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miércoles, 2 de julio de 2008

Candil de la Calle, Oscuridad de su Casa.

Mire usted si el mexicano (o séase, usted y yo) no es un ente raro per se, por no decirle incongruente: nos mortificamos harto cada vez que vemos en las noticias de que a países lejanos como China, Myanmar o Laos se les cimbra el suelo o los cubren las aguas de tsunamis que curiosamente ningún súper aparato ultramoderno tuvo a bien detectar a tiempo; cuando que aquí en México ocurren desastres todos los días y nadie los pela.

Para muestra basta un botón: tantos indígenas marginados en las sierras como los Tarahumaras, tantos niños pobres y huérfanos, tantas Marías pidiendo en la calle porque son regenteadas, tantas multiplicaciones de los pobres (sin multiplicación de panes) que se ve a lo largo y ancho de este cuerno de la abundancia que vale un cuerno cuando de ser solidario con el prójimo se trata.

Al mexicano le encanta ese toque “mórbido-exótico” que tienen los camboyanos, sudafricanos sidosos, haitianos amedrentados, y demás razas hermanas porque es precisamente eso lo que le hace moverse hacia la misericordia con el prójimo.

A ver si un día de éstos el mexicano (o séase, usted y yo) entendemos que prójimo deriva de la palabra próximo, que significa “el más cercano a” y empezamos por deshacer la máxima “Candil de la Calle, Oscuridad de su Casa”.

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