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martes, 22 de noviembre de 2011

Desconocido SMS

El trapeador sin ver lo que limpiaba. La tarde algo lagañosa por la hora en que el sol juega a darse a querer. "Hola, hermosa, ¿cómo estás? Te mando un abrazo, recuerda que te quiero muchisísimo. Te mando un abrazo. Cuídate, preciosa". El mensaje aparece en un celular lila con twitter integrado, el celular lila dentro de la bolsa del pants que hace doce años fue de un negro intenso. Brasas instantáneas acompañadas de un ligero sollozo: nueve días sin ella. Su partida sin motivo, igual que el mensaje sin número identificado. "¿Será que fue ella?". La respuesta no fue automática: "No reconozco tu número, pero quien quiera que seas, supongo por tus palabras buenas que debiste ser alguien muy amado, y lo seguirás siendo. No te preocupes por mí, yo me cuidaré, tú haz lo mismo también".

El mismo trapeador avanzando por el resto de la casa: ¿Y si en realidad lo que se ha perdido es la memoria de las cosas y la gente buena? ¿Y si en realidad esta memoria resultara ser la apócrifa y la verdadera está esperando con otro tipo de recuerdos? ¿Y si fueran todos los seres del ayer que de pronto vienen hoy a decir 'te quiero', para ver si de una buena vez la lección de no ser tan ciegamente egoísta se aprende?".

No hubo respuesta. No era preciso obtenerla: quisiste abandonarte por un momento en la posibilidad de la comunicación entre dos mundos. Necesitabas creer en ella más que en cualquier nombre conocido. No importaba ya el por qué de la partida, sino la ausencia en sí, que esta tarde lagañosa hacía más evidente: los seres se dividen en dos, ángeles y aprendices. Se acababa de ir un ángel a su primera patria, la aprendiz seguía aquí, trapeando la costumbre, esperando ese saludo de despedida que al fin llegaba.

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