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sábado, 28 de diciembre de 2013

Tengo dos abuelos que eligieron las fechas decembrinas para partir a otro viaje. El primero, Chema, murió el mismo día que Charles Chaplin, dejando nueve hijos con historias sin pagar y una nieta, mi hermana mayor, muerta de susto cuando Miguel la llevó a despedirse de él, tendido en la cama tras su última batalla con la diabetes. Lo hizo porque ella era la consentida, la bella niña que lo hizo comprarle una lavadora a la pareja de recién casados que no sabían (y quizá nunca supieron muy bien) lo que hacían. También lo hizo porque mi padre era el consentido de mi abuelo: era el único nacido pelirrojo, con un pie chueco y con la malicia que le gustaba en el fondo ver retoñada en el niño. Era un hombre recio, de Zacatecas. Su madre le dio sus dos apellidos y quizá esa era la causa por la que mi abuelo Chema se resistía a presentar su acta de nacimiento para solicitar su jubilación. Dicen que amaba leer y les prohibía (aún no sé si por costumbre zacatecana o por maña acuariana tendeciosa) a mis tíos y a mi papá leer los libros más complejos (en especial los de Hermann Hesse y Dostoievsky, decía que eran malos). Se daba tremendas enojadas si se daba cuenta que los habían tomado. Como quiera todos leyeron su biblioteca completa, en especial Chema chico, Rosa y Miguel. Supongo que a mi abuela Sara le dio un dolor muy grande y, escorpiona y mártir que era (nació un día de San Judas), esperó dos años para morir un 8 de febrero, justo cuando su Chema había nacido. 

La otra abuela es Lupita. Era la mayor de los hermanos Ramos Esparza, los descendientes de una familia tlaxcalteca adinerada cuyos padres murieron a muy temprana edad, dejándolos al cuidado de unos padrinos quienes al final perdieron la herencia de los tres hermanos. Lupita, a diferencia de Josefina, la madre de mi madre, jamás movió un dedo para exigir lo que era suyo. Bajita, blanca como la misma luna de Lorca, lo suyo era cocinar a la familia Hernández Ramos en lo que su hermana menor iba a pelearse entre abogados corruptos y necios. Sabía bordar y sabía dar unos abrazos hermosos. A decir de mis hermanos, fue la mujer más noble que haya existido a la redonda en esta tierra que nos tocó vivir. Vivió una vida de sufrimiento que al final se vio compensada con una lista que Margarita le encontró debajo de su almohada, unos días después de fallecida, una lista con todos los lugares adonde había viajado con la familia Carrillo Hernández, mi familia, la que parece que es otra porque a mí nada más me ha tocado presenciar la historia de una generación aparte a través de fotos y anécdotas entrecortadas. Margarita, que cree en la reencarnación, creía antes que yo era mi abuela Lupe porque me parecía a ella: el cabello quebrado, buena voz (ella era soprano) y de niña yo nací con unos ojos grises que dicen eran iguales a los de ella, que muy pronto se tornarían azul marino para luego volverse negros. Aún me queda el contorno azul marino, de repente se mira con cierta luz. Únicamente dos personas los han visto. El segundo de ellos se robó mi alma en noviembre.

Pero Margarita olvidó la teoría tan pronto su hija se volvió una auténtica "muchacha lebrona": respondona, rebelde, preguntona, desobediente, era la antítesis de la pureza y la bondad de mi abuela Lupe, quien, según otra creencia de Margarita, deja monedas escondidas en los lugares más insospechados cada vez que uno de mis hermanos o yo vamos a cumplir años. Yo más bien pienso que las olvidan, aunque me gusta mucho pensar que mi abuela, de un modo u otro, está al pendiente mío en alguna parte intangible de este enorme universo. Ella partió un 27 de diciembre, tres años y tres días antes de que yo naciera. Es raro esto de la vida, por más que uno dibuja trayectos en el aire, el tren te dice cuándo vas o no vas. 

No sé si de ambos heredé algo más que el mes para erigir mi personalidad. Diciembre no es tan dicharachero en mis dos familias, después de todo, aunque a todos nos dé por contar chistes ácidos (los Carrillo) o cantar en el karaoke (los Hernández). Yo más bien tiendo a pensar que de mi abuelo heredé el trato rudo que a veces se necesita tener para la vida y esa inagotable sed de entregarse, aunque muy a su manera. De mi tía abuela creo que nada más heredé el cabello y la facilidad con la que me conmueven las historias, aunque, como tengo la herencia de mi abuelo, nunca lloro frente a ellas, a diferencia de mi abuelita. 

De Chema se cumplen 36 años. De Lupe, 34. Ya no reclamo el no tenerlos conmigo como antes. He aprendido a leer sus huellas en muchas cosas, no precisamente de mi familia o parientes. Es una corazonada, una especie de flashback que llega de repente y me hace la conexión con mis ancestros. Como por ejemplo ésta, donde estoy sentada en una mesa con un foco que enfatiza su reflejo café, el mismo reflejo que inundaba el pasillo  de la casa de los Carrillo Curiel, que daba al ropero donde estaba la foto de mis abuelos recién casados. O como por ejemplo esta mañana, cuando me puse a cantar por más de una hora. 

Los cumpleaños, creo, cuando estamos muertos deberíamos festejarlos por partida doble. Es un honor nacer y luchar para amar la vida. También es un honor dejar la tierra y demostrar que la vida sigue. 











viernes, 27 de diciembre de 2013

Ya te voy entendiendo, lluviadiciembre: quieres darnos a Little Jump una pista de hielo en la mera Plaza de Armas.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Hoy fue un día diferente. Hoy fue el día de tumbarme y leer lo que me esperaba por más de seis meses, el día de oír la música que en la oficina no puedo escuchar. El día de recordar a Miguel, de contarle que la Navidad es muy aburrida desde que no está y que todavía recuerdo la última, cuando le dije que de Abba, la única rola que me gustaba era "Chiquitita", justo cuando veíamos un concierto de la agrupación en el canal del Politécnico. Quién me diría que sería el himno que me dejó en el cumple diecinueve, un mes antes de marcharse.

También es el primer día de los siete que cuento hacia atrás. Procuro no ver el reloj y concentrarme en las letras para aligerar el desplazamiento del tiempo. También, cierro los ojos, y ahí está él. Es el único al que podría soñar con cada detalle, desde su cabello hasta la uña del dedo chico del pie, me parece que con él resurgen mis dones de dibujante y eso es hermoso. A un minuto estoy, casi podría decirlo, de cotejar todos mis dibujos mentales a través de mis yemas.

Hoy fue un día diferente, tuve programa de radio sin estar hablando y no hablé de arte sino de la esperanza y la oración. No pretendo (jamás lo he pretendido) aleccionar ni con mis otros programas ni con éste en particular, lo único que quiero es detener la prensa y emitir una palabra buena de origen para los que vienen atrás, porque el mundo es aún muy ancho.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Sábado 21 de diciembre, tolvanera y cielo color café. Como cada año, esa bendita costumbre de ir hasta el centro, admirar con regocijo la voluptuosidad del aguinaldo desplazándose de una vitrina a otra, de un cuerpo a otro: niños, madres de todos los colores y complexiones, padres (en su mayoría vaqueros) y ancianos (los menos) sienten el vértigo del poder, como lo sienten a diario sus jefes, como ellos aspiran a sentirlo una vez al año, aunque todos sepamos en silencio que el poder, quiero decir, ese poder, nunca, y que tal vez el verdadero nadie lo quiera oír porque no tiene plusvalía y, para acabarla, es completamente abstracto, originario de algo llamado introspección.

Llegar con el carro a punto de turrón por tanta tierra, buscar paciencia para hacer fila y entrar al estacionamiento más seguro de la ciudad y también el más caro: el de la calle Padre Flores. Inició en lo que antes era la central camionera de la ciudad, con el tiempo y gracias a los boletos en diez pesos encontró espacio para sus posaderas de cemento en la parte posterior del terreno, que da a la calle de Manuel Acuña. Más tarde, ya con el boleto a trece pesos, la calle de Victoria, la principal (esa que antes era bonita hasta que un día alguien la convirtió en una calle estilo mol macalero), también tuvo acceso y lugar al estacionamiento. Desde hacía ya unos ocho años, los mismos señores, uno en cada punto, casi como si fueran la Trinidad. 

Hoy, después de tres meses de mantener callado este asunto, decidí escribir que no hay más señores atendiendo, que el boleto ahora cuesta quince pesos y que en el lugar de los señores (uno de los cuales era mi amigo -me hice su amiga cuando, saliendo de comer tamales en la fiesta de San Francisco, por dos minutos me cobró trece pesos. Cuando vio mi mueca de regatona, me dijo: "entonces qué, ¿le descuento los trece pesos y que me los cobren a mí?". Me dio tanta risa que ese día no llevé champurrado a la casa porque se lo dejé a él) hay dos máquinas para cobrar los boletos. 

El cambio ha sido la estupidez más grande del mundo: ¿los dueños habrán contado de perdido cuántas personas entramos y salimos al mismo tiempo de ese estacionamiento?, ¿se habrán puesto a pensar que justamente en fechas chocantes como ésta la gente converge al triple al santuario de las carnicerías? Hacer fila es un horror, ha habido ocasiones en que he tenido que pagar un nuevo boleto porque en lo que llego 
desde la maquinita a mi carro se me acaban los quince minutos de tolerancia. La gente no sabe del otro cajero, ubicado en la salida a Acuña y la verdad es que no dan muchas ganas de difundirlo: está tan oscuro que de pronto todas esas historias de Jack y cientos de violadores aparecen con singular alegría por la mente. 

Pese a todo esto que estoy diciendo, mi molestia real se centra en otro asunto: ¿por qué los dueños, podridos en dinero tras veinte años de estacionamiento monopólico en el centro, decidieron ahorrarse cuatro míseros salarios mínimos? ¿Tienen idea de que esas personas también comen, visten, calzan y sueñan, que tienen hijos que en algún momento necesitarán gastar dinero para sobrevivir? ¿A este siglo se le olvidó en lo que estaba pensando Karel Capek cuando lanzó al mundo la palabra robot

La frialdad de los habitantes de mi ciudad me asquea. No es posible que una comunidad tan pequeña siga siendo, después de más de cuatrocientos años, tan estúpidamente fragmentaria. Si a los dueños del estacionamiento les puede tanto pagarle a cuatro familias lo que ellas por derecho del tiempo merecen obtener (finalmente, también son caracteriológicas de la ciudad), entonces nosotros, la clase media, deberíamos sentir dolor de pagarles un servicio a esta gente. La mayoría venimos de la misma clase social que estas cuatro personas que se quedaron sin empleo, ¿por qué apoyar a las familias que siempre nos han explotado?

Ya sé que todo mundo seguirá usando ese estacionamiento por fines prácticos,  pero he ahí que la palabra práctico es lo que aclara el fin de todo esto: la practicidad está cifrada en términos monetarios (cuánto te tardas en ir al banco, cuánto en sacar el pasaporte, cuánto en empeñar tus joyas, cuánto en hacer trámites a Palacio de Gobierno), no en el desarrollo general. Comprendo que estemos en un mundo material. Lo que no comprendo es por qué siempre le ha de acompañar la insensibilidad y la crueldad. 

Así las cosas, el próximo diciembre preferiré cargar mis siete kilos de chancho más calles a pagarle a un robot el dinero que mi amigo no verá, porque sabrá dios dónde estará trabajando y cuánto gane.






viernes, 20 de diciembre de 2013

Todo iba bien en este arranque de vacaciones hasta que mi cerebro me susurró: ¿entonces ya eres parte de esta nueva libertad?


jueves, 19 de diciembre de 2013

Ésta es la rapsodia del asfalto y del viento acariciando la grieta del nómada. Aquí se respira la alegría efímera de los feligreses que mudan su rutina de la fábrica al centro comercial. Fanfarrias de serafines, su algarabía es tal que hasta sonríen los pinos en su sacrificio por un par de mejillas rojas de infantes que deben creer en algo porque quizá mañana será un poco tarde.

Ésta es la rapsodia de quienes tienen el derecho de reír con la vida y no al revés.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Te sientes plena, María Magdalena. Plena y la cintura, plena y las medias, plena y estas botas que caminan encendiendo la mismísima luz. Te sientes plena, María Magdalena, él te moldea así, su canto distante que quisieras tener en la más negra hora de tu sueño.

Y estando así de plena, cuentas las horas hasta volverte loca. Qué diamante deberías empeñarle al tiempo para que el gran día venga, cuántas ánimas habrás de convencer para que la plenitud te alcance hoy su abrazo y sus labios.

Te sientes plena, María Magdalena. Tanto, que vienes y lo escribes, mordiendo al perro mundo que al fin te libera.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Los villancicos huérfanos de Walmart. Sus madres en otro sitio, pariendo nuevos hijos.

La navidad debería ser una etapa a elegir. Esos niños deberían haber podido elegir entre venir al mundo en la orfandad o no hacerlo.

Me agacho para que la niña no me vea triste.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Lo único malo de pensar rápido y trabajar rápido es que te quedan como seis horas muertas en la chamba. Para colmo, el inventario anual en la biblio...
Nació el viernes con su caos aumentado. Llegan el aguinaldo y el corazón capitalista.

Como siempre traigo al mío en su sitio, me dedico a mirarlos con una risa plena, que fácilmente podrían tildar de idiota. Los idiotas son ellos: en verdad, hermanos, no entienden lo que es abrirse y vivir.

martes, 10 de diciembre de 2013

Ganas de bailar, de danzar el cuerpo, de incrustar esta risa que no se borra en la frente de los angustiados, los que teniendo techo no tienen calor ni casa, fuente u oxígeno. Ganas de bailar, muchas.

lunes, 2 de diciembre de 2013

sábado, 30 de noviembre de 2013

Y para cerrar, las manos de la noche.
Corazón, ojalá pudiera regalarte la capacidad de volar desde mis poros diciéndole al tiempo y a quienes amas y has amado que no hay un hueco mayor o o menor en el sitio que a cada uno le pertenece. Corazón, ojalá tuviéramos un regulador del sonido para no escandalizar al mundo. Corazón, me da gusto que no hayas querido morir cuando la mesa estaba puesta.
El Teletón, ese ejemplo cínico de la tergiversación de la corresponsabilidad social. La corresponsabilidad social, ese concepto ramplón que no acaba de decirle de una buena vez al Estado: "Actúa o lárgate"; ese concepto miserable que se usa para chantajear a ultranza la piedad cristiana de los individuos. La piedad cristiana, ese elemento acotador de la sociedad: más valdría actuar por amor verdadero que mentir en aras de la aceptación, de recibir el lucero a la hora de la muerte. Aquí no hay más que Lucero, esa belleza histriónica llorando en el Teletón, ese ejemplo cínico... etc.
Que vivan los planes tirados al viento, la suave música de lo inesperado agitando la sangre.

martes, 26 de noviembre de 2013

Cae la lluvia, diciembre ya se va anunciando: será espeso como la niebla que vendrá a la mañana y frío como ha de ser en esta latitud del mundo. El jazz de Cassandra Wilson no cesa y así pasa la madrugada. Contención, llanto, contención, ojos: el cielo ya lo está diciendo por nosotros.


lunes, 25 de noviembre de 2013


Una mujer dejará de ser violentada en todas las formas posibles el día en que ella haga posible la concordia entre las de su género. Una mujer dará cuenta de que la violencia es general el día en que todos dejemos de escindirnos, de categorizarnos y de clasificarnos: la violencia es energía mal encauzada que rompe el Hogar. Y ahí estamos todos los seres vivos. Un acto de amor no es un listón de colores, sino asumir que todos somos uno y no hay más. Los paradigmas de poder y dominio van transformándose, ésta sería la primera vez que a nivel "global" se erigieran los andamios para la comunicación y la equidad en todos sus aspectos. Si el siglo XXI se nos escapa de las manos, probablemente heredaremos cientos de fechas memorables, no por su valor, sino por la gran estupidez de celebrar la utopía no realizada por causa de un ego colectivo anquilosado. Feliz vida a todos.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Que estoy muy deprimida, sí. Que tengo unas inmensas ganas de llorar porque no sé dónde está todo ni cuál es su lugar, aunque lo esté viendo, también. Que he perdido todo, hasta la risa, es muy cierto. Que hay días en que despierto y me pregunto para qué esta obra de un cromosoma y un óvulo inesperados, casi, casi a modo de calvario. Que me sobreviven la música y la literatura y el amor con el que caminan mi alma y mi corazón, también. No me refiero al amor que alguna vez di y (tal vez) recibí como hembra, hablo del amor de Dios, porque, aunque no lo crean, yo sí creo en él: Darwin y quienes escribieron la Biblia eran unos reverendos estúpidos. Dios no.

Que me obligo a cantar y bailar, a no pensar en el pasado porque todavía me duele mucho, muchísimo, es indudable. Que tengo muchas preguntas sobre el futuro pero a como veo el mundo agradezco la oportunidad de la música y las palabras en el tiempo presente, es más indudable aún. Nunca me he jactado de llorar en público y jamás lo haré, pero eso no significa que no me duelan las traiciones, el desparpajo con el que han sido despreciadas mis intenciones de erigir campos nuevos para los que me importan. No dejo de pensar que la alegría será mi fortuna, y por eso me dedico a dar gracias por lo que no veo y siento, aunque parezca el acto más idiota del mundo y eso más bien se llama una esperanza bien cimentada en mi corazón: estoy libre y quiero ser la dueña total de mi propia libertad, con eso basta.

Que esto a nadie le importa, lo sé, y lo agradezco bastante.
El viernes fui invitada a participar en un panel que hablaría del bullying, todo eso dentro del marco de la presentación de una revista académica. Al principio no le di mucha importancia, pero tan pronto se acercaba la hora, comencé a entrar en pánico: ¿qué les diría yo, una mujer que durante toda su infancia y adolescencia sufrió lo que ahora el mundo conoce como bullying? ¿Llegaría acaso en mi papel de Rehabilitada Social a presentar mi testimonio de vida ("Hola, soy Marlén y fui buleada. Estoy en pie gracias a la literatura y las artes")? ¿Hablaría de lo detestable que me parece la hipocresía humana porque en realidad no está dispuesta a dejar de ser cruel?

El pánico se acrecentó al sentarme a lado de dos académicas que habían hecho un posgrado tras otro sobre pedagogía, psicología y trabajo social. Llevaban apuntes y una de ellas hasta diapositivas. Yo sólamente llevaba el artículo que había escrito para la revista, cuyo título era "Literatura y bullying". Básicamente me puse a decir que la única salida contra eso era el arte y específicamente la literatura (me lo habían pedido en mi centro de trabajo y obvio no podía defender a la música con tanto ahínco como me hubiera gustado), volví sobre mi trillado discurso de la sensibilización a los signos, a leer las artes plásticas, la música, la danza, además de la literatura. Para mí, el arte no es otra cosa mas que pequeñas manifestaciones de amor puro que el hombre ha tenido; el arte es algo más que la inspiración y las musas, la fama y la trascendencia. Es un acto de amor.

Dije todo eso antes de agarrarme a leer mi texto. Luego, la indagación de los rostros (¿pensarían que soy muy hippie?). Todo bien, los jóvenes, estudiantes para ser flamantes maestros de la Normal Superior y Básica, estaban acurrucados viendo el techo o las bubis de sus novias. En verdad creo que es un acto de amor lo que mataría al bullying, pero no sé si todos estén en ese canal y entonces para qué carajos ser maestro si lo único que importa es una plaza para vivir el resto de tu simple vida. Los miré y me di cuenta que ellos también han sido buleados de manera indirecta (o tal vez demasiado directa) con los actos de generaciones como la mía.

Hace rato vi la película "Los juegos del hambre". Verdaderamente, si alguien me preguntara cuál es el legado más sobresaliente que el imperio yanqui nos deja, sin duda alguna diría que es esa obra (y más la película): prácticamente, la verdadera lectura de la historia es cómo el imperio es atacado desde el núcleo y precisamente por los jóvenes, quienes pelean con el desencanto por arma y la renuncia a la violencia a la que a diario los sometemos pues, sin lugar a dudas, nuestros actos como adultos, al menos en fechas recientes y tras la terrible desarticulación que la humanidad padece por causa de la egolatría a ultranza en este siglo que nos mueve, son el más grave ejemplo de bullying contra todos los niños y jóvenes, tanto víctimas como victimarios.

Me puse a llorar. Yo recuerdo que alguna vez peleé por todas esas causas que todavía sigo esperando ver. No sé en qué momento, pero me volví una mujer de 30 años que todo el tiempo está buscando caminos para subsistir materialmente. A mí también me llegó el desencanto, pero por otra vía, igual de violenta y triste. Pero eso, a  la chica de los veintitantos no le importaba. Estoy a punto del colapso, me parece que es otro tipo de libertad lo que desde siempre he buscado. Y seguramente así será, sé bien que mi naturaleza no es para aceptar los roles ni las circunstancias que el mundo te hace creer es lo mejor para ti.

Me preocupan mucho los jóvenes. Muy frecuentemente siento que estoy haciendo poco o nada para asegurarles un campo menos minado que el que yo atravesé. Sin embargo, no sé por dónde ni cómo, en especial ahora que dejé la docencia desde hace tres años. Miraba a los chicos de la sala emocionados con las escenas de amor de los protagonistas y hasta el corazón se me hizo chiquito: ¿por qué carajos ellos no tienen asegurado un futuro donde puedan amarse?

Todo esto me tiene bastante confundida y molesta. Como dije en el panel, la crueldad siempre ha sido connatural e inherente a la naturaleza humana. La gran diferencia en estos tiempos es precisamente el grado de indiferencia mostrado ante la situación. Actos de amor sin esperar algo, cumplir a cabalidad con nuestra obligación de asegurar un futuro más que digno para ellos.

Pero yo sólamente llegué ese día (y creo que todos los de mi vida) como Marlén, la que fue buleada y se levantó a prueba de amar y de abandonarse al arte.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Gracias, Inspiración Absoluta, porque en un resquicio del tiempo hendiste el corazón ególatra de la humanidad, creando la música, primer y único acto de amor emanado del hombre.

Gracias por Schumman y Brahms, por  Pink Floyd y Los Cadetes de Linares.

Quien se jacte ser parte del cosmos, deberá primero atender a sus sonidos. Quien ame en verdad, será capaz de regalar y recibir a cambio la música del silencio.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Perdóname, Padre, porque todos me han mentido.
20 de noviembre y los héroes calladitos ante el espectáculo primaveral que se muestra en el jardín de mi oficina. Los árboles están tan verdes que no te dejan espacio salvo para la palabra (la cursi palabra) esperanza, el sol entrega su himno esencial para no dejar morir la flor por la tarde. Una sierra imponente se muestra como la poseedora del corazón del cielo y es que todos nacimos para acercarnos a él, sea en el primer acorde de una canción infinita, el abrazo de la tierra o un beso.
Lo nuevo en materia de burocracia autosostenible: oficina verde.

La chica (por ser amable con su edad) era una newagie sin empleo que un buen día se despertó y dijo: "¡Claro! ¿Cómo no pensé en el gasto que hacen los obreros de la clase media?".

Y así fue como me recetó una hora de un documental asqueroso donde trece mil yemas de huevo caían desde lo alto de una barda, seguida de una asombrosa caída de una tonelada de heces, cuatro cabezas de ganado desfilando y no sé cuántos pollos, sin dejar de lado las prendas de ropa y hasta los 536 libros que supuestamente leeré a lo largo de mi asquerosa (o al menos así se intepreta al final de todo el desfile) vida.

Luego, la cifra obscena de los recibos de la CFE y fotografías de la Coca-Cola.

Realmente tengo muchos pendientes en mi oficina y realmente no soy de las que coopera con derroches estúpidos de recursos no renovables ni renovables. Mi vida es, además de usar el blog, francamente asceta. En todo caso, me parece que fue un acto mezquino y pinchón el forzarnos a hacer aún más por lo que nosotros siempre sostenemos, llevando una vida de limitaciones (seamos sinceros: no conozco a alguien que trabaje nada más por sentirse útil en la vida) que cada día se vuelven más ofensivas.

Levanté la mano para decirles que la idea debió ser dirigida a los cientos de industriales que gastan hasta cuarenta mil galones de agua en sus tratamientos químicos, simplemente porque la concientización está allá y no aquí. Nunca me hicieron caso. Prefirieron darle voz a una señora que sabía todos los datos curiosos (esas pendejaditas que te mandan en son de muy importante vía power point a tu correo electrónico): la coca tiene dieciséis cucharadas de azúcar ("que no es azúcar porque usan sustancias químicas") y no sé cuántas cosas más.

En fin, que solamente gasté un cuarto de tanque de gasolina y llené de metano el ambiente para ir a escuchar a ese par de desconsiderados ambientales. Con razón luego hay gente que se pregunta si no estaríamos mejor sin ciertos seres humanos, como Giovanni Papini lo haría. Hoy no sabía de qué hablar en radio y, voilá, ya tengo el tema.

martes, 19 de noviembre de 2013

Vida, ¿en qué nos quedamos?

Que ando feliz y un tanto violácea. Tengo muchas preguntas y no deseo forzar al destino esta vez. Esto es inmenso y es maravilloso.

Nos quedamos pues en que the show must go on. Y a bailar se ha dicho, el corazón siempre en su sitio.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Le buscaba entre los libros como el alfabeto primigenio que perdió desde siempre su fundamental letra, le buscaba incesantemente en el brillo del tiempo. Le escribía con la necesidad de renovarse a sí, entre espacios mudos, la piel conteniendo un amor ignoto, difícil de clasificar: ni mariposa ni puente, ni azul cobalto ni noche. No supo darle nombre a la alegría y la paz inherentes, y por eso, buscaba.

La fuerza fecunda de aquel signo, su voz, su mirada, le llegó por el viento y a través de manos y ojos hasta dar con el corazón. Su magnificencia avasalló su alma hasta hacerla entender que aquella fuerza debía cuidarse, contemplarse y tomarse como a los anillos de Saturno, de tenerlos en sus dedos.

Dicen que quienes encuentran, temen y quienes atestiguan, enmudecen, y que eso es una característica para no permitir la elevación de los hombres. Temió perder la vía, obligarla, ajustarla, doblegarla: era demasiado grande aquella fortuna. Sin embargo, se permitió entregarse después de toda una vida y no esperar nada excepto saber decir, saber callar, saber desear, saber estar, saber no estarlo y también saber amar. Y eso, sería un mandato de carácter universal.

De pronto, el desprendimiento adquirió lo sublime de la ternura. Así debe ser Dios cuando se le llama, dijo. Agradeciendo su ser aquella visión, se juró procurarla sin importar la forma que adoptara tal energía (pétalo de loto, de rosa, terciopelo, aire y menta, San Pedro, canción matutina, espada, sabiduría, fortaleza, inspiración, lealtad, silencio, o nada), tan benigna como inesperada.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Instantáneas para cubrir la ciudad (I)

La suavidad de la tierra traspasando el umbral, su luz convertida en palabra. Presencia. Eso es todo.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

"¿Y si sueño contigo?".

De pronto, todo el hielo de mi mundo se quebró. Me dedico a ver el deshielo, a pesar de los 5°C que otros sienten afuera.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Para Jaqueline

Buenos días, paloma blanca, otro año más para aprender de ti que la libertad no siempre se da en tierra. Otro año más para aprender de ti que la libertad no se escribe, se gana. Buenos días, paloma blanca.

jueves, 7 de noviembre de 2013

De pronto, la vieja imagen de futuras estatuas sin brazos, sin rostro, sin nariz. Tan solo la nada las llena.

Un arpa griega se oye. Es Orfeo que viene cantando el final as beauty as it goes by / she brights like the see / she dresses life and takes the winter in her skin / as beauty as light. Yo no te vi caer y sin embargo me regalas un dolor lumbar; un lumen nombrándose a cuestas y yo con los puños cerrados para recibirlo.

No quería un edificio, tan sólo un espacio para los andamios del tiempo.

martes, 5 de noviembre de 2013

Sabes que algo pasa cuando felicitas al más joven de tus pretendientes (18 años). Se llama treintena, la etapa donde estás más buena.

domingo, 3 de noviembre de 2013

En tiempos de la Nanotecnología, la Minisericordia...

Definiciones

Cansada de ver el término "positivista" como sinónimo de entusiasta, optimista y todas esas virtudes tan ponderadas y elogiadas en estos tiempos, me dí la libertad de definir ambos términos:

Positivista, un seguidor de las ideas de Augusto Comte. Optimista, un pendejo que mira todo color de rosa 24/24 hrs sin lugar a la reflexión.

Por su atención a esta cápsula dominical, muchas gracias. 
Me preguntan por qué no escribo en francés más seguido. No contesto. En el aire están todas las palabras que he dado en ese idioma. También sueño, canto y pienso en francés. Es parte de la oxigenación del corazón y del espíritu. De igual modo que anhelo en náhuatl o protesto en inglés. Una lengua distinta no hace un organismo más sensible. Acaso, hace a quien posee esta virtud un tanto más avezado en otras cosas no siempre traducidas.

Sin embargo, la vida debe su latido a la lengua natal. Por algo estudié letras hispanoamericanas.

sábado, 2 de noviembre de 2013

A mi edad aún sigo haciéndome preguntas tontas, como si las fresas serán parientes de los kiwis y por lo tanto, también de los plátanos; o si el pepino es primo del melón chino porque ambos son jugosos y verdes; y por qué la cualidad de todas estas frutas de engendrar países de recuerdos que jamás ocurrieron, o una fiesta en las arterias. También me pregunto si de verdad los datos históricos lejanos son confiables y si el hecho de ir borrando eventos importantes o trascendentales nos va borrando de a poquito la humanidad. De niña fui pésima en ciencias naturales y demasiado curiosa en lo relativo a las cosas intangibles, sobre todo esos que me llegaban "de oídas". A mi edad aún sigo haciéndome preguntas tontas sobre si los atributos de la carne caen no tanto por fuerza de la gravedad sino más bien por desaliento de la vida, y si el frío nace no de la nostalgia por el afelio, sino de la nostalgia de nosotros mismos, los primeros, los de siempre que ya no nos recordamos. A mi edad son estas preguntas tontas las que me garantizan otros treinta años aquí. 

Sobre los clásicos modernos

La noticia de que Javier Marías estará en el catálogo de los Clásicos Modernos de la editorial Penguin no es para mí, ni como lectora ni como literata, un acontecimiento afortunado.

Confundir una prosa cargada en melcocha con la sensibilidad literaria que debe de contener cierta prosodia es sin duda lo primero que objetaría. Tampoco me parece atinado construir, desde ya, la categoría de "Clásico Moderno" precisamente con autores que aún no mueren: hasta donde sé, las grandes obras han cuajado hasta obtener la inmanencia y la trascendencia después de varios siglos y sin duda alguna han sido generaciones mucho muy ulteriores quienes así los han nombrado. 

Considerar a quienes realizan buena literatura (en términos comerciales, consumibles y en ciertos casos muy disfrutables, como sucede con Philip Roth) como clásicos es un evidente síntoma de la egolatría que la sociedad actual padece. Entonces, sobrevendrán por inercia los temas de vanidad, fama y gloria, a los que ineludiblemente agregaremos el término "ganancia editorial". Así, quienes refulgen a edad temprana (de la Literatura, quiero decir) en el mainstream, corren el riesgo de quedar sin brazos, casi a imagen de algunas estatuas griegas. Esto, más que vergüenza generacional ajena, me da terror: no me apetece en verdad pertenecer a una generación de superfluos que se autonombran genios. 

Reconozco mi posición respecto del mundo y sé que este blog es una isla. Entonces, decido cerrar mi compu y leer a los clásicos que yo no nombré. 
No preciso recordar que esta vida (y las que me antecedieron) está hecha de material de sueños.
No es la cera la que nos salva de no volver a ver a nuestros muertos, es la ignorancia esperanzada de lo que hay más allá lo que nos otorga, en vida, un crédito no aplicable en días futuros. Sin embargo, hablar de ellos, ritualizar su pérdida, nos hace más humanos. Perseguir la luz, nos vuelve capaces de otra vez el amor.
Y de pronto, un corazón de mar apareció en mi ventana. Sabe que lo esperaba, su red azul es fina. Me ha dicho lo grandiosos que somos, lo grandiosos que hemos sido. No me opuse: sé que no hay otro país más bello que el fulgor nacido de la risa. 

Tan pronto lo supo, recogió mi llanto. 
Ni la tristeza, ni el desconsuelo, ni la desilusión ni mucho menos el dolor deberían ser ocultados. Por eso los porté orgullosa este día, y brillaron con su magnitud desde temprana la noche.

Sólamente así se recupera ese otro lado donde me gusta tanto brillar.

jueves, 31 de octubre de 2013

"Hay que darle susto al gusto", dice una canción de Ramón Ayala versión de Noche de Brujas.
En realidad, hay muchas cosas que dejaron de importarme desde hace un buen rato. La maleta se vuelve ligera (quizá la maleta sea yo). Es mejor así.

martes, 29 de octubre de 2013


"La Ilustración significa el movimiento del hombre al salir de una puerilidad mental de la que él mismo es culpable. Puerilidad es la incapacidad de usar la propia razón sin la guía de otra persona. Esta puerilidad es culpable cuando su causa no es la falta de inteligencia, sino la falta de decisión o de valor para pensar sin ayuda ajena. Sapere aude es, por consiguiente, el lema de la Ilustración."

-Immanuel Kant (nomás, por si algunos de ustedes pensaban retroceder demasiado, demasiado en el tiempo).

lunes, 28 de octubre de 2013

El primer año que acepto que amo el otoño. O mi primera vez que lo amo. Así, con ese color de sol, con esos cambios locos de clima. La antítesis de la primavera, sí; y también la paz que no encontraba, la calidez sin lluvia. Estrellas a todo lo que da por el cielo.

El mundo está en su sitio.
Envidio la cualidad innata de muchos de fluir. A mí se me dio únicamente la risa y creo que con esa, vuelo.
Sesenta y cinco años, Miguel. Qué rápido se te fueron los años... Aunque, claro, ambos sabemos que ya tú recorres la vida en años luz.

Feliz cumple, cosmonauta. Besa a mi abuela Sara en su también celebración de cumpleaños.

domingo, 27 de octubre de 2013

Me duele la falange del dedo índice, y sé que es por las miles de cosas sin indicar, las que se guardan en papelitos transparentes. Me duele la falange del dedo índice y sé que es la prolongación de la nostalgia.

sábado, 26 de octubre de 2013

Las veo a todas, nos veo a todas, ninfas, sirenas, estrellas. Cómo quisiera que pudiéramos sonreír a pesar del movimiento, cómo deseo la felicidad para todas nosotras por causa de la vida misma (la nuestra). Nos veo a todas, y realmente nos amo, con ese amor que les debo y me deben desde hace centurias, con ese amor que está instalado en nuestro corazón y grita en nuestros cabellos, el sexo y los ojos. Nos veo a todas, y no puedo excepto decirnos que la vida apenas nos inicia la piel.
Bienaventurados los mentirosos, porque de ellos es el siglo XXI.
Escuchando la canción "Ocean Cloud" de Marillion, caigo en la cuenta que todos somos marinos en tierra a la espera de la redención de un nuevo mar.

viernes, 25 de octubre de 2013

Yo no tuve un 25 de octubre, yo tuve un aleph en mis manos. Le canté "in my secret life", de Leonard Cohen, pues me inspiró confianza este año para decirle, por primera vez, que acepto el amor que siempre me entrega el otoño. 


jueves, 24 de octubre de 2013

Traigo mariposas en la panza. Siempre ocurre así con la literatura. Me siento viva: tengo un ángel.

miércoles, 23 de octubre de 2013

martes, 22 de octubre de 2013

Coda

Los pianos no leen, los tiempos de vasta poesía se consumieron per se. En la exploración insistente se verá la luz: siempre hubo danza, y es unipersonal. Siempre hubo un mundo aparte, y ahí no habitaba nadie excepto la autocracia de la luz y el sonido míos. Un escenario no es una nota, pero sí es efímero y es un paisaje de tinta lavable. El silencio es mío, igual que el corazón. 
Resulta graciosa la actitud de personas "empoderadas" (¿de dónde demonios sacan estas expresiones?), tan veleidosas y sobre todo, tan a merced de un rostro bonito. Pedí audiencia para publicar gratuitamente mis textos en cierta revista y no fue sino hasta hoy, a un día de poner una fotografía "mona" en mi fabuloso FB, que se acuerda que escribía. Con estas agravantes (el desinterés hacia mi virtud como escritora y el interés por lo que se llevará la vida dentro de diez años), yo creo que preferiré seguir publicando en mi blogcito. 
El siglo XXI (ya sé que van a decir: ahí va esta de nuevo con su siglo XXI) es así, fomenta el prurito ante el elogio sincero y pone en práctica una admirable, pero negativa, actitud de retraimiento y autodefensa. El siglo XXI, además, es el más prejuiciado en expresiones no intelectuales (que no por ello deben ser afectivas ni mucho menos provenir de las tarjetas HallMark) y estéticas: apenas le dices a una mujer que tiene un cabello hermoso y al día siguiente te mirará con recelo: hay una lesbiana a la vista, o peor aún, hay indicios de una sicópata que arranca cabelleras para hacerse pelucas. Si le externas tu opinión positiva de su personalidad a alguien, de inmediato lo tomará con una suspicacia tan negativa que por su cualidad insta, desde luego, al desaliento: no es posible que el intelecto, en estos tiempos todavía, sea incapaz de recibir una palabra cierta, desprovista de dobles intenciones.

Los discursos intertextuales están viciados hasta el hartazgo y propician la inclemencia del ego ante la verdad maravillosa del ser, esa mitad que todo el mundo obvia porque se siente más rico atizar la parte cruel que todos llevamos dentro. Lo veo en el FB, en las pláticas cotidianas, en los abrazos que te parten la madre y el lomo: la amistad, el reconocimiento y la admiración se expresan en términos de arrogancia, insulto, burla y sarcasmo. 

Definitivamente no pienso hacer algo para fomentar la confianza en el ejercicio del elogio limpio, el nacido, más que de buenas intenciones, de un criterio libre de necedades. Pero sí pienso continuar con mi raro mecanismo, heredado del siglo XX, de observar y reconocer las virtudes de quienes me rodean. A lo mejor por eso los sistemas no se acaban de ir, ni siquiera nosotros mismos confiamos ya en nosotros. Ergo, la rigidez exasperante... 

También pienso continuar en mi búsqueda de un viaje de regreso, porque este siglo nomás no me va.

lunes, 21 de octubre de 2013

Meses enteros de no permitirme llorar, pero esta vez de alegría. La existencia vuelve con otra cara y me toca hasta el llanto, esa nebulosa feliz que circunda el pecho. Yo sabía que lo mío era renacer, si no en Ave Fénix, de perdido en el Gato Félix. El tejido no ha cambiado su color, simplemente mi piel vuelve a latir. Meses enteros...
La noche está para ataviarla de música, de esa que le rompe la crisma a gobernantes y ególatras, maestras suicidas y lectores de noticias lejanas. Es de noche cuando el tiempo se cumple y se unen los extremos: el entero es pleno y está exento de prisas y hologramas (un carro no es un carro sino un hombre gastando la vida sobre el asfalto). La noche está para vestirla de ecos presentes, de cantos graves para no morirla, pues la noche es el regalo que todos ignoran: su perfume es sagrado y lo sagrado es, a veces, ininteligible.

Más allá de la bruma, la lluvia, el silencio, la ola condensada, el desierto, los diálogos extraños en versión 3.0, está la palabra, esperando, expectante. Una sábana para cubrir al rostro de la angustia, de la humillación, del horror, del abandono.

domingo, 20 de octubre de 2013

Sesenta años y el mito de la equidad


El domingo pasado encontré el maravilloso obsequio de mi Maestro Xavier Díez de Urdanivia, el mejor de los juristas que pudo dar mi país. Se trata de su columna dominical hablando de la equidad de género. Reproduzco el texto y transcribo mi respuesta, sólamente por el simple hecho de decir lo que a diario veo.

La mujer y los derechos

Xavier Díez de Urdanivia 



Hace casi sesenta años que se reformó la Constitución para hacer explícito, en el texto fundamental, el derecho de las mujeres a votar y ser votadas.

Como otros años, se sucederán los actos cívicos y hasta se darán medidas gubernamentales para reforzar la participación de la mujer en la vida pública del país, aunque el problema de la equidad de género y la no discriminación de las mujeres sea una cuestión radicada en añejos lastres culturales que no se han resuelto.

Para abordar el tema de la equidad de género es necesario comprender que no fue sino hasta el siglo XIX que se introdujo la noción de igualdad, y todavía a mediados del siglo XX todavía se pensaba que los roles de género tenían un fundamento biológico.

Hoy se comprende que tales roles sociales no representan meramente la función biológica, sino una noción cultural que, como la estructura misma de las comunidades, es parte de los sistemas sociales, políticos y culturales que se ven reflejados también en los jurídicos.

No obstante ello, dado que históricamente han sido las mujeres objeto de discriminación intensa e injustificada, se han hecho necesaria la adopción de medidas tendientes a corregir estructuralmente esa inequidad.
Se han suscrito instrumentos internacionales como la convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, la plataforma para la Acción de Beijing, y la Declaración del Milenio, en las que se insta a los gobiernos a considerar que, sin igualdad entre hombres y mujeres, no habrá desarrollo posible alguno.

En México fue reformada la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en los años setenta, para estatuir que “el varón y la mujer son iguales ante la ley”.

Más tarde se promulgó la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, cuyo objeto es “regular y garantizar la igualdad entre mujeres y hombres y proponer los lineamientos y mecanismos institucionales que orienten a la nación (sic) hacia el cumplimiento de la igualdad sustantiva en los ámbitos público y privado, promoviendo el empoderamiento (sic) de las mujeres”.

Todavía después, la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, que la define como “toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional, sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas”.

Pero hace falta algo más que buenas leyes para lograr la transformación cultural que se necesita. El modelo jurídico no ha sido eficaz para modificar el modelo de sociedad discriminatoria de la mujer.

En cambio, ha dado cabida en ocasiones a obstáculos para la discriminación que han generado, a su vez, nuevas argucias para eludir el imperativo racional y social de la igualdad, que ha logrado introducirse en el orden jurídico, pero no ha logrado mover voluntades de manera eficaz en el ámbito socio-político.

Tal es el caso, deplorable por todos conceptos, de las llamadas “Juanitas”, y hasta el acontecimiento que se conmemorará en los próximos días, pues lo único que ocurrió el 17 de octubre de 1953 fue que, en el artículo relativo a las prerrogativas de los ciudadanos, se hizo explícito que el sustantivo genérico “ciudadano” se refería a todas y todos los mexicanos, mujeres y varones, respecto de las cuales, por cierto, nunca antes se discutió la calidad de ciudadanas.

¿Podría decirse que, dado ese criterio, ellas no están obligadas a contribuir a los gastos públicos? El artículo correspondiente dice que es una obligación “de los mexicanos”, no de “las mexicanas”.

Queda mucho por hacer y no bastan leyes, discursos y buenas intenciones. Falta cultivar la civilidad promoviendo el desarrollo de una cultura que comprenda que mujeres y hombres responsables son, ambos, componentes esenciales, integralmente considerados, de la sociedad, y por tanto elementos igualitariamente imprescindibles para ella.

http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/la-mujer-y-los-derechos-1381642969




Mi muy amado y admirado Doctor, es un honor recibir su columna directamente en mi muro. El tema de la igualdad es algo que desde siempre ha causado en su alumna un interés especial, dada la lectura intertextual que tanto convenciones como leyes (internacionales y nacionales) aportan a los “ciudadanos del mundo”: se habla de igualdad y equidad para estar a la par con el desarrollo tecnológico, para paliar un poquito la culpa resultante ante una exigencia tecnócrata generalizada. 

Para quienes observamos desde lejos, vemos que este imparable acto de eludir lo establecido en materia de género deviene de una formalización del mismo por la fuerza y no por convicción. He de decir, humildemente, que incluso la mismísima igualdad de género se ha visto mermada y acotada por los mismos actos de las féminas, quienes no superan aún el esquema del patriarcado y esperan obtener escaños, puestos públicos y privados con la misma mecánica que los hombres han realizado durante siglos, haciendo a un lado la fuerza proveniente de las mujeres. Sin importar lo que la historia y antropología modernas digan sobre la matria, en la mujer prevalece la idea de que el “empoderamiento” es individual e incluso unilateral. Ello, aunado a un profundo rencor instalado en algo más que el ADN (¿tradición, será?), permea e imposibilita la correcta “visibilidad” (esa palabra me causa gracia) de los estatutos, reglamentos, leyes y demás instrumentos jurídicos realizados, en su inicio, a manera de “prebenda” para quienes alzaban las palmas y recibían únicamente las brazas del derecho romano antiguo. 

Definitivamente la equidad es cuestión de algo más que el agradecimiento a Ruiz Cortines y todos los que le sucedieron, de realizar manifestaciones e incluso escribir toda clase de literatura en todos los géneros, delimitándose bajo la bandera del feminismo o lo hecho por las mujeres. Es una cuestión del reposicionamiento del género, tanto masculino como femenino, sus alcances, sus límites, sus errores, sus ventajas. Resulta incongruente y hasta risible la cantidad de instrumentos jurídicos generados sin el conocimiento real de las venas sociales por donde caminan, todos los días, los actos de mujeres que siguen persiguiendo esquemas masculinos, de mujeres que se sienten solas por no tener poder de convocatoria, y de otras tantas que permanecen en la omisión, la represión y la sumisión, en parte causada por el hombre, pero también por el agravio de la omisión de la mujer misma. 

Me gustó muchísimo su texto porque invita a reflexionar, sobre todo a quienes ya están en la posibilidad de actuar libremente a favor de estos cambios, y aprovechar, observar y cuestionar, un domingo de familia, si las cosas pudieran cambiar desde el núcleo. Le mando un abrazo y un beso con todo mi cariño, mil gracias por existir.
Para lo único que han servido las redes sociales es para evidenciar la división de castas. Fin del telegrama.

viernes, 18 de octubre de 2013

Es bueno intercambiar variables de tiempo y forma. Supondré que nunca llegué tan lejos y jamás desperté con otras ciudades dentro de mi propio cuerpo, que los semáforos eran señales de ángeles más que preventivos y la música no me bañaba pues yo era la música misma. Es bueno intercambiar los hechos para darle otro giro a la memoria: nunca estuve ahí ni allá, acá tampoco hay registro de mi persona en los compendios de novelistas o filósofos. En todo este tiempo me dediqué a ser Ámsterdam y Berlín, San Petesburgo y Nairobi. Nunca dije nada ni toqué elemento ajeno alguno, porque yo era la palabra escindida de mi boca y mi tacto le pertenecía a los pasos de todos. Es bueno intercambiar el registro de lo que uno cree existió porque solamente así se habla de la verdad: yo nunca he estado en donde me han visto o extrañado, mi lugar ha sido el anverso de los días grises y su boleto instantáneo a las calles de Madrid. Es bueno intercambiar las fechas, porque nada más así se descubre el sentido absurdo del tiempo: tenía 29 a los 12, leía libros de teoría social y cantaba con una guitarra las proezas del sol;  tengo 22 a los 30 y me asombro de la fortuna de ser al fin libre. Moriré -algunos creerán-  a los 82, pero seré consciente de que mi vida principió a los 30, justo cuando intercambié las miradas del reloj, las formas y las ciudades, y por lo tanto, tendré 52 al dejar la tierra. 

jueves, 17 de octubre de 2013

Estudios recientes afirman que la ansiedad no es un estado del alma, es un estado anexo de la República Mexicana cuyo desarrollo se ha visto fortalecido en los últimos tres sexenios. 

Seguiremos informando...

miércoles, 16 de octubre de 2013

Instituto Mexicano del Sonido: Arte objetos sónicos.


Normalmente no suelo poner los textos que escribo para mi programa semanal de radio, Kaleidosónico. Pero este en particular me gustaría compartirlo porque me dio mucha pena ver que hubo poca concurrencia de jóvenes para ver aquí en Little Jump a  uno de los proyectos más ambiciosos y mejor logrados de este, como dice Camilo Lara, Méjico Máxico: 



El siglo XXI sería, para muchos filósofos que no alcanzaron a cruzar el umbral del tiempo, la promesa de la tecnología y también de la diversificación masiva, con su consecuente textura heterogénea dentro de una sóla célula global. Alvin Toffler lo veía venir en su libro “La tercera ola”: todo sería tan inmenso que regresaríamos a las comunidades pequeñas  a vivir submundos regidos por un ulterior.

El siglo XXI es, para muchos filósofos actuales y para aquellos que dejaron su legado a finales del s. XX, la construcción de ecos de otros tiempos. Umberto Ecco lo compara con el oscurantismo de la época medieval por la excesiva cantidad de información que resulta incompatible con la vertiginosidad del tiempo y cómo se cuantifica pero sobre todo, la manera en que se cualifica dentro de un esquema de interacción individual frente a una colectividad que cada día está más al pendiente del mainstream virtual que de la misma confrontación con su realidad.

Por tanto, el siglo XXI viene a ser, si no la consecuencia de grandes épocas como la del imperio griego, del renacentismo e incluso del mismo siglo de oro en nuestra sociedad hispanoamericana, tal vez sí sea ese manto cosido con retazos, con fragmentos que son fotografiados por lo que podemos llamar la melancolía del futuro: pedazos de añoranzas que no vendrán porque todo ha sido visto, tocado, probado, comprobado, pintado, musicalizado y escrito.

El panorama del creador del siglo XXI se convierte entonces en una provocación hacia dos vertientes: la apatía creativa (que bien puede distinguirse en la famosa twitterliteratura, por ejemplo) y la puesta en práctica de conceptos filosóficos como la denominada deconstrucción, neologismo filosófico que el filósofo argelino Jacques Derrida introduce en las décadas de los setenta y ochenta a partir de toda una serie de cuestionamientos hegelianos sobre el tiempo y el ser: ¿estamos totalmente ciertos de que la realidad es lo que nos ha heredado la historia? ¿Esta herencia nos tiene, por fuerza, maniatados a seguir una línea que no perturba pero tampoco propone, una línea que va como tren sin frenos? ¿Qué se puede hacer frente al dilema del todo creado? ¿Cerrar los ojos o retomar y volver a hacer, con elementos nuevos provenientes de factores actuales que incluyen las emociones, la economía, la estética y los valores morales?

Muchos han optado por deconstruir (es decir, a partir de la lectura de ciertos textos: visuales –un filme, fotografías, pinturas, cromos; sonoros –la música y el sonido emitido por las máquinas de las fábricas y las automotrices; literarios y plásticos, buscar el sentido de cada texto para tomar elementos significativos para de ahí elaborar una propuesta que, si bien no es original en el sentido lato de la palabra, sí lo es por convertir una serie de conocimientos y aportaciones creativos en una nueva obra que responda con mayor utilidad y precisión a los tiempos vividos, incluidas las críticas de lo que no fue o no pudo ser a pesar de los esfuerzos de generaciones pasadas, de los vicios heredados y sus lagunas por donde transita toda una generación que no sabe bien a qué distancia queda el futuro y en qué momento se rompe el presente.


Como parte de este concepto, la deconstrucción, existe la unificación de las artes: ya no se puede hablar solamente de pintura o de literatura, mucho menos de cine: todas y cada una de ellas habrán de contener, al menos la ligazón con otra de las bellas artes: ahí está el ejemplo de Murakami que no es capaz de de escribir una obra sin la presencia musical de los Beatles, un poco, es cierto, a semejanza de la Sonata a Kreutzer de Tolstoi del siglo XIX; o el caso de lo que ahora llaman poesía visual, que no es otra cosa sino la continuación del performance llevado ahora de la mano por la poesía contemporánea. Ni qué decir de los conciertos de ciertos géneros contemporáneos, verbigracia el techno y la música electrónica que no trascienden mayormente sin un sustento visual, rico en texturas pero también en discursos breves pero profundos, capaces de decir en pocos minutos todo lo que una sociedad (o una buena parte de ella) siente respecto de ciertos aspectos tales como la política y la economía.

El siglo XXI sería, para muchos filósofos que no alcanzaron a cruzar el umbral del tiempo, la promesa de la tecnología y también de la diversificación masiva, con su consecuente textura heterogénea dentro de una sóla célula global. Alvin Toffler lo veía venir en su libro “La tercera ola”: todo sería tan inmenso que regresaríamos a las comunidades pequeñas  a vivir submundos regidos por un ulterior.

El siglo XXI es, para muchos filósofos actuales y para aquellos que dejaron su legado a finales del s. XX, la construcción de ecos de otros tiempos. Umberto Ecco lo compara con el oscurantismo de la época medieval por la excesiva cantidad de información que resulta incompatible con la vertiginosidad del tiempo y cómo se cuantifica pero sobre todo, la manera en que se cualifica dentro de un esquema de interacción individual frente a una colectividad que cada día está más al pendiente del mainstream virtual que de la misma confrontación con su realidad.

Por tanto, el siglo XXI viene a ser, si no la consecuencia de grandes épocas como la del imperio griego, del renacentismo e incluso del mismo siglo de oro en nuestra sociedad hispanoamericana, tal vez sí sea ese manto cosido con retazos, con fragmentos que son fotografiados por lo que podemos llamar la melancolía del futuro: pedazos de añoranzas que no vendrán porque todo ha sido visto, tocado, probado, comprobado, pintado, musicalizado y escrito.

El panorama del creador del siglo XXI se convierte entonces en una provocación hacia dos vertientes: la apatía creativa (que bien puede distinguirse en la famosa twitterliteratura, por ejemplo) y la puesta en práctica de conceptos filosóficos como la denominada deconstrucción, neologismo filosófico que el filósofo argelino Jacques Derrida introduce en las décadas de los setenta y ochenta a partir de toda una serie de cuestionamientos hegelianos sobre el tiempo y el ser: ¿estamos totalmente ciertos de que la realidad es lo que nos ha heredado la historia? ¿Esta herencia nos tiene, por fuerza, maniatados a seguir una línea que no perturba pero tampoco propone, una línea que va como tren sin frenos? ¿Qué se puede hacer frente al dilema del todo creado? ¿Cerrar los ojos o retomar y volver a hacer, con elementos nuevos provenientes de factores actuales que incluyen las emociones, la economía, la estética y los valores morales?

Muchos han optado por deconstruir (es decir, a partir de la lectura de ciertos textos: visuales –un filme, fotografías, pinturas, cromos; sonoros –la música y el sonido emitido por las máquinas de las fábricas y las automotrices; literarios y plásticos, buscar el sentido de cada texto para tomar elementos significativos para de ahí elaborar una propuesta que, si bien no es original en el sentido lato de la palabra, sí lo es por convertir una serie de conocimientos y aportaciones creativos en una nueva obra que responda con mayor utilidad y precisión a los tiempos vividos, incluidas las críticas de lo que no fue o no pudo ser a pesar de los esfuerzos de generaciones pasadas, de los vicios heredados y sus lagunas por donde transita toda una generación que no sabe bien a qué distancia queda el futuro y en qué momento se rompe el presente.

Como parte de este concepto, la deconstrucción, existe la unificación de las artes: ya no se puede hablar solamente de pintura o de literatura, mucho menos de cine: todas y cada una de ellas habrán de contener, al menos la ligazón con otra de las bellas artes: ahí está el ejemplo de Murakami que no es capaz de de escribir una obra sin la presencia musical de los Beatles, un poco, es cierto, a semejanza de la Sonata a Kreutzer de Tolstoi del siglo XIX; o el caso de lo que ahora llaman poesía visual, que no es otra cosa sino la continuación del performance llevado ahora de la mano por la poesía contemporánea. Ni qué decir de los conciertos de ciertos géneros contemporáneos, verbigracia el techno y la música electrónica que no trascienden mayormente sin un sustento visual, rico en texturas pero también en discursos breves pero profundos, capaces de decir en pocos minutos todo lo que una sociedad (o una buena parte de ella) siente respecto de ciertos aspectos tales como la política y la economía.

¿Y quién es el IMS? La wikipedia dice: 

"El Instituto Mexicano del Sonido es un proyecto de Camilo Lara, en el que algunas canciones clásicas de los años setenta y ochenta se mezclan con música electrónica, como por ejemplo la canción "Mirando a las Muchachas", de los Hermanos Castro. Las siglas de este proyecto se pronuncian i-eme-ese para no ser confundidas con las del Instituto Mexicano del Seguro Social. En el 2006 salió su primer disco llamado Méjico Máxico bajo la disquera mexicana independiente Noiselab y, en España, por el sello madrileño Lovemonk. Éste contiene fragmentos de cumbias, de cha cha chas, estructuras pop a veces, mucha electrónica juguetona, mucho Esquivel, textos de Juan Rulfo recitados por el propio Rulfo, dub y muchas cosas más. Surgido de pedacitos de más de trescientas canciones de los años 20 hasta los 60, "este disco refleja el color y el bullicio de una ciudad tan imprevisible como es México DF".
Sus remezclas abarcan desde grupos como Placebo a Le Hammond Inferno, pasando por Gecko Turner o Babasónicos
En el 2007 salió su segundo álbum llamado Piñata, el sencillo que se desprende de este álbum se llama El Micrófono, según él, este álbum contiene más ritmos que el disco anterior. La canción "El Micrófono" es parte de la banda sonora del videojuego FIFA 08, mientras que la canción "Alocatel" del FIFA 10, además el tema “A girl like you” es parte de la banda sonora de la primera temporada de la exitosa serie “Californication”.
En el 2009 lanza un tercer álbum llamado Soy Sauce con el sencillo "Hiedra Venenosa".
En 2010, el IMS musicalizó al segmento "Suave Patria" perteneciente al desfile del Bicentenario de la Independencia de México; el álbum de nombre homónimo, contiene 6 canciones que según un comunicado oficial, "crearon esta pieza musical tratando de evocar algunos pasajes de la Constitución Mexicana y representar un paisaje sonoro del Territorio Nacional". Este EP esta disponible actualmente en la iTunes Store.
En 2013, el IMS protagoniza la estación de radio East Los FM de Grand Theft Auto V, a la vez que su canción "Es Toy" aparece dentro del juego". 

Camilo Lara es entonces una clara muestra de lo que podría denominarse arteobjeto sónico al mezclar cromos fabulosos de mujeres curvilíneas de los años cuarenta y cincuenta con reminiscencias musicales como el chachachá, los orígenes de la cumbia en Rigo Tovar y el tejido de la burla respecto del concepto de institución: al autoproclamarse como institución, Camilo rompe el primer esquema legado de sistemas de siglos pasados y lo deconstruye para oficializar con su música el discurso de un buen segmento poblacional que no está muy de acuerdo con nadar hacia la misma dirección. Por si fuera poco, también homenajea elementos claramente obviados por esa intención rijosa de convertir al arte en algo sublime y por lo tanto elitista, como si ambas palabras fueran una sola o vivieran en el mismo campo semántico. Cuando se le pregunta, en una entrevista realizada por Kaleidosónico el lunes pasado, sobre la percepción que se tenía de su música como arteobjeto sónico, él, con una sencillez muy característica de quien sabe que entre tanto no se es mucho, contesta: “tiene mis ojos, mis orejas, soy yo, de alguna manera me proyecta y puedo decir a través de la música, sin pelos en la lengua, lo que opino”. Resulta pues todo un viaje o una visita a un museo personal de un portavoz de una generación que se resiste al anonimato por causa de su incapacidad creativa (o como quien dice, por haber perdido en el juego de las sillas: todos ya habían tomado lo mejor y no queda nada). 
Y nada más que bailar. Podrás sentir el temblor en la panza al sentarte y ver en soledad las mejores películas que el cosmos jamás podrá entender, porque el lenguaje humano se hizo para hacer callar a todo lo demás; la rabia áspera entre las manos al intentar detener la prosa entre las horas del trabajo, su combate escondido, su perfume violento; la analogía muriéndose por volverse metáfora cuando la calle te cruza; la espuma de la verdad entre anaqueles y papeles con olor a paradigmas incansables de joder. La brillante espuma que no te deja espacio para los pulmones ávidos de otra cosa aparte de la tristeza sin fin de los rostros o de su aparente indiferencia inmaculada a los gadgets. Bailar y bailar para sentir ese hilo de plata que te une los pies sin pedicure con la tierra, cansada de sobrenombres y de rituales, de apóstatas amantes que lavan sus ropas con imposición de un cariño innecesario. Bailar y bailar hasta colgarte de la estrella más alta, la más linda, la que más furia tiene en su seno y por tanto suena más estridente y mejor. Hoy no quería salir al mundo porque sé su respuesta y la tuve. Hoy sólamente quería bailar y bailar, como hace tres horas, hacer del ritual de la danza, la poesía que no pienso cantar o escribir porque bailando se comprende el instante y se deja atrás la tentación de imprimir las huellas dolidas de alguien que no quiere bailar aún, pero te habita. Umbra, le dicen unos. Ego, los psicoanalistas. Bailar hasta perder la conciencia de la banca que se perdió entre las páginas y aparece de pronto en la cocina, un martes a las cuatro, la mesa servida de ecos de ébano. 

lunes, 14 de octubre de 2013

Me pregunto qué diferencia habrá entre ofrecer lecturas de calidad a ofrecer a Cohelo (Fabrizio Mejía dice "Cohecho" y me parece válido y gracioso), si la gente para empezar ya no sabe leer el lenguaje del cuerpo, los silencios de los interlocutores, aquellos que nacían de manera natural en respuesta a la reflexión o genuflexión ante la vida. Qué diferencia hay, me pregunto, en observar la idiotez paulatina del mundo o escribir miles de páginas si las sobrantes se han mezclado con los clásicos y el ser humano es incapaz de responder a la pregunta original de quién es o por qué todo esto, este siglo, esta banca, este lenguaje, estos gadgets, esta libertad escenificada, estas necesidades a priori cubiertas pero porqué nacieron y dónde están las primigenias. 

Me pregunto qué diablos hago escribiendo en este blog, si en realidad la gente pasa del mensaje porque hay demasiados pasatiempos en las redes sociales y el poco tiempo que queda es para ensimismarse con la obviedad del ser. 
Descalzos los pies que te vieron viajar, alma, las nubes como cejas librándote de la inclemencia del sol. Dichosas las palmas abiertas a nuevos himnos, luna, las flautas como preludio para el día más bello en la escena móvil de nuestros días. Bienaventurados los que escriben la vida y su anverso, porque de ellos es el no amor de quienes los escupen a diario y la ternura de los ausentes y los que abrazan, aún estando lejos. Descalzos los egos que te vieron leer, alma, las letras como estrellas pasando por ti como lluvia, porque del no tiempo son las cosas más maravillosas del verbo. 


sábado, 12 de octubre de 2013

Jazzábado

Hermano, oh mi alma / Soy mi propia orquesta / y no pido nada / excepto sonar con el Sol. Hermano / oh mi alma / Soy mi propio cuarteto / y sus cuerdas sosteniendo el viaje / este ramo de estrellas / bailando de un punto a otro/ Y es que, hermano, oh esta alma / esta noche / no tiene fin.

viernes, 11 de octubre de 2013

Reescribo mi propia vida con albahaca e infusiones para no dormir en el abandono. Lo hago porque estoy despierta y porque también soy las plantas de Shiva y el canto de Ra, los signos de todos los profetas ocultos y la risa de Buda. He caminado demasiado sobre la tristeza, le he mostrado y me ha mostrado la belleza de sus venas. También he caminado sobre el conocimiento y él ha sido generoso conmigo. He caminado sobre el silencio y siempre me ha regalado a cambio la risa o el llanto. He bailado en tiempos de guerra interna y también cuando la bonanza de mi suelo. No tengo nada de qué quejarme pero tampoco tengo nada que legar, acaso la esperanza, tres mil poemas y mis cincuenta cuentos. 

Miro sobre la luna, es un don que se me ha dado cuando quedo quieta en la mansedumbre de la noche. Todo está en su lugar, digo. Tomo una rama de albahaca y me siento a contemplar a los jóvenes que deambulan por su fragmento de matria, conscientes de que el fin no es por ellos y aún existen más verbos y sonidos para escribir su propia canción. Luego, vendrán tres o cuatro niños que me saludarán porque en mi cara se refleja la madre que siempre seré, porque nací para proteger y también para aprender de la inocencia. 

Reescribo mi propia vida con albahaca. La coloco sobre mi cabello que es largo como las cuentas que tengo muy claras en mi cabeza. Nunca me sentí más mía ni más exacta dentro de mi cuerpo en sintonía con el universo, tenían que pasar los episodios del hartazgo y su luz para entender que mis labios dirán siempre lo que ha de ser, amarán lo que es digno de amar, proclamarán el asombro y cantarán elegías y odas, siempre melancólica y también siempre esperanzada. 
Nunca más. El tránsito del alacrán se almacena en las páginas de un buen libro. La percepción de aquellos días perece frente a la fuerza del viento. 

Nunca más.

domingo, 6 de octubre de 2013

Miro las fotos en el instagram y comprendo que lo nuestro es encantarse ante la memoria amedrentada del futuro. Nosotros, los del siglo XXI, somos herederos de la melancolía del futuro, de su vacío alimentado de ecos de Petrarca y Owen, de Stravinsky y Gauguin, de las cámaras kodak que gritaban en los años cincuenta la bonanza porque hoy solamente somos eso: una bonanza fotografiada, una fotografía construida en la bonanza del papel y los colores que duelen, más que las retinas, el orgullo de una humanidad que cada día nace más dispersa y se descubre a sí misma fragmentada entre la niebla, los domingos de octubre, cuando ocurren. Al ser humano de este siglo le corresponde eternizar la angustia cuya causa no ha diagnosticado porque está sin tiempo, sin creencias y sin lugar. Por eso hay que acudir al instagram para rendirle un homenaje a la memoria del futuro y su melancolía.


Y es que hasta las ruedas de la fortuna y los columpios primero salen en una fotografía ante el mundo que por la boca de un ciudadano del mundo, el viejo sueño perdido de un ensayista que ya nadie toca porque es polvo. Ese nadie, en caso de ser válida la teoría de Alfonso Reyes que decía: “¿y si el polvo fuera el verdadero Dios?”, se está perdiendo de conocerlo. 

Mientras me elevo por el cielo con ayuda de la grúa veo los posibles paisajes para el instagram, pero prefiero dejarlos para mí, pues me parece que éste será el único regalo del domingo. 

sábado, 5 de octubre de 2013

Uno relee a Mijail Bakunin en las horas muertas del trabajo, cuando se cuestiona porqué se ha salido del hermoso seno adolescente, donde idealismo y libertad (la construcción primigenia de, por supuesto) eran tangibles y suficientes en las tardes prolongadísimas donde daba tiempo de leer libros de más de trescientas páginas y todavía tener tiempo y ánimo de ver una buena peli (o un buen par de ellas) en el canal 11, o de plano sustraerse del grito del eterno maternal a la hora de la cena descubriendo a quienes serán los clásicos de, si llega a haber vida después del 2100, las nuevas generaciones. 

Uno relee a Mijail Bakunin y recuerda cómo fue que Tolstoi lo amó porque también uno recuerda haber leído un guiño literario suyo en Ana Karenina. Es cuando uno se pregunta por qué habría sido necesaria leerla dos veces para entender que el verdadero narrador plantea en el intertexto todo un ensayo sobre la construcción del ser humano ideal, de lo deleznable que puede serlo en la realidad, o de perdido de cómo levantar una nueva nación: al ponerla contra un tren, Ana personifica a la rusia zarista que debería morir en manos del progreso. 

Uno relee a Mijail Bakunin y recuerda cuán ingratos fueron los años de colegio y de pronto se ve enlazando frases del niño de Coetzee y se da cuenta de que la infancia, si se la mezcla con la religión, puede ser la canción más triste de la existencia. 

Uno relee a Mijail Bakunin en las horas muertas del trabajo y encuentra esta deslumbrante frase: 

"Un jefe en el cielo es la mejor excusa para que halla mil en la Tierra". 

Uno relee a Mijail Bakunin y se pregunta si los científicos podrán algún día hacer una máquina del tiempo para ir a vivir al siglo XIX, los libros en valijas, por supuesto. Uno relee a Mijail Bakunin y dan ganas de poner con chinchetas los papeles ingratos de las horas raras en donde uno deja de ser uno para al terminar la jornada poder volver a volar.