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viernes, 19 de agosto de 2011

Sensibilización a los signos

Lex aeterna. O "lo que es arriba, es abajo". Para nada tengo intenciones de evangelizarlos (dios me libre). Pero sí me gustaría externar algunas reflexiones para este viernes.

El cosmos tiene un orden. Para ese orden debe existir una serie de leyes. Sin embargo, ni ese orden ni esas leyes existirían de no existir los signos universales, aquellos que poseen un valor intríseco per se, esto es, que no necesita un nombre especial y humano para su existencia. Incluso ni siquiera necesita el reconocimiento de aquél para que existan: son y ya.

Como en los planos de los arquitectos, el mundo está hecho a escala: somos una reproducción en pequeño del Universo. Polvo de estrellas, si nos queremos ver muy tiernos. Los mismos signos universales se manifiestan aquí. El hombre, en su claro afán por elitizar y excluir de los pequeños grupos de poder a la masa, creó algo así como una obsesión por codificar el entorno. Nace pues, el primer dilema para la conformación de un sistema igualitario entre los hombres: no importa qué nombre -individual- se le pueda dar a un signo captado por el ojo de algún observador de signos, si no da con el nombre formal, técnicamente está frito.

Lo anterior lo vemos en la economía, la política, el derecho, la filosofía, el arte, la literatura, la medicina... Poco a poco hemos ido olvidando el regalo primigenio y natural otorgado a la especie humana, que es la de nombrar, por adquirir una cualidad artificial que es la de codificar y excluir. Apartar, avasallar, impedir que los demás tengan el derecho de nombrar aquellos signos cósmicos en escala terrestre capaces de darles un sentido a su vida (amor, justicia, salud, belleza, felicidad, por mencionar los básicos, los no "místicos", "científicos" o "tecnológicos" y especializados, producto de horas de observación de la complejidad de los sistemas universales), que también es un signo cósmico: sin ella, sin esa vida, el orden universal (y por ende, terrestre) se corrompe.

¿Por qué comento todo esto? Hace unos días me ponía a reflexionar sobre la ineficacia de programas educativos, de motivación a la lectura, de la deserción estudiantil, de esa apatía y el silencio crónico que presenta mi país. Precisamente fue el punto del silencio obligado lo que me hizo pensar que el hombre del poder, injusta y perversamente, se las ha ingeniado para arrebatarle al hombre mudo (y ciego, pero no ignorante: basta con que tenga la luz de la interpretación de los signos para que esté en condiciones de volver a caminar) ese don precioso, cósmico, de interpretar a los signos por sí mismo, de darles un nombre, de entablar una comunicación directa con ellos, y de ser capaz de remodelar protocolos, hermenéuticas, semiologías, semióticas, semánticas y todo lo demás, a imagen y semejanza de quien lo use y diga o haga: no pasa realmente nada si un individuo "común" le llama de una forma distinta a lo que un crítico de arte renacentista le atribuye a cierta técnica pictórica con un nombre rimbombante: ambos contemplan y vibran ante una misma belleza, interpretada y enriquecida de manera individual por las características del entorno. La cuestión sería, en todo caso, que ambos vieran exactamente lo mismo y lo pudieran saber interpretar en igualdad de circunstancias.

No hablo de estar en contra de las universidades o de los códigos. Creo que ya ni siquiera les prestaría demasiada atención. Lo que realmente deseo, en todo caso, es encontrar la manera de hacer entender a formadores (o mejor dicho "encauzadores" al conocimiento integral) que es importante, en especial en estos momentos de crisis deontológica colectiva e individualizada, sensibilizar a cada individuo hacia la percepción de los signos, mismos que son para todos en todo momento y no conocen de estrato social, cultural o ideológico. Probablemente muchas cosas se arreglarían. No habría, para empezar, necesidad de formular leyes humanas con signos humanos, tan pesados (imaginémonos por un momento a un legislador cargando el signo herrumbroso de la equidad, como concepto "creado" por el jurista para el "bien" de una sociedad que olvidó respetar de manera natural el orden establecido de manera cósmica: por más que lo intente, jamás podrá igualar a la equidad universal que consistía en hacer respetar el lugar de cada quién, por mera prudencia de conservar la armonía de un sistema) por provenir de un estadio no natural y hasta pervertido de la raza. Comenzaría a darse la apertura de los individuos al conocimiento y, por fin, todos aquellos que estaban ciegos a fortiori (por el simple hecho de heredar una tradición en la que se te muestra lo que debes ver, y no te hace ver que eres capaz de encontrar e interpretar la "verdad" o signo en la calidad y cualidad que mejor te permita el desarrollo como individuo) comenzarían a ver y a exigir un cambio. El mundo cambiaría, los paradigmas cansados (como el gastadísimo Estado Moderno, la Iglesia, entre otros muchos que ya agotaron sus posibilidades fácticas e ideológicas) se sustituirían paulatinamente por otros nuevos. Se perdería, al fin, el miedo a lo no probado.

Sensibilizar. Esa es la palabra clave. Sensibilizar los sentidos (aunque pueda sonar a pleonasmo) para hallar al signo. Sensibilizar a la razón para conectarla otra vez con el espíritu. Sensibilizar a la voz para renombrar lo perdido (o escondido). Empezar por saber leer la música sería una buena forma. Las notas pautadas de sinfonías, por ejemplo, son el legado más puro que se tiene de los signos universales, invisibles ante la enajenación del espíritu humano, pero existentes en todo momento. Sensibilizarse al Leer. Y no me refiero a manchas en papel.

2 comentarios:

capriyunliuz.blogspot.com dijo...

muy buen articulo...encierra muchas verdades
Sensibilizar a la razón para conectarla otra vez con el espíritu. Sensibilizar a la voz para renombrar lo perdido
eso dice casi todo...pienso que este mundo hace lo contrario...nos obliga a insensibilizarnos porque no nos ayuda si no que nos hunde :/

Marlén Curiel-Ferman dijo...

Yuni:

Te agradezco en el alma que leas estos escritos. Por las razones innumerables que representa para mí y por el hecho de regalarme tu tiempo. Tienes toda la razón: nos obligan a insensibilizarnos para manipularnos. Pero quienes ya sabemos esta verdad, debemos actuar en consecuencia, ayudando a los otros a despertar con el don de la palabra: es la palabra la fuerza capaz de reivindicar a un ánima perdida, nada más.

Te mando un abrazo enorme, bonito fin de semana,

Mar.