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jueves, 5 de mayo de 2011

Sobre las cosas cíclicas

Hay cosas que deben ser cíclicas, debido a su naturaleza. He ahí que por ello comúnmente sean denominadas "fenómenos naturales". Su función es mantener cierto equilibrio sobre la Tierra, y generalmente (salvo algunas excepciones) la mano del hombre y su asombrosa tecnología no han podido hacer nada para detener, cambiar o extinguir el proceso natural. Entre los numerosos ejemplos están el ciclo del agua, la migración de ciertas aves y la formación de las estaciones.

Hay cosas que no deben ser cíclicas, debido a su naturaleza. He ahí que por ello comúnmente sean denominadas "actos humanos". Dadas las consecuencias negativas que ejercen sobre otros humanos y el entorno mismo, la función de quienes velan por el bien común es impedir que aquellas aparezcan nuevamente. Como generalmente tal intención se gesta a sí misma como una utopía más que como una teleología, la mano del hombre se las ingenia para volverse invisible. El ejemplo más palpable del que puedo hacer uso es, en estos momentos, la tragedia de los mineros de Coahuila. Resulta que hace cinco años casi exactos ocurrió algo muy parecido. Se suponía que el error había sido superado al implementar las reglas que garantizaran la seguridad de los mineros en el área de trabajo (las minas, obviamente). Todos juraron que ninguna otra familia volvería a sufrir los estragos de la indolencia.

Una vez más queda evidenciada la corrupción imperante, en todos los niveles, en todos los sentidos. Una vez más, catorce familias (o más) quedarán a su suerte.

Hay cosas que deberían ser obligadas a tener un fin. Cosas que deberían terminar su ciclo.

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