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miércoles, 25 de diciembre de 2013

Hoy fue un día diferente. Hoy fue el día de tumbarme y leer lo que me esperaba por más de seis meses, el día de oír la música que en la oficina no puedo escuchar. El día de recordar a Miguel, de contarle que la Navidad es muy aburrida desde que no está y que todavía recuerdo la última, cuando le dije que de Abba, la única rola que me gustaba era "Chiquitita", justo cuando veíamos un concierto de la agrupación en el canal del Politécnico. Quién me diría que sería el himno que me dejó en el cumple diecinueve, un mes antes de marcharse.

También es el primer día de los siete que cuento hacia atrás. Procuro no ver el reloj y concentrarme en las letras para aligerar el desplazamiento del tiempo. También, cierro los ojos, y ahí está él. Es el único al que podría soñar con cada detalle, desde su cabello hasta la uña del dedo chico del pie, me parece que con él resurgen mis dones de dibujante y eso es hermoso. A un minuto estoy, casi podría decirlo, de cotejar todos mis dibujos mentales a través de mis yemas.

Hoy fue un día diferente, tuve programa de radio sin estar hablando y no hablé de arte sino de la esperanza y la oración. No pretendo (jamás lo he pretendido) aleccionar ni con mis otros programas ni con éste en particular, lo único que quiero es detener la prensa y emitir una palabra buena de origen para los que vienen atrás, porque el mundo es aún muy ancho.

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