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lunes, 2 de julio de 2012

Francia

No sé, como que hoy me dieron ganas de despertar en Francia. Allá, donde al parecer sí hay democracia (o al menos le dan oportunidad a la alternancia). Estoy harta de esta parafernalia electoral: todos sabemos que en México, la política es un asunto de causas y azares, nunca de mecanismos o pensamientos registrados en el consciente colectivo. Estoy harta de sentir miedo por mi futuro proyectado a seis años. Miedo de ver el estancamiento de la gente jodida.

Todos pensamos que por tener un aparato electoral refinado esta vez las cosas iban a salir bien. En el fondo yo sabía que no era cierto. Ayer que fui funcionario de casilla lo pude constatar: no es suficiente votar, tener una credencial de elector y cumplir con las reglas de una institución y asistir a la fiesta ciudadana. Siguen haciendo falta los libros, el conocimiento que permee en la mentalidad de cada votante. De nada sirve tener autonomía fáctica electoral si no hay una voluntad individual respetada. La coerción y la persuasión negativa que llega a la coacción obstaculizan un proceso que nos hemos ganado a pulso como pueblo. Hablo por la gente que jamás habrá de ver la luz excepto la del televisor, que les habla de mundos absurdos e inalcanzables, de realidades históricas tergiversadas.

Pocas veces me levanto con ganas de abandonar el barco, siempre he sido un ser que ha enfrentado las realidades que mi país me regala. Pero hoy pido perdón por querer despertarme en otro lugar, en otro sueño menos denso. Hoy no tengo ganas de salir y ver la misma película que me acompaña desde los diecisiete años, cuando mi México cambió para empeorarse (ya estábamos mal) y la vida de pronto se volvió en un objeto deleznable y la libertad es una canción setentera que me recuerda a mis padres.


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