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martes, 2 de febrero de 2010

Kamikazes

"Somos buenas gentes". Y el eco en voz de niña de ocho años hace que por poco mates al kamikaze adolescente que vaga por el boulevard, sin muchos sueños para cortar, sin mucha tela que no le arrastre en el asfalto, sin monedas en los bolsillos. Rápido y furioso no son tus amigos, pero daba igual manejar como zombie a 50 km/h con el verde a tus pies: no hay motivo para no salvar el pellejo, decía el chico mientras oía su celular.

"Le dejaremos todo en su lugar, no se moleste. Somos buenas gentes". ¿Qué podría una niña de ocho años encontrar en una bolsa llena de revistas viejas, cuadernos con apuntes del derecho que nunca sirvió, las clases de francés que jamás atendiste por estarle viendo los ojos azules al maestro?

Esta vez no pitarás. Nunca lo haces. Es el kamikaze número siete en lo que va del año. El número treinta y cinco de tu cuenta. No hay puentes, dirás. Igual si los hubiera, las calles son siempre dragones hambrientos de sangre joven. ¿O será el partido del cambio?

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