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jueves, 5 de junio de 2008

¡No ganamos, pero ah cómo nos divertimos!

Fue domingo primero de junio y yo prendí una vela azul. También prendí varios recuerdos frente al televisor. Eran las cinco de la tarde y yo escurría sal como en mis tiempos de bailarina de folklor.

Pero ahora no taloneaba nada, ni cepillaba ni hacía carretillas. No. Estaba en mi trance mexiano-existencialista frente a mi T.V. ..."Que la tortilla cuesta muy cara porque importamos maíz a pesar de ser la cuna de Ometéotl...¡la manga! Hoy juega Cruz Azul y todo lo demás pasa no a segundo sino a quinto plano".

Estaban las cámaras en Torreón. Las banderas verde secundaria con blanco destellaban frente a aquellas que junto a ellas parecían banderines de kinder. Pero ahí estaba la banda de la Máquina Celeste, lista para apoyar al equipo que ha tenido ocho victorias, la última ganada hace casi nueve años. Ahí estaba el equipo del ensueño de los tiempos de Miguel Marín, admirado por su tocayo Miguel Carrillo por su fuerza y su poder en la cancha.

Fueron tiempos de bonanza que nunca viví, ni vi ni grité. Yo heredé la pasión por el Cruz Azul a punta de método de condicionamiento positivo, el cual consistió en acompañar a mi papá las tardes de los domingos -el único día de la semana destinado a nuestra cita padre-hija - a ver cómo los de la Máquina se quedaban en el "ya merito" por culpa de los abusivos de televisca, de los árbitros vendidos, de la delantera debilucha que se habían adquirido, de la defensa despistada y/o descontrolada que un mal director técnico en turno había tenido a mal entrenar.

Sólo viví una vez el triunfo del Cruz Azul. Fue en diciembre del 99 -creo- y hacía un sol lagañoso. Mi papá y mi hermano se comieron las uñas de los pies hasta ver que, tras casi veinte años de no ganar nada, tenían su añorado campeonato. Salieron a la cochera, se fumaron tres cigarros cada uno, como celebrando el triunfo.

También ví la "ola azul" del 2000 cuando jugó la Libertadores. Estaba en Zacatecas y todo el mundo salió a celebrar en la plaza principal, mientras yo me colgaba de la chaqueta "members only" favorita de mi pá en el bar del hotel en el que nos encontrábamos (nunca volví a entrar a uno con él, ni con alguien más). Ya luego nos iríamos a hacer despapaye en las escaleras del Teatro Calderón, para luego recuperar las calorías con un café capuchino del Acrópolis.

Pero nada más. Nunca volví a ver un triunfo. Mi papá tampoco.

Por eso estaba yo tan ilusionadota, esperando ver la cara de "what" de los laguneros (dios me perdone por ser tan cruel) cuando mi equipo de toda la vida se recuperara con creces de la afrenta del 2-1 del jueves...

Pero no ocurrió. Sucedió lo que he estado viendo desde hace como ocho años: puros tiros a gol sin puntería, pura corredera y empujadera, amedrentamiento total. Yo estuve a punto de meterme al televisor para intentar meter el gol que ni Torrado ni los otros jugadores pudieron meter, para irnos a tiempo extra.

Y lloré. Hice pucheros y me dio gastritis.

Mi hermano ya no hizo nada, viendo la situación: le gané el puesto del más apasionado futbolero de la familia y no había reversa.

Lo que nadie sabe, es que yo lloré de indignación: ¿cómo era posible que este equipo hubiera tenido un pasado tan histórico, tan beligerante y tan victorioso como para que mi padre lo siguiera con la tenacidad de su signo zodiacal?

Por la noche, un amigo de mi hermano llamó para decirnos que este equipo ya había comprado su pase a la Libertadores de 2009. Y yo no lo dudo ni tantito, porque creo que éste ha sido el último partido que veré con fé ciega en el deporte más belicoso -para mi gusto- y artístico -para mi gusto también- de todos los que hay (y el único que veo, por cierto: odio los deportes).

No cabe duda que el estoicismo, la entrega, la honestidad y la pasión ya pasaron de moda. Está de moda venderse, convertirse en un adorno del telemarketing, en un títere que no repara ni un segundo en lo que significa una competencia: dar la batalla con honor y respeto.

¿Pero a quién fregados le importa eso? Las tortillas ya son artículos suntuosos... creo que mejor me siento a escribir una solución sobre este asunto.

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