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jueves, 28 de agosto de 2008

"Lo aburrido y lo excitante"

No se burlen. Es mi segunda tarea para el taller de redacción. Me dieron las seis de la mañana para escribir estas pinchurrientas líneas. Comienzo a pensar que sufro cada vez que me cuestionan algo sobre mi persona, porque me bloqueo y me cuesta escribir. Como si fuera diferente a escribir mis poemas, a decir cómo me siento el día de hoy.

Se los dejo para que se rían primero que mi maestro. Y que la suerte me acompañe.

Lo aburrido y lo excitante.

Nací en invierno, un 30 de diciembre. Se supone que debo ser taciturna y aburrida, que el aguanieve me inspire y me ponga a bailar de gusto. Todo lo contrario, me choca el frío. Y me choca aún más cumplir años en época de frío. Si le agregamos el hecho de que el día 30 es la antesala a la pachanga del fin de año y a la cruda realidad del día primero del año siguiente, pues es aún más desalentador. Nadie se acuerda de mí. Todo el mundo anda comprando sus doce uvas y sus vinos para recibir el año que viene y despedir al que se va. Si acaso, me llamarán el día 31 para decirme “feliz año nuevo”. Yo siempre les contesto: “¿cuál, el mío o el de todos?”. La mayoría se abochorna al reparar en su olvido. Otros de plano no entienden la indirecta.

Aparte de mi frustración como cumpleañera, creo que mis motivos para odiar el frío son más bien de tipo genético-emocional. No sé por qué, pero a mí los días nublados me bajan la pila. Me dan ganas de llorar, de dormirme o de sentarme a pensar en la inmortalidad del cangrejo. Tengo la teoría de que las personas fuimos fabricadas para funcionar con pilas diferentes, unas con frío y otras con calor. Las que funcionamos con calor, si tenemos un sol grandote y refulgente, funcionamos aún mejor.

La primavera y el verano me vuelven hiperactiva. El aire huele distinto, como a dulce, a vida. El cielo se despeja y el sol achicharra a todo lo que da. Sudo como regadera, pero prefiero mil veces eso a estar toda entumida viendo tardes grises a través de la ventana.

Aprovecho esos exabruptos de creatividad veraniega y me pongo a escribir cuanta cosa se me ocurre, a cantar canciones movidonas, a bailar sola mientras limpio de pe a pa la casa, a dibujar rockeros famosos y muertos, portadas de discos clásicos y hadas, a bordar paliacates con lentejuela y a divagar.

Cuando la abrumadora niebla del invierno arriba y yo siento desesperación, imagino que me saco la lotería y mando a la fregada los días grises partiendo a Buenos Aires, a visitar a mis hijas postizas, las golondrinas, quienes llevan viviendo en mi casa desde hace veinte años y emigran en cuanto el otoño toca la puerta. Imagino que llego al cono sur gaucho y el olor a verano me invade haciendo que regrese el alma al cuerpo. Que las golondrinas me muestran la ciudad natal de Mafalda y Piazzolla y yo soy feliz. Imagino que ahí me llega el 30 de diciembre y los gauchos me gritan por las calles “¡Feliz cumpleaños, boluda!”, enmedio de una algarabía inusitada para mí: comeré pochoclo en vez de pastel de tres leches y bailaré tangos en vez de rancheras.

Y luego, cuando el otoño llegue a Argentina, haré mis maletas otra vez y regresaré con mis golondrinas a la ciudad con su alameda de cemento pintado de rojo desganado que suplanta a la cantera de antaño. Volveré a la ciudad de los puentes numerosos y vehículos alocados. A la ciudad que me ha visto enamorarme y desenamorarme de golpe y porrazo. Y diré entonces a pulmón abierto y pecho alzado: Saltillo Primaveral es mejor que Buenos Aires en Navidad.

1 comentario:

mike dijo...

No me burlo, y sí me río. Es un deleite.

A mí tampoco me gusta el frío. También he soñado en irme al sur en invierno, aunque más bien imagino que a Brasil, por alguna extraña razón.

Aunque como mencionas, siempre queda la inención de conocer la tierra de mafalda, felipus y mi tocayo miguelito.

Y hablando de mi tocayo... como él diría: has oído lo de "crea fama y échate a dormir"? bueno... he dejado lo de la fama para después. jajaja.