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domingo, 31 de julio de 2011

Un sol cubano


Para Lichi
In memoriam

Los domingos nunca leo las noticias. No tiene caso: son el resumen de mis gastritis de lunes a sábado. Los domingos reviso los twits de quienes considero tienen algo importante que decir, me entrometo en sus pensamientos (al fin y al cabo los dejaron al descubierto) y luego pienso en sus reflexiones largamente, tendida sobre la cama (o sobre el sofá o en el comedor. La cosa es que mi masa no se mueva).

Pero hoy mi ritual dominical cambió un poco. Un twit de uno de mis escritores favoritos, Fabrizio Mejía Madrid, me obligó a tener qué leer las noticias. Decía: "Y la eternidad por fin comenzará este lunes, al menos para él, para Lichi". Pensé lo atinable, me engañé treinta segundos creyendo que era un chiste local propio. Google debería tener más tacto: me arrojó la página de El País, donde decía que Eliseo Alberto de Diego, el escritor cubano, el dicharachero, murió ayer. "Publicado hace una hora", susurra Google. "Lágrimas. Tiempo Real". Digo yo.

Suelo meter la pata (a Fabrizio le consta) en temas de escritores mexicanos y latinoamericanos. A unos cuantos les he llegado a preguntar cosas que ni al caso. Al principio me pasó que de algunos apenas iba sabiendo de su obra por primera vez cuando los tenía enfrente y me quedaba muda cuando hacían alusión a cosas que ni idea tenía (y que llegaron tardíamente tras del honor de tamaño silencio: el don de la postinvestigación nunca me ha fallado). Con Eliseo Alberto no fue la excepción.

Desde hace dos años me cuelo en la Feria del Libro de Saltillo, contactándome con los escritores que considera el comité organizador son los idóneos -o a veces de plano con los que personalmente quisiera traer para conocer y para darlos a conocer en mi ciudad-. Fue tratando de conseguir que viniera Lichi que hice mi gran oso estelar. Como un buen cubano, amigable, fraternal, jacarandoso, no tuvo problema en aceptarme entre sus miles de amigos en Facebook. Yo, que apenas le había leído una novela, Una noche dentro de la noche, estaba feliz. A ello se le sumaban las columnas que llegué a leerle los jueves (si mal no lo recuerdo) en Milenio.

Desde ese punto brincó mi mentecilla ociosa un día de chat feisbukeano y osadamente lo increpé, una mañana de mayo del año pasado. Le hice la invitación (previa consulta con mi jefe) de la mejor manera posible y quizá demasiado protocolaria para él.

Su respuesta ha sido una de las negativas más dulces que he recibido en mi vida. "Hermosa, con mucho gusto iría para allá, pero ya no puedo: tengo un problema de riñón que me obliga a asistir a diálisis. Estoy enfermo".

No creo que sea necesario explicar el montón de piedras que hubiera querido mandar traer desde muy lejos para enterrarme, o de saber hacer una grieta en el piso de mi estudio para que me tragara. Sí tengo que decir que no hubo necesidad de pensarlo mucho tiempo, porque su sonrisa escrita en un chat de poca monta no dio tiempo al tránsito lento de mi bochorno personal. Empezó a hablar de las flores, de su hija, del hospital, de su riñón. De México. De las canciones de Cuba. Pasaron cuarenta y cinco minutos sin sentirlos. El señor era así de sencillo. Sus brazos se extendían así de fuerte por las letras de su teclado. Por eso no me desconcertó cuando me cuestionó cómo me sentía, mucho menos mi respuesta: triste. Estaba triste y decepcionada, desalentada de un todo que no sabía por dónde definirlo.

Bailar y cantar. Dibujar un gran sol. Esas fueron sus recomendaciones para una principiante de la vida. "Yo imagino un sol porque a veces aquí no sale y lo extraño. Dibuja uno hermoso, grandote y ponlo en tu ventana. Las cosas saldrán mejor". Prometí dibujarlo y enviárselo. Hice únicamente la primera parte, la segunda me dio algo de vergüenza (no era una obra de arte que digamos). Me dijo que podía sentir la calidez de mis abrazos (suelo enviarlos cada dos por tres en mis pláticas) y desde entonces creo que los doy con más ganas. Le dije que lo tendría en mis conversaciones con el ser superior en el que creo. Y así lo hice.

Hoy me entero que ese ser ya se lo llevó. Y la verdad no puedo dejar de llorar.

Decir "gracias, Diego, por tus palabras", como verán, significa para mí algo más que agradecer sus libros y sus columnas. Me regaló un canto cubano que me elevó la pila en la primavera del 2010.

Ahora solamente espero que con las mismas notas de alegría haya sido recibido, allá, en el paraíso que pagó desde que descubrió la luz en sus dedos.

sábado, 30 de julio de 2011

Sobre la virtuosidad de la lectura


La lectura como forma de cultivarse, la lectura como arma para platicar en los cafés, la lectura como pretexto para ensoberbecer a los necios, la lectura como punto frágil de los desamparados. Eso ya lo sabemos desde hace muchos años. A mí me gustaría platicarle de otras formas de lectura: La lectura, antídoto contra la estulticia de alma, corazón y mente. La lectura de la vida como antídoto para la muerte.

La lectura es la madre de todas las virtudes. "Señores, si quieren que les dejen de ver la cara, lean", siempre nos dicen. "Señores, si quieren recordar el mundo, léanse y léanlo", tal vez sonaría mejor.

Aprenda a leer la luz. Tome dos lecturas mínimo en la mañana: una al amanecer (jamás se pierda de ver el sol: nunca sale igual, aunque los sabios digan que lo hace por el mismo lado de la Tierra) y la otra con el primer alimento que tome. Leer los alimentos nos recuerda que estamos vivos por una razón: el Amor de nuestra Madre.

Lea sus propios días sin reparar en el tiempo perdido. En realidad no hay tiempo, mucho menos para perderlo pensando que se perdió. Lea su corazón: ¿palpita? Seguramente es porque todavía cree en la esperanza. Léase las palmas de las manos. Las arrugas de la cara. Los caminos insondables de la piel. Eso es su libro. Y es ambulante. Compártalo. No sonría por compromiso. Sonría por la mirada.

Al mediodía, léase un par de niños. A menudo tienen letras mayúsculas: todo les asombra, todo lo gritan. Quizá hasta lo exasperen. Mucho mejor: en el fondo, significa envidia por volver a ser el cuaderno italiano de hojas lisas y blancas para escribirse y después autoleerse. ¿Ya reconoció el sentimiento? Ahora, permítase remojar su pasta dura en algún charquito, y borre aquello que no le gustó. Gire esa hoja húmeda al viento. Al secarse quedará arrugada, pero estará limpia otra vez: escriba que no volverá a permitir que el Capítulo de la Inocencia se vaya.

Al anochecer, no olvide leer a quien ama. Tal vez no esté ahí. Pero el pensar en alguien, leer el tiempo vivido juntos, es evocar y dar vida. Léase el mejor beso, el mejor encuentro, la mejor noche de pasión. Si está junto a usted aquel libro, ábralo de nuevo y no se canse de leer lo que debió haberle escrito: gracias, te amo, perdón. Es la mejor manera de contactarse con lo divino.

Pásese a los ojos de las personas y léalos también. Es una lectura de fondo que jamás tendrá subvoces ni intertextos. No haga preguntas: reciba. Normalmente las cuestiones son respondidas con el simple hecho de callar y reconocer ese otro capítulo de nosotros mismos que anda por ahí, en este mismo, ancho lugar.

Tan pronto como recuerde cómo leer el entorno (todos llevamos detrás de los ojos los archivos de las sensaciones de nuestros antepasados), le sugiero que intente leer la música. Le puedo anticipar que nadie ha salido ileso: los duros se vuelven blandos, los ciegos pueden mirar, los tercos aprenden a ser viento y los tristes ya no lloran.

Y, finalmente, la lectura que todos creen es la primera: Si y sólo si usted ha aprendido a leer el aroma de las frutas, las flores y las historias de las personas por las que vale la pena sostener el mundo, léase un libro. Las manchas tipográficas probablemente le resumirán, con un lenguaje casi musical, lo que ya ha visto, sentido o vivido; tal vez le acercará a otros mundos que usted podrá experimentar en toda su magnitud. Será su mejor amigo o su opositor de cabecera, pero jamás será un objeto. Es la voz impresa de alguien que, como usted, alguna vez respiró, leyó y escribió la vida.

martes, 26 de julio de 2011

MIS POEMAS EN RADIO ETIOPÍA DE RADIOUNAM

¡¡¡Estoy Feliz porque mis poemas saldrán el 22 de agosto en Radio Etiopía, programa semanal de Guillermo Henry transmitido los lunes a las 23:00 hrs. en RadioUNAM!!! Gracias, Guillermo. Gracias, LUZ.
La liga para escucharlo vía Internet es:

http://www.radiounam.unam.mx/site/

De cualquier manera, estaremos enlazando en días previos la estación, para que puedan acompañarnos.

Tres veces lux

Un rayo de miel atraviesa a la hora de la canción sagrada de la noche. Es la tela donde duerme la voluntad de una mujer bendiciendo su visión que ya no es más plegaria:

Algún día la Tierra volverá a ser un papalote y sus herederos reirán sobre sus cuatro vórtices, formando la cuna donde empieza el viento y los colores saben a sus nombres -todos tienen el color primario del amor-. Algún día nuestros hijos han de devolver las notas exactas del universo con sus bocas tibias.

miércoles, 20 de julio de 2011

La palabra de hoy es

Playtex .Cía. (El encanto de la, rendir la, evitar el uso de la. Ver apéndice siglo XXI, página /.../).

viernes, 15 de julio de 2011

La horda que viene

Que detuvieron a Mariel Solís Martínez (indignación nacional frente a la televisión y la compu: consideremos que la nación se encuentra ubicada en las coordenadas del Canal de las Estrellas y las redes virtuales). Que liberaron a Mariel Solís Martínez. Qué bueno. Aplausos y entrevistas todo el día ("Pensé que tendría un día tranquilo, pero me la he pasado hablando en los medios", dijo la joven que festejó su libertad yendo a ver la última película de la saga de Harry Potter). El problema ahora está en saber dividir el problema o mejor dicho, en desglosar las preguntas que generan el problema:

1. ¿Qué pasa con la procuración de la justicia mexicana? ¿Acaso estamos volviendo a los tiempos de la inquisición, donde un delito era creado e impuesto a la fuerza por quienes detentaban el poder eclesiástico? Peor aún: ¿estaremos regresando a los viejos cánones del México postrevolucionario -o quizá jamás nos hemos ido de la inquisición y por eso Díaz, el PRI, el PAN, el PRD y todos los que vengan siempre hacen lo mismo: la naturaleza de los sistemas y métodos no mutan, las personas que los ejercen y sus agrupaciones, sí-, donde todo era rigidez y paz, imposición y justicia, tortura y celeridad?

2. ¿Verdaderamente estamos tan mal, jurídicamente hablando -tanto en teoría como de facto- como para permitir que sean los medios de comunicación, el Facebook y el Twitter quienes se encarguen de ejercer presión? ¿Los conceptos de Comisión (estatal, nacional, cualquiera) de Derechos Humanos y Tratados Internacionales de la misma categoría -e inservibles por igual: esos ya ni en su casa los conocen- deberían ya, de una vez por todas, olvidarse? ¿Las ideologías políticas, morales, de justicia social y éticas en los jóvenes ahora serán agrupadas por equipos deportivos y no por una tendencia teórica que los unifique? Porque lo que pegó en esta ocasión fue la presión mediática, la solidaridad virtual... Y el espíritu puma. Lo anterior no es, en todo caso, una afrenta social. Más bien sería una afrenta a las estructuras jurídicas degradadas que han permitido escenarios como éste. Mariel Solís seguramente no ha sido la primera afectada con el comportamiento errático de la justicia mexicana, pero quizá sí de las poquísimas que se salvan de un tormento perpetuado en las cárceles de nuestro país. Y todo gracias a un twit de sus amigos.

3. ¿Cuál sería la conclusión a la que se llega, ante tal panorama? Joaquín López Dóriga intentó indagarlo al preguntarle a la joven cuál había sido su enseñanza. "Que debo cuidar más mi papelería personal", respondió ella. ¿En verdad eso es lo que un joven mexicano desearía o esperaría aprender de su país? ¿Cuidar sus credenciales, creer que el Twitter y el espíritu estudiantil saldrán en su defensa en casos obscenos como el ocurrido a Mariel? En materia jurídica, ¿el paradigma estadual tradicional estará llegando a su punto de colpso tal, que la nueva -o ni tanto- comunidad global está estableciendo nuevos métodos que aseguren la observación del respeto hacia la acotada libertad de sus habitantes, hasta llegar a un punto equiparable con el retorno a la horda, pero con i-pads, lap tops, y celulares con Wi-Fi?

Alguien dijo por ahí, que entre más conocía a la humanidad, más quería a su perro (se rumora que era, casualidades que tiene la vida, un dictador). Ahora nosotros, los mexicanos, podríamos estar facultados a decir que entre más conocemos la justicia, más amamos al Twitter...

miércoles, 13 de julio de 2011

MARCHA NUPCIAL

Alta y parsimoniosa, camina por el pasillo blanco y angosto una tarde de julio regalado (le gusta pensar que vive en otra parte del orbe, donde puede imitar manatíes y cajas registradoras por igual). El vestido puede ser de un color cualquiera, lo que reluce es su pelo azul, tan azul como las chanclas con las que pasea el viento de la tarde. Esparce a su paso flores de insecticida con sus pétalos de loto occidental sometidos al miedo infinito a las alimañas que saben de materias innobles, como la soledad. No platica más de un cuarto de detergente en ciclo suave. No olerá más allá del suavizante antiarrugas, su mayor enemigo aparte del tiempo. No escuchó la canción del mediodía por exceso de sueño y no escucha al grillo escondido detrás de la nube tóxica que los envuelve a ambos, al grillo y a ella, la novia de la lavandería que una vez tuvo un ajuar para el amor.

martes, 12 de julio de 2011

Si hay algo en la vida de lo que no me arrepiento, es de haber estudiado las maneras de intentar la justicia. Estoy segura que algún día, el "deber ser" se convertirá en una realidad. Entonces, las hipótesis jurídicas saldrán sobrando, y la ley de leyes será el respeto mutuo. Feliz Día del Abogado.

lunes, 4 de julio de 2011

EL SHOW

Asistí este domingo a un show de importación de alta calidad. Se llamaba "A Show Named Democracy" y la entrada no era libre. Debí mostrar una cosa de plástico con mi cara de hace varios años -la misma que uso para que reconozcan que existo, aunque no sé por qué, pero en realidad siempre he sabido que comparto una realidad con las demás personas... sensaciones raras que de repente me inundan, nada más- para poder entrar y disfrutar del programa, mismo que no pude presenciar hace casi seis años, cuando me robaron la cartera donde traía mi pase VIP a tan magno evento.

Me enteré del show porque días antes mucha gente comenzó a regalarme cositas simpáticas, como papeles pintados que no se podían reutilizar y calcomanías que impedían la visibilidad de todos los vidrios de mi carro. La descomposición surrealista de los decibeles emanados de las bocinas y los altoparlantes dio en el blanco a mi cerebro expuesto a toda clase de mensaje en cualquiera de sus manifestaciones: tácito, subliminal, directo, etc., con lo que mis oídos fácilmente quedaron subyugados a la manifestación acústica de una fiesta anunciada. "El momento cumbre de la civilización", "La celebración de la representatividad", "La consolidación de una lucha histórica", decían.

Fue precisamente la última frase la que me hizo indagar el por qué se ahondaba en la calidad del evento. Encontré pues, que el show al que asistiría tenía inspiración en otras fiestas más antiguas, todas igualmente engendradas por minorías sabias que decidieron un buen día dejarse de complicaciones y allegarse de una masa indistinta que les permitiera vivir. Varios señores de culturas variopintas (en especial las de occidente reciente) inspiraron los modelos, personas con lustre en sus cabezas que inventaron formas de existencia sistémicas impuestas a la sazón de unos cuantos golpecillos y monerías similares. Ninguno de ellos trabajaba tan duro como quienes, años después, aceptarían sus ideas como dogmas de supervivencia y del destino, prueba de ello era la vasta afluencia al show. Entendí entonces que el evento tenía algo así como un certificado de calidad, una garantía pegada como los sellitos de las carnes que importamos.

Convencida pues, del respaldo histórico del evento al que estaba por asistir, hice acto de presencia. Yo imaginaba un circo y lo hallé: unas casitas instaladas a prueba de polvareda y lluvia estaban ahí, las pancartas de cartón con letra temblorina, como quien ha pasado mucho tiempo riéndose: VIVA Y VEA <---A a la G / SUEÑE Y VIVA---->H a la Z. Imaginé ver a unos hiperestésicos, y también los vi: estaban con sus cerebros abiertos, mostrando las caras de todos los habitantes del mundo. Podía uno preguntarles por el nombre de cualquiera, ellos sabían de quién le estaba uno hablando. Imaginaba ver unos magos y también estaban allí, con sus cajitas naranjas y violetas, a punto de dar el toque con sus varitas mágicas. Y los payasos. Nunca deberían de faltar los payasos. Y tampoco faltaron. A mí me tocó uno goooorrrrdooo y sin chiste que con mirarte te hacía llorar. Le pregunté que a cuál escuela había ido y me dijo que a la de la vida, lo cual no me provocó gracia alguna y por lo tanto me hizo concluir que efectivamente estaba en presencia de un payaso, sentado en la esquina mirando al microuniverso que se desplazaba por ahí. De todo sacaba chiste. Todos los que estaban ahí lo celebraban. Igualmente imaginé ver al ilusionista y también lo vi ahí: con su sombrero y su bigote bien peinado, giró en el aire su mano que se volvió un caracol y de pronto aquello pasó de circo de pueblo a un emocionante programa de televisión: las luces de colores me hacían sudar, el aplauso sostenido de un público felizmente sometido a las porras de chicas bien formadas y a las decisiones de un jurado calificador me hizo entrar en acción: los magos preguntaron "quién dijo yo" y yo levanté mi pulgar.

El acto de magia no tuvo mucho chiste: me invitaron los magos a pasar por detrás de una cortina de plástico. Yo esperaba que me devolvieran en calidad de Scarlett Johanson o de perdido Monica Bellucci, pero a lo más que llegué fue a regresar con mi dedo pintado y mucha confusión: durante el trayecto, pude ver a las mismas hojitas pintadas, pero ahora había otros nombres. Una crayola negra me decía que debía tachar un cuadro, pero para qué, le respondí, eso no tendría chiste: ya todo ha sido pintado, ya todo ha sido dicho por el artista que hizo esta hoja.

Como había llegado tarde a la función porque los shows no tienen mucha relevancia para mí, mi inspirada indecisión obligó a los productores del show a pedirme que agilizara el evento. Entonces escribí algo así como "Quiero ir a un lugar llamado Utopía ahora.".

Y en ese momento, la escenografía del show se disipó. Todos se fueron. No quedó siquiera el eco de la fiesta -donde no vi pasar los refrescos de sabores ni las palomitas ni las almendras confitadas-. Sólamente muchos papeles en blanco que caminaron en espiral hasta formar una frase: "Sigue participando. Suerte para la próxima.".