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sábado, 29 de diciembre de 2012

Gracias, veintes

Escribiría una elegía, pero las cosas buenas es mejor grabarlas en ese dispositivo ubicado en la parte superior del cuerpo llamado memoria, y algunas más en ese otro al centro del pecho, llamado corazón. 

Hoy es mi último día viviendo con 29 años y quisiera decir en pocas palabras (porque tengo flojera de decir todo lo que sé de mí y en realidad este post, como muchos tantos, son un espejo para el ego), que amé a mi década con todos sus altibajos, con sus cuatro nombres por los cuales entregué el alma (gracias, amados, me hicieron más mujer), mi familia, toda la gente que llegó para quedarse y aquella que cambió sus rumbos, mis dos carreras, mis múltiples oficios, mis sueños locos (muchos de ellos logrados), mis amigos, los seres que siguen llegando a mi corazón para enseñarme algo importante y los que están por venir.

Confieso que no quería soltar esta década tan intensa, pero eso a Cronos le vale un cuerno, por lo que prefiero poner mi mejor cara a una década en la que no sueño nada especial salvo tener el amor en todos los aspectos. Amor y sólo amor. El amor inspira, sostiene, defiende y sueña. Si tengo eso, desde el Amor de mi Padre Cósmico hasta todas las clases de amor posibles (incluyendo mi amor por la literatura), nada me faltará.

Mañana domingo 30 inicio un nuevo viaje. Vamos a ver qué travesuras realizo en estos largos diez años que tengo por estrenar. 

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