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viernes, 30 de mayo de 2008

De cuando Marcovich pisó tierras saltillenses.

Hoy es viernes 30 de Mayo de 2008. Hace exactamente una semana con dos horas, mi mundo estaba, afortunadamente, enderezándose.

Y digo "afortunadamente" porque viví una experiencia que me devolvió la esencia al alma, si es que aún tenía alma por algún lado.

Desde siempre he sido muy musical. No sé tocar la puerta, pero puedo reproducir una canción entera en mi cerebro, que es, por así decirlo, mi IPOD personal, rockola sin monedas, walkman sin pilas...De alguna manera, los sonidos siempre me han dado la vida, el movimiento. Para mí es como alimentarme de Sol. Ya lo he dicho antes, me baso en energía solar. Debe ser porque el Sol tiene música por dentro, pues es energía.

Pero por algún motivo, había perdido ese sonido-energía que me incitaba a moverme. Muchas cosas (la mayoría todas vanas), me hicieron lamer con la lengua seca el concreto del segmento de una ciudad caótica en donde nunca antes había estado. Yo, que siempre me he movido por otros lugares igualmente grises, pero diferentes por su olor, sus colores, sus sonidos, decidí abandonarme a la apatía de este siglo nuevo y raro que a muchos nos ha azotado de las formas más inconexas que uno pudiera siquiera plantearse, cuando estábamos por estrenar el milenio.

Era la mañana del viernes 23 de Mayo. Recuerdo bien que lo primero que hice al despertar fue decir una frase: "Debí amanecer muerta. ¿Qué diablos hago aquí? No sé en qué momento me desconecté de mi propia magia. Yo solía cantar a todo pulmón las notas más dulces y rebeldes. Yo solía reír a carcajadas. Yo solía pintar con mis líneas caras inocentes. Yo solía reírme de la vida, burlarme de los sinsentidos de todo este albur, llamado experiencia de vida. ¿Qué hago aquí? Ya no soy la misma"...

Abrí por inercia el folleto de eventos culturales del ICOCULT. Era como saber que habría algo interesante qué ver, pero que no presenciaría. Ya tenía rato de tener reticencia a mezclarme con mis iguales, a respirar otro aire que no fuera el de mi propio cuarto. Congelé muchas cosas para evitar sentir. Pero nunca imaginé que el querer matar el sentimiento pudiera ser una gota que erosiona día con día la roca del anhelo y las ganas de volver a vivir.

Por quinta vez ví enunciada la llegada de Marcovich a mi ciudad polvorienta. Lo supe desde el 20 de abril y olvidaba la fecha. Sólo la fecha, sus notas jamás. Seguramente mi subconsciente me engañó tremendamente y me puso a desde hacía ya unos días a escuchar, como en mis buenos tiempos de puberta-adolescente, todas las rolas que me gustaban tanto cuando tenía planes y sueños y esas cosas que te empujan a seguir adelante, aunque sepas que la luz al final del túnel queda muy, pero muy lejos.

Obvio es que empecé por Caifanes. Retrocedí 16 años, cuando oí por primera vez "Antes de que nos olviden", con detenimiento. Me gustó una nota de una guitarra eléctrica que se repetía a sí misma, como haciendo un efecto boomerang. Me hizo sentir que eso era la vida: un ir y venir a la vida después de la muerte y de la muerte a la vida, de manera infinita. El infinito. Eso fue lo que capté con esa canción.

Ya antes había bailado la Negra Tomasa en alguna boda de una prima lejana, pero no era igual la experiencia. No significó lo mismo oír esta canción que Los Dioses Ocultos, a lado de mis primas Rosa y Laura, que ponían los cassettes una y otra vez. Tampoco significó lo mismo entender mi rebeldía a los 11 años oyendo "Afuera" mientras colgaba de mi cuello una geoda en forma de pirámide, en señal de franca rebeldía por la instrucción tan represiva que me otorgaba el colegio de monjas en donde tuve a mal desarrollar mi pubertad.

No, mis primeros años de vida no habrían sido tan profundos sin esas tardes dominicales de Caifanes con mis primas...sin esas guitarras mexicanas que me impulsaron a querer más a mi país por su colorido, tan contradictorio con los problemas que se vivían en aquel entonces. Estábamos en crisis, y la gente seguía vistiendo rojos y verdes y amarillos y reía. Los jóvenes de entonces encararon su realidad con cierto misticismo estoico. Esas notas me enseñaron a respetar mi conciencia como parte de una cultura popular, antes que privilegiada por estar en una escuela de paga.

No, el día en que le fue diagnosticado a mi padre muerte cerebral no hubiera sido igual si yo no hubiera escuchado "Antes de que nos olviden" cuando iba en la carretera Saltillo-Monterrey. Supe que era una señal. Debía entender que muerte pisaba mi casa. Y la guitarra de Marcovich estuvo ahí...

Y mientras recordaba todo esto, pasaron los días, hasta llegar el 23 de Mayo. Me arreglé sin tener un plan fijo, fui por un boleto para ver a Ely Guerra con ganas de no obtener nada, porque más bien lo que quería era salirme de mi pozo un rato para ver otros pozos más profundos e iluminados.

Y así fue. No obtuve un boleto de Ely Guerra. Contenta por mi hazaña, decidí atrapar a mi esencia huidiza por mis malos tratos de los últimos meses, y agarré el coche para ir a ver a Marcovich. Tuve qué enfrentarlo: no podía más estar sin mí misma por más tiempo. No podía sentirme culpable por el resto de mi vida por haber elegido una carrera normal, en vez de aceptar que lo mío era el arte, en todas sus manifestaciones. No podía seguir renegando de mi forma de ser, la misma que me largó de un círculo vicioso de bohemios sinquehacer que han acaparado los centros de arte y cultura locales muy a pesar de los intentos de instancias superiores por aminorar sus devastadores efectos.

Subí sudorosa la escalera del patio colonial del ICOCULT. Desde su entrada me sentí aliviada: estaba en lugar seguro. Ví un montón de muchachos que vestían todos de negro, igual que yo, así que me sentí como en casa. Nadie me vio de 25. Es más, nadie me vio: era una más. Y eso fue un halago para mi inseguridad y mi incertidumbre.

No había reaccionado aún que estaría enfrente del gigante de Marcovich. Suelo ser así cuando un evento de latitudes tan inmensas ocurren en mi vida. Es como si viera que una película pasara frente a mí y yo sólo fuera una expectadora, pero jamás protagonista ni actriz de soporte.

Me senté donde pude. Me cambié para ver a Marcovich mejor. Un nudo en la garganta se me formó cuando vi su cara. Ahí estaba uno de los pocos autores de las buenas cosas que me forjé yo misma a través de su inspiración. Era como un sueño. Uno muy bonito.

Yo quería escucharle hablar. Miraba de reojo a los chicos inquietos, como esperando a que se callaran. Afortunadamente habíamos muchos así, de modo que las voces parlantes cesaron. Y un Alejandro Marcovich salió de su aparente indiferencia, para darle paso a un genio.

Su voz, sencilla, casi-casi de aire, sonó tan familiar que logró que todo el público nos sintiéramos como en casa. Era como asistir a la reunión familiar con motivo de los XX años de conocernos todos. Todos éramos hermanos. Nadie estaba ahí por la fuerza.

Los adolescentes lo captaron de inmediato. Hubo uno de ellos que se envalentonó al oír las palabras "¿Trajeron sus guitarras? Porque le vamos a dar aquí hasta la madrugada" del gigante. El chico no traía ni apoyo -hubo uno que otro envidioso que le preguntó si de casualidad también querría una nieve de zarzamora-, pero le replicó : "¿nos vas a dejar usar esa guitarra?".

Yo creo que nunca se iba a esperar -o a lo mejor sí- que Marcovich se la prestara. Mucho menos, que se pusiera a tocar con él. Fueron 24 minutos (algo así) de música improvisada, la más armoniosa que jamás hubiera escuchado. Por unos instantes pude sentir que una especie de energías ondulantes se desplazaban de la cabeza del maestro hacia el pupilo y viceversa. Era una manera sublime de ver la telepatía entre dos mundos tan distintos, que comulgaban por una sola razón: la música.

Fue en ese momento que mi alma se descongeló. Respiré muy hondo, como cuando era más joven. Y sentí que ya la tormenta había pasado. Que el ayer no podía cambiarlo, pero que al día siguiente todo estaría por cambiar (presentaría mi examen para ingresar a la Facultad de Letras Españolas el sábado 24). Que todo estaba bien. Que Marcovich estaba ahí para darnos a cada uno un regalo especial, y que el mío era reconciliarme con mis propios sueños y anhelos.

El tiempo transcurrió sin sentirlo. La gente hicimos preguntas de todas, "de chile y de azúcar" como dicen las tamaleras. Él jamás tuvo una mala cara, una displiscencia o una descortesía para con nadie. Tuvo la sencillez de su alma de artista para contestar que no hacía música prehispánica y sí "post-hispánica". Alabó a los Panchos y a su requintista. Habló de los rancheros de clóset y esa maña que tenemos los mexicanos de querer imitar lo extranjero, cuando que aquí en México tenemos cosas mucho muy valiosas para aprender, apropiar y regalar. Habló con naturalidad innata de los acordes, armonías, arpegios y no sé cuánta cosa más que usa para fabricar los sueños etéreos que a tantos nos ha llenado de magia. Aprendí que una nota puede sonar igual si se hace de forma directa a que si se hace con una combinación de otra.

Y aprendí que el verdadero artista es aquel que expresa con sencillez el genio de su obra artística.

Tocó canciones de todas: de Caifanes, de Los Beatles, del Himno Nacional y del Saludo a la Bandera. Confirmó una vaga teoría que yo tenía que dice que las notas musicales son siempre las mismas, nomás se acomodan de forma diferente. Pero como no soy "música" -como tuve a bien decirle-, pues no podía, ni quería expresar. Nos hizo reír con su simpleza tan aguda y mordaz, con esa filosofía del que verdaderamente se entrega a algo por amor, y no por clichés o por coacciones de otros. Tuvo la humildad de tocar material inédito a partir de notas clásicas como Bach (espero no haberme equivocado), y de decir que no tiene reparo en pensar que una meta suya puede tardarle más de 10 años en lograrla.

Nos subió con su presencia inmensa a un tren con destino al infinito sideral y nos trajo de regreso a una convicción de amar el terruño en donde te tocó vivir, sin importar de dónde provengas, ni cuántos kilómetros hayas tenido qué atravesar para encontrarte a tí mismo. Hicimos una parada en el "nunca te arrepentirás de lo vivido", para luego hacer otra parada en el "te entregarás a tu pasión con religiosidad y compromiso", y continuamos el viaje hasta llegar a la estación del "aprenderás de todo lo que esté a tu alrededor, pues es la premisa para entender el sentido del arte, más allá de la estética humana y más cerca de la superioridad que confiere la divinidad de cada uno de nosotros".

Los jóvenes iban y venían. Unos se fueron a la mitad de la conferencia y regresaron en cuanto pudieron zafarse de sus compromisos escolares. Una mamá fue aconsejada por unas sensibles manos de 47 años que saben que es mejor aprender guitarra a través de la acústica y no directamente de la eléctrica.

Y todos fuimos uno sólo cuando cantamos "Ayer me dijo un ave que volara".

Marcovich estuvo de visita en mi ciudad y sembró esperanza de la buena en muchos de nosotros. Yo lo ví: las guitarras de muchos de los asistentes brillaron más, se sintieron halagadas por su presencia. Yo lo viví: no soy guitarra, pero mis cuerdas volvieron a sonar como antes.

Dicen que las casualidades no existen. Marcovich me hizo saber que este dicho es completamente cierto.

lunes, 26 de mayo de 2008

Sin la musa bajo el brazo...

Hoy no traigo la musa bajo el brazo...

Mejor sigo festejando que Cruz Azul puede ser campeón...¡¡Arriba el Cruz Azul, peláos!!

See ya...

jueves, 22 de mayo de 2008

Las golondrinas llegaron ya...

Ayer por la noche tuve una gran noticia: soy abuela por vigésima vez de la primera camada de golondrinas de este año. Después de tantas especulaciones y preocupaciones, mis golondrinas -el ave que más amo- ya por fin son papás.

Era la primavera de 1988. Yo tenía 5 años y la primera generación de golondrinas arribó a mi casa. Aparecieron una noche de Marzo y a partir de entonces, tras verificar el estado del terreno, decidieron fincar su casita. Tuvieron 3 camadas. Yo tuve, en el foco de la entrada principal de la casa, el milagro de la naturaleza: ví cómo la pájara se ponía con especial esmero a empollar, ví cómo aprendieron a volar y ví cómo se reunieron, el último día de su estancia, en el cordón de la luz de mi calle.

Regresaron al año siguiente, y al siguiente, y al siguiente también. Dicen que parten hacia el Sur, a Argentina o algo así, para continuar con su reproducción en hábitats de climas templados. Desde siempre las admiré porque sabían volar e irse a donde les diera la gana. Ellas sabían la manera de huir del frío. Yo, que odio el frío, de pequeña imaginé muchas veces que volaba igual que ellas a Argentina, a pasar mi cumpleaños por allá.

Las golondrinas se hicieron parte de la vida de mi familia y de la mía. Es casi casi como un ritual esperar a que ellas lleguen, con su smoking negro azulado majestuoso. Los machos, con la cola del traje un poco más larga. Las hembras, con su cabecita redonda. Hubo una generación - la de 1999- que tuvo a un patriarca muy longevo. Regresó tres años seguidos, hecho pasita, con canas en el pecho cafesoso. La supimos reconocer porque salió lesionada una vez que sin querer entró a mi casa y, asustada, fue a dar contra el ventilador de techo en marcha, cortándole por la mitad su colita.

Sólamente hubo un año que las golondrinas no regresaron. Fue justamente después de que se les cayó el nido, tras una nevada insistente, en el 2002.

La siguiente generación, en el 2003, regresó a hacer el nido. Se tardaron horrores. Se les notaba a leguas que pertenecían a una nueva generación: lentas e indecisas, acabaron por comprender que ante la Naturaleza no se puede hacer nada. Y tuvieron sólo dos camadas -las hubo otras que tuvieron hasta cinco, supongo que aún no tenían conapo-...

Es curioso, pero a partir de esta generación, las subsecuentes han sorteado toda clase de visciscitudes y experiencias, unas ajenas a su voluntad, otras, inherentes a la nueva genética de esta especie tan hermosa. He visto que en los últimos 5 años le batallan más para conseguir el alimento -deben ser golondrinas obreras-. También las noto algo más estresadas -a lo mejor ascendieron a gerentes-.

Pero esta última en particular, me hizo sentirme mal por contribuir a sus desventuras: es la primera vez, en 20 años, que una camada tarda más de 5 semanas en ser empollada.

Al principio creí que eran golondrinas dinkies y no querían bebés hasta hacerle un segundo piso al nido. Luego, pensé que la golondrina hembra era infértil, o que sufría de un trauma del pasado, porque quizá era la hijita de la golondrina que quedó viuda el año anterior cuando un gato condenado se comió a su marido y nadie nos dimos cuenta. Luego pensé que quizá sería el segundo nido de amor de la golondrina macho, y que la hembra se resistía a mandar por el caño sus años de juventud a lado de un golondrino desentendido y hedonista.

Pero todas esas payasadas mías no hicieron mas que hacerme sentir peor cuando me enteré de la verdad: el cambio climático había afectado enormemente al desarrollo de las crías, luego de soportar aironazos invernales en pleno abril, ver escasez de palomillas -sus insectos favoritos- por la colonia, lluvias con granizo y días con temperaturas de 4 grados a principios de Mayo.

Sin duda alguna, mis golondrinas son la prueba más fidedigna de que desean sobrevivir: ayer, Wolfy, el samoyedo de mi hermana, escupió el cascarón que tanto esperé ver en el suelo...respiré profundamente, una enorme felicidad me llenó el pecho. Hay golondrinas para rato. Larga vida a mis golondrinas amadas.

Reflexiones Confucianas de la Semana II

"Es bueno pensar que todo no está perdido;
pero es mejor aceptar que lo perdido ya no está".


Giommera

domingo, 18 de mayo de 2008

Resumen del fin de semana

-Ya no hizo lluvias ni me volví río.

-Grité dos veces "gol" junto a mi hermano.

-Fui feliz durante 1 hora de saber que el Cruz Azul es semifinalista (yeah yeah yeah).

-Escuché a Cardozo en Gülevandia, y reí sola sin sentirlo.

-Dormí entre sueños raros, algo enmohecidos.

-Y hoy respiré un Sol de Arteaga nítido.

miércoles, 14 de mayo de 2008

17 de Mayo, un día para recordar...

Hace unos cuantos días, mientras realizaba mi rutinaria rutina de día de desempleada, escuché (no recuerdo si en la TV o en la radio) que el 17 de Mayo había sido instituido por el Senado de la República como día de la tolerancia hacia los homosexuales.

Definitivamente no pude dejar de imaginarme a toda la bancada de todos los colores con arcoiris en la frente, o con camisetas de los Pet Shop Boys, o bailando la vida loca...No pues sí, ¡qué barbaridad! Si yo fuera senadora, lo más probable es que ya hubiera tenido un infarto cerebral de tanto usar mi masa gris.

¡Por favor! ¿Tolerancia? Pues qué la decisión de elegir una preferencia sexual está ya regulada por la Constitución? ¿Quiere decir entonces que, aunque es un derecho vigente, es a todas luces un derecho no positivo?

En términos latos, se dice que un derecho es vigente cuando éste reglamenta los actos que los habitantes de un Estado realizan en la actualidad, y que corresponden, además, a los usos y costumbres del momento.

Por otra parte, un derecho será positivo cuando la hipótesis jurídica vertida en dicho derecho es efectivamente puesto en práctica.

Así pues, me pareció que establecer un día de tolerancia indica que en realidad, y pese a que la libertad sexual se encuentra garantizada por la Ley Suprema de nuestro país, demuestra que no basta con garantizar la observancia de la misma, sino que ya es un problema de óptica social.

Imaginemos, por un momento, que en una sociedad lo único que importa es el buen comportamiento de un individuo frente a la misma. Esto es, que el individuo lleve a cabo sus obligaciones, se desenvuelva con respeto hacia sí mismo y sus semejantes, y fomente entre los suyos un ambiente de progreso económico, cultural y social.

Si observamos bien la entelequia anterior, en ningún momento se exigió que el individuo fuera estrictamente heterosexual. Simplemente se le exigió que fuera moralmente responsable de su vida, cívicamente respetuoso y socialmente activo en forma positiva, en aras de alcanzar la teleología que tiene por fin la creación de un Estado.

Por ende, podríamos sacar, como primera conclusión, que la libertad de preferencia sexual es algo que le corresponde al ser humano como un derecho inherente a su esencia, es decir, ni siquiera le es otorgado como una prerrogativa por formar parte de X o Y Estado o Nación.

El hecho de que haya establecido un día para que todos seamos al unísono "tolerantes" con quienes no son heterosexuales me parece que carece de un argumento sólido, y que es, por el contrario, algo pusilánime, moralista, hipócrita e incluso parcial.

Si nos detenemos por unos instantes a reflexionar que quienes se definen como gays han sido protagonistas de un movimiento social que ha luchado por defender su derecho a elegir y disfrutar su vida sexual, y que por consecuencia, la sociedad, los medios, el Estado y hasta ellos mismos se han colocado en el papel de víctima, podríamos aseverar, con ciertas restricciones, que lejos de apoyar a un desarrollo integral de nuestra sociedad estamos obstaculizándolo, al catalogar a todos los gays como seres humanos desvalidos, que se sienten como si fueran extraterrestres y que por lo tanto les es otorgado, de manera automática, el privilegio de llegar a ser igual o más nocivos que un homofóbico.

El argumento anterior lo sustento en la homogeneidad de la esencia que como seres humanos tenemos. Una esencia que, como toda dualidad, tiene pros y contras. Un ser humano, en condiciones favorables, puede ser un prócer. O tal vez no. Y viceversa. En nada afecta si su parejea es del mismo sexo o no. Se habla de una esencia. La esencia no conoce de preferencias sexuales.

Así, al poner a un gay dentro de un lugar en donde aparentemente se le está otorgando una libertad y se le está reconociendo un derecho, en realidad se le está discriminando, tanto en lo negativo como en lo positivo. En lo negativo, al ser la propia sociedad la que le cierre las puertas y le impida desarrollar su esencia humana. En lo positivo, al caer la sociedad en el error de permitirle actos que van en contra de un sentir generalizado por el solo hecho de ser gay.

Para explicarme un poco mejor, pondré dos ejemplos:

Mi estilista, Éric, es gay. Sin embargo, es el hombre más tierno, maduro y sensato que yo haya conocido en toda mi vida. Es buen hijo, buen hermano, buen amigo. Da todo de sí para que los demás estén bien. Jamás, en los 15 años de vida que llevo de conocerle, le he visto cometer una sola injuria contra su familia o la sociedad. Por el contrario, ha sido objeto de vejaciones, burlas y discriminación por doquier. Aún y cuando esto le ha podido, se ha constituido como un ser humano fuerte, a prueba de balas, y con su nobleza intacta. Defiende su dignidad a capa y espada, pero con la caballerosidad y educación que muchos heterosexuales no tienen. Yo me pregunto qué sentiría él cuando se enteró que le van a regalar un día de los 365 del año para él solito. Un día en donde todos los que le han ofendido se tengan qué morder la lengua porque deben mostrar tolerancia. Un día, como los ancianos, las mujeres, los niños, la familia, las mamás, los papás, los maestros, en donde pueden ser los reyes de la Nación. Un día. El sueño de Cenicienta. ¡Ya merito es 17 de Mayo, ahora sí voy a salir a la calle sin que me hostiguen! Qué bonito suena, ¿verdad?

Por otro lado, se encuentra una chica de cuyo nombre no deseo revelar. La conocí cuando me desempeñaba como maestra de francés en la Universidad Autónoma de Coahuila. La chica, psicóloga, desempleada, de 24 años, me llamó al instante la atención por su notable inteligencia verbal, su capacidad de absorción de la gramática francesa y su nula capacidad para hablar fuerte. Yo, que casi siempre había lidiado con huercos que van a tomar clases porque su papito los manda, me quedé gratamente impactada de tener a esta nueva alumna. De inmediato entablamos una comunicación más amigable; después de todo, ella sólo era un año menor que yo, también había estado desempleada y tenía preferencias por el arte.

Debo decir que mi personalidad ha sido causante de una que otra tergiversación de mi forma de ser. En mi ciudad, una villa grandota con seres humanos de doble moral, es mal visto que alguien sea dura en sus objetivos...bueno, más bien se ve mal que una mujer tenga muchas ambiciones. Y si te vistes algo raro, pues pueden pensar que, o estás loca o de plano, eres lesbiana. Ya en la prepa debí lidiar con mi rebeldía que me hacía vestirme de Chicoché unas veces y de Frida Kahlo de otras. Me tomaron, obvio, por lesbiana. Y yo los tomé, obvio, por obtusos y estúpidos. No me tomé el tiempo de demostrarles lo contrario. Nunca he pensado que mi vida personal sea de la incumbencia de otros. No soy gay. Yo lo sé y punto. Es suficiente. O era, hasta que conocí a esta muchacha.

Llevada por un cierto clima de indefensión y depresión emocional, me refugié temporal y parcialmente en esta persona, que a simple vista se veía tan fiable y buena gente. La supe sicóloga y quise encontrar una oreja saludable, aparte de las que afortunadamente tengo en mi familia. Lo que no supe de ella, era su inestabilidad emocional y psicológica.

Para no hacer muy largo el cuento, la chica comenzó a atosigarme con mensajitos a mi celular, mensajitos en el messenger, mesajitos en mi bandeja de correo electrónico. Empezó muy modosita, me hizo creer que era una chava solitaria -igual a mí- que sólo quería una amiga. Luego le fue subiendo de tono. Frases como "qué guapa te ves en esa foto", "debí soñar con un ángel que se parecía a tí", "que tengas un buen día, atentamente, tu buena estrella", "¿alguna vez has sentido que te falta el amor?", empezaron a ser constantes.

De rato, empezó a seguirme por todos lados. Se consiguió un empleo a unas cuadras de donde yo antes trabajaba. Me mandaba mensajes al cel diciéndome que se iría a la Plaza de Armas a ver cómo el Sol se metía...Era una pesadilla. Era una humillación. La muchachita pseudo muda resultó ser una lesbiana enferma que no sabía de límites. Subestimó mi intelecto y mi inteligencia emocional, queriéndose hacer ver como el único consuelo a mis males de amor...pensó que yo, en mi laberinto amoroso, terminaría rindiéndome a sus pies.

¿Alguien me puede explicar por qué debo tener tolerancia con una sicópata obsesionada conmigo, que escribe en sus frases del messenger cosas como "antes de olvidarte, debo borrar todos los besos que empezaban con tu nombre"? La tipa no sólamente me mortificó la vida durante cinco meses, sino que, enmedio de un terrible problema existencial, me hizo llegar a pensar que quizá yo no me había dado cuenta de que debía salir del clóset...con eso de que ella es psicóloga.

¡Háganme el favor! Yo, que me autosustento como la más ecuánime en mis cosas personales, me vi tan acosada y presionada por una loca que llegué a creer -aproximadamente 10 minutos- que chance y a lo mejor a mí se me movía la canoa. Afortunadamente tengo suficiente imaginación, así que hice el siguiente experimento:

Me acosté en mi cama y cerré los ojos. Imaginé una escena en donde estuviera yo, haciendo el amor con una chica...¡guácala! ¡Qué espeluznante situación! Digo, el que sea una opción no quiere decir que sea la mía. Así que mejor regresé el cassette y me puse a imaginar mi fantasía sexual con el hombre de quien estuve enamorada por taaanto y taaanto tiempo. ¡Qué alivio!

Con todo esto que platico aquí, quiero dejar en claro que una preferencia sexual no es motivo para tratar a un ser humano de forma distinta, ni a favor ni en contra. ¿Cuántos homosexuales brillantes habrán visto su talento tirado al caño porque un tonto de mente cuadrada los mandó a la goma? ¿De cuántos progresos no nos habremos privado por la "saludable" acción de cubrirnos las espaldas -digo, ser gay no es causa de lepra ni exemas graves ni nada por el estilo, hasta donde sé-? ¿Y cuántos niños y pubertos mal orientados, e incluso, pervertidos por gays sin escrúpulos habrán determinado que son gays porque así se los machacaron una y otra vez, como lo intentó hacer la persona que les mencioné? Yo ya tengo criterio, tuve una buena educación. Pero desafortunadamente, hay muchos niños, pubertos y jóvenes en este país que no. Están tan pobres, tan marginados, que son vulnerables ante la influencia de un ambiente proclive a la perversión -que conste que no estoy considerando la homosexualidad como perversión, sino al acto de obligar a alguien a que se convierta gay sin serlo, usando el dolo y la indefensión de la persona afectada intelectual, moral y psicológicamente-.

Por eso me río del Senado de la República. En vez de andar con tarugadas de esas, que mejor legislen a favor de una reforma hacendaria. Es injusto que los de la clase media siempre tengamos qué cargar con tacha en todo. Es injusto que se repartan inequitativamente los impuestos entre los estados federados. Es injusto que la socialdemocracia estadual a la que se refiere nuestra Constitución no sea aplicada en realidad: yo de plano no veo claro, aquí las condiciones de progresar no son las mismas. No se puede progresar si no tienes manera de hacerlo.

A lo mejor, con un mejor uso del dinero que es recabado vía impuestos, se tendría un nivel cultural más apropiado para evitar que un homosexual sufra vejaciones. Se tendría un nivel cultural que le permitiera a los homosexuales ser ellos mismos sin tener qué llegar a desarrollar personalidades patológicas, como en el caso de la chica acosadora. Se tendría un nivel cultural que nos permitiera a todos tratarnos y juzgar nuestros actos con la misma vara. Sin distinciones.

A ver qué pasa. Mientras tanto, feliz día de la tolerancia homosexual.

martes, 13 de mayo de 2008

Invasión y ataques de la Cultura Light en la Cultura Mexicana.

Libertad de expresión, prensa sensacionalista... el mundo en constante evolución. Pero como toda buena tesis debe tener una antítesis- según Sócrates -, la evolución a veces viene acompañada por involuciones que son inevitables.

Mario Vargas Llosa en su artículo Piedra de Toque, nos comenta con cierta desesperación, enojo e indignación, un acontecimiento en el que un hombre perdió su puesto político como consecuencia de un acto personal, que lo llevó a perder desde su carro hasta su autoestima y credibilidad.

Los nódulos de este problema se alimentaban por una caótica aseveración que Vargas Llosa contempla decepcionado: la libertad de prensa, esa libertad que ha sido propugnada y defendida a capa y espada por los fervientes creyentes de la democracia, ha creado al sensacionalismo que alimenta y crea el morbo social que incita a la gente a inmiscuirse en los asuntos privados de personajes públicos.

Peor aún, Vargas Llosa denota la existencia de una cultura donde a la gente no le importan las cosas en las que se requiera de un esfuerzo mínimo en el uso de su capacidad intelectual... Vargas Llosa, en su Piedra de Toque, canta un himno a la desfachatez, a los pocos escrúpulos, a la decadencia social. Intenta recordar aquél otro que antes se entonaba, uno que ensalzaba las cualidades de la verdadera prensa. Pero no consigue gran cosa.

Rosaura Barahona, otra periodista, logra recordar alguno que otro verso del himno perdido de Vargas Llosa. En su Día de la Libertad de Expresión, Barahona recuerda, cual graduando de cualquier profesión al hacer su promesa ética, los lineamientos y propósitos de ser, tanto de la prensa como del periodista. Recuerda y reafirma la capacidad y el privilegio del que han sido dotados estas personas, toda vez que son ellos los que tienen no sólo el derecho, sino el deber de expresar sus opiniones haciendo uso de la libertad de expresión que se les ha conferido.

La libertad de expresión que forma parte y es inherente al periodismo verdadero. Ella recuerda y quiere sacar a flote esas cualidades, esos deberes, porque sabe que son un tesoro y que es mal aprovechado, porque ha sido dejado a la intemperie en donde el óxido del que nos habla Vargas Llosa ya hizo sus primeros estragos al crear al monstruo del sensacionalismo.

De esta forma, el presente ensayo pretende comprender la formación del ente que dio a luz a la antítesis de la evolución social, así como también intenta describir la importancia que tanto el periodismo como la libertad de expresión tienen en México a nivel social. Tópicos que intentan poner bajo el escalpelo a una cultura “light”- ese ente de naturaleza casi maquiavélica que se haya disperso y que alimenta y se nutre del sensacionalismo -; o que buscan una taxonomía correcta y precisa que clasifique y dé un significado etimológico y funcional a la palabra periodismo - incluyendo a la necesaria simbiosis que sostiene con la libertad de expresión y la tarea primordial que sobre la cultura social deben de sustentar y mantener– serán los que dentro de dicho ensayo se desarrollen.

Nuestra sociedad actual (hablando de un entorno mundial), se ha caracterizado en los últimos tiempos por una notable apatía en sus habitantes en que lo respecta al interés que deberían despertar los sucesos realmente importantes de la vida cotidiana.

Prueba de ello es la gente que sólo se limita a realizar sus actividades diarias- como los son el trabajo o los quehaceres domésticos-, sin intentar mirar siquiera un poco más allá del espectro que estas actividades les ofrece a su vida. Trabajadores de la clase baja y media (y por qué no decirlo, hasta los de clase alta de vez en cuando también caen en estos vicios socioculturales) muchas veces no se exigen a sí mismos a cambiar un poquito sus rutinas para salir del sopor que produce tantas veces. Sólo basta con tener lo necesario para cubrir las necesidades fisiológicas (que, aunque por mucho sean consideradas como las más básicas –Maslow sostenía eso en su teoría de las necesidades-, no son precisamente las únicas o esenciales) para creer que las cosas han sido ya satisfechas.

Lo que sucede es que cada vez es más difícil lograr satisfacer estas necesidades, pues el trabajo de algunas personas les exige demasiado, no siendo siempre así las retribuciones recibidas. Esto, a la larga ocasiona estrés y poco interés en las cosas que se realizan, y por tanto, se crea un sentimiento de carácter psicológico denominado apatía. José Castoriadis, un renombrado psicólogo especializado en la rama laboral, afirma que "no se puede esperar mucho de una época en que se ha borrado de cuajo la pasión y el compromiso en beneficio de las leyes de mercado y de la técnica; es entonces cuando se percibe la vida como insulsa, vacía y sin sentido. Se tiene la impresión de que el gozo y las experiencias gratificantes propias de la vida han quedado detenidas”.

Así, la apatía impide que un ser humano esté lo suficientemente apto para desarrollar integralmente sus capacidades o habilidades intelectuales; Liliana Mizrahi opinó en uno de sus artículos que “el riesgo cierto de apatía social generalizada, la anomia, el no creer en nadie ni en nada, está a la vuelta de la esquina. Ese es el peor escenario social, la pérdida de esperanza”.

Y de esta manera se puede descubrir que la apatía no sólo perjudica a un individuo en particular, ya que una vez que este fenómeno se presenta en varias personas, se convierte en un problema social; mismo que trae como consecuencias la baja participación de las personas en la creación y modificación de su sociedad, acarreando dilemas como el alarmante desinterés por el fomento de la cultura y de la educación, desde el momento en que una persona prefiere ver programas de televisión y leer medios impresos de baja calidad en su contenido para mitigar las incomodidades que las sociedades actuales les producen.

Por ello, muchos humanistas (entre los que se destacan psicólogos, sociólogos y escritores) piensan que un factor que perpetúa la actitud de los “apáticos sociales” con respecto a la cultura, es precisamente el hecho de que programas de televisión “chatarra” y de otros medios importantes como los son la radio y el periódico -con igual nivel en cuanto a su contenido- no aportan nada relevante a la sociedad, sino que por el contrario la perjudican.

Dentro del contexto de transformación en las sociedades modernas es necesario considerar que la televisión se ha convertido en el principal medio de comunicación colectiva de nuestra civilización, ocupando un papel central en el desarrollo de las mentalidades y sensibilidades; y por lo tanto, en el desarrollo del país. Como afirma Javier Esteinou: “Hoy en día, la televisión se ha convertido en el sistema nervioso fundamental del avance o retroceso de nuestra cotidiana cultura nacional(...); podemos pensar que con el rápido desarrollo y perfeccionamiento físico que alcanzan todas las tecnologías de comunicación, el Estado capitalista estrena un nuevo sistema nervioso cultural que transforme el interior de la estructura de la sociedad civil tradicional”.

Y sabemos también que no sólo la televisión, sino que también los otros medios de comunicación, tienen la suficiente capacidad persuasiva como para modelar el intelecto y la actitud mexicanas, ya que en los últimos tiempos estos medios han sido la fuente para controlar los intereses políticos y del sector privado.

A este punto, la filósofa Ana María Fadul comenta: “(...) podemos decir que el Estado mexicano está profundamente extraviado en su proyecto cultural, pues ha permitido la construcción de un programa mental, por medio de la televisión y otros medios de información, tales como la prensa y la radio, formando generaciones de hombres enanos(...), ya que nos han hecho creer profundamente que lo importante en la vida son los valores intranscendentes de la frivolidad y el consumo, y no los principios del reconocimiento, la autoestima, la aceptación del otro y el crecimiento personal, mismo que se conforma por la adquisición de una verdadera educación. Tanto la radio y la prensa como la televisión o el Internet, han colocado el éxito del individuo en la capacidad que tiene para adquirir y acumular bienes, y no en la facultad para desarrollar su interior y aumentar su capacidad intelectual(...), (...)sabemos cada vez menos de nosotros como país y como seres humanos, y estamos perdiendo nuestra identidad nacional”.

Se puede advertir entonces que, si bien los medios de comunicación han sido creados con el fin de mantener y propulsar las ideas y opiniones dentro de una sociedad, son muchos los casos en donde este propósito se ha visto empañado para darle paso a otros que sólo desean impulsar o mantener intereses políticos o económicos de los sectores privados, y que son estos intereses los que perjudican enormemente al desarrollo de las capacidades intelectuales, de participación e inclusive de discernimiento sociales.

De ahí la imperante necesidad de cambiar esta situación. Como ya se ha visto, la sociedad mexicana se ve en un alto grado persuadida por los medios de comunicación. Por ello es importante que éstos se conviertan en la principal institución que fomenten y desarrollen una cultura real y que vele por los intereses mexicanos. Pero no será sino el periodismo al que le corresponda la tarea de iniciación, debido a que, por una parte, es el medio de comunicación más antiguo y por lo tanto es el que ha obtenido mayores derechos en cuanto a sus libertades –atendiendo a las correspondientes a la expresión y divulgación de ideas-, y por consiguiente, es el único medio que puede proteger los intereses de toda una Nación, debido a la credibilidad, la cual, a pesar de que ha sido disminuida considerablemente por el sensacionalismo, aún se mantiene firme.

Si las personas que están dentro del campo periodístico se percataran de las maravillas que pueden realizar con su tintero, muy probablemente la sociedad se vería fortalecida, cultural y socialmente hablando, lo que traería, por ende, una integración óptima de toda una sociedad.
Miguel Acosta, un reconocido periodista y analista social, sabe que estos puntos no sólo pueden realizarse, sino que deben de hacerlo: “El periodismo es uno de los medios de comunicación que constituye uno de los factores fundamentales que pueden contribuir a la educación y a la cultura debido a su capacidad de inculcar a grandes masas sociales los valores y prácticas de carácter ético y cultural que requiere toda sociedad”.

Y es que ciertamente esta no es una tarea cualquiera. Se trata de propulsar un cambio, un giro total que permita a los ciudadanos el entender y manejar su realidad social y cultural. Los caminos para lograrlo son muchos, pero uno de los más importantes y efectivos podría ser el involucrar al ciudadano con sus opiniones, que les sea permitido hablar para decir lo que les gusta o no, lo que creen que para ellos es una herramienta útil en sus vidas y lo que no lo es. Si esto se lograra, sería un buen paso que marcara una transformación, porque es precisamente es ahí de donde sale y se forma la nueva cultura: en base a lo que se necesita y se quiere, tomando en cuenta también lo que debe ser absorbido. Como lo afirma Francisco Huerta en uno de sus artículos, “... el periodismo que se haga en México deberá tener, para sustanciarlo y darle fuerza, la voz, el pensamiento y el juicio del ciudadano. Entonces, el futuro del ejercicio periodístico nacional va a ser ese: que el hombre del campo, el trabajador, el ama de casa, ganen más espacio en los medios con el impulso de las nuevas generaciones de periodistas. Por ello es preciso que los jóvenes comunicadores empiecen a acercarse a la verdad del ciudadano mexicano y a ir integrando el periodismo civil en la estructura periodística nacional con fuerza y proyección hacia el futuro”.

Vemos entonces que el periodismo tiene en sus manos la capacidad de transformar y modificar a una sociedad mexicana que se encuentra en el abismo de la ignorancia, el sensacionalismo y el entorpecimiento, para de esta manera darle una vida totalmente distinta y positiva a su cultura. Ya lo dijo Daniel Prieto Castillo, “Hablar del periodismo del siglo XXI nos permite comprender que es una de las actividades de suma importancia. Es la comunicación, la cultura, y ante todo la participación de la sociedad. El periodismo nos permite expresar nuestras opiniones de lo que acontece en México y el mundo. El periodismo escrito, radiofónico, televisivo, y por la Internet, han sido de gran valor...”

Pero lo anterior no podrá lograrse si el periodismo no puede o no se le es permitido mantener una relación simbiótica con su compañera de toda su vida, la libertad de expresión.

En nuestros días, la libertad de expresión ha adquirido nuevas fuerzas, producto de rebeliones sociales, de acontecimientos históricos, de sucesos políticos y económicos. La libertad de expresión lo mismo ha sufrido victorias que caídas. Pero no se da por vencida: sabe que el periodismo fue creada por y para ella, y sólo por ello continuará con su labor, que es la de mantener la opinión de una sociedad, aspecto vital en el funcionamiento de la misma. Por ello, Daniel Prieto vuelve a recalcar que “...la libertad de expresión está firmemente ligada a la libertad de los pueblos, a la democracia, y a los valores del hombre”.

Sin embargo, muchas han sido las cosas que han suspendido o anulado sus funciones. Son muchos los sucesos que le han impedido avanzar; otros la han querido desaparecer, quitarle ese rango que a fuerza y tesón de tantos años de lucha se ha ganado. Y son éstas cosas las que de vez en cuando le opacan su sentido de estar presente, le restan significado. Alicia Gordon Strasser dice: “La libertad es un riesgo y se la evita. La libertad como responsabilidad, si bien es una poderosa fuente de emancipación, puede ser una aventura extenuante y se la evita para entregarse a la servidumbre de la comodidad, de los entretenimientos, y del conformismo social. La libertad como y con responsabilidad es lo único que puede sustraernos del aislamiento y la apatía social”.
Por ello es necesario hacer uso de esta libertad, pero con suma responsabilidad, pues si bien es cierto que impulsa y crea una mejor sociedad, muchas de las causas por las que el periodismo se ha transformado en sensacionalismo se deben a que algunas personas no saben hacer el uso correcto de estas libertades, creando así un mundo caótico. Enrique Guinsberg al respecto considera que “La libertad sin responsabilidad es una palabra vacía de su sentido más profundo. Los grados de libertad de un individuo se miden por su capacidad de respuesta crítica, por su criterio de responsabilidad individual y social ante la realidad...”

De esta manera, se observa que la libertad de expresión es un sustantivo tan abstracto y complejo, tan frágil de corromper y deshacer, que por ello es necesario emplearla con suma delicadeza, con el fin de respetar los fines por las que fue creada y no transgredir su terreno, o de otro modo, la sociedad será la que se vea afectada en todos sus aspectos.

Así, tanto Rosaura Barahona como el Maestro Vargas Llosa se percatan de que nuestra sociedad actual está impregnada por pensamientos que dan forma a una cultura “light” en todo el mundo, producto del creciente desinterés o apatía que las personas tienen por enterarse, opinar y fomentar una cultura participativa dentro de su sociedad; y que muchas veces la culpa la tiene el negro derivado del periodismo: el sensacionalismo. Todo lo anterior impide pues, que una sociedad se desarrolle bajo principios éticos que promuevan una cultura real y sustanciosa.
Rafael Rodríguez Castañeda declara que “en México no se ha observado interés por estudiar y promover la participación ciudadana como un elemento de la práctica democrática y el fomento cultural de la sociedad que se habita”.

Este punto sustenta entonces, que la sociedad en todo el mundo está pasando por una crisis de apatía, producto de la restricción que los ciudadanos perciben en materia de participación social y de los medios de comunicación de carácter sensacionalista. Al respecto, Rodríguez Castañeda declara que “los estudios de opinión que cada vez con mayor profusión se realizan en nuestros países marcan una clara tendencia a la baja de la participación social tradicional en todos los sectores de la sociedad, y los datos que dichos estudios aportan están muy lejos de establecer claras diferencias estadísticas en términos de tramos de edad. Al parecer, medios de comunicación que divulgan ideas e información poco rescatable, en especial el periodismo sensacionalista y a los programas de televisión comercial, atacan de manera directa a esta alarmante condición social”.

Del mismo modo, tanto Vargas Llosa como Barahona definen que el periodismo es la piedra angular que promueva un cambio -que se espera sea positivo- dentro de la sociedad, y más específicamente en la reconstrucción de la cultura social, que es la que permite y abre las puertas al razonamiento, el que a su vez, ayuda al desarrollo intelectual que todo ser humano necesita. Y saben que esto no podrá obtenerse sin que la libertad de expresión sea empleada.
La participación de los individuos en los aspectos culturales y sociales dependerá entonces de la interacción civil-medios de comunicación-gobierno. Rafael Roncagliolo dice al respecto: “(...) los sucesos sociales de los últimos años, nos remiten a la conveniencia de vigilar los medios de comunicación a fin de influir en su comportamiento; los ciudadanos debemos tomar conciencia del papel que juegan los medios de comunicación en el proceso de educación para una sociedad, así como de la posibilidad de actuar para la conciliación de libertad de expresión y el derecho a una información útil”.

Y es este último renglón el que debe de subrayarse: sin libertad de expresión, cualquier intento por cambiar las cosas resultaría inútil. Sin libertad de expresión, el periodismo-tal como lo afirma Barahona-, es polvo, es nada, no tiene significado alguno. Silvia Ludovico lo corrobora: “para que los medios de comunicación desempeñen el papel que les corresponde en la educación ciudadana se requiere que ejerzan su propia libertad de expresión”. Libertad de expresión que debe de estar al servicio de una sociedad. Trejo Delarbre afirma que la sociedad mexicana tiene por delante la necesidad de organizarse y de disponer de cauces permanentes para manifestarse y desarrollarse, los cuales permitan utilizar esa “capacidad potencial, pero hasta ahora esporádica para movilizarse. Sólo en esa medida, la ciudadanía podrá participar e influir en los medios de comunicación. En este punto, la sociedad organizada y consciente de su ciudadanía tiene mucho que aportar y que proponer”.

En conclusiones, el hecho de que exista una problemática tan seria como lo es la existencia de sociedades con culturas “light” no implica que todo esté perdido. Tampoco el hecho de que estas culturas se vean acrecentadas por la apatía que sus habitantes demuestran por aprender algo nuevo o por opinar y actuar en sus sociedades -la que a su vez se alimenta o estimula por la circulación de contenidos chatarra de los actuales medios de comunicación- lo hace. Por ello les toca a los medios de comunicación, en especial al periodismo, el tratar de promover y desarrollar un verdadero cambio en la estructura social y cultural de todo el mundo, pero especialmente de nuestro país. De ahí que la libertad de expresión sea vital en estas operaciones, pues sin todos estos elementos, el “plan” sería todo un fracaso.

Si las cosas realmente pudieran cambiar en base a esto, la cultura mexicana se vería más comprometida en su identidad nacional, y la sociedad se vería fortalecida por todos sus integrantes. Ya se ha podido comprobar que, gracias a las constantes estrategias educativas que el gobierno ha desarrollado, la tasa de natalidad ha disminuido, la gente comienza a conocer algunos de sus derechos, y han aprendido a funcionar más como parte de un sistema organizado. Entonces, ¿por qué emplear a veces estos medios para entorpecer a la gente? Así como son promulgadas las maravillas, también hay qué reconocer que son cada vez menos las personas -en particular niños y jóvenes- que conocen su realidad social, histórica y cultural: está comprobado que frases comerciales como “toma Coca-Cola” son más memorizadas que otras como “Las armas se han cubierto de gloria”; así como también se ha comprobado que la gente recuerda con mayor facilidad los horarios de sus programas favoritos, como Pokémon, Acción, o El noveno mandamiento, que las fechas históricas, como la Batalla de Puebla, La Decena Trágica, o el Día del Soldado.

Por último, estos tópicos pueden conectarse a contextos que definen problemáticas más graves, como lo son el poco alcance que esta sociedades tienen a un mejor nivel de vida, puesto que los escasos conocimientos impiden que se obtengan empleos mejor remunerados, lo que trae consigo que países del tercer mundo permanezcan iguales.

De la misma manera, el periodismo encuentra su conexión con la necesidad de informar a otras partes del mundo de las diversas problemáticas que acontecen en todo el mundo; y si las noticias sensacionalistas que suceden en un país se divulgan en otros, es muy probable que esas personas, a fuerza de tanto ejemplo (pues recordemos que el hombre se desarrolla a partir de imitaciones, que luego son modificadas según sus circunstancias), el resultado no puede ser de otra manera sino negativo.

Así pues, detengámonos un momento para pensar qué es lo que estamos aportando nosotros, parte de una sociedad, por cambiar las mentalidades y actitudes que entorpecen el razonamiento y la intelectualidad. Y si nos percatamos de que nuestra actitud no ha sido precisamente la correcta, comencemos por cambiarlas. ¿Cómo? Muy fácil: evadiendo programas televisivos, periódicos amarillistas y propagandas comerciales que evitan que usemos nuestras capacidades intelectuales. Empecemos a difundir entre las nuevas generaciones la importancia de asimilar conceptos culturales que preserven nuestra identidad nacional.



FUENTES:
Los medios de comunicación y la construcción de la hegemonía, Editorial Trillas, México, D.F., 1992, 200 páginas
Medios de comunicación y desplazamiento educativo
Por Dr. Javier Esteinou MadridNúmero 20
http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n20/20_jesteinou.html
Daniel Prieto Castillo, Elementos para una Teoría de la Comunicación, Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE), México D.F., 1978.
Ludovico Silva, Teoría y Práctica de la Ideología, Editorial Nuestro Tiempo, 1971, México D.F., páginas 153 y 181.
Enrique Guinsberg, Los Medios Masivos de Comunicación y La Formación Psicosocial, Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET) , México D.F., septiembre de 1978
Periodismo y Cultura.
Periodismo y Libertad de Expresión
http://www.fortunecity.es/conjuntos/privada/36/
El Ciudadano debe captar la voz y juicio del Ciudadano
Francisco Huerta
http://www.fundacionbuendia.org.mx/rmc/rmc45/voz.html
Los Medios de Comunicación y la Educación Ciudadana
Miguel Acosta
http://www.saladeprensa.org/art82.htm


escrito el 20 de abril de 2001

Pensamientos confucianos a las cinco sin dormir ni comer

"El hubiera no existe
Lo que no existe, es tiempo pendejo
Ergo, el hubiera es tiempo pendejo"

Giommera


"Vive cada día como si fuera el último de ellos: algún día acertarás".

Wey Zinkehacer

sábado, 3 de mayo de 2008

El poder de la red imaginaria.

Supongámonos que el internet es una red imaginaria. Una especie del espejo de la bruja de Blanca Nieves, o el monitor ultramoderno de los superhéroes que se reunían en el Salón de la Justicia.

Nada cabe en el aire que respiramos, pero dentro del internet, está todo, desde ánimas que purgan la incapacidad de establecer relaciones sociales reales, hasta prácticos comerciantes que aprovechan el anonimato que implican los túneles invisibles del nuevo espacio-tiempo.

Y aquí, en la anarquía del internet, se suscitan toda clase de eventos: críticas, declaraciones de amor, publicaciones de libros, pornografía y canciones de Barney.

Como en tiendita de abarrotes, los internautas nos damos vuelo con tanto conocimiento (no deseo catalogarlo como malo o bueno, no estamos en la clase de axiología 1), máxime si es gratuito. Aquí todo es informal: hasta las pedradas se ven más bonitas, intocables, inalcanzables -aunque tal vez imprimibles-, absurdas en nuestro mundo "real".

Yo no conozco a un mexicano de la clase media y superiores que no se haya visto seducido por el poder de esta red, tan peligrosamente ingenua. Todos caemos: mandamos "meils" a destajo, cadenitas insulsas, comentarios anónimos y posteamos y ventilamos nuestro sentir mexicano.

Es notorio, sin lugar a dudas, que los mexicanos somos bien "trendies". Tan es así, que hasta nuestros honorabilísimos diputados, senadores, magistrados y funcionarios públicos, ya están en la onda del "triple doble u".

Se nos autoriza a participar democráticamente a través de páginas de internet convertidas en plebiscitos intangibles. Se nos obliga a pagar impuestos desde la Conchinchina a través de portales web inimaginables para nuestros bisabuelos. Se nos invita a presenciar las desfachateces, estupideces y contrariedades de nuestros excelentísimos gobernadores, con sus páginas de transparencia y acceso a la información clasificada como pública -coladera de lo que ya no nos importa a nadie y, por ende, puede ser ventilado; escaparate de excentricidades mórbidas que rayan en el voyerismo administrativo-. A votar por ideas que no entendemos de dónde vienen ni hacia dónde van (si es que llegan a algún lugar).

Todo está en orden: México sigue con los ojos vendados y la convicción en la mano por un camino al anonimato existencial que suprime irracionalmente el orden jurídico que rige al Estado a través de sus artículos constitucionales.

Cada vez es más notoria la confusión que el Estado confiere a sus asuntos con la Nación. Es claro que para sus representantes, dirigir correctamente al país, es suscitando chismes de lavadero, ampliamente difundidos por televisoras abiertas, radio y medios impresos.

Por el contrario, lo que verdaderamente distingue la acción del Estado dentro de la consecución de un bienestar público, está siendo cada vez más relegado a los pasadizos invisibles que aporta el Internet.

Lejos de ver al reciente secuestro del Congreso de la Unión como un acto ilícito que viola los presupuestos legales vertidos en el artículo 68 constitucioal, el cual menciona que "Ninguna Cámara podrá suspender sus sesiones por más de tres días, sin consentimiento de la otra", yo más bien tiendo a creer que realizar el paro de actividades fue una consecuencia natural del ejercicio correcto de las facultades, obligaciones y atribuciones que se tienen como representantes del pueblo y las entidades federativas, toda vez que dichos actos se basan en la persecución del correcto desarrollo del principio jurídico que fundamenta la Rectoría del Estado, expuesto en la Constitución Mexicana en sus artículos 25, 26, 27, principalmente, y el cual es al mismo tiempo una garantía para el pueblo (si atendemos al artículo 41 constitucional) y una obligación para aquel. Recordemos pues, que el Estado no sólamente es el Presidente de la República como máximo representante del Poder Ejecutivo, sino que también lo conforman el Poder Legislativo (formado por las Cámaras de Diputados y Senadores, que juntas son el Congreso de la Unión), y el Poder Judicial.

Luego entonces, el artículo 73 constitucional, fracción XXIX, números 2º y 5º inciso c), faculta a nuestros representantes legislativos a negociar la situación jurídica de reforma medular a todo lo relativo con el petróleo y PEMEX.

Por esta razón, considero que no es de especial relevancia el pensar que un paro de actividades haya constituido una violación real a la Ley Suprema, toda vez que quienes lo hicieron, al igual que los que la padecieron, tienen la obligación de responder por los actos jurídicos que dentro de sus cámaras se desarrollen, como parte del compromiso social, legal y político que contrajeron al momento de protestar sus cargos.

De esta manera, vemos que el Estado, efectivamente está realizando acciones tendientes al consenso real y productivo de un tema tan medular como lo es la reforma energética. Me refiero a efectivamente y no eficazmente, porque aún no se sabe si dichos actos tendrán un efecto favorable para sus representados, es decir, todos los mexicanos y el propio Estado. Éste es el ejemplo más significativo que se pueda encontrar, en fechas recientes, de lo que implica actuar en un mundo alejado del internet y los medios de comunicación.

Recordemos pues, que el sistema jurídico está meticulosamente estructurado en nuestra Ley Suprema, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y que de su correcta aplicación y observancia devendrán los resultados esperados, sin importar siquiera si los medios de comunicación están de acuerdo o no. Al Estado le corresponde encabezar la consecución del bienestar público general como su teleología originaria. A los medios de comunicación, le corresponde coadyuvar, dentro su esfera de acción respectiva, en que dicho bienestar público sea un panorama que todos vivan y sientan, esto es, le corresponde, en este caso, disponer de sus armas para la libre interacción para la consecución democrática de los parámetros sociales, políticos, jurídicos y culturales, siempre y cuando no transgredan los mecanismos jurídicos que para tales efectos se disponen.

Dicho así, considero que la reforma emitida por la Comisión de Puntos Constitucionales respecto del artículo 69 constitucional, y atingentes a la facultad que tendría el Presidente de la República Mexicana de enviar su informe presidencial vía correo electrónico, raya en lo "metaimaginable" en nuestra deplorable situación caricaturesca de la eficiencia gubernamental y sus mecanismos de coordinación con el Poder Legislativo.

Se trata no únicamente de dar al traste con una formalidad protocolaria que se venía dando desde la implementación concreta de nuestra actual Ley Suprema, sino que también sería omitir el respeto que los ciudadanos, como depositarios de la soberanía que somos, y cuya garantía nos es respaldada por el artículo 39 de nuestra Constitución. Es completamente inadmisible el tipo de reforma que se plantea, visto desde una óptica jurídica: se permitiría, además de lo anterior, que el respeto por la seriedad que reviste el mandato que nosotros como detentadores de la soberanía hemos depositado en dos de los tres poderes que garantizan el equilibrio del poder, se pierda en el infinito de algo que, aunque ha resultado ser una herramienta eficaz para el desarrollo de ideas constructivas, también es un sitio donde la anarquía –legalmente hablando- impera, en razón de su novel existencia.

Ergo, si atendemos a que el e-mail es normalmente utilizado como puente de comunicación informal y/o de negocios, resultaría inadmisible que dichos parámetros constitucionales sean aprobados en sesión extraordinaria por la Cámara de Senadores.

No se trata de apoyar el retraso tecnológico entre quienes habitamos el Estado Mexicano. Se trata de mantener los esquemas jurídicos esenciales para el mantenimiento y desarrollo correcto del mismo, en pro de sus habitantes.

En la palabra discernimiento, existe la clave. Ojalá que sea puesta en marcha a tiempo.