El siglo XX está destinado a permanecer intacto en su creación misma. Impermeable ante el posible tacto de manos mierda en el siglo XXI y quizás en ulteriores, es el único cuya formación y estructura es un código encriptado basado en la esperanza del desencanto: no hay más que agregar excepto la vida. La irrupción de la materia es una contestación inmediata a la muerte y tal vez por ello las corrientes y vanguardias que sacudieron al mundo.
Extraño al siglo XX, su ética estructurada en la pérdida de la fe en la moral que en este siglo nos ahoga: por moral cristiana se hace el bien, por moral se lee lo que te ayudará a ser feliz, porque en este siglo pareciera que es políticamente incorrecto aseverar que no lo somos como sociedad.
No tengo fe en el siglo que me toca, tengo hambre de tocarlo con algo que le despierte los pies.
Cooperacha de a peso por la libertad de expresión
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