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martes, 13 de marzo de 2012

Carpe Diem




En el anverso del cereal un código. Triángulos y estrellas para descifrar el cuento. Decía:


"En un lugar lejano, los hombres amanecían con la pólvora sembrada en los jardines. Respiraban esquirla y miedo, se acostumbraron de un momento a otro a creer que el sentido de sus vidas era ser una mancha caminante por un espacio en blanco. Hasta que un día alguien dijo: 'Un sólo por hoy'. Y se dedicó a besar a cada hombre y mujer de su vida, a agradecer su presencia en la Tierra. Y amó y amó como si fuera a secársele la arteria de un momento a otro. Y amó y amó tanto que otros, al principio motivados por la envidia, comenzaron a vivir el sólo por hoy como mejor pudieron. Hasta que sintieron también la necesidad de exprimir la arteria antes de que ella decidiera secarse de un momento a otro. Y sucedió que el lugar lejano comenzó a cambiar de olores: la pólvora se disolvió entre las flores que salían de las bocas de las personas, el miedo era sólo materia de cuentos de horror que engrosaban filas de concursos inútiles. La vida se perpetuó, pero a diferencia de la angustia de épocas pasadas, donde se vivía mucho y se sufría igual, esta vez el carpe diem cubrió de amor y pasión cada átomo de vida.

"Si llegaste a descifrar esto, tal vez puedas construir la utopía".

Juan, quince años y nada para creer, tomó la caja, vacía, para recortar la historia. Le gustaba sentir la textura de las tijeras rompiendo el cartón. Luego, encendió la televisión. Prendió en el canal que su padre vio por la mañana, el de las noticias. Juan lo miró como quien mira a un enfermo desde el vidrio de un hospital. "Voy a consultar qué es el carpe diem y qué será eso de la utopía", se dijo, y luego se volteó a dormir un sueño que le borraría la memoria.

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