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domingo, 5 de junio de 2011

Un premio como hoy

Un día como hoy, pero del 2006, recibí el Premio Estatal Nazario Ortiz Garza, el máximo premio que un estudiante del estado de Coahuila pueda recibir cursando la Universidad. Lo recibí en la categoría de liderazgo estudiantil y no por el mérito académico (una chica de mi salón me ganó por dos décimas y a pesar de eso ella tampoco lo ganó en esa categoría).

Gané el Premio Estatal Nazario Ortiz Garza 2006. Supuse yo que era un privilegio y supuse que había sido porque desde mis 20 ya daba clases de francés y a los 23 ya traía un proyecto de lenguas indígenas; supusieron ellos que con eso paliarían los años venideros de mi desempleo formal en cuanto rubro pudo existir (2007-2008), enfrascándome en una maestra que daba francés y ya no tenía un proyecto de lenguas indígenas. Puse mi presea en el librero principal, el que está resguardado del polvo por un hermoso cristal que te dice: "no me toques" y ahí guardó mi mamá una antología de Shakespeare y otra de Wilde y yo guardé la antología de literatura rusa que mi padre dejó en la casa antes de marcharse y cuyos libros todos (Shakespeare, Wilde y Chéjov, Tolstoi et al.) los leí en mi aburrida adolescencia ascética. Luego, guardé mi vestido color hueso en una funda plástica y lo dejé ahí, para contemplar aquella mañana en la que fui casi la Señorita Coahuila 2006 (las nerds, cuando muy jóvenes, también tenemos sueños de turrones blancos y rosados, únicamente cambiamos el escenario: mientras las demás piensan en un altar impregnado de olor a gardenias, nardos y rosas, nosotras nos soñamos en un pódium impregnado de ese olor a no usado, a libro resguardado en aire acondicionado, a hojas bond lisitas, a vasos de agua con hielos, a plumas Mont Blanc y anillos dorados en un solo dedo sin su contraparte en ningún lado).

Cinco años después, mi presea detiene un montón de cuadernos de francés, derecho y literatura escritos a la mitad de tiempos que ahora se mezclan entre mis cabellos de veintiochoañera porque ese es el uso más funcional que le pude encontrar: detener el conocimiento que arrastro desde tiempos inmemoriales, estar ahí para cuando la tempestad obligue y yo necesite darme una vuelta al lunes 5 de junio del 2006 y yo creía que con un premio así, terminaría por doblar al mundo... Arrogancia geek-femenina de los 23, nada más.

Recordé todo esto porque acabo de abrir el clóset para sacar mi precioso vestido color hueso. A la tarde, me lo voy a poner para ir a bailar a los rieles de un tren.

Y no, no es dramatismo, es un cortometraje que estoy haciendo, dentro de una carrera que muchas veces me cuestiona si haberla iniciado habría sido lo más sabio (o lo menos torpe) que he decidido en mi vida...

1 comentario:

rolando aqui de nuevo dijo...

Vamos colocando un comentario, tambièn al vacío para defenestrar esa soledad del cuadro de "comentarios". Para que no permanezca solo, olvidado por los -obvio- miles de distraìdos paseantes del "espacio semiconductor de electónes y fibra òptica", porque de "ciber" no tiene nada.
¿Y todo a cuento de què?, para no decir nada o espcular sobre el fondo palido de la estulticia de la palabra.