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sábado, 7 de julio de 2012

Sagrado

Hay días en que olvido que la escritura es un proceso sagrado. No es que no se pueda tocar, al contrario: su bondad es tan grande que te hace creer que precisa de tus dedos para existir. Simplemente es un acto que conecta al hombre con lo superior. Un acto divino de salvación del espíritu. Escribir es la única forma en que un alma atribulada sale avante contra sus propios monstruos. Sin tenerla en verdad a ella, los actos de quien dice escribir se vuelven fútiles, vacíos. Escribir observando el ritual sagrado de la escritura es perder el miedo y matar al más grande enemigo, que es el ego.

Los actos poéticos verdaderos son los que curan el alma. Pido a la gracia de la escritura esta noche que me devuelva el permiso de sentirlos, de escribirlos: un mundo completo ajeno a mí y a la vez mío, un canto que purifique mis errores, un himno para reunirme con las otras partículas del universo. Creo que hoy llega el momento en ponerle una pausa a las ansiedades personales y buscar estar de nuevo en el seno de la palabra y el sonido. Quiero nadar, volver al mar de las ideas, donde yo me sienta, como a los veintitantos, a descubrirme y desnudarme sin importar lo que pueda salir.


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