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lunes, 13 de febrero de 2012

Desfile entre fanfarrias

Fascinante, fabuloso, fantástico. Las sílabas fas, fa y fan irrumpen en la boca con un halo que tal vez únicamente los simbolistas le podrían atribuir otro valor que no fuera el perteneciente al típico (o mejor dicho, al más conocido) cuento de hadas. Fascinación, fábula, fantasía... Si fuera músico quizá podría remitir su magia a la cuarta nota musical. Escríbanlas y el papel brillará con luz propia. Pronúncienlas y su día se vestirá de cierta fastuosidad pertinente al siglo XIX.

Y me dirán que también existen las palabras fantoche, faquir, falacia, fastidio... ¡Pero claro! Ellas tienen su razón de estar en el grupo. A ellas les corresponde alertar el engaño, excluir aquello que no es digno de la imaginación, de los placeres atraídos por los sentidos e incluso, de los signos que no se ven ni pueden ser nombrados, pero no por ello dejan de existir...

Uno puede decir lo que sea (o casi todo lo que sea) en tanto las sílabas no vengan y reclamen. En lo que a mí respecta, por hoy ha sido suficiente para mi apreciable falta de sueño.

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