Saludos y que tengan un chido jueves.
Marlén Carrillo Hernández-Ferman. (Saltillo, Coahuila, 1982). Licenciada en Derecho por profesión, artista por vocación.
De niña era muy extrovertida. Me gustaba mucho cantar y bailar en público las coreografías de los grupos pop de moda. En la guardería y en el jardín de niños no hubo problema con que yo fuera así, incluso me escogían para salir bailando en los festivales. Ya en la primaria fue otra cosa. Como alumna del Colegio La Paz, pronto aprendí que si quería evitar el ocho en conducta que espantaba tanto a mis padres, debía mantener la boca cerrada, los pies fijos y la mirada hacia el pizarrón. Alguna vez se me ocurrió pararme enmedio de la clase para cantar “Como una mariposa” de Pandora. El gisazo no se hizo esperar. En los dos primeros años me lanzaron varios proyectiles de esos con la intención de sacarme los ojos. Sólo atinaron a reprimir mis ganas de expresarme.
Por eso adoraba las vacaciones de verano. Era la única temporada en la cual yo podía hacer algo que me gustaba en realidad. Me pasaba los días con mi mamá en la oficina en la que trabajaba como secretaria. Condicionada por el colegio a no moverme ni a abrir mi boca, y estando en un lugar en donde no puedes hacer gran cosa mas que sentarte y mirar, opté por escribir cuentitos de brujas y princesas en la vieja máquina Olivetti que tenían arrumbada, luego de sufrir la gota gorda por no poder multiplicar correctamente 6439 por 567 a la primera. Las princesas tenían mi nombre, o el de mis amigas Tere, Alma y Fabiola. Las brujas se llamaban Clemencia, Juanita, Yussi y Evita, tal y como se llamaban las monjas.
Al terminar la primaria me mudé a Guadalajara donde estudié
En Guadalajara les cantaba “Pelo suelto” a las de mi salón y escribía leyendas a la bandera que ganaban primeros lugares. En la secundaria Berrueto Ramón, participé en una pastorela. Mi Maestro, Francisco de la Peña, me dio el rol principal a pesar de que yo hablaba con dos rayitas de volumen. Me enseñó a tener seguridad en mí misma a base de subirme a su escritorio y decirme: “imagina que eres el presidente de la república y les das una orden a tus subordinados. Quiero oírte hasta el salón del final del pasillo, donde voy a estar”. Y nomás se oían sus rugidos “¡No se oye! ¡Más fuerte!”. Dio buenos resultados en el escenario.
Pero en la vida normal seguía siendo introvertida. Entré a la UANE a estudiar la prepa. Mi imposibilidad de comunicarme fluidamente a causa de los malditos paladares que me pusieron hizo que una vez más recurriera a la escritura para canalizar mis ganas de expresarme. Escribí cuentitos y poemas para mis amores frustrados. Descubrí cierto gozo en las tareas de filosofía y español que me dejaba el Profesor Omar Amaya. Me ponía siempre anotaciones al margen, me daba ideas y me sugería lecturas.
Comenzó así mi amor por las letras. Vinieron después otros maestros que consolidaron ese gusto, como el Profesor Octavio Domínguez y la Licenciada Martha Castañeda, quienes con sus clases de literatura mexicana y universal propiciaron que decidiera entrar a la Licenciatura en Letras Españolas.
No pude hacerlo. Mi familia se opuso porque consideraba que con esa carrera no tendría “la papa” segura. Y me dediqué a ir del tingo al tango en diferentes carreras, como Comercio Internacional y Derecho. De esta última me gradué en el 2006.
Siempre mantuve presente mi deseo de estudiar Letras Españolas. Por eso anduve en varias actividades de tipo cultural, como la de estudiar en la Alianza Francesa (de la que fui maestra hasta el 2006), pertenecer al grupo Chahahualtznin de la UAAAN para aprender un poquito de náhuatl y zapoteco, participar durante pocos meses haciéndola de Rosario en una lectura en atril dedicada a Manuel Acuña llamada “Esta Hoja”, leer poemas de autores latinoamericanos en un programa de radio que se transmitía por internet llamado “Voces de Sirenas” y hacer uno que otro curso sobre historia del arte y arte-terapia infantil dentro de los programas de capacitación del Icocult.
Creo que escribir me ha ayudado en todos estos años a recuperar mi carácter bailador. A pesar de que tengo dos pies izquierdos, me di la oportunidad de pertenecer a tres grupos de baile folklórico. Las polcas y los guapangos me fascinan.
Escucho mucha música. Es mi fuente de inspiración a la hora de escribir. Me gustan todos los géneros, pero tengo predilección por el rock, la música clásica y algo de pop.
Odio cocinar y hacer deporte. No obstante, soy de buen diente y le voy al Cruz Azul.
Soy capricornio. Los merolicos dicen que somos muy tercos. Descubrí que después de todo no son tan merolicos cuando pisé esta escuela el primer día de clases. Entrar a esta licenciatura ha sido igual de importante para mí como seguramente debió serlo para Armstrong el pisar la luna (si es que en verdad lo hizo), allá por 1969.
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