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sábado, 20 de febrero de 2010

Reír en paz

Me parece injusto que toda la semana yo tenga que chutarme, voluntaria o involuntariamente, las noticias escabrosas que pasan por todos los medios de comunicación. Que viva durmiendo entre tres y cuatro horas diarias sólo para poder sobrevivir y dedicarme a mi verdadera pasión: el arte. Que mantenga la calma y mi explosivísimo carácter de cabra loca de lunes a viernes, sólo porque es lo correcto y yo ya no estoy en edad de convertirme en pancarta andante frente al montón de irresponsables que tienen a mi país hecho un caos. Que cuente las horas para poder salir a despejarme una noche, con algún amigo o simplemente sola para que después de todo yo tenga que aguantar el miedo de ver a diez policías de la AFI que entraron sin deberla ni temerla al bar en donde me encontraba con una amiga (el Dublín). Es cierto, muchos días pienso en la posibilidad de morir joven, pero jamás en las manos de estos seres, y mucho menos en escenarios no aptos para quien no ha movido un dedo en contra de nadie (como era el caso de todos los que nos hallábamos en el área de no fumar -que es, por cierto, el único piso de los tres del bar donde se puede ordenar un café-). Tener como escenografía a estos guardianes del orden no es muy grato. Enterarme que no pasaba nada (porque le pregunté a uno de ellos, encapuchado y con su arma en el brazo), me hizo sentir contrariada y vulnerable.

No se vale, señores. Yo nunca he dicho que sea una santa. Mis errores he cometido porque soy un ser humano -y aparte, mexicano-. Pero déjenme reír en paz, déjenme respirar, déjenme olvidarme un momento, tres segundos, diez minutos, cuatro horas, que la culpa es también mía por tener los años que tengo y no hacer nada para cambiar este caos mas que escribiendo esto.

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