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lunes, 9 de noviembre de 2009

Elmo, Bono y la caída del Muro de Berlín

9 de Noviembre de 1989: Cae un muro, el de Berlín. Cae un sistema que hacía, como en las reglas de la física, un contrapunto frente a la incipiente economía neoliberal, hija –como ya lo sabemos– del capitalismo.

El muro de Berlín cayó y con ello se marcó el retroceso en la historia: jamás olvidaremos la paz de la guerra fría que nos mantuvo a varios países en la zozobra de una libertad un poco más abierta a las alternativas en cuanto a los sistemas político-económicos se refería. Había de dónde escoger. Había con quién cambiarse de bando. Se exaltaba el nacionalismo –en muchos de los casos altamente nocivo para el desarrollo mental de una sociedad en construcción, pero, insisto, necesarísimo en momentos de crisis de identidad originados por puntos que tiran con la misma fuerza hasta desgarrar el sentido común de una colectividad–, se propiciaba la tranquilidad y el debate.

Para muchos, su caída fue un manifiesto a la libertad: es cierto que un muro siempre origina un sentimiento de ansiedad por la restricción que impone a quienes viven detrás o delante de él. Efectivamente, un muro en un mismo país originaba neurosis, problemas existenciales y agresión reprimida: los occidentales deseaban recuperar sus raíces, los orientales, dejar de ser un número en las filas a la hora de ir por la despensa que el gobierno daba a todos por igual. Era un panorama triste, el de la segmentación de un país que intentó eliminar a todo aquél que no fuera ario. El muro representaba la tensión y el miedo a que en cualquier momento uno de los dos presidentes de las naciones más poderosas podrían hacer estallar un hemisferio entero con sólo oprimir un botón.

Pasó que tras el derrumbamiento de dicho muro, la mayoría de las personas creyó en la unidad, entendiéndose por ésta la unificación de la acción humana en todos los ámbitos con fines de fraternidad y elevación de la calidad de vida. Pocos escucharon que lo que vendría sería la unificación económica, que a la larga ha dividido más al hombre –incluso en sus propios núcleos de interacción diaria– que lo que la existencia del capitalismo y el comunismo dividió en su momento.

Veinte años después, quienes recordamos esa época lamentamos el uso incorrecto de la palabra liberación, pues en todo caso, lo único que se ha liberado son los precios, las cuotas al derecho de piso y hasta de credo, profesión, ideología y trabajo. Al quedar un solo punto tirante, como reacción natural tuvimos que los puntos opuestos ejercieron por vez última su fuerza conforme a la tercera ley de Newton: toda acción genera una reacción. La desaparición del sistema socialista (falible por la praxis poco ética de sus dirigentes) creó un vacío que se llenó con prácticas monopólicas y oligárquicas. La inserción de los grupos socialistas de oriente en la actividad económica occidental y su hipnotizante poder de consumo atrajo más desdichas que cosas buenas: miremos a nuestro alrededor, el mundo está pasando por una grave crisis. Aunque se me olvidaba, claro, que aquí en México ya no la hay.

Veinte años después, Bono, el carismático líder de la banda irlandesa U2, y quien en su juventud fuera considerado un contestatario, hace vibrar a Berlín con su vértigo, su elevación y las cosas más dulces de sus canciones buena onda. Veinte años después, el Google celebra los cuarenta años de la existencia de Plaza Sésamo: casi vaticinador, el sistema capitalista nos restriega en nuestras caras con Elmo lo fácil que es derrotar a un enemigo usando las armas del dinero –aunque sea virtual– a través del control de las masas. Como diría la máxima (y siguiendo la pauta belga de hace unos días en este rubro): más pronto cae un hablador que un cojo.

Levantar muros no era la mejor opción para la reestructuración político-económica mundial de la época contemporánea. Tampoco lo es la imposición de un régimen económico muchas veces inaplicable en países del tercer y cuarto mundos vía la el FMI, FAO, la CEPAL, el CEPE, la CEPA, la CESPAO, el CESPAL, el G-8, entre otros. Lo ideal sería entender la fraternidad como un valor axiológico que rebasa todo sistema no natural a la esencia del ser humano. Pero eso es hablar de utopías.

Ahora dígame si todavía quiere destapar la botella de sidra para celebrar(porque de champán…). Lo invito a ver “The Wall”, de Pink Floyd, en Youtube.

2 comentarios:

Víctor Mendoza dijo...

Tristemente somos testigos de estos escenarios, y más desalentador, ver que todavía existen muchas cortinas de hierro, yerro y humo. ¿Qué hacer? Pensar-nos en “dinamizar” otro orden…más humano y eco-lógico. De la entropía viene la entalpía.

Abrazos afectivos.

Víctor.

190.arch dijo...

Yo no sabía quién había hecho construir ese muro... ¡qué vergüenza me da!
Pues ya supe y ni hablar, porque cada día levantan otros muros en tantas otras partes y no sabremos si algún día caerán, por ejemplo, ¿Celebraremos con igual entusiasmo la caída de la barrera israelí de Cisjordania?
Y luego sí, Bono cantó gratis en la puerta de Brandeburgo, pero por una especie de "error logístico", le pusieron un recinto (muro) alrededor. Chistoso, que para celebrar la caída del muro, hayan construido otro : P