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sábado, 6 de marzo de 2010

"Aceros inoxidables"

¿Cómo ves, Manolo, nos hacemos?
-Venancio


Me dijeron "la extrañamos, miss", y aquello que siempre digo que tengo en su lugar y está cubierto de acero inoxidable, se desarmó por completo.

Entraron como si cualquier cosa al salón donde ahora estoy, nomás para reclamarme que ya no hay quién los esté callando. Una no llora nomás porque es la profe, y pues ya se sabe, mejor guardar la compostura antes que hacer el oso frente a un montón de chiquillos.

Comprendo y sé que soy una mujer de armas tomar, que la mayor parte del tiempo estoy a la defensiva, pero mis huercos siempre (no sé cómo le harán), y a pesar de mi resistencia, me desarman. Y más esos hijos del grupo pasado: me costó muchísimo entender su hiperactividad, sus ganas de ser electrón giratorio a un millón de años luz respecto de mi cabizbunda materia gris, su corazón enorme y a veces confundido. Los extraño, pues.

De mis hijos actuales, nada, que ahora les leo 15 minutos antes de terminar la clase, y ¡oh sorpresa!, les gusta. Es obvio que no permaneceré de cuentacuentos todo el bendito módulo: la idea es que un día, ellos solos se paren de sus bancas, dejen atrás la apatía pegada en su piel reluciente de hormonas y belleza natural, agarren el libro y sean ellos los que lo lean en voz alta; que luego se enamoren de él y se lo lleven a dormir a su casa. Por lo pronto, Bernardo Esquinca ya podrá estar contento: su último libro, Los niños de paja, ahora está temporalmente en la casa del chico que menos tarea me hace y que mejor sabe dibujar.

Y si esta entrada de blog les parece de lo más cursi, pues entonces váyanse a leer mis dardos. O la página de internacionales, qué sé yo.

Abrazos, el sabadito pinta bien :)

1 comentario:

Moka Hammeken dijo...

¡Que bello!! Todo eso que les inculcas les encanta... Es realmente conmovedor. Que bueno que tienes ese don.

SSaludos!!