistencia es gradual como el olvido del olvido, y si te multiplicas es solamente porque te abandonas. Sabes, bajo la regadera bautismal, que existe un eje. Hablarle a Chucho”. (p. 13)

De dicha agnición parte Trujillo: tres veces nace en el libro (al inicio, en medio y al final del poemario) y en las tres veces surge un trozo de él que redescubre, reconoce y poetiza lo ordinario del mundo como si fuese la primera vez que la imagen pasa ante sus ojos, por sus dedos, en el sentimiento, alrededor de la estadía extranjera. Trujillo se habla a sí mismo, le habla al homínido. Le habla a su ego poético. Se regaña, se apapacha, se describe en esa entropía laboral, que aunque literaria, no deja de ser entrópica. Le gusta oírse jugando con la fonética de las palabras, construye laberintos, pasajes, arteobjetos que se difuminan una vez que el sonido se corta por el aire ya sin vibración.

Algo que condensa la fuerza poética de este libro es la libertad, el desenfado casi púber con el que Trujillo entrega un trozo de sí mismo, trozo que luego se vuelve total por la nitidez en la imagen poética presentada en cada línea-verso: Julio Trujillo es honesto, se burla de sí mismo, se saca una radiografía y luego escribe sobre ella. La moja de días de pensadera y luego la pone al viento a secarse mientras nimba y se mimetiza en la lluvia que narra la soledad y la reflexión de condominio de un hombre que se sale del etiquetar postmodernista: si bien lleva la misma vida que el resto de los que sobrevivimos este siglo, Julio Trujillo le saca lustre a dicha estadía y canta en verso seguido lo que le ocurre como Julio Trujillo y no como un sobreviviente más:

“No se ha de relabrar en todo, amigo Adán, o al menos no se ha de decir ha. Las milpas crecen con la siempre renovada lluvia de ojos que sembraste y que se siguen cosechando, bien o mal. ¿No te gusta su azul amoratado, el agave que ahí se fermentó? Creció un mundo en el surco y no lo puedes cancelar. Relabren quienes quieran, entréguense al delete y copy-paste: eso es oficio y está muy bien. Se puede, no se ha”. (p. 36).

No creo que sobre o falte palabra en cada poema conformante de esta obra. Hasta las comas y los morfemas construidos fonológicamente (como las palabras poraianda y parakés, con “k”) son necesarios para explicar que aquí el autor es hombre, es cotidianeidad, es paisaje, es bosque, es reportero de lo bucólico, es país extranjero, es atisbo de la rutina y el protocolo, la semántica y el sentido. Es amante del viento, del barullo del café Zahara, de esa mujer entre nívea y transparente que diluye sus pasos-muslos con la colilla de los cigarros que hojas después él se fuma; de las olas, del suelo azul nieve y los porrazos que le atan la dermis a él, de su perra Zelda –que ahora flota floralmente, verdemente, en un jardín madrileño; de la galleta que muerde, de los pequeños minutos de felicidad que se regala. Y hasta se da el permiso de describir la pulcritud del ridículo de lo histórico y de lo histórico del ridículo arrinconando su voz en personajes como Frenhofer, Empédocles, Duchamp, Pound, Avedon, Miles, Mingus, Coltrane, y Vicent y Theo Van Gogh. Ridículo por la complejidad de sus acciones en un marco vital simplón. Histórico porque se registran en intervalos seriados y cronológicos.

Existe, además, una peculiaridad que termina de fijar la solidez de esta obra, la cual reside dentro de la estructura de todos sus poemas: no hay una división entre un verso y otro. Trujillo apuesta por la firmeza de la sonoridad del lenguaje poético empleado y lo hace bien: hay vanguardia en su creación por cuanto la mayoría de los versos no rima ni hace metáforas forzadas o encabalgamientos ostentosos y/o pesados, y al mismo tiempo hay ritmo porque las palabras que danzan en cada espacio textual, rimen o no, son las exactas para que el objetivo se cumpla. De esta manera, el poeta logra dar un efecto de integridad al propiciar la armonía sonora y entregar a la vez una idea sustancial sin llegar al hermetismo o al rebuscamiento.

Las imágenes abarcan todo el espectro sensorial, prevaleciendo el tacto, el gusto y el oído. En ellas encontramos ejes introspectivos entrelazados en el disparo de una utopía expresada como un anhelo casi pueril por encontrar la manera de reconectar a la infancia con la adultez, utopía que varios sufrimos porque es difícil hacerla realidad, y de la cual el autor nos muestra los avances de su propia búsqueda.

Cabe decir que este poemario es para leerse inicialmente dos veces, una en silencio y otra en voz alta (y a solas preferentemente: la compañía del autor viene de regalo). Después puede leerse las veces que se quiera, se necesite o se desee platicar con el autor.

Apuesto por esta obra porque demuestra que el sentido de la poesía no se ha

perdido entre quienes se encargan de reivindicarla en un siglo repleto de prosa. Le apuesto también porque demuestra que la sensibilidad no está peleada con la experimentación, una muy cuidada y calculada: el desenfado de Trujillo es un detalle minucioso y artesanal del cual nacen poemas honestos pero nunca irreverentes.

Y apuesto también por este libro porque soy amante de las nubes, los árboles y el mar, y Julio Trujillo me ha hecho el favor de atar los cirros a los árboles, de describirme lo primigenio vital en el agua al hablar de ballenas, notas de pianos bajo el mar y tiburones: lo primigenio en cada civilización se habló en poesía. Trujillo vuelve al origen a través del mejor instrumento que conoce los puntos exactos donde la vida expulsa más vida. El poema que viene a continuación es un ejemplo de ello:

“Una propuesta sería anclar (lo dijo verbatim alguien que sabe) con árboles las nubes. Un macizo, un verde imán para las veleidosas. Hay más comercio entre la tierra y el cielo del que cabe en el pronóstico del tiempo. La liquidez es la lluvia –tauto: el circulante. ¿Cómo atraparla? Literalmente con esponjas y costales, pero antes no olvidar el erotismo del follaje, esa turgente carnada. Ni pensar en los polos: que se queden en paz, encasquetados”. (p. 69).

En cuatro líneas, los poemas de Julio Trujillo son poemas que describen la soledad, la búsqueda, el caos y la metamorfosis interna. Una expresión poética que echa mano (y letra) de los recursos fonéticos y plásticos de la poesía, de la pureza de la nieve y las olas del mar para formar un espejo-fotografía de su autor. Eso es Pitecántropo.


Y ahora los links de las notas periodísticas acerca de la presentación del libro:


"Pitecántropo"

"Poesía 'incurable'; Pitecántropo, de Julio Trujillo"