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viernes, 29 de enero de 2010

Unas de Les Luthiers

Es el primer viernes en muchos meses al cual llego sin sentirme cansada.

Y para cerrar con broche de oro esta bonita semana bronquial, les dejo unas frases de los Luthiers.

"Todo tiempo pasado... fue anterior".

"Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria".

"Pez que lucha contra la corriente, muere electrocutado".

"Los honestos son inadaptados sociales".

"El que nace pobre y feo, tiene grandes posibilidades de que al crecer se le desarrollen ambas condiciones".

"Si la montaña viene a ti... ¡¡¡Corre!!! Es un derrumbamiento".

"Lo importante no es ganar, sino hacer perder al otro".

"No soy un completo inútil... Por lo menos, sirvo de mal ejemplo".

"Si no eres parte de la solución... eres parte del problema".

"Una mujer me arrastró a la bebida. Y nunca tuve la cortesía de darle las gracias".

"Errar es humano, pero echarle la culpa a otro, es más humano todavía".

"Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe".

"Yo no sufro de locura, la disfruto a cada momento".

"Es bueno dejar el trago. Lo malo, es no acordarse dónde".

"La inteligencia me persigue, pero yo soy más rápido que ella".

"La verdad absoluta no existe. Y esto es absolutamente cierto".

"La pereza es la madre de todas las virtudes, y como buena madre, hay que respetarla".

"No te tomes la vida tan en serio, a fin y al cabo, no saldrás vivo de ella".

"Hay dos palabras que te abrirán muchas puertas: Tire y Empuje".

"¿Para qué beber y conducir, si puedes fumar y volar?"

"Hay un mundo mejor, pero es carísimo".

jueves, 28 de enero de 2010

Tengo ganas

Tengo ganas de dormirme mucho mucho y que mis pendientes se hagan todos como por arte de magia. De vestirme como nadie más lo hace (y como solía hacerlo en la prepa, en la carrera -la primera) y que me valga si conservo mis amistades o no. De no temer lo no temido, ni de no temer lo que se supone debe temerse. De comerme un pastel entero con nieve de chocolate y que la michelín se quede callada y me deje en paz. De sentarme a ver el atardecer, a pesar de mi bronquitis, de imaginar que pasa un marciano y me saluda galantemente. Tengo ganas de no pensar demasiado en el futuro de las masas, de los panes que escasean y de mi propio futuro, mi posición ante los demás y su bendita opinión: si hago y les gusta, perfecto, si escribo y lo entienden, me parece maravilloso. Si no, también me parece perfecto y maravilloso. De matar con mi pluma mis monstruos, de elevar casas gigantes con sólo abrir mi cuaderno de notas -o en su defecto, mi lentium. Tengo ganas de servirme y sentir que no me sirvo si no respiro el polvo que me produce tanta alergia, de que un ave platicara conmigo. De verme de niña y contarle lo que será y decirle que no está tan mal después de todo. Tengo ganas de comerme al mundo con solo mirarlo. Y tengo ganas, también, de hacer magia con mis palabras y lograr darles una intertextualidad amorosa como ninguno de mis poemas lo ha conseguido, creo yo, en todo este tiempo. Ganas de fabricar un cuento y sumergirme en él, a ver qué pasa. De pintarme la cara para parecer de nuevo la bailarina de flolklórico que fui, y luego irme a una periferia a bailarles, a darles un poquito de felicidad con mis polcas. De dibujar a gran escala y luego quemar los dibujos. De pintar la pared de mi cuarto con todas las frases que no he dicho, porque a estas alturas hasta para una escritora está vetado decir lo que se siente de verdad: nadie, en especial un escritor, se salva de sentirse rechazado en algún momento, en algún lugar o en cierta circunstancia. A lo mejor por eso se es escritor. O a lo mejor el rechazo es el cuento de otro escritor que está pensando en ti como escritor que está siendo rechazado. Tengo ganas, pues, de decir que me vale el silencio, aquí, en la escuela o frente a los que ya no son mis amigos, con los que partieron y no volverán nunca más. Pero más que cualquier cosa, tengo ganas de llamarme Marlén Deyanira por esta tarde, y olvidarme de todo intento de intentar. Respirar. A lo grande, como hace una semana que no puedo hacerlo.

miércoles, 27 de enero de 2010

"Una estrella más del bicentenario"

Ahora que tuve que agarrar descanso obligatorio, me dediqué a ver televisión ayer por la tarde y hoy por la mañana. Ayer me chuté tres horas del Home and Health y juro que no hallé diferencia particular en mi cutis, en mi cabello o en mi cuerpo: son puras banalidades las que ahí se manejan, y si bien te enseñan a estar chic, lo más probable es que te quedes con tremendo sentimiento de culpa por no tener tu casa acomodada según el Feng Shui y esas tarugadas o porque tu guardaropa te hace lucir como una verdadera loser de colección.

Hoy decidí poner el canal nacional. Horror de horrores, el programita de la mañana. Supongo que por eso las amas de casa están como están: digo, a cualquiera se le matan las neuronas después de ver dos horas ese programa -me refiero a que dos horas frente al televisor mata las neuronas, claro-. La cosa iba más o menos hasta que apareció un comercial de Tamaulipas, "una estrella más del bicentenario de la Independencia".

Salía una chica mestiza y glamorosa, flotando entre flamingos y patos y no sé cuántas cosas más. Volaban águilas con el encanto de un guajolote, y los desiertos más áridos no ensordecían el alma porque, obvio, la mujer era lo suficientemente bella como para olvidar la sequedad de nuestros nortes.

Me vino una pregunta a la cabeza: ¿La independencia logró un impacto tal que hasta los ecosistemas cambiaron, y ahora son verdes, amarillos y abundantes? O mejor aún: ¿Después de los movimientos de la Independencia y de la Revolución únicamente quedaron pececitos, guacamayas y piedras dispuestas en armoniosos paisajes, dignos de cuadros naturalistas?

No sé si esté mal, pero imagino que debe existir una línea que distinga los valores socioculturales y políticos ganados respecto de la publicidad que en materia turística se le quiera hacer al país. No creo que sendos movimientos hayan sido para la explotación del turismo, más bien era para acabar con la explotación del país, su gente, de la nación entera.

Me preocupa, pues, que los chicos -y los grandes que jamás llevaron o entendieron clases de historia- tergiversen el sentido de un movimiento de clases con una presentación artística -debo reconocer que el trabajo fotográfico es impresionante- de lo que es nuestro país, pues al final de cuentas ni a los bosques, ni a los pájaros, ni al cielo le importa si somos o intentamos ser libres o no. Ellos son otro mundo. Dejémosles su dimensión como está y aboquémonos a lo nuestro, o como se dice vulgarmente "a lo que te truje, Chencha".

lunes, 25 de enero de 2010

Comentarios

Qué triste debe ser tener menos de veinte años y una ristra de noticias cargando en las espaldas desde las siete de la mañana, dije cuando tres de mis alumnos agotaron quince minutos en comentar la actualidad de mi pobre Saltillo, tan lleno de puentes y tan lejos de la hermandad (la sectorización de mi pueblo, su marginación, estoy segura de ello, viene no de un muro: viene de tanto distribuidor, de tanto no platicar con la gente de muy alto de la loma, con la que tiene su propio spa en su villa feliz, de sus plazas irreales donde caminamos de arriba para abajo a falta de parques y de un lugar mejor).

Comentan mi ciudad, comentan la televisión (que Cabañas fue baleado y a mí qué, cómo que a mí qué si es un ser humano, que te valga, era del América, y eso qué, wey, jugaba como pocos...). Comentan de la posibilidad de la abstracción de los diputados plurinominales y de ideas erróneas como que un par de homosexuales tienen sida por default. Comentan al enterrado vivo en la Aurora y se ríen de su estado narcótico. Comentan de Haití, de su gente, de los "complós" y todo eso. Y ríen, y pelan sus ojos de pichones adolescentes, sus pestañas de gente viva, más viva que yo y que los que me anteceden. Y luego vuelven a reír.

Pero yo sé que en el fondo, esa risita del final fue un "no comprendo/tengo miedo" que no sé cómo quitarles porque yo tampoco sé nada. Los abrazo con mi mirada cansada de pensar demasiadas negatividades y finjo sonarme la nariz por mi faringitis, cuando en realidad me seco las lágrimas que me salen sin querer. Los mando sin tarea: "ya, ya, váyanse a su clase de inglés". Y los vuelvo a apapachar afuera, cuando me invitan un cigarro y yo les digo que no, porque así perdí a mi padre...

domingo, 24 de enero de 2010

Chovinista, nacionalista, obtusa...

Chovinista, nacionalista, obtusa, patriota, endógama. Díganme como quieran. Les doy dos motivos esta noche para que me destrocen con ellos:

1. ¿Qué cuernos hacen Madonna, Shakira, Beyoncé, Justin y no sé cuántos artistas angloplásticos más cantando por una isla que YA NO lo es? Hay escenarios para todo. Todos hemos visto, de perdido, un video de cada uno de estos artistas. Pero ahora no era el momento. Miles de haitianos mueren y se quedan emparedados entre el escombro y un posible terremoto armado por tecnología de punta, según las palabras del loco Chávez (pero el único valiente, hasta el momento, para decir algo que a varios nos calaba cual espinita de nopalera seca). La ayuda no llegará ni por los cien pesos que el amable y misericorde Slim destinará desde nuestros bolsillos y con cargo a la cuenta de nuestra línea telefónica (espero, señor, que siga dándome el mismo servicio hasta ahora después de que lo haya leído -como si Slim fuera a leerme, JA). Tampoco llegará por la cantada de estos personajes. ¿Qué acaso la gente, por ejemplo, no se pone a contar en todo el dinero que las televisoras gastarán por concepto de pago de contratos con los comerciantes que "patrocinaron" el evento?

2. Sin importar la desgracia terrible que esta pobre gente está sufriendo en estos momentos, yo recuerdo haber visto muertos de hambre y niños desnutridos, hombres diabéticos sin tratamieto y mujeres descalcificadas en mi propio país. ¿Necesitaremos acaso de un terremoto de esa magnitud para acordarnos que ellos también viven bajo el escombro, uno que es peor y que se llama olvido y marginación?

Chovinista, nacionalista, obtusa, patriota, endógama. Díganme como quieran. Ya les dije.

Zapatos, llagas y fragmentos de textos

Hay una llaga que suena a mentira. Una que debería ser compartida, curada. Pero no está aquí y el pequeño lago se pone a contarme chistes mientras espero a que caiga la noche.

Me gusta mirar mis zapatos reunidos en hilera hasta creer que ellos sí van al infinito. Quisiera ser infinito para desgastarme rápido, o al menos, para poder viajar y estar a oscuras, en silencio, imperceptible, con el ser que llevo conmigo hasta en la mochila de la profe maleta que soy y siempre seré: "soy más madre sustituta y amiga que maestra", quisiera decirle en algún lado. Pero no hallo dónde. Tantos espacios para hacerlo y los siento como muros de verdad.

"No me gusta ver el calendario de mi cuarto. No me gusta ver calendarios en domingo porque los calendarios no mienten: hoy fue el último día en que lo vi caminar, hace ocho años. A veces me congratulo de que haya muerto: dos locos en una misma casa (aunque no bajo el mismo techo) es demasiado para la humanidad. Lo peor fue la estirpe que deja, la coexistencia de otros mundos iguales a él, de gente que no capta la esencia de lo que realmente importa. Así son los de mi otra casa, excepto una de ellas...". Otro fragmento destinado a no sé dónde, por eso está aquí, en el vacío de todos los absurdos. A falta de esos ojos, todo lo demás es eso: absurdo.

Y es que no hubo mucho sentido del día de hoy si nos ponemos a pensar que me sentí enferma todo el día y no paré de trabajar en lo mío. Sentí doble hueco, pues. Miren nomás qué lindo es resumir todo esto en tres palabras:

Hoy (agrego una) sentí doble hueco de todo (agregué otras dos). En total fueron seis palabras.

Per yo tengo fe en los nuevos días...

miércoles, 20 de enero de 2010

Reflexión no. 2 (para entender a enero)

*Comienzo a cuestionar la existencia de dios cuando veo cada dos horas imágenes perversas de movimientos telúricos perversos y miles de negros con la cara pintada de un rojo que no quería guerrear.

*Agarro un cuaderno y me pongo a hacer monitos en clase: no me interesa saber si la OCDE recomendó que los estudiantes fuésemos los protagonistas del nuevo conocimiento. Hasta donde yo sé, sin guía no hay luz, y sin luz no hay vida.

*Quisiera decir algo positivo para este día-noche, así que recordaré que en la mañana, mis hijos de segundo semestre escribieron sus nombres y apareció una alumna llamada Marcela Silva De Alegría. Son unos inocentes, es la pura verdad.

Había una vez (Memoria visual de una Crónica de un Café no cerrado)



Maestro Jesús De León



José Cruz Almonte "Tachas"


Alejandro Esparza Farías y Espinosa





Había una vez un café que iba a cerrar y siempre no cerró. Pero leyeron Maestros como Jesús De León, un cuentista muy chido llamado José Cruz Almonte (alias "Tachas"), un romántico sobreviviente de esta ola de hierro y aridez poética de nombre Alejandro Esparza Farías, y una monilla loca que ya conocen y que se encarga de escribir a destajo en este y otros blogs. El resultado fue algo que mi memoria auditiva guardará de aquí a que se vuelva anciana. La memoria visual la dejo a cargo de estas fotos padrísimas tomadas por Víctor Mendoza, otro grande entre los promotores culturales de la ciudad.

martes, 19 de enero de 2010

Señor Carlos Slim:

Ya deje de enriquecerse por todo, incluyendo las tarifas a celulares y los servicios que se generan (bastante malos, por otra parte).

Señores televisos: Dejen de pasar imágenes del temblor. Lucrar con la imagen de Haití devastada, los rostros azorados, ensangrentados y emparedados, y las calles ahora sin poderse habitar, es de gente no decente. Al menos, no de gente como el CuClux Clan.


Haití ya no va a volver. De eso nadie se percató hasta que cayó (y calló) la isla.

lunes, 18 de enero de 2010

Ma vie en caffe (O mi vida en un café)

Este café no es cualquier café. No, señores. No es del tipo Toks, Vips o Martin’s. Brincos dieran ser como él. Este café ha sido uno de los lugares donde más se ha dado oportunidad a la literatura, la música y la fotografía de existir, para fortuna de los despistados hijos de Eva que no damos pie con bola sin el arte y para… creo que para nosotros nada más. En este espacio de tres por diez metros, quienes tuvimos la oportunidad de subir la gradita y convertir este miniescenario en un lugar donde se podía gritar la palabra “obra” sin siquiera mencionarla, dejamos un día de nuestras vidas. Las otras veces dejábamos no solamente los días, sino también nuestro dinero, porque ah, qué sabrosos cafés venden en este lugar, señores. Quién no probó el rafaello, el claro de luna, los capuchinos y el moka banana. Estos sabores, por así decirlo, fueron uno de los pocos puentes que unieron a creadores consolidados y en ciernes, a falta de un punto en común para ver al arte: nadie se pudo resistir a estos regalos degustables con la lengua y los otros cinco sentidos.

Los pocos y risibles romanticones que vinimos a este lugar soñábamos con algún día poder tener la voz para leer a Lorca, a Sabines, a Baudelaire y tal vez a alguno que otro olvidado poeta que por no ser del establishment, ni siquiera figura entre las antologías literarias contemporáneas. Buscamos un amor (y no me digan los presentes que jamás creyeron en la posibilidad de encontrar entre libros y cafés a su alma gemela, porque ni de chiste les voy a creer) y hasta arreglamos el mundo que no nos entiende (porque para los demás, el artista es un inadaptado social, o a lo mucho, un soñador empedernido, un eterno adolescente con arrugas que no supo dirigir bien su vida…).

No, señores, este café no es cualquier lugar. Insisto en ello y no pretendo verme cursi porque lo que menos tiene este café es eso: cursilería. Aquí se apadrinó a mediadores de salas de lectura, se iniciaron movimientos civiles en pro de la dignificación de la promotoría cultural, se discutió sobre el nuevo arte y la confusión que a veces genera: no olvidemos que lo nuevo a veces es tergiversado con lo chafa y viceversa. Se recordaron viejos tiempos y se les honró, de manera muy modesta y con la palabra en la boca y el pastel, a quienes hicieron de esta ciudad reservada y amarilla una nueva opción para rescatar lo que a muchos de los seres humanos nos anima: el arte. La cultura. La apertura a nuevas maneras de ver el mundo a partir de un libro o un cuadro, un disco o una obra de teatro.

Recuerdo muy bien la primera vez que llegué aquí. Tendría unos veintidós y arribé como náufraga de una carrera que cada vez me defraudaba más. La librería (que antes no poseía ese horroroso vidrio que ahora la separa de este café) tenía imán y las fotos de Frida Kahlo con mayor razón. Era el boom de la Kahlo y era verano. Timo cantaba unas de Serrat y unas “oldies” ochentenas. Sábado. Nada de pendientes.

Como novia primeriza me entregué todita a sus encantos (los del café, no de Timo, ¿eh?) y nunca volví a ser la misma. De abogada a promotora cultural y de promotora cultural a aprendiz de poeta y escritora. En este y otros lugares sucedió la transformación, quizá por la confluencia de ciertos astros, por el destino o qué sé yo. El caso es que El Sorbito fue el primero en ver el resultado que ahora ven leyendo, cuando leí por primera vez mis poemas frente a unas veinte pacientes personas.

Creo que parte de la seducción que este lugar ejerció en mí, fue el hecho de ver con vida al arte: además del café, los libros y la música, estaba el Icocult con toda su cartelera y sus películas y sus conferencias. Su gente.

Sin embargo, no creo que todo lo anterior sea la verdadera razón por la que me convertí en una parroquiana de este café: si hay algo cierto, es que fácilmente yo hubiera podido prescindir de todo lo ya mencionado y aún así frecuentar El Sorbito: el Centro Histérico de la Ciudad es un ombligo que te llama a que lo lamas con la mirada, los oídos y las manos, a que te lo pegues a la cintura y no te quieras regresar a tu casa. Para mí, las calles-ombligo de la ciudad son precisamente las de Juárez e Hidalgo. El Sorbito, por lo tanto, es un café ombliguero. Imposible entonces cortarse el cordón umbilical.

Varias veces me lo imaginé como bar o café-bar. No creo que hubiera resultado. Creo, en todo caso, que el elemento ingenuo y a la vez envejecido que se enraiza en los cimientos del lugar lo obligaban a permanecer como lo que hasta ahora es: un café con pastelito y musiquita y ya. Nada más. Para beber, el Cerdo de Babel (goool). Para comer, la verdad no lo sé. Pero para tomarse un café, solamente aquí en el Sorbito. Aquí hice amigos, concerté citas para novios ejemplares que ahora descansan en el salón de la fama y en un lugarcillo preferencial de mi corazón de hotel. Aquí lloré y nadie me vio (o se hicieron los que no me vieron, a saber). Aquí escribí mis primeras cosas, que no les podría llamar escritos, sino embriones de ellos.

A propósito, me gustaría compartirles unos cuantos de ellos:


Olor

La pelota de la infancia
-fe, inocencia, estupidez infantil
marginación, la causa,
esa que llueve adentro
adentro no hay más casa-
la endurecida, negra pelota comedeseos
te ha dejado como blanco
en día de feria y dardo para tirar.

Estás hueco.
Sucede que nadie está preparado para decirlo:
es de mala suerte reconocer que nos vamos,
apocalítptica charla de café
estar uno bien gracias, la mano del otro estrechar
ahí vamos, ahí dónde, ahí, yo qué sé, ahí y ya.

Pasa que eres mascada y te mascas el cuento
te sabe a paja
te sabe a freno.
Otro día para reciclar.

No estás mal,
no hay culpables, ya te lo he dicho:
los new age dicen que la tierra está cambiando de vibra,
que esto va a tronar.

La nariz colectiva, la de la gente huelepalomasnegras
toca el filo otorrino de la muerte.
Todos callan
porque resulta que es el non plus ultra
que nadie quiere estrenar.

Vacío más vacío
es igual a cante hondo.

Yo te propongo
sostener el cántaro de nuestra agua de otros días
más violetas, más ñoños si prefieres,
transitar y cantar,
amor,
cantar y transitar.



Mujer del espejo

Salimos:
en las afueras del mundo,
donde no hay límites ni geografía,
placitas comerciales
parques, algarabía dominical,
hueco resultante entre estrella y persona
y que nombramos generalmente
viento,
no hay mapa estelar que nos indique lo contrario.

Me pregunto
quién nos protegerá de la lluvia
del temporal odiado
del soplo divino pero mojado
si ya sabemos
que el yang no existe
en la línea de nuestras manos.

Tomemos un café, mujer del espejo.


Soundtrack

Que suene el soundtrack
que tenemos tú y yo,
el de enfrente, el de los costados
y el de la esquina
para este día.

Uno más
de nuestras inconexas vidas.

Dios está de asueto:
podremos elegir
entre vivir la angustia
o celebrar que nos hemos topado
cara a cara
cuerpo a cuerpo
verso frente a prosa
foto a foto
banqueta a banqueta
y corazón a corazón.

Después,
te invito un café con amaretto
nomás para que oigas como quien mira llover,
en medio del desierto,
los besos dulces como de jicarita cantante
que manan en mi boca
y emergen de mi rojo tambor.

Por la tarde,
grabaremos discos sin portadas.

A la noche,
repartiremos ejemplares
entre los abatidos del alma;
verás que en el otro lado del mundo
el corazón de la tierra se inflama.

Verás que al amanecer
el naranja se clavará en sus miradas…

Verás que al final de cuentas
tener este soundtrack
de algo sirvió.


Hay gente que detesta tomar café y prefiere irse directamente a tomar una cerveza o cualquier otra cosa, acompañándose del imperdible ruido de bandas roqueras sin ensayar (¿o es que la idea es sonar a que no ensayaron?). Pero a mí me gustan los preludios. Es como una sesión de buen amor: primero las palabras dulces, luego la repartición de los panes. O como dijera la canción: empezó por un dedito y la mano agarró…

No sé qué hubieran pensado personalidades como Salvador Elizondo, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Jaime Sabines o el mismísimo Julio Torri al respecto. Vaya, ni siquiera sé si este café les hubiera llenado el ojo lo suficientemente (seamos honestos: este café no estuvo a tiempo para vivir a Rulfo como lo hiciera el Café del Ágora en la Ciudad de México, ni tampoco albergó a movimientos artísticos importantes como lo hizo en su momento el Café de la Rotonde en París, por ejemplo) como para destinar una hora de sus vidas a ponderar las virtudes de un lugar que dentro de poco ya no existirá, porque la mano en la cintura de un sistema económico frío obliga a las dependencias culturales a prescindir de una vitrina donde la gente observaba a bichos haciendo arte y terminaban siendo parte del movimiento cultural.

O será que hace falta el paso del tiempo y que quienes estamos concentrados esta noche ya no vivamos más en este mundo para saber si este café logró pasar a los anales de la historia como el punto de reunión de inadaptados sociales, formuladores de contravenciones y enarboladores de contradictorios discursos mostrados en ropas, bolsos, mochilas, mostachos, peinados y maneras de vivir.

Quién sabe. Pero de que al sorbito se le extrañará, eso no hay duda. O al menos, lo voy a extrañar yo.


Leído el jueves 14 de enero en la lectura colectiva "Crónica de un Café". El Sorbito, Saltillo, Coah.

domingo, 10 de enero de 2010

¿A quién fregados le interesa la fama, si con ello se destartala el sentido de la palabra arte?

No soy masoquista

No soy masoquista. Sólamente estoy enamorada de mis adolescentes locos. Por eso acepté estas clases de 7:30 a.m. Papá solía decir que esos horarios son para militares. Yo más bien creo que son para ir acostumbrando al pellejo a ser parte de la IP y jalarle duro hasta el día de la jubilación.

Realmente no me mortifica tener que levantarme a las 5:30 am para poder bañarme e iniciar mi jornada. Lo que me apura es que no podré escribir tanto de madrugada como yo quisiera. Lo chido es que esto dura hasta la tercer semana de febrero, así que no hay tanto pex.

Y aunque lo hubiera: mis hijos postizos lo valen. Creo mucho más en ellos que en los aturdidos y atolondrados adultos que perdieron la cuenta después de los veinticinco (ehem...).

Uno de los directivos dijo que seguramente los maestros de bachillerato éramos adictos a la adrenalina. Yo más bien pienso que soy adicta a las sonrisas de esos huercos. Y amo el reto de levantarme la moral a mí misma con su presencia.

Agua pasa por mi casa

Por fin pude bañarme hasta las tres y media de la tarde. No sé cuánto tiempo habré transcurrido en el baño, la cosa es que salí con los dedos de pies y manos hechos pasita. Y es que el viernes, Saltillo se convirtió en la ciudad más atascada del país: a la mayoría de los habitantes se nos congeló el agua de los tinacos, y quienes sí tenían la oportunidad de darse un delicioso baño, omitieron hacerlo porque el frío arreció con -8ºC.

Me dí cuenta de lo anterior porque tuvimos en casa varias llamadas de gente desconsolada que tuvo que lavar sus trastes con agua purificada (los más afortunados). Y acabé de comprobarlo hace rato cuando fui al súper y me encontré a muchas familias recién bañadas y uno que otro cochino que olía a fábrica todavía: digo, si la cosa es demostrar que el ser humano es el más pestilente de todos los animales de la creación, lo consiguieron.

Para colmo, un tubo que se conecta con el tinaco se rompió y el plomero encargado de hacerme el favor de soldarlo me cobró caro el chistecillo: $620.00 más los pinches madres y chingados que venían con el paquete.

Afortunadamente esta pesadilla ya pasó, y el carnal terminó recubriendo, como cada año, los tubos (de la casa, ¿eh?). Estoy a dos meses de que acabe el invierno y me siento optimista por ello, casi-casi como los de Hacienda y el Banco de México.

viernes, 8 de enero de 2010

OVNI

Esta noche veré volar a un OVNI. Será así porque los extraterrestres, en su infinita inocencia, creerán que no habrá nadie observando el cielo helado. Pero yo sí estaré ahí. Y veré volar a un OVNI. Le sacaré una polaroid para competirle a Maussan y viajar por la república. Extorsionaré a la NASA para no mostrar la fotografía comprometedora. Me sumirán en un tanque azul hasta conciliar el sueño. Despertaré cincuenta años después y ahí estarán todos los muertos vivientes, llamados leyendas (por ahora).

Y si hasta los mismos copos de nieve son únicos, ¿por qué los humanos habríamos de encajar en este establo llamado establishment?

Bizco y aro negro

Hago el bizco para verme el aro negro de mis lentes que no traigo porque traigo los clásicos, los ordinarios de aro doradito. Meto las manos en los bolsillos de mi chaqueta y descubro que están mal cerrados. No me importa. Ya no me causa ansiedad la imperfección en mi indumentaria como cuando era una niña o una adolescente.

Prendo el televisor y me siento como en conteo de fin de año: la temperatura baja un grado más en intervalos de quince o veinte minutos. Odio el frío y me siento al mismo tiempo retada: dan ganas de salirse desnuda al patio, agarrar el frío, servir de antena para ver si los marcianos vienen y me llevan de aquí de una buena vez. Hace frío y yo tengo ganas de lanzarme del bongie.

El feisbuk sólo trae minutos de ocio, y la verdad no me interesa que los demás sepan que hoy tengo ganas de hacerme llamar por mi otro nombre, quién quite y una realidad paralela y más benévola se quede a dormir conmigo. El feisbuk es un chismógrafo que a veces me aturde porque sé que no me encuentro sola con el pesar de cargar un lastre de no sé dónde y sin un fin específico. El feisbuk se tarda en darme los avisos porque hasta él mismo sabe que no tienen importancia el 90% de las cosas que ahí suceden, excepto cuando alguien especial escribe en tu muro, ese muro que paradójicamente te abre las puertas a la vida de los demás, y sigue llamándose muro y no pizarrón. Será que no estamos en la escuela y el feis es para pasártela bien mientras eres bombardeado por un sinnúmero de publicidad chafa. No lo sé.

Junto las manos. Las junto para no escribirle las siglas S.O.S al ser en quien estoy pensando en este momento. Y luego me reconozco absurda y vuelvo a prender la televisión para hacer la cuenta regresiva que me traerá el día más helado de todos los tiempos. Siempre he dicho que el frío es un castigo y fui castigada por haber nacido un día en que caía aguanieve. No quiero ver blanco ni sentir gélidos vientos corriendo por mi casa. No me gusta andar como repollo. Si acaso me gustará hacer monitos en las ventanas...

Miro mi cama, veo el montón de cobijas debidamente tendidas y cubiertas por mi edredón lila. Pienso en los indigentes y me doy pena: sé que lloro a medias (más bien, para mis adentros) y canto canciones aguadas porque no me percato de la situación privilegiada en la que me encuentro: esta noche morirán cientos de niños y ancianos, y ellos jamás pudieron siquiera hilar una oración completa para que el Creador tuviera a bien reconocerlos sus hijos y rescatarlos del egoísmo exacerbado que nos hunde a todos aquéllos que siempre queremos más porque así estamos educados. Somos consumistas. El problema es que no todos queremos lo mismo, o mejor dicho aún, lo que algunos deseamos no se vende en las tiendas departamentales.

Vuelvo a encender el televisor: hasta el Canal 22 está en mi contra. ¿A quién le interesa conocer el trabajo de un pintor que se dedica a pintar puras parcas, más si estamos a cuatro grados bajo cero?

Hago el bizco para verme el aro negro de mis lentes que no traigo porque traigo los clásicos, los ordinarios de aro doradito. Lo he vuelto a hacer porque la primera vez no puse atención a lo que estaba haciendo. Suele pasarme cuando quiero evadir lo que hay. O cuando llevo horas sin poder dormir como dios manda.

martes, 5 de enero de 2010

Que Bunbury canta igualito a como cantaba Sandro...

Mientras no se muera también Bunbury, puede soportarse el plagio (además está bien bueno). ¿Qué no?

Una propone

Maldita sea, yo hago planes y la estupenda sinusitis me deja en ridículo. Justo hoy dejé plantados a tres personajes que amo porque me dolían los oídos espantosamente. Sinceramente, me dio miedo manejar así, de por sí soy medio disléxica cuando estoy normalita, no me quisiera imaginar cómo manejaría de andar toda laberintítica.

Le ofrezco una disculpa a mi amado maestro Jesús de León, a Alejandro Esparza y a mi querido Víctor. Ojalá este jueves sí se haga.

Por cierto, lo de escribir un chingo también se quedó en la tinta... Una propone y dios dispone. Llega la sinusitis y...

Un regalo especial




Uno de mis pintores favoritos (y además contemporáneos), Üzeyir Çayci, me mandó por correo electrónico tres de sus más recientes obras.

Imagínense mi cara de alegría. Nunca me imaginé que tuviera este regalo en mi bandeja de entrada.

Gracias, Üzeyir.





Geçtikçe baharların kıyısından…

Biri karanlıkta çıplak, diğeri gece yarısında yorgun… Bir başkasının babasının babası benzerdi oğlunun oğluna. Kırardı testiyi, sonra ağlardı. Değirmenci öğüttükçe zamanı, buğday un, un da ekmek olurdu.

Rüzgâr kuş sesi gibi pencere aralığındaydı. Seçilmiş renklere rağmen her şey simsiyahtı… Fark
edilmiyordu ilkbaharlar. Kedi gözleri sürüklenip gidiyordu Paris sokaklarından. Uzaklarda merdivenler yukarı çıkarıyordu ak saçlıları… Yakınlarda merdivenler derinliğine indiriyordu yırtılmış yamaçları. Soğukluktan yüzleri eskimişti insanların… Onlar önceden biliyorlardı “gölgelerin utanmadıklarını...” Yarın yine aydınlıklar yüreklerinden vurulacaklardı! Çığlıklar kaplayacaktı ortalığı… Gülleri fark
ettirmeyecekti acılar… Pencere önlerini saracaktı korku duvarları... Oldukça zor açılacaktı kapılar.

Paylaşılmayan pırıl pırıl gökyüzü, denizleri okşayan martılar yırtılmış resimlerle düşecekti ayak
altlarına. Biri karanlıkta çıplak, diğeri gece
yarısında yorgun… Bir başkasının babasının babası, benzerdi oğlunun oğluna. Kırardı testiyi, sonra ağlardı. Değirmenci öğüttükçe zamanı, buğday un, un da ekmek olurdu.

Rüzgâr kuş sesi gibi pencere aralığındaydı. Seçilmiş renklere rağmen her şey simsiyahtı… fark
edilmiyordu ilkbaharlar. Yarın yine aydınlıklar yüreklerinden vurulacaklardı! Çığlıklar kaplayacaktı ortalığı… Gülleri fark ettirmeyecekti acılar…

Üzeyir Lokman ÇAYCI
Paris, 31.05.2003

Au fur et à mesure qu’on frole les printemps...

L’un est nu dans le noir, l’autre fatigué en pleine nuit…Le père du père d’un autre ressemblait au fils de son fils. D’abord il cassait la cruche, ensuite il pleurait.
Au fur et à mesure que le meunier moulait le temps, le blé devenait farine et la farine devenait pain.
Le vent était dans la fenêtre entr’ouverte tel un chant d’oiseau.
Malgré les couleurs choisies, tout était entièrement noir… on ne distinguait pas les printemps. Tout emportés, les yeux de chat filaient dans les rues de Paris. A des lieux lointains, les escaliers permettaient aux gens à cheveux blancs de monter plus haut… Plus près, les escaliers descendaient en profondeur les versants déchirés. Les visages des gens étaient usés de froid… Ils savaient d’avance que « les ombres n’ont jamais honte… »
Demain les clartés seront encore touchées en plein cœur ! Les cris se répandront partout… Les chagrins empêcheront de voir les roses…
Les murs de peur seront dressés devant les fenêtres… Les portes s’ouvriront péniblement… Le ciel tout cristallin non partagé et les mouettes caressant les mers tomberont en images sur les pieds.
L’un est nu dans le noir, l’autre fatigué en pleine nuit…Le père du père d’un autre ressemblait au fils de son fils. D’abord il cassait la cruche, ensuite il pleurait.
Au fur et à mesure que le meunier moulait le temps, le blé devenait farine et la farine devenait pain.
Le vent était dans la fenêtre entr’ouverte tel un chant d’oiseau.
Malgré les couleurs choisies, tout était entièrement noir… on ne distinguait pas les printemps.
Demain les clartés seront encore touchées en plein cœur ! Les cris se répandront partout… Les chagrins empêcheront de voir les roses…

Üzeyir Lokman ÇAYCI

Paris, le 31.05.2003
Traduit du turc par Yakup YURT

Moving Along, One Brushes Against Spring

The one is naked in the dark,
the other exhausted in the fullness of night...
the father of the father of one resembles the son of his son.
First he broke the jug, then he mourned.
As things move along, the miller shapes the weather,
the wheat becomes flour, and the flour becomes bread.
The wind was in a window, open to the song of a bird.
In spite of the colors chosen, all was black...
It is not clear it is spring.
Carried away, the eyes of a cat
spin in the streets of Paris.
In faraway places, stairs allow
those with white hair to climb highest...
nearby, the stairs descend into the depths,
their sides torn up.
People with faces worn out from the cold
knew in advance that "the shadows are never honest."
Tomorrow, a full heart will diminish clarity.
Cries will spill and spread everywhere,
sorrows will obscure the roses.
Walls of fear will rise up in front of windows
and doors will open with difficulty.
Crystal clear sky will not be shared
and gulls caressing the seas will fall
on images, on feet.
The one is naked in the dark,
the other exhausted in the fullness of night...
the father of the father of one resembles the son of his son.
First he broke the jug, then he mourned.
As things move along, the miller shapes the weather,
the wheat becomes flour, and the flour becomes bread.
The wind was in a window, open to the song of a bird.
In spite of the colors chosen, all was black...
It is not clear it is spring.
Tomorrow, a full heart will diminish clarity.
Cries will spill and spread everywhere,
sorrows will obscure the roses.

Copyright © Üzeyir Lokman ÇAYCI
Paris, 31.05.2004
Traduit par by Yakup YURT en français
French free verse translated into English free verse by Joneve McCormick

VORBEIGEHEND AN DEN RÄNDERN DER FRÜHLINGE...

Der eine ist in der Dunkelheit nackt, der andere im Mitternacht müde... Der Vater eines anderen Vaters, ähnelte dem Sohn des Sohnes eines anderen. Er zerbrach die Schlüssel und weinte danach. Wenn der Müller die Windmühle betätigte und die Zeit mahlte, wurde aus dem Weizen Mehl, und aus dem Mehl Brot.
Der Wind war wie das Zwitchern der Vögel zwischen den Fenstern. Obwohl die Farben ausgewählt waren, war alles Pechschwarz... Die Frühlinge konnten nicht wahrgenommen werden. Katzenaugen zogen sich schleppend durch die Strassen von Paris. In der Ferne wurden grauhaarige durch Rolltreppen nach oben befördert. In der Nähe führten Treppen in die Tiefe der zerrissenen Hügel. Die Gesichter der Menschen waren veraltet in der Kälte... Sie wußten schon vorher "dass die Schatten sich nicht schämen..."
Morgen wird wieder die Helligkeit mitten durch das Herz angeschossen! Geschreie würden sich in der Umgebung verbreiten. Die Leiden würden die Rosen nicht bemerken lassen...
Angstwände würden sich vor den Fenstern ausbreiten... Zu schwer würden sich die Türen öffnen lassen.
Der nicht geteilte kristallklare Himmel, die Möven, die, die Meere streicheln, würden von zerrissenen Bildern zu Füssen fallen...
Der eine ist in der Dunkelheit nackt, der andere im Mitternacht müde... Der Vater eines anderen Vaters, ähnelte dem Sohn des Sohnes eines anderen. Er zerbrach die Schlüssel und weinte danach.
Wenn der Müller die Windmühle betätigte und die Zeit mahlte, wurde aus dem Weizen Mehl, und aus dem Mehl Brot.
Der Wind war wie das Zwitchern der Vögel zwischen den Fenstern. Obwohl die Farben ausgewählt waren, war alles Pechschwarz... Die Frühlinge konnten nicht wahrgenommen werden.
Morgen wird wieder die Helligkeit mitten durch das Herz angeschossen! Geschreie würden sich in der Umgebung verbreiten. Die Leiden würden die Rosen nicht bemerken lassen...

Üzeyir Lokman ÇAYCI
Paris, 31.05.2003

Übersetzung: Nuray LALE

Yer aldığı yayınlar :

A été publié dans :

° 00.09.2004 Verso, N° 118 (France)

Menu Fretin

Hiver 09 /10

Depuis bien longtemps, je lisais des poèmes d’Üzeyir Lokman ÇAYCI dans de nombreuses revues poétiques, agrémentés d’illustrations bien à lui entre mille autres reconnaissables ; il m’a paru intéressant de mettre le poète en lumière, de lui consacrer un numéro de Menu Fretin : Nous nous sommes mis d’accord et j’ai reçu toute la matière imaginable pour traiter ce dossier qui m’a fait voyager bien plus loin que Mantes la Ville.

En ce qui concerne Clark Ashton SMITH, il s’agit surtout des traductions de Jean HAUTEPIERRE qui s’est attelé à l’œuvre de ce grand original américain, qui a donné de brillantes versions de nos poètes français, tout en produisant une œuvre de fiction. Mais ne nous y trompons pas : Les poèmes de SMITH méritent à être connus !

Tous nos vœux pour deux mille dix !!!

Pierre MIRONER

Menu Fretin N° 36

ISSN=1763 8461

Résidence Bourgoigne/A

3, rue de Dijon

06000 Nice

Üzeyir Lokman ÇAYCI

Üzeyir Lokman ÇAYCI travaille à l’AFPA, c’est-à-dire l’Association pour la Formation professionnelle des adultes ; Bien que l’œuvre poétique d’Üzeyir Lokman ÇAYCI soit presque entièrement composée en turc, nombreux sont ses poèmes qui ont été traduit ; en espagnol, par Leo Castillo, Mercedes Ortega Gonzalez-Rubio et Manuel Guillermo Ortega ; en anglais par F. J. Bergmann, Richard Vallance et Joneve McCormick, à partir des travaux de Yakup YURT, traducteur de Üzeyir Lokman ÇAYCI en français. Il habite Mantes la Ville qu’il semble bien aimer, où il est Architecte d’intérieure et Concepteur industriel. Le parrain en poésie d’Üzeyir Lokman ÇAYCI est grand poète Ümit Yaşar Oğuzcan (Oğuzcan, sous le nom d’Ekrani, a publié en 1947 : «İnsanoğlu» et une Anthologie de la nouvelle poésie turque, aux éditions Regain, Monte-Carlo). Üzeyir Lokman ÇAYCI est un auteur très prolixe : Sa «Biographie» est sortie en turc en 89 ; libérée des contraintes formelles de notre prosodie, son œuvre retrouve les accents des poètes persans : Répétition d’une strophe, refrain, font de certains de ses poèmes (ou : «türkü ») des chants, où le thème qui incite à la réflexion ; leur fraîcheur d’Anatolie se charge de l’amertume de nos grandes cités et de reproches à l’encontre de notre société si difficillement charitable. Le poète résiste, il nous prose encore son sens de l’humour, une forme de sagesse que nous nommons humanisme, mais le modernisme francilien et l’actualité sociopolitiquee ont sapé les bases d’une philosophie, bien présente, malgré tout.

Pour le peu que j’en sache, la traduction de Joneve McCormick - à partir de français de Yakup YURT, parfois mot-à-mot ou plutôt : Littérale, mais jamais fausse, qui conserve coûte que coûte le ton un peu gauche du chant turc traditionnel – m’a semblé tout à fait intéressante, car par le fait l’écriture d’Üzeyir Lokman ÇAYCI redevient quotidienne et perdant de sa profondeur déliée de notre temps et proche encore du folklore, peut alors se lire comme une poésie à l’americaine, je veux dire héritiéreen partie des années 60. Certes le lecteur de Üzeyir Lokman ÇAYCI pourra y trouver une forme dénaturée du chant original, mais la poésie, à mon avis, y gagne aussi, car avec la traduction de Joneve McCormick, Üzeyir Lokman ÇAYCI sans aucune difficulté se range parmi non poètes contemporains. – On a glosé des milliers de pages sur les mérites et les approximations obligées de l’art de la traduction. On a même objecté souvent que «le poème préexiste à l’écriture» -et donc hypothèse un peu abrupte au premier regard se confirme.




Reflexión no. 1 (para abrir enero).

Traigo unas ganas inmensas de comerme el teclado y escribir todo lo que no escribí en diciembre. Personas físicas, no me busquen. Lo mío, este martes, es la escribidera a destajo.

Y un-dos-tres por mí y por todos los mundos paralelos y ficticios del mundo que tengo en mi mundo.

PD: ¿Alguien que sea piadoso y me regale una rosca de reyes?

Oda a los celulares

Pensar que una simple llamada alivia todos los males. Los achaques emocionales son hijos de los huecos del alma. Slim, esta vez te bendigo porque finalmente gracias a tu fibra óptica pude tener en mi oído lo que necesitaba por el día de hoy (que ya se convirtió en ayer para el minutero, pero sigue deambulando en mi habitación).

¡Que vivan los celulares!

lunes, 4 de enero de 2010

Que la inspiración...

Me dan flojera los meses de enero y febrero. Pero realmente me resultan insoportables los primeros diez días del primer mes. El ver un calendario gordo, lleno de días por tachar para que llegue la bendita primavera o algo que mueva mi esqueleto pesado a prueba de niebla y frío, me causa apatía. Son demasiados días para planear la vida. Son demasiados compromisos medievales para con la gente que no conoces. Son demasiadas distancias (el tiempo es siamés de la distancia, por si no lo sabían) para estar con quien realmente deseas estar.

Y hoy, resultó que tuve de todo tipo de emociones. Lo más triste (para mí, ya sé que a los demás les importa un pepino) es que no supe escribirlas porque necesitaría tener un teclado integrado a mi cuerpo mientras lavo (sí, hoy lavé y qué).

Hace rato puse en el feisbuk una frase de Picasso que decía: "Que la inspiración te pille trabajando". Pinche Picasso, no sabe que las mujeres artistas también tenemos labores comunes, y lo peor, una PC lentium que resulta ser tu mejor amiga.

domingo, 3 de enero de 2010

Arrullo de coche

Suelo dormirme en los carros. El movimiento casi imperceptible de las llantas sobre el asfalto me arrulla.

Tiene una explicación mi comportamiento: cuando papá abandonó la familia, mamá debió salir a trabajar. A mis cuatro años, esta supermujer se hizo de su primer auto. Ahí aprendí a ser paciente cuando esperaba junto a la mujer ansiosa por el resultado de alguno de sus dos hijos mayores (mis hermanos) en los ordinarios: pernoctábamos a las afueras de la facultad de medicina y una hamburguesa de Astroburguer hasta conocer la calificación de materias como anatomía, histología y no sé cuántas más hasta que mi hermana por fin presentó con mención honorífica su examen profesional. Llegábamos antes que el sol de invierno se levantara a dejar a mi hermano en el bachillerato. Vivimos la evolución de pueblo chico a rancho grande en menos de diez años.

En la Caribe gris olivo de mamá aprendí a mirar por las ventanas, sonreír a los muchachos y sacarle la lengua a otros niños. Descubrí que era más divertido un frenón de aquellos que subirme a los jueguitos de la alameda: el asiento trasero era una resbaladilla y mi complexión, en aquel entonces, era perfecta para echarme maromas involuntarias de vez en cuando. También lloré hasta quedarme dormida. El asfalto y las curvas malhechas son la mejor consolación que se pueda tener.

Creo haber perdido el gusto de entregarme a Morfeo bajo la acción de las ruedas cuando era adolescente, etapa en la que viajaba al menos dos veces al año, la mayoría de las veces a Guadalajara. Aprendí a distinguir las siluetas de los matorrales y los otrora forajidos que caminaban como si una misma película se repitiera, hasta que desaparecían de mis ojos por el sueño o por la luz del sol. Dejé sal acuosa en las ventanillas y perdí quince o veinte cassettes entre viaje y viaje por el efecto de mi característico descuido. Ninguno era imprescindible en mi vida en aquel entonces y ahora sé que fueron responsables de la melómana que soy. Hubo algunos que jamás pude recuperar, mezclas de mi voz con las de la radio (me gustaba hacer imágenes acústicas para llevar en viajes largos), rockeros que siempre vivirán en los corazones de los que agarramos senderos extraños o poco convencionales. Eso sí: jamás molesté a un pasajero con mis libros porque no los leí mas que de día.

Traigo a colación esto, porque ya van dos semanas que viajo y en las dos he vuelto a quedarme dormida. La primera vez fue en un camión de Monterrey a Saltillo y la segunda en el carro de mi hermano de Saltillo a la misma ciudad.

En la primera dormí de cansancio y de espera, de tener la conciencia tranquila y demasiado sola, de escuchar la misma secuencia de las canciones de mi i-pod porque soy una mujer déjà vu en muchos sentidos. Dormí con los ojos llorosos y un speech que llevaba cargando casi ocho años: me he delatado como la mujer más reacia a perdonar los errores de la sangre, simplemente porque yo aprendí que la sangre jamás traiciona ni humilla. También lloré por todos los llantos que en casi 27 años no dejé salir, como por ejemplo, al sentir ternura con alguna canción chafa y pop. Y luego dormí porque estaba lavada y ajena de toda culpabilidad: es mentira que nazcamos con el pecado original en la frente, pues la humanidad actual no es culpable de lo que ocurrió hace más de dos mil años y en cambio sí es culpable de la apatía que la posesa.

En la segunda, dormí de estar en paz con la tierra, de sentirme ahora sí parte de algo que se mueve y trae de todo, y me lo pone frente a mis ojos para que yo tenga algo qué escribir, ahora que sé que mi vida es eso: hacer música con las letras. Me desconecté de todo ruido, de toda preocupación y de todo calendario. Creo que tener 27 años, además de invitarme a comprar zapatos cómodos y no glamorosos, empieza a darme a entender que no hay prisa por nada, excepto por vivir.

No recuerdo, en ninguna de las dos ocasiones, haber soñado algo especial, pero sí recuerdo haber emitido un saludo. Uno desde la de niña de 27 a la mujer de 5 años.

Y pasó al bajarme del auto y del camión.