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jueves, 18 de octubre de 2012

Génesis del ocre

Déjame que te cuente, mi niña, cómo dan las seis en este pueblo de tierra y trenes. Déjame que te cuente cómo a esa hora se termina la siesta entre los que lo habitan, y un espacio en blanco se les instala detrás de los ojos, alrededor del alma y en un lugar incierto del corazón. Déjame que te cuente que es mitad de octubre y el otoño es un rostro de muchos labios esperando pronunciar una letanía que lo vuelva feliz, tal vez eterno. Déjame que te cuente cómo una canción se levanta entre el polvo y el horizonte, cómo se levanta y es una mujer ataviada de gasas de eones y tonos malva que sale a pasear por la línea del tiempo, robándose las historias de los hijos de los pueblos pequeños, como éste: aquí está la historia del herrero francés del siglo XVI que perdió a su hijo por hambre y la de la costurera alemana que esperó demasiado para amar a un hombre de apelativo incierto por no haber nunca existido; ahora se ve el anciano de olor acre que creyó ver un rayo y era el flash de un antropólogo suizo que murió, meses después, en las tumbas de un rey egipcio que amó tanto a su mujer que se volvió el río por donde trece hombres viajaron hasta dar con el primer fonema del hombre. Déjame que te cuente, selva tierna, niña, última pieza de la matrioska del corazón de este lado del mundo, déjame que te describa las notas de su canción milenaria. La oirás dentro de ti tan pronto conozcas la melancolía, la oirás llegar y sabrás la soledad de los que conformamos el mundo. Y no llorarás porque es más dulce que el vientre único de nuestro padre, y no querrás interrumpirla ni cuestionarla porque ha venido a acariciarte, a llevarse consigo la primera sílaba pronunciada el día más jubiloso y el más triste de tu existencia. Déjame que te dé una pluma de tinta invisible, mi niña, para que escribas el poema que te dicte la señora de gasa de eones y tonos malvas, naciente entre el ocre polvoriento del otoño, justo en medio del espacio blanco instalado detrás de los ojos de los vivos. 

2 comentarios:

Javier Acosta dijo...

gracias por este texto hecho de sueños y de muñecas adentro de otras muñecas. un abrazo desde el cálido otoño de zacatecalientes. :-)

Javier Acosta dijo...

saludos desde la tumba del faraón. y gracias por ese texto lleno de imágenes y de poesía. un abrazo desde zacatecalientes :-) puaj, qué calor.