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viernes, 12 de abril de 2013

Sobre el relato del mundo

El famoso relato del mundo comienza aclarando que su origen fue la poesía, pero a estas alturas le da lo mismo que lo confundan con la biblia, El Quijote, el Talmud, Nabucco y similares. Las teorías lingüistas y las antropológicas le causan sopor.

Trae los fonemas a flor de piel. En últimos días se encuentra frustrado por la imposibilidad de cantarlos, sólo tiene escenario cuando las llantas y el asfalto rozan sus pieles para formar una melodía de madrugada, o cuando los trenes (los restantes) pasan y se quejan muy quedito de las inequidades del espíritu del hombre.

El famoso relato del mundo nada tiene que ver con los cómics o las series animadas japonesas. No le debe a nadie derechos de autoría porque, en realidad, él nos tiene a todos comiendo de su mano: de terminar tajantemente el capítulo XXI de la segunda parte, nos caería la inexistencia: habiendo cero mentes para pensar a las restantes, el relato del mundo se autoextinguiría como las serpientes que se devoraban a sí mismas en los dibujos antiguos. Y otra vez el silencio primigenio, Hera resguardando su granada para tiempos futuros. 

El famoso relato del mundo se asusta con las notas de periódico. Procura cerrar los ojos ante las ofensas proferidas a los niños, pues su naturaleza es proclive a la furia y puede llegar a escribir hecatombes y plagas. El famoso relato del mundo es asexuado, un día se pinta los labios de carmín en latitudes calurosas y al día siguiente porta su traje azul en otras, despistando a los ejércitos de la autosuficiencia humana. El relato del mundo se ríe de las enciclopedias y piensa que los héroes registrados de cada civilización no poseen un ápice del sentido de las leyes cósmicas. 

El famoso relato del mundo es el primero en burlarse de la fama, se esconde entre las huellas dactilares de las mujeres y los hombres amantes, únicos capaces de entender la razón última de seguir escribiendo la vida.


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