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jueves, 22 de mayo de 2008

Las golondrinas llegaron ya...

Ayer por la noche tuve una gran noticia: soy abuela por vigésima vez de la primera camada de golondrinas de este año. Después de tantas especulaciones y preocupaciones, mis golondrinas -el ave que más amo- ya por fin son papás.

Era la primavera de 1988. Yo tenía 5 años y la primera generación de golondrinas arribó a mi casa. Aparecieron una noche de Marzo y a partir de entonces, tras verificar el estado del terreno, decidieron fincar su casita. Tuvieron 3 camadas. Yo tuve, en el foco de la entrada principal de la casa, el milagro de la naturaleza: ví cómo la pájara se ponía con especial esmero a empollar, ví cómo aprendieron a volar y ví cómo se reunieron, el último día de su estancia, en el cordón de la luz de mi calle.

Regresaron al año siguiente, y al siguiente, y al siguiente también. Dicen que parten hacia el Sur, a Argentina o algo así, para continuar con su reproducción en hábitats de climas templados. Desde siempre las admiré porque sabían volar e irse a donde les diera la gana. Ellas sabían la manera de huir del frío. Yo, que odio el frío, de pequeña imaginé muchas veces que volaba igual que ellas a Argentina, a pasar mi cumpleaños por allá.

Las golondrinas se hicieron parte de la vida de mi familia y de la mía. Es casi casi como un ritual esperar a que ellas lleguen, con su smoking negro azulado majestuoso. Los machos, con la cola del traje un poco más larga. Las hembras, con su cabecita redonda. Hubo una generación - la de 1999- que tuvo a un patriarca muy longevo. Regresó tres años seguidos, hecho pasita, con canas en el pecho cafesoso. La supimos reconocer porque salió lesionada una vez que sin querer entró a mi casa y, asustada, fue a dar contra el ventilador de techo en marcha, cortándole por la mitad su colita.

Sólamente hubo un año que las golondrinas no regresaron. Fue justamente después de que se les cayó el nido, tras una nevada insistente, en el 2002.

La siguiente generación, en el 2003, regresó a hacer el nido. Se tardaron horrores. Se les notaba a leguas que pertenecían a una nueva generación: lentas e indecisas, acabaron por comprender que ante la Naturaleza no se puede hacer nada. Y tuvieron sólo dos camadas -las hubo otras que tuvieron hasta cinco, supongo que aún no tenían conapo-...

Es curioso, pero a partir de esta generación, las subsecuentes han sorteado toda clase de visciscitudes y experiencias, unas ajenas a su voluntad, otras, inherentes a la nueva genética de esta especie tan hermosa. He visto que en los últimos 5 años le batallan más para conseguir el alimento -deben ser golondrinas obreras-. También las noto algo más estresadas -a lo mejor ascendieron a gerentes-.

Pero esta última en particular, me hizo sentirme mal por contribuir a sus desventuras: es la primera vez, en 20 años, que una camada tarda más de 5 semanas en ser empollada.

Al principio creí que eran golondrinas dinkies y no querían bebés hasta hacerle un segundo piso al nido. Luego, pensé que la golondrina hembra era infértil, o que sufría de un trauma del pasado, porque quizá era la hijita de la golondrina que quedó viuda el año anterior cuando un gato condenado se comió a su marido y nadie nos dimos cuenta. Luego pensé que quizá sería el segundo nido de amor de la golondrina macho, y que la hembra se resistía a mandar por el caño sus años de juventud a lado de un golondrino desentendido y hedonista.

Pero todas esas payasadas mías no hicieron mas que hacerme sentir peor cuando me enteré de la verdad: el cambio climático había afectado enormemente al desarrollo de las crías, luego de soportar aironazos invernales en pleno abril, ver escasez de palomillas -sus insectos favoritos- por la colonia, lluvias con granizo y días con temperaturas de 4 grados a principios de Mayo.

Sin duda alguna, mis golondrinas son la prueba más fidedigna de que desean sobrevivir: ayer, Wolfy, el samoyedo de mi hermana, escupió el cascarón que tanto esperé ver en el suelo...respiré profundamente, una enorme felicidad me llenó el pecho. Hay golondrinas para rato. Larga vida a mis golondrinas amadas.

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