Sucumbí al Facebook:

domingo, 28 de octubre de 2012

64

Y hoy cumples en mi tiempo sesenta y cuatro, papá. Por primera vez te puedo decir que estoy bien, que regreso del centro del corazón de México a constatar que ni un hombre me ha amado, pero que soy libre porque amé, tú sí sabes cuánto. Que por fin tengo un lugar en el mundo para decir que no fue un desperdicio la segunda vuelta de amor entre tú y Margarita, que estoy en paz y no tengo ganas de morirme.

Feliz cumpleaños, se te extraña siempre.

jueves, 18 de octubre de 2012

Génesis del ocre

Déjame que te cuente, mi niña, cómo dan las seis en este pueblo de tierra y trenes. Déjame que te cuente cómo a esa hora se termina la siesta entre los que lo habitan, y un espacio en blanco se les instala detrás de los ojos, alrededor del alma y en un lugar incierto del corazón. Déjame que te cuente que es mitad de octubre y el otoño es un rostro de muchos labios esperando pronunciar una letanía que lo vuelva feliz, tal vez eterno. Déjame que te cuente cómo una canción se levanta entre el polvo y el horizonte, cómo se levanta y es una mujer ataviada de gasas de eones y tonos malva que sale a pasear por la línea del tiempo, robándose las historias de los hijos de los pueblos pequeños, como éste: aquí está la historia del herrero francés del siglo XVI que perdió a su hijo por hambre y la de la costurera alemana que esperó demasiado para amar a un hombre de apelativo incierto por no haber nunca existido; ahora se ve el anciano de olor acre que creyó ver un rayo y era el flash de un antropólogo suizo que murió, meses después, en las tumbas de un rey egipcio que amó tanto a su mujer que se volvió el río por donde trece hombres viajaron hasta dar con el primer fonema del hombre. Déjame que te cuente, selva tierna, niña, última pieza de la matrioska del corazón de este lado del mundo, déjame que te describa las notas de su canción milenaria. La oirás dentro de ti tan pronto conozcas la melancolía, la oirás llegar y sabrás la soledad de los que conformamos el mundo. Y no llorarás porque es más dulce que el vientre único de nuestro padre, y no querrás interrumpirla ni cuestionarla porque ha venido a acariciarte, a llevarse consigo la primera sílaba pronunciada el día más jubiloso y el más triste de tu existencia. Déjame que te dé una pluma de tinta invisible, mi niña, para que escribas el poema que te dicte la señora de gasa de eones y tonos malvas, naciente entre el ocre polvoriento del otoño, justo en medio del espacio blanco instalado detrás de los ojos de los vivos. 

miércoles, 3 de octubre de 2012

Joy

Años que nadie me daba una flor. (Esto debía ser escrito).
Motocicletas. Ocho y tantos de la noche. Una familia reunida alrededor del cochambre de la bodega donde estos caballos motorizados aguardan, antes de dar el gran rugido. Los miro mientras voy caminando, como si algo me urgiera a terminar pronto, como si supiera que tengo deberes ineludibles que aceleran mi paso. Una señora gorda, cuatro señores ennegrecidos, dos niños, ocho, diez motos, el foco mortecino. El diálogo inaudible.

Surge la pregunta de si el motivo de la reunión eran las motocicletas o el simple ánimo de juntarse y verse las caras, juntarse para no desmerecer el dicho de Aristóteles. Surge la pregunta de si la mejor opción para evitar reuniones así es caminar sin propósito. Surge la pregunta de por qué siempre habrá críticas, cuestiones, ¿no se puede abandonarse al tiempo y ya? Surge la respuesta: no.

El 95% de las cosas que hacemos atienden a la inercia, incluyendo a veces el sexo. El otro 5% es lo que, quizá, define a cada uno como alguien (especial o no, alguien).

Las ocho y tantos más de la noche. Ni la familia ni yo hemos concretado la dosis del día de llamarnos por nuestros nombres. Ellos tienen motos para la cena. Yo,

lunes, 1 de octubre de 2012

En este mundo, no hay nada más pendejo que no decir el amor.

Mi mundo, a pesar de la soledad, está en paz por haber verbalizado el 95% del componente de mi cuerpo. He amado, lo he dicho. Una, diez, ciento catorce veces.

Que venga octubre con sus largas pestañas lunares.
Otro corazón. No, sigo siendo lo mismo.

Octubre. Ya.