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miércoles, 14 de mayo de 2008

17 de Mayo, un día para recordar...

Hace unos cuantos días, mientras realizaba mi rutinaria rutina de día de desempleada, escuché (no recuerdo si en la TV o en la radio) que el 17 de Mayo había sido instituido por el Senado de la República como día de la tolerancia hacia los homosexuales.

Definitivamente no pude dejar de imaginarme a toda la bancada de todos los colores con arcoiris en la frente, o con camisetas de los Pet Shop Boys, o bailando la vida loca...No pues sí, ¡qué barbaridad! Si yo fuera senadora, lo más probable es que ya hubiera tenido un infarto cerebral de tanto usar mi masa gris.

¡Por favor! ¿Tolerancia? Pues qué la decisión de elegir una preferencia sexual está ya regulada por la Constitución? ¿Quiere decir entonces que, aunque es un derecho vigente, es a todas luces un derecho no positivo?

En términos latos, se dice que un derecho es vigente cuando éste reglamenta los actos que los habitantes de un Estado realizan en la actualidad, y que corresponden, además, a los usos y costumbres del momento.

Por otra parte, un derecho será positivo cuando la hipótesis jurídica vertida en dicho derecho es efectivamente puesto en práctica.

Así pues, me pareció que establecer un día de tolerancia indica que en realidad, y pese a que la libertad sexual se encuentra garantizada por la Ley Suprema de nuestro país, demuestra que no basta con garantizar la observancia de la misma, sino que ya es un problema de óptica social.

Imaginemos, por un momento, que en una sociedad lo único que importa es el buen comportamiento de un individuo frente a la misma. Esto es, que el individuo lleve a cabo sus obligaciones, se desenvuelva con respeto hacia sí mismo y sus semejantes, y fomente entre los suyos un ambiente de progreso económico, cultural y social.

Si observamos bien la entelequia anterior, en ningún momento se exigió que el individuo fuera estrictamente heterosexual. Simplemente se le exigió que fuera moralmente responsable de su vida, cívicamente respetuoso y socialmente activo en forma positiva, en aras de alcanzar la teleología que tiene por fin la creación de un Estado.

Por ende, podríamos sacar, como primera conclusión, que la libertad de preferencia sexual es algo que le corresponde al ser humano como un derecho inherente a su esencia, es decir, ni siquiera le es otorgado como una prerrogativa por formar parte de X o Y Estado o Nación.

El hecho de que haya establecido un día para que todos seamos al unísono "tolerantes" con quienes no son heterosexuales me parece que carece de un argumento sólido, y que es, por el contrario, algo pusilánime, moralista, hipócrita e incluso parcial.

Si nos detenemos por unos instantes a reflexionar que quienes se definen como gays han sido protagonistas de un movimiento social que ha luchado por defender su derecho a elegir y disfrutar su vida sexual, y que por consecuencia, la sociedad, los medios, el Estado y hasta ellos mismos se han colocado en el papel de víctima, podríamos aseverar, con ciertas restricciones, que lejos de apoyar a un desarrollo integral de nuestra sociedad estamos obstaculizándolo, al catalogar a todos los gays como seres humanos desvalidos, que se sienten como si fueran extraterrestres y que por lo tanto les es otorgado, de manera automática, el privilegio de llegar a ser igual o más nocivos que un homofóbico.

El argumento anterior lo sustento en la homogeneidad de la esencia que como seres humanos tenemos. Una esencia que, como toda dualidad, tiene pros y contras. Un ser humano, en condiciones favorables, puede ser un prócer. O tal vez no. Y viceversa. En nada afecta si su parejea es del mismo sexo o no. Se habla de una esencia. La esencia no conoce de preferencias sexuales.

Así, al poner a un gay dentro de un lugar en donde aparentemente se le está otorgando una libertad y se le está reconociendo un derecho, en realidad se le está discriminando, tanto en lo negativo como en lo positivo. En lo negativo, al ser la propia sociedad la que le cierre las puertas y le impida desarrollar su esencia humana. En lo positivo, al caer la sociedad en el error de permitirle actos que van en contra de un sentir generalizado por el solo hecho de ser gay.

Para explicarme un poco mejor, pondré dos ejemplos:

Mi estilista, Éric, es gay. Sin embargo, es el hombre más tierno, maduro y sensato que yo haya conocido en toda mi vida. Es buen hijo, buen hermano, buen amigo. Da todo de sí para que los demás estén bien. Jamás, en los 15 años de vida que llevo de conocerle, le he visto cometer una sola injuria contra su familia o la sociedad. Por el contrario, ha sido objeto de vejaciones, burlas y discriminación por doquier. Aún y cuando esto le ha podido, se ha constituido como un ser humano fuerte, a prueba de balas, y con su nobleza intacta. Defiende su dignidad a capa y espada, pero con la caballerosidad y educación que muchos heterosexuales no tienen. Yo me pregunto qué sentiría él cuando se enteró que le van a regalar un día de los 365 del año para él solito. Un día en donde todos los que le han ofendido se tengan qué morder la lengua porque deben mostrar tolerancia. Un día, como los ancianos, las mujeres, los niños, la familia, las mamás, los papás, los maestros, en donde pueden ser los reyes de la Nación. Un día. El sueño de Cenicienta. ¡Ya merito es 17 de Mayo, ahora sí voy a salir a la calle sin que me hostiguen! Qué bonito suena, ¿verdad?

Por otro lado, se encuentra una chica de cuyo nombre no deseo revelar. La conocí cuando me desempeñaba como maestra de francés en la Universidad Autónoma de Coahuila. La chica, psicóloga, desempleada, de 24 años, me llamó al instante la atención por su notable inteligencia verbal, su capacidad de absorción de la gramática francesa y su nula capacidad para hablar fuerte. Yo, que casi siempre había lidiado con huercos que van a tomar clases porque su papito los manda, me quedé gratamente impactada de tener a esta nueva alumna. De inmediato entablamos una comunicación más amigable; después de todo, ella sólo era un año menor que yo, también había estado desempleada y tenía preferencias por el arte.

Debo decir que mi personalidad ha sido causante de una que otra tergiversación de mi forma de ser. En mi ciudad, una villa grandota con seres humanos de doble moral, es mal visto que alguien sea dura en sus objetivos...bueno, más bien se ve mal que una mujer tenga muchas ambiciones. Y si te vistes algo raro, pues pueden pensar que, o estás loca o de plano, eres lesbiana. Ya en la prepa debí lidiar con mi rebeldía que me hacía vestirme de Chicoché unas veces y de Frida Kahlo de otras. Me tomaron, obvio, por lesbiana. Y yo los tomé, obvio, por obtusos y estúpidos. No me tomé el tiempo de demostrarles lo contrario. Nunca he pensado que mi vida personal sea de la incumbencia de otros. No soy gay. Yo lo sé y punto. Es suficiente. O era, hasta que conocí a esta muchacha.

Llevada por un cierto clima de indefensión y depresión emocional, me refugié temporal y parcialmente en esta persona, que a simple vista se veía tan fiable y buena gente. La supe sicóloga y quise encontrar una oreja saludable, aparte de las que afortunadamente tengo en mi familia. Lo que no supe de ella, era su inestabilidad emocional y psicológica.

Para no hacer muy largo el cuento, la chica comenzó a atosigarme con mensajitos a mi celular, mensajitos en el messenger, mesajitos en mi bandeja de correo electrónico. Empezó muy modosita, me hizo creer que era una chava solitaria -igual a mí- que sólo quería una amiga. Luego le fue subiendo de tono. Frases como "qué guapa te ves en esa foto", "debí soñar con un ángel que se parecía a tí", "que tengas un buen día, atentamente, tu buena estrella", "¿alguna vez has sentido que te falta el amor?", empezaron a ser constantes.

De rato, empezó a seguirme por todos lados. Se consiguió un empleo a unas cuadras de donde yo antes trabajaba. Me mandaba mensajes al cel diciéndome que se iría a la Plaza de Armas a ver cómo el Sol se metía...Era una pesadilla. Era una humillación. La muchachita pseudo muda resultó ser una lesbiana enferma que no sabía de límites. Subestimó mi intelecto y mi inteligencia emocional, queriéndose hacer ver como el único consuelo a mis males de amor...pensó que yo, en mi laberinto amoroso, terminaría rindiéndome a sus pies.

¿Alguien me puede explicar por qué debo tener tolerancia con una sicópata obsesionada conmigo, que escribe en sus frases del messenger cosas como "antes de olvidarte, debo borrar todos los besos que empezaban con tu nombre"? La tipa no sólamente me mortificó la vida durante cinco meses, sino que, enmedio de un terrible problema existencial, me hizo llegar a pensar que quizá yo no me había dado cuenta de que debía salir del clóset...con eso de que ella es psicóloga.

¡Háganme el favor! Yo, que me autosustento como la más ecuánime en mis cosas personales, me vi tan acosada y presionada por una loca que llegué a creer -aproximadamente 10 minutos- que chance y a lo mejor a mí se me movía la canoa. Afortunadamente tengo suficiente imaginación, así que hice el siguiente experimento:

Me acosté en mi cama y cerré los ojos. Imaginé una escena en donde estuviera yo, haciendo el amor con una chica...¡guácala! ¡Qué espeluznante situación! Digo, el que sea una opción no quiere decir que sea la mía. Así que mejor regresé el cassette y me puse a imaginar mi fantasía sexual con el hombre de quien estuve enamorada por taaanto y taaanto tiempo. ¡Qué alivio!

Con todo esto que platico aquí, quiero dejar en claro que una preferencia sexual no es motivo para tratar a un ser humano de forma distinta, ni a favor ni en contra. ¿Cuántos homosexuales brillantes habrán visto su talento tirado al caño porque un tonto de mente cuadrada los mandó a la goma? ¿De cuántos progresos no nos habremos privado por la "saludable" acción de cubrirnos las espaldas -digo, ser gay no es causa de lepra ni exemas graves ni nada por el estilo, hasta donde sé-? ¿Y cuántos niños y pubertos mal orientados, e incluso, pervertidos por gays sin escrúpulos habrán determinado que son gays porque así se los machacaron una y otra vez, como lo intentó hacer la persona que les mencioné? Yo ya tengo criterio, tuve una buena educación. Pero desafortunadamente, hay muchos niños, pubertos y jóvenes en este país que no. Están tan pobres, tan marginados, que son vulnerables ante la influencia de un ambiente proclive a la perversión -que conste que no estoy considerando la homosexualidad como perversión, sino al acto de obligar a alguien a que se convierta gay sin serlo, usando el dolo y la indefensión de la persona afectada intelectual, moral y psicológicamente-.

Por eso me río del Senado de la República. En vez de andar con tarugadas de esas, que mejor legislen a favor de una reforma hacendaria. Es injusto que los de la clase media siempre tengamos qué cargar con tacha en todo. Es injusto que se repartan inequitativamente los impuestos entre los estados federados. Es injusto que la socialdemocracia estadual a la que se refiere nuestra Constitución no sea aplicada en realidad: yo de plano no veo claro, aquí las condiciones de progresar no son las mismas. No se puede progresar si no tienes manera de hacerlo.

A lo mejor, con un mejor uso del dinero que es recabado vía impuestos, se tendría un nivel cultural más apropiado para evitar que un homosexual sufra vejaciones. Se tendría un nivel cultural que le permitiera a los homosexuales ser ellos mismos sin tener qué llegar a desarrollar personalidades patológicas, como en el caso de la chica acosadora. Se tendría un nivel cultural que nos permitiera a todos tratarnos y juzgar nuestros actos con la misma vara. Sin distinciones.

A ver qué pasa. Mientras tanto, feliz día de la tolerancia homosexual.

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