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jueves, 31 de octubre de 2013

"Hay que darle susto al gusto", dice una canción de Ramón Ayala versión de Noche de Brujas.
En realidad, hay muchas cosas que dejaron de importarme desde hace un buen rato. La maleta se vuelve ligera (quizá la maleta sea yo). Es mejor así.

martes, 29 de octubre de 2013


"La Ilustración significa el movimiento del hombre al salir de una puerilidad mental de la que él mismo es culpable. Puerilidad es la incapacidad de usar la propia razón sin la guía de otra persona. Esta puerilidad es culpable cuando su causa no es la falta de inteligencia, sino la falta de decisión o de valor para pensar sin ayuda ajena. Sapere aude es, por consiguiente, el lema de la Ilustración."

-Immanuel Kant (nomás, por si algunos de ustedes pensaban retroceder demasiado, demasiado en el tiempo).

lunes, 28 de octubre de 2013

El primer año que acepto que amo el otoño. O mi primera vez que lo amo. Así, con ese color de sol, con esos cambios locos de clima. La antítesis de la primavera, sí; y también la paz que no encontraba, la calidez sin lluvia. Estrellas a todo lo que da por el cielo.

El mundo está en su sitio.
Envidio la cualidad innata de muchos de fluir. A mí se me dio únicamente la risa y creo que con esa, vuelo.
Sesenta y cinco años, Miguel. Qué rápido se te fueron los años... Aunque, claro, ambos sabemos que ya tú recorres la vida en años luz.

Feliz cumple, cosmonauta. Besa a mi abuela Sara en su también celebración de cumpleaños.

domingo, 27 de octubre de 2013

Me duele la falange del dedo índice, y sé que es por las miles de cosas sin indicar, las que se guardan en papelitos transparentes. Me duele la falange del dedo índice y sé que es la prolongación de la nostalgia.

sábado, 26 de octubre de 2013

Las veo a todas, nos veo a todas, ninfas, sirenas, estrellas. Cómo quisiera que pudiéramos sonreír a pesar del movimiento, cómo deseo la felicidad para todas nosotras por causa de la vida misma (la nuestra). Nos veo a todas, y realmente nos amo, con ese amor que les debo y me deben desde hace centurias, con ese amor que está instalado en nuestro corazón y grita en nuestros cabellos, el sexo y los ojos. Nos veo a todas, y no puedo excepto decirnos que la vida apenas nos inicia la piel.
Bienaventurados los mentirosos, porque de ellos es el siglo XXI.
Escuchando la canción "Ocean Cloud" de Marillion, caigo en la cuenta que todos somos marinos en tierra a la espera de la redención de un nuevo mar.

viernes, 25 de octubre de 2013

Yo no tuve un 25 de octubre, yo tuve un aleph en mis manos. Le canté "in my secret life", de Leonard Cohen, pues me inspiró confianza este año para decirle, por primera vez, que acepto el amor que siempre me entrega el otoño. 


jueves, 24 de octubre de 2013

Traigo mariposas en la panza. Siempre ocurre así con la literatura. Me siento viva: tengo un ángel.

miércoles, 23 de octubre de 2013

martes, 22 de octubre de 2013

Coda

Los pianos no leen, los tiempos de vasta poesía se consumieron per se. En la exploración insistente se verá la luz: siempre hubo danza, y es unipersonal. Siempre hubo un mundo aparte, y ahí no habitaba nadie excepto la autocracia de la luz y el sonido míos. Un escenario no es una nota, pero sí es efímero y es un paisaje de tinta lavable. El silencio es mío, igual que el corazón. 
Resulta graciosa la actitud de personas "empoderadas" (¿de dónde demonios sacan estas expresiones?), tan veleidosas y sobre todo, tan a merced de un rostro bonito. Pedí audiencia para publicar gratuitamente mis textos en cierta revista y no fue sino hasta hoy, a un día de poner una fotografía "mona" en mi fabuloso FB, que se acuerda que escribía. Con estas agravantes (el desinterés hacia mi virtud como escritora y el interés por lo que se llevará la vida dentro de diez años), yo creo que preferiré seguir publicando en mi blogcito. 
El siglo XXI (ya sé que van a decir: ahí va esta de nuevo con su siglo XXI) es así, fomenta el prurito ante el elogio sincero y pone en práctica una admirable, pero negativa, actitud de retraimiento y autodefensa. El siglo XXI, además, es el más prejuiciado en expresiones no intelectuales (que no por ello deben ser afectivas ni mucho menos provenir de las tarjetas HallMark) y estéticas: apenas le dices a una mujer que tiene un cabello hermoso y al día siguiente te mirará con recelo: hay una lesbiana a la vista, o peor aún, hay indicios de una sicópata que arranca cabelleras para hacerse pelucas. Si le externas tu opinión positiva de su personalidad a alguien, de inmediato lo tomará con una suspicacia tan negativa que por su cualidad insta, desde luego, al desaliento: no es posible que el intelecto, en estos tiempos todavía, sea incapaz de recibir una palabra cierta, desprovista de dobles intenciones.

Los discursos intertextuales están viciados hasta el hartazgo y propician la inclemencia del ego ante la verdad maravillosa del ser, esa mitad que todo el mundo obvia porque se siente más rico atizar la parte cruel que todos llevamos dentro. Lo veo en el FB, en las pláticas cotidianas, en los abrazos que te parten la madre y el lomo: la amistad, el reconocimiento y la admiración se expresan en términos de arrogancia, insulto, burla y sarcasmo. 

Definitivamente no pienso hacer algo para fomentar la confianza en el ejercicio del elogio limpio, el nacido, más que de buenas intenciones, de un criterio libre de necedades. Pero sí pienso continuar con mi raro mecanismo, heredado del siglo XX, de observar y reconocer las virtudes de quienes me rodean. A lo mejor por eso los sistemas no se acaban de ir, ni siquiera nosotros mismos confiamos ya en nosotros. Ergo, la rigidez exasperante... 

También pienso continuar en mi búsqueda de un viaje de regreso, porque este siglo nomás no me va.

lunes, 21 de octubre de 2013

Meses enteros de no permitirme llorar, pero esta vez de alegría. La existencia vuelve con otra cara y me toca hasta el llanto, esa nebulosa feliz que circunda el pecho. Yo sabía que lo mío era renacer, si no en Ave Fénix, de perdido en el Gato Félix. El tejido no ha cambiado su color, simplemente mi piel vuelve a latir. Meses enteros...
La noche está para ataviarla de música, de esa que le rompe la crisma a gobernantes y ególatras, maestras suicidas y lectores de noticias lejanas. Es de noche cuando el tiempo se cumple y se unen los extremos: el entero es pleno y está exento de prisas y hologramas (un carro no es un carro sino un hombre gastando la vida sobre el asfalto). La noche está para vestirla de ecos presentes, de cantos graves para no morirla, pues la noche es el regalo que todos ignoran: su perfume es sagrado y lo sagrado es, a veces, ininteligible.

Más allá de la bruma, la lluvia, el silencio, la ola condensada, el desierto, los diálogos extraños en versión 3.0, está la palabra, esperando, expectante. Una sábana para cubrir al rostro de la angustia, de la humillación, del horror, del abandono.

domingo, 20 de octubre de 2013

Sesenta años y el mito de la equidad


El domingo pasado encontré el maravilloso obsequio de mi Maestro Xavier Díez de Urdanivia, el mejor de los juristas que pudo dar mi país. Se trata de su columna dominical hablando de la equidad de género. Reproduzco el texto y transcribo mi respuesta, sólamente por el simple hecho de decir lo que a diario veo.

La mujer y los derechos

Xavier Díez de Urdanivia 



Hace casi sesenta años que se reformó la Constitución para hacer explícito, en el texto fundamental, el derecho de las mujeres a votar y ser votadas.

Como otros años, se sucederán los actos cívicos y hasta se darán medidas gubernamentales para reforzar la participación de la mujer en la vida pública del país, aunque el problema de la equidad de género y la no discriminación de las mujeres sea una cuestión radicada en añejos lastres culturales que no se han resuelto.

Para abordar el tema de la equidad de género es necesario comprender que no fue sino hasta el siglo XIX que se introdujo la noción de igualdad, y todavía a mediados del siglo XX todavía se pensaba que los roles de género tenían un fundamento biológico.

Hoy se comprende que tales roles sociales no representan meramente la función biológica, sino una noción cultural que, como la estructura misma de las comunidades, es parte de los sistemas sociales, políticos y culturales que se ven reflejados también en los jurídicos.

No obstante ello, dado que históricamente han sido las mujeres objeto de discriminación intensa e injustificada, se han hecho necesaria la adopción de medidas tendientes a corregir estructuralmente esa inequidad.
Se han suscrito instrumentos internacionales como la convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, la plataforma para la Acción de Beijing, y la Declaración del Milenio, en las que se insta a los gobiernos a considerar que, sin igualdad entre hombres y mujeres, no habrá desarrollo posible alguno.

En México fue reformada la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en los años setenta, para estatuir que “el varón y la mujer son iguales ante la ley”.

Más tarde se promulgó la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, cuyo objeto es “regular y garantizar la igualdad entre mujeres y hombres y proponer los lineamientos y mecanismos institucionales que orienten a la nación (sic) hacia el cumplimiento de la igualdad sustantiva en los ámbitos público y privado, promoviendo el empoderamiento (sic) de las mujeres”.

Todavía después, la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, que la define como “toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional, sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas”.

Pero hace falta algo más que buenas leyes para lograr la transformación cultural que se necesita. El modelo jurídico no ha sido eficaz para modificar el modelo de sociedad discriminatoria de la mujer.

En cambio, ha dado cabida en ocasiones a obstáculos para la discriminación que han generado, a su vez, nuevas argucias para eludir el imperativo racional y social de la igualdad, que ha logrado introducirse en el orden jurídico, pero no ha logrado mover voluntades de manera eficaz en el ámbito socio-político.

Tal es el caso, deplorable por todos conceptos, de las llamadas “Juanitas”, y hasta el acontecimiento que se conmemorará en los próximos días, pues lo único que ocurrió el 17 de octubre de 1953 fue que, en el artículo relativo a las prerrogativas de los ciudadanos, se hizo explícito que el sustantivo genérico “ciudadano” se refería a todas y todos los mexicanos, mujeres y varones, respecto de las cuales, por cierto, nunca antes se discutió la calidad de ciudadanas.

¿Podría decirse que, dado ese criterio, ellas no están obligadas a contribuir a los gastos públicos? El artículo correspondiente dice que es una obligación “de los mexicanos”, no de “las mexicanas”.

Queda mucho por hacer y no bastan leyes, discursos y buenas intenciones. Falta cultivar la civilidad promoviendo el desarrollo de una cultura que comprenda que mujeres y hombres responsables son, ambos, componentes esenciales, integralmente considerados, de la sociedad, y por tanto elementos igualitariamente imprescindibles para ella.

http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/la-mujer-y-los-derechos-1381642969




Mi muy amado y admirado Doctor, es un honor recibir su columna directamente en mi muro. El tema de la igualdad es algo que desde siempre ha causado en su alumna un interés especial, dada la lectura intertextual que tanto convenciones como leyes (internacionales y nacionales) aportan a los “ciudadanos del mundo”: se habla de igualdad y equidad para estar a la par con el desarrollo tecnológico, para paliar un poquito la culpa resultante ante una exigencia tecnócrata generalizada. 

Para quienes observamos desde lejos, vemos que este imparable acto de eludir lo establecido en materia de género deviene de una formalización del mismo por la fuerza y no por convicción. He de decir, humildemente, que incluso la mismísima igualdad de género se ha visto mermada y acotada por los mismos actos de las féminas, quienes no superan aún el esquema del patriarcado y esperan obtener escaños, puestos públicos y privados con la misma mecánica que los hombres han realizado durante siglos, haciendo a un lado la fuerza proveniente de las mujeres. Sin importar lo que la historia y antropología modernas digan sobre la matria, en la mujer prevalece la idea de que el “empoderamiento” es individual e incluso unilateral. Ello, aunado a un profundo rencor instalado en algo más que el ADN (¿tradición, será?), permea e imposibilita la correcta “visibilidad” (esa palabra me causa gracia) de los estatutos, reglamentos, leyes y demás instrumentos jurídicos realizados, en su inicio, a manera de “prebenda” para quienes alzaban las palmas y recibían únicamente las brazas del derecho romano antiguo. 

Definitivamente la equidad es cuestión de algo más que el agradecimiento a Ruiz Cortines y todos los que le sucedieron, de realizar manifestaciones e incluso escribir toda clase de literatura en todos los géneros, delimitándose bajo la bandera del feminismo o lo hecho por las mujeres. Es una cuestión del reposicionamiento del género, tanto masculino como femenino, sus alcances, sus límites, sus errores, sus ventajas. Resulta incongruente y hasta risible la cantidad de instrumentos jurídicos generados sin el conocimiento real de las venas sociales por donde caminan, todos los días, los actos de mujeres que siguen persiguiendo esquemas masculinos, de mujeres que se sienten solas por no tener poder de convocatoria, y de otras tantas que permanecen en la omisión, la represión y la sumisión, en parte causada por el hombre, pero también por el agravio de la omisión de la mujer misma. 

Me gustó muchísimo su texto porque invita a reflexionar, sobre todo a quienes ya están en la posibilidad de actuar libremente a favor de estos cambios, y aprovechar, observar y cuestionar, un domingo de familia, si las cosas pudieran cambiar desde el núcleo. Le mando un abrazo y un beso con todo mi cariño, mil gracias por existir.
Para lo único que han servido las redes sociales es para evidenciar la división de castas. Fin del telegrama.

viernes, 18 de octubre de 2013

Es bueno intercambiar variables de tiempo y forma. Supondré que nunca llegué tan lejos y jamás desperté con otras ciudades dentro de mi propio cuerpo, que los semáforos eran señales de ángeles más que preventivos y la música no me bañaba pues yo era la música misma. Es bueno intercambiar los hechos para darle otro giro a la memoria: nunca estuve ahí ni allá, acá tampoco hay registro de mi persona en los compendios de novelistas o filósofos. En todo este tiempo me dediqué a ser Ámsterdam y Berlín, San Petesburgo y Nairobi. Nunca dije nada ni toqué elemento ajeno alguno, porque yo era la palabra escindida de mi boca y mi tacto le pertenecía a los pasos de todos. Es bueno intercambiar el registro de lo que uno cree existió porque solamente así se habla de la verdad: yo nunca he estado en donde me han visto o extrañado, mi lugar ha sido el anverso de los días grises y su boleto instantáneo a las calles de Madrid. Es bueno intercambiar las fechas, porque nada más así se descubre el sentido absurdo del tiempo: tenía 29 a los 12, leía libros de teoría social y cantaba con una guitarra las proezas del sol;  tengo 22 a los 30 y me asombro de la fortuna de ser al fin libre. Moriré -algunos creerán-  a los 82, pero seré consciente de que mi vida principió a los 30, justo cuando intercambié las miradas del reloj, las formas y las ciudades, y por lo tanto, tendré 52 al dejar la tierra. 

jueves, 17 de octubre de 2013

Estudios recientes afirman que la ansiedad no es un estado del alma, es un estado anexo de la República Mexicana cuyo desarrollo se ha visto fortalecido en los últimos tres sexenios. 

Seguiremos informando...

miércoles, 16 de octubre de 2013

Instituto Mexicano del Sonido: Arte objetos sónicos.


Normalmente no suelo poner los textos que escribo para mi programa semanal de radio, Kaleidosónico. Pero este en particular me gustaría compartirlo porque me dio mucha pena ver que hubo poca concurrencia de jóvenes para ver aquí en Little Jump a  uno de los proyectos más ambiciosos y mejor logrados de este, como dice Camilo Lara, Méjico Máxico: 



El siglo XXI sería, para muchos filósofos que no alcanzaron a cruzar el umbral del tiempo, la promesa de la tecnología y también de la diversificación masiva, con su consecuente textura heterogénea dentro de una sóla célula global. Alvin Toffler lo veía venir en su libro “La tercera ola”: todo sería tan inmenso que regresaríamos a las comunidades pequeñas  a vivir submundos regidos por un ulterior.

El siglo XXI es, para muchos filósofos actuales y para aquellos que dejaron su legado a finales del s. XX, la construcción de ecos de otros tiempos. Umberto Ecco lo compara con el oscurantismo de la época medieval por la excesiva cantidad de información que resulta incompatible con la vertiginosidad del tiempo y cómo se cuantifica pero sobre todo, la manera en que se cualifica dentro de un esquema de interacción individual frente a una colectividad que cada día está más al pendiente del mainstream virtual que de la misma confrontación con su realidad.

Por tanto, el siglo XXI viene a ser, si no la consecuencia de grandes épocas como la del imperio griego, del renacentismo e incluso del mismo siglo de oro en nuestra sociedad hispanoamericana, tal vez sí sea ese manto cosido con retazos, con fragmentos que son fotografiados por lo que podemos llamar la melancolía del futuro: pedazos de añoranzas que no vendrán porque todo ha sido visto, tocado, probado, comprobado, pintado, musicalizado y escrito.

El panorama del creador del siglo XXI se convierte entonces en una provocación hacia dos vertientes: la apatía creativa (que bien puede distinguirse en la famosa twitterliteratura, por ejemplo) y la puesta en práctica de conceptos filosóficos como la denominada deconstrucción, neologismo filosófico que el filósofo argelino Jacques Derrida introduce en las décadas de los setenta y ochenta a partir de toda una serie de cuestionamientos hegelianos sobre el tiempo y el ser: ¿estamos totalmente ciertos de que la realidad es lo que nos ha heredado la historia? ¿Esta herencia nos tiene, por fuerza, maniatados a seguir una línea que no perturba pero tampoco propone, una línea que va como tren sin frenos? ¿Qué se puede hacer frente al dilema del todo creado? ¿Cerrar los ojos o retomar y volver a hacer, con elementos nuevos provenientes de factores actuales que incluyen las emociones, la economía, la estética y los valores morales?

Muchos han optado por deconstruir (es decir, a partir de la lectura de ciertos textos: visuales –un filme, fotografías, pinturas, cromos; sonoros –la música y el sonido emitido por las máquinas de las fábricas y las automotrices; literarios y plásticos, buscar el sentido de cada texto para tomar elementos significativos para de ahí elaborar una propuesta que, si bien no es original en el sentido lato de la palabra, sí lo es por convertir una serie de conocimientos y aportaciones creativos en una nueva obra que responda con mayor utilidad y precisión a los tiempos vividos, incluidas las críticas de lo que no fue o no pudo ser a pesar de los esfuerzos de generaciones pasadas, de los vicios heredados y sus lagunas por donde transita toda una generación que no sabe bien a qué distancia queda el futuro y en qué momento se rompe el presente.


Como parte de este concepto, la deconstrucción, existe la unificación de las artes: ya no se puede hablar solamente de pintura o de literatura, mucho menos de cine: todas y cada una de ellas habrán de contener, al menos la ligazón con otra de las bellas artes: ahí está el ejemplo de Murakami que no es capaz de de escribir una obra sin la presencia musical de los Beatles, un poco, es cierto, a semejanza de la Sonata a Kreutzer de Tolstoi del siglo XIX; o el caso de lo que ahora llaman poesía visual, que no es otra cosa sino la continuación del performance llevado ahora de la mano por la poesía contemporánea. Ni qué decir de los conciertos de ciertos géneros contemporáneos, verbigracia el techno y la música electrónica que no trascienden mayormente sin un sustento visual, rico en texturas pero también en discursos breves pero profundos, capaces de decir en pocos minutos todo lo que una sociedad (o una buena parte de ella) siente respecto de ciertos aspectos tales como la política y la economía.

El siglo XXI sería, para muchos filósofos que no alcanzaron a cruzar el umbral del tiempo, la promesa de la tecnología y también de la diversificación masiva, con su consecuente textura heterogénea dentro de una sóla célula global. Alvin Toffler lo veía venir en su libro “La tercera ola”: todo sería tan inmenso que regresaríamos a las comunidades pequeñas  a vivir submundos regidos por un ulterior.

El siglo XXI es, para muchos filósofos actuales y para aquellos que dejaron su legado a finales del s. XX, la construcción de ecos de otros tiempos. Umberto Ecco lo compara con el oscurantismo de la época medieval por la excesiva cantidad de información que resulta incompatible con la vertiginosidad del tiempo y cómo se cuantifica pero sobre todo, la manera en que se cualifica dentro de un esquema de interacción individual frente a una colectividad que cada día está más al pendiente del mainstream virtual que de la misma confrontación con su realidad.

Por tanto, el siglo XXI viene a ser, si no la consecuencia de grandes épocas como la del imperio griego, del renacentismo e incluso del mismo siglo de oro en nuestra sociedad hispanoamericana, tal vez sí sea ese manto cosido con retazos, con fragmentos que son fotografiados por lo que podemos llamar la melancolía del futuro: pedazos de añoranzas que no vendrán porque todo ha sido visto, tocado, probado, comprobado, pintado, musicalizado y escrito.

El panorama del creador del siglo XXI se convierte entonces en una provocación hacia dos vertientes: la apatía creativa (que bien puede distinguirse en la famosa twitterliteratura, por ejemplo) y la puesta en práctica de conceptos filosóficos como la denominada deconstrucción, neologismo filosófico que el filósofo argelino Jacques Derrida introduce en las décadas de los setenta y ochenta a partir de toda una serie de cuestionamientos hegelianos sobre el tiempo y el ser: ¿estamos totalmente ciertos de que la realidad es lo que nos ha heredado la historia? ¿Esta herencia nos tiene, por fuerza, maniatados a seguir una línea que no perturba pero tampoco propone, una línea que va como tren sin frenos? ¿Qué se puede hacer frente al dilema del todo creado? ¿Cerrar los ojos o retomar y volver a hacer, con elementos nuevos provenientes de factores actuales que incluyen las emociones, la economía, la estética y los valores morales?

Muchos han optado por deconstruir (es decir, a partir de la lectura de ciertos textos: visuales –un filme, fotografías, pinturas, cromos; sonoros –la música y el sonido emitido por las máquinas de las fábricas y las automotrices; literarios y plásticos, buscar el sentido de cada texto para tomar elementos significativos para de ahí elaborar una propuesta que, si bien no es original en el sentido lato de la palabra, sí lo es por convertir una serie de conocimientos y aportaciones creativos en una nueva obra que responda con mayor utilidad y precisión a los tiempos vividos, incluidas las críticas de lo que no fue o no pudo ser a pesar de los esfuerzos de generaciones pasadas, de los vicios heredados y sus lagunas por donde transita toda una generación que no sabe bien a qué distancia queda el futuro y en qué momento se rompe el presente.

Como parte de este concepto, la deconstrucción, existe la unificación de las artes: ya no se puede hablar solamente de pintura o de literatura, mucho menos de cine: todas y cada una de ellas habrán de contener, al menos la ligazón con otra de las bellas artes: ahí está el ejemplo de Murakami que no es capaz de de escribir una obra sin la presencia musical de los Beatles, un poco, es cierto, a semejanza de la Sonata a Kreutzer de Tolstoi del siglo XIX; o el caso de lo que ahora llaman poesía visual, que no es otra cosa sino la continuación del performance llevado ahora de la mano por la poesía contemporánea. Ni qué decir de los conciertos de ciertos géneros contemporáneos, verbigracia el techno y la música electrónica que no trascienden mayormente sin un sustento visual, rico en texturas pero también en discursos breves pero profundos, capaces de decir en pocos minutos todo lo que una sociedad (o una buena parte de ella) siente respecto de ciertos aspectos tales como la política y la economía.

¿Y quién es el IMS? La wikipedia dice: 

"El Instituto Mexicano del Sonido es un proyecto de Camilo Lara, en el que algunas canciones clásicas de los años setenta y ochenta se mezclan con música electrónica, como por ejemplo la canción "Mirando a las Muchachas", de los Hermanos Castro. Las siglas de este proyecto se pronuncian i-eme-ese para no ser confundidas con las del Instituto Mexicano del Seguro Social. En el 2006 salió su primer disco llamado Méjico Máxico bajo la disquera mexicana independiente Noiselab y, en España, por el sello madrileño Lovemonk. Éste contiene fragmentos de cumbias, de cha cha chas, estructuras pop a veces, mucha electrónica juguetona, mucho Esquivel, textos de Juan Rulfo recitados por el propio Rulfo, dub y muchas cosas más. Surgido de pedacitos de más de trescientas canciones de los años 20 hasta los 60, "este disco refleja el color y el bullicio de una ciudad tan imprevisible como es México DF".
Sus remezclas abarcan desde grupos como Placebo a Le Hammond Inferno, pasando por Gecko Turner o Babasónicos
En el 2007 salió su segundo álbum llamado Piñata, el sencillo que se desprende de este álbum se llama El Micrófono, según él, este álbum contiene más ritmos que el disco anterior. La canción "El Micrófono" es parte de la banda sonora del videojuego FIFA 08, mientras que la canción "Alocatel" del FIFA 10, además el tema “A girl like you” es parte de la banda sonora de la primera temporada de la exitosa serie “Californication”.
En el 2009 lanza un tercer álbum llamado Soy Sauce con el sencillo "Hiedra Venenosa".
En 2010, el IMS musicalizó al segmento "Suave Patria" perteneciente al desfile del Bicentenario de la Independencia de México; el álbum de nombre homónimo, contiene 6 canciones que según un comunicado oficial, "crearon esta pieza musical tratando de evocar algunos pasajes de la Constitución Mexicana y representar un paisaje sonoro del Territorio Nacional". Este EP esta disponible actualmente en la iTunes Store.
En 2013, el IMS protagoniza la estación de radio East Los FM de Grand Theft Auto V, a la vez que su canción "Es Toy" aparece dentro del juego". 

Camilo Lara es entonces una clara muestra de lo que podría denominarse arteobjeto sónico al mezclar cromos fabulosos de mujeres curvilíneas de los años cuarenta y cincuenta con reminiscencias musicales como el chachachá, los orígenes de la cumbia en Rigo Tovar y el tejido de la burla respecto del concepto de institución: al autoproclamarse como institución, Camilo rompe el primer esquema legado de sistemas de siglos pasados y lo deconstruye para oficializar con su música el discurso de un buen segmento poblacional que no está muy de acuerdo con nadar hacia la misma dirección. Por si fuera poco, también homenajea elementos claramente obviados por esa intención rijosa de convertir al arte en algo sublime y por lo tanto elitista, como si ambas palabras fueran una sola o vivieran en el mismo campo semántico. Cuando se le pregunta, en una entrevista realizada por Kaleidosónico el lunes pasado, sobre la percepción que se tenía de su música como arteobjeto sónico, él, con una sencillez muy característica de quien sabe que entre tanto no se es mucho, contesta: “tiene mis ojos, mis orejas, soy yo, de alguna manera me proyecta y puedo decir a través de la música, sin pelos en la lengua, lo que opino”. Resulta pues todo un viaje o una visita a un museo personal de un portavoz de una generación que se resiste al anonimato por causa de su incapacidad creativa (o como quien dice, por haber perdido en el juego de las sillas: todos ya habían tomado lo mejor y no queda nada). 
Y nada más que bailar. Podrás sentir el temblor en la panza al sentarte y ver en soledad las mejores películas que el cosmos jamás podrá entender, porque el lenguaje humano se hizo para hacer callar a todo lo demás; la rabia áspera entre las manos al intentar detener la prosa entre las horas del trabajo, su combate escondido, su perfume violento; la analogía muriéndose por volverse metáfora cuando la calle te cruza; la espuma de la verdad entre anaqueles y papeles con olor a paradigmas incansables de joder. La brillante espuma que no te deja espacio para los pulmones ávidos de otra cosa aparte de la tristeza sin fin de los rostros o de su aparente indiferencia inmaculada a los gadgets. Bailar y bailar para sentir ese hilo de plata que te une los pies sin pedicure con la tierra, cansada de sobrenombres y de rituales, de apóstatas amantes que lavan sus ropas con imposición de un cariño innecesario. Bailar y bailar hasta colgarte de la estrella más alta, la más linda, la que más furia tiene en su seno y por tanto suena más estridente y mejor. Hoy no quería salir al mundo porque sé su respuesta y la tuve. Hoy sólamente quería bailar y bailar, como hace tres horas, hacer del ritual de la danza, la poesía que no pienso cantar o escribir porque bailando se comprende el instante y se deja atrás la tentación de imprimir las huellas dolidas de alguien que no quiere bailar aún, pero te habita. Umbra, le dicen unos. Ego, los psicoanalistas. Bailar hasta perder la conciencia de la banca que se perdió entre las páginas y aparece de pronto en la cocina, un martes a las cuatro, la mesa servida de ecos de ébano. 

lunes, 14 de octubre de 2013

Me pregunto qué diferencia habrá entre ofrecer lecturas de calidad a ofrecer a Cohelo (Fabrizio Mejía dice "Cohecho" y me parece válido y gracioso), si la gente para empezar ya no sabe leer el lenguaje del cuerpo, los silencios de los interlocutores, aquellos que nacían de manera natural en respuesta a la reflexión o genuflexión ante la vida. Qué diferencia hay, me pregunto, en observar la idiotez paulatina del mundo o escribir miles de páginas si las sobrantes se han mezclado con los clásicos y el ser humano es incapaz de responder a la pregunta original de quién es o por qué todo esto, este siglo, esta banca, este lenguaje, estos gadgets, esta libertad escenificada, estas necesidades a priori cubiertas pero porqué nacieron y dónde están las primigenias. 

Me pregunto qué diablos hago escribiendo en este blog, si en realidad la gente pasa del mensaje porque hay demasiados pasatiempos en las redes sociales y el poco tiempo que queda es para ensimismarse con la obviedad del ser. 
Descalzos los pies que te vieron viajar, alma, las nubes como cejas librándote de la inclemencia del sol. Dichosas las palmas abiertas a nuevos himnos, luna, las flautas como preludio para el día más bello en la escena móvil de nuestros días. Bienaventurados los que escriben la vida y su anverso, porque de ellos es el no amor de quienes los escupen a diario y la ternura de los ausentes y los que abrazan, aún estando lejos. Descalzos los egos que te vieron leer, alma, las letras como estrellas pasando por ti como lluvia, porque del no tiempo son las cosas más maravillosas del verbo. 


sábado, 12 de octubre de 2013

Jazzábado

Hermano, oh mi alma / Soy mi propia orquesta / y no pido nada / excepto sonar con el Sol. Hermano / oh mi alma / Soy mi propio cuarteto / y sus cuerdas sosteniendo el viaje / este ramo de estrellas / bailando de un punto a otro/ Y es que, hermano, oh esta alma / esta noche / no tiene fin.

viernes, 11 de octubre de 2013

Reescribo mi propia vida con albahaca e infusiones para no dormir en el abandono. Lo hago porque estoy despierta y porque también soy las plantas de Shiva y el canto de Ra, los signos de todos los profetas ocultos y la risa de Buda. He caminado demasiado sobre la tristeza, le he mostrado y me ha mostrado la belleza de sus venas. También he caminado sobre el conocimiento y él ha sido generoso conmigo. He caminado sobre el silencio y siempre me ha regalado a cambio la risa o el llanto. He bailado en tiempos de guerra interna y también cuando la bonanza de mi suelo. No tengo nada de qué quejarme pero tampoco tengo nada que legar, acaso la esperanza, tres mil poemas y mis cincuenta cuentos. 

Miro sobre la luna, es un don que se me ha dado cuando quedo quieta en la mansedumbre de la noche. Todo está en su lugar, digo. Tomo una rama de albahaca y me siento a contemplar a los jóvenes que deambulan por su fragmento de matria, conscientes de que el fin no es por ellos y aún existen más verbos y sonidos para escribir su propia canción. Luego, vendrán tres o cuatro niños que me saludarán porque en mi cara se refleja la madre que siempre seré, porque nací para proteger y también para aprender de la inocencia. 

Reescribo mi propia vida con albahaca. La coloco sobre mi cabello que es largo como las cuentas que tengo muy claras en mi cabeza. Nunca me sentí más mía ni más exacta dentro de mi cuerpo en sintonía con el universo, tenían que pasar los episodios del hartazgo y su luz para entender que mis labios dirán siempre lo que ha de ser, amarán lo que es digno de amar, proclamarán el asombro y cantarán elegías y odas, siempre melancólica y también siempre esperanzada. 
Nunca más. El tránsito del alacrán se almacena en las páginas de un buen libro. La percepción de aquellos días perece frente a la fuerza del viento. 

Nunca más.

domingo, 6 de octubre de 2013

Miro las fotos en el instagram y comprendo que lo nuestro es encantarse ante la memoria amedrentada del futuro. Nosotros, los del siglo XXI, somos herederos de la melancolía del futuro, de su vacío alimentado de ecos de Petrarca y Owen, de Stravinsky y Gauguin, de las cámaras kodak que gritaban en los años cincuenta la bonanza porque hoy solamente somos eso: una bonanza fotografiada, una fotografía construida en la bonanza del papel y los colores que duelen, más que las retinas, el orgullo de una humanidad que cada día nace más dispersa y se descubre a sí misma fragmentada entre la niebla, los domingos de octubre, cuando ocurren. Al ser humano de este siglo le corresponde eternizar la angustia cuya causa no ha diagnosticado porque está sin tiempo, sin creencias y sin lugar. Por eso hay que acudir al instagram para rendirle un homenaje a la memoria del futuro y su melancolía.


Y es que hasta las ruedas de la fortuna y los columpios primero salen en una fotografía ante el mundo que por la boca de un ciudadano del mundo, el viejo sueño perdido de un ensayista que ya nadie toca porque es polvo. Ese nadie, en caso de ser válida la teoría de Alfonso Reyes que decía: “¿y si el polvo fuera el verdadero Dios?”, se está perdiendo de conocerlo. 

Mientras me elevo por el cielo con ayuda de la grúa veo los posibles paisajes para el instagram, pero prefiero dejarlos para mí, pues me parece que éste será el único regalo del domingo. 

sábado, 5 de octubre de 2013

Uno relee a Mijail Bakunin en las horas muertas del trabajo, cuando se cuestiona porqué se ha salido del hermoso seno adolescente, donde idealismo y libertad (la construcción primigenia de, por supuesto) eran tangibles y suficientes en las tardes prolongadísimas donde daba tiempo de leer libros de más de trescientas páginas y todavía tener tiempo y ánimo de ver una buena peli (o un buen par de ellas) en el canal 11, o de plano sustraerse del grito del eterno maternal a la hora de la cena descubriendo a quienes serán los clásicos de, si llega a haber vida después del 2100, las nuevas generaciones. 

Uno relee a Mijail Bakunin y recuerda cómo fue que Tolstoi lo amó porque también uno recuerda haber leído un guiño literario suyo en Ana Karenina. Es cuando uno se pregunta por qué habría sido necesaria leerla dos veces para entender que el verdadero narrador plantea en el intertexto todo un ensayo sobre la construcción del ser humano ideal, de lo deleznable que puede serlo en la realidad, o de perdido de cómo levantar una nueva nación: al ponerla contra un tren, Ana personifica a la rusia zarista que debería morir en manos del progreso. 

Uno relee a Mijail Bakunin y recuerda cuán ingratos fueron los años de colegio y de pronto se ve enlazando frases del niño de Coetzee y se da cuenta de que la infancia, si se la mezcla con la religión, puede ser la canción más triste de la existencia. 

Uno relee a Mijail Bakunin en las horas muertas del trabajo y encuentra esta deslumbrante frase: 

"Un jefe en el cielo es la mejor excusa para que halla mil en la Tierra". 

Uno relee a Mijail Bakunin y se pregunta si los científicos podrán algún día hacer una máquina del tiempo para ir a vivir al siglo XIX, los libros en valijas, por supuesto. Uno relee a Mijail Bakunin y dan ganas de poner con chinchetas los papeles ingratos de las horas raras en donde uno deja de ser uno para al terminar la jornada poder volver a volar. 
Descubrí una librería de viejo por la calle donde está el consultorio de mi dentista y no tuve otra opción que cruzarme y adquirir cinco mil millones de ácaros en Balzac y Boccaccio (llegué nada más hasta la letra B entre los anaqueles). 

Si he de ser de nuevo polvo, al menos que sea el proveniente de los libros que se van diluyendo. Es triste saber que las obras de la literatura se van y en su lugar quedan archipiélagos que amenazan, tal y como lo predijo Cortázar, en enteros países de celulosa. Lo más triste es que tanto papel y todas sus letras hablan de un país llamado burocracia, y sus pleitos son tan interminables que por eso, estoy segura, nadie lee ya en estos tiempos a Marcel Proust. 


Cielo limpio, estrellas a la vista, luna a punto de florecer. Orígenes de la belleza en octubre. 


miércoles, 2 de octubre de 2013

Reescribiendo canciones de Arjona

El problema no son los medios de comunicación, sino el arraigo de éstos en sustitución de los sistemas jurídico-políticos.

El problema no es que no se regrese a la literatura, el problema es que las editoriales imprimen basura legible.

El problema no es que la gente compre libros de autoayuda, el problema es que la ayuda está en los libros que nadie compra por ser muy luminosos.

El problema no es que se olvide la música, el problema es que ya ni siquiera apreciamos el silencio.

El problema no es el dedo grosero de Gabriel García Márquez, el problema es que con él escribió su única obra importante.

El problema no es que nos hayamos sobrepoblado de patanes intelectuales, el problema es que no sabemos bien qué es el intelecto en este siglo.
Cuando todo mundo habla de los mismos chismes (Laura Bozzo, por ejemplo), me doy cuenta de que eso de la sociedad del conocimiento a través de la red virtual son puras habladas. Siempre será mejor cerrar el twitter y el facebook a tiempo y concentrarse en: opción a) un buen libro; opción b) una buena película; opción c) el CNN; opción d) un buen diario (Le Monde, verbigracia); opción e) ninguna de las anteriores. 

HOY MIÉRCOLES HABEMUS RADIO!!

Sí, ya estás en edad de merecer una buena charla... Acompáñenme por el 100.1 de FM de Radio Tec Saltilo y en www.tunein.com/radio/Radio-Tecnológico-1001-s87600/

http://www.youtube.com/watch?v=qHZyeziIbgs


martes, 1 de octubre de 2013

Tan grande el cielo y tan cortos los ojos. Tan grande el cielo y tan breves las hojas. Tan grande el cielo y tan acotada la tipografía y su tinta...

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No se es chairo por el hecho de recordar una fecha que partió un siglo a nuestro país, y mucho menos se es chairo por prestar la voz a quienes no pudieron hablar más. 

No se es chairo por cuestionar por qué los sobrevivientes ahora escriben libros y ponderan su dolor sobre las jaulas de la libertad de aquellos que desde hace cuarenta y cinco años viven en el subsuelo, esperando a que un Rulfo los reanime o tal vez a algún paleontólogo que verifique que en efecto eran jóvenes y quisieron algo así como un suelo nuevo a falta de cielos posibles. 

No se es chairo por nombrar la fecha que a tantos les causa prurito. No se es chairo por traer a este siglo las cosas que quedaron a medias en el pasado: si a algunos historiadores les agrada pensar que la historia se debe reescribir empezando por Cortés y pasando por Iturbide, es cosa suya. La nación no siempre busca recuentos reescritos de las cosas que se vivieron: si pensamos que uno es todos (e pluribus unum), entonces todos somos uno que murió y somos la continuación de los que morirán, porque este país no cambia y ahora no es hambre de libertad sino de comida verdadera lo que orilla a los jóvenes a perder el regalo que hemos de devolver cuando llegue la muerte natural. Seguimos siendo la madre que perdió al hijo y seguiremos siendo la madre que busque al ausente en estos tiempos porque no se necesita una marcha para constatar que el sistema es un refrigerador con cosas guardadas desde hace muchos años. 

Y así como el 16 de septiembre se festeja, también existe el derecho de decir que el 2 de octubre no se olvida. Pudieron ser padres de mejores hijos, ¿quién afirma que los vivos son los cobardes que heredaron llagas a la nación? 

Alguna vez fui maestra de historia a nivel bachillerato, en pleno siglo XXI. Los jóvenes no recuerdan a la URSS, no recuerdan al muro, no saben de 1968 (en todo el mundo). Los jóvenes de este siglo son hijos del vértigo mediático y las necesidades creadas cubiertas a placer. No hay axiología ni propósito alguno de imponer ideología, no hay manera de retornar porque el puente está roto. 

Entonces, ¿será tan malo que los famosos chairos de vez en cuando traigan a estos tiempos algo que se perdió, algo así como la noción del derecho de la revolución y a la revolución? 

Ir a las plazas a gritarlo es un acto estúpido. Memorias de los chairos todos, la cuestión aquí es reeducar y proponer, no erosionar ni perder el tiempo (bastante tuvimos con el 132). Mantener la historia completa es parte de la rapsodia del mexicano; hacer de ella un evento mediático e insulso, un insulto para los jóvenes de ahora. 

No se es chairo, insisto, por preocuparse por el legado. Sería óptimo pues, que también erigieran nuevos planos, porque este que quedó ya no da para más. 

El 2 de octubre no se olvida. Sería óptimo no olvidar que hay gente atrás haciendo fila por la vida.