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domingo, 26 de agosto de 2012

Ecce vato...

Para quienes critican la labor de restauración de Cecilia Giménez de la obra "Ecce Homo", de Borja: ¿Es molestia contra la destrucción  de una obra de arte, o es un simple escozor que emerge desde sus puritanas, moralinas conciencias judeocristianas?

Para quienes contestaron la primera opción, quizá ayudaría el recordar que múltiples guerras destruyeron la producción artística de civilizaciones enteras. EE.UU. ha sido el último de una lista que jamás habrá de tener fin: el hombre está destinado a recrearse y a autodestruirse. Esa es la magnificencia de su poder creador (y de su antítesis, la destrucción). Se es hombre porque no se puede ser dios, se es artista o científico para consolar al hombre en sus limitaciones, se es destructor para satisfacer el rencor de nuestras limitaciones. 

Para quienes contestaron la segunda, convendría entender a Jesús como a un líder y no como a un dios en el que el hombre se escuda en él para lavar sus "pecados". Se mata a Jesucristo cada vez que olvidamos la esencia helénica (estoicista) de la religión cristiana para desenvolverse en el hedonismo del siglo del desencanto, no cuando alguien le pinta una cara distinta, sin proporciones estéticas, al hombre que nadie conoció y al que todos le rezan. Sería mejor convivir con la honestidad del hedor y la pureza en vez de andar estigmatizando a una octogenaria de buenas o megalómanas intenciones (a saber) que lo único que ha hecho es lo que hacemos todos: deconstruir, destruir y reconstruir la visión de dios, del entorno, del mundo. 

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