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sábado, 13 de febrero de 2010

Monólogo de amor en tres partes

I

Miles de corazoncitos en todas partes, la gente pierde y los comerciantes ganan. Habría que juntarlos todos y hacer un conjuro inocente para ver si entre todo esto sales tú. Y luego, ya sabes, perdería mi tiempo con todo el amor del mundo comprándote los anhelos que tuviste de niño, más los nuevos que tienes ahora, y sobornaría a Dios para que se hicieran una realidad.


II

Miles de corazoncitos en todas partes. La gente no los mira y yo los atrapo. Son todos míos y los canjeo por las cosas que te escribo en el otro lado del mundo, pero en mi misma silla. No soborno a Dios porque para ser y latir no se necesita permiso divino. Luego, me duermo: apareces tú en las noches. Procuro no llorar porque soy de hierro. No me sale el plan.


III.

Miles de corazoncitos en todas partes. La gente los mira y los toma, o los mira y los deja pasar. A mí me da lo mismo: ya tenía suficientes bonos como para lanzarme al ruedo, una vez más, y por el mismo motivo. Pido a Dios una sonrisa en tu cara, y valor para decirte: "ánimo, ya sé que no es lo que tú esperabas, pero por algo estamos aquí". Cruzo los dedos, confío en tu mirada una vez más, y me vuelvo paracaidista de las buenas: siempre habrá una nube en la tierra para aterrizar y seguir soñando (la realidad es un sueño, eso lo aprendí antes de que llegaras. Por algo habrá sido...).

Todo sea por agradecer tu nombre.

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