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domingo, 31 de agosto de 2008

"Editorialista contracultural vende fanzines a octavios pesos. Pregunte aquí".

¿Qué es la contracultura y la independencia, tratándose de producción literaria? Algunos podrían responderme "José Agustín", "Yo".

Es raro que se plantee sobre su connotación dentro de un mundo que actualmente está sobrecargado de marketing, de deseos superfluos: el muchacho emo, el punketo, el rockero y el indie, ahora no son sino parte de un espantoso sistema de mercado: camisetas y pantalones con el ché guevara, tenis converse anunciándose con Frida Kahlo ("pies para que los quiero", rezan), camisetas desde 30 hasta 150 pesos que te aseguran que te verás emo, punk, rockero, "whatever", si las usas...

El viernes asistí a una presentación de cinco revistas literarias. A mí me gustó la idea de que fueran chavos los que emprendieran este viaje sin retorno por el mundo de las letras, con una que otra beca esporádica y ningún lector, exceptuando los mismos güeyes que compramos este tipo de revistas. Lo que me puso a pensar es que se da un concepto tergiversado del género independiente, más aún si se mezcla con la contracutura.

Un profe tuvo a bien decir: "la contracultura no existe. Ese es el término que el establishment le otorgó al movimiento cultural que se oponía a los cánones de la época". Y creo que tiene toda la razón. El término "contracultura", si se divide, queda como contra-cultura, es decir, en contra de la cultura. Entonces, ¿el no pertenecer o no gustar de expresiones artísticas que se categorizan como normales, y que tienden a ser tormentosamente aburridas y opresoras de la expresión y la creatividad, automáticamente te confiere el rango de opositor de la cultura?

Habría que pensar que la cultura somos todo, absolutamente todo. Hay gustos culturales, en todo caso, y ninguno es bueno o malo, porque simplemente son.

Todo esto viene a colación porque los chicos pensaban que ser independiente era igual que ser contracultural. Tuvieron que ponerse en el matadero para que la mitad del auditorio les dijera, en síntesis "crasso error": habría que discernir primero qué es lo que se piensa por independencia en el rubro literario. ¿Independencia económica, independencia creativa, independencia de otras corrientes literarias -ahí estuvo la trampa de sentirse contraculturales, pienso yo- independencia de qué?

Pude ver que Palestra, una revista cultural dedicada a exponer a clásicos, no es independiente en lo económico (le dieron alguna vez una beca) y para nada contracultural, en su acepción original. Por otra parte, Broca, es independiente en lo económico, y también en lo creativo: el seguir tendencias que mezclan la creatividad con algoritmos verborreicos y de mal gusto no es lo mismo que ser creativos "per se". Y aún así, no publica cosas que atenten al "establishment del momento"... O sea que si lo vemos así, tampoco es contracultural.

No se es contracultural por el hecho de no publicar a Octavio Paz. En todo caso, se es contracultural porque propone estilos de diferentes escritores cuya factibilidad de encajar en el gusto de los lectores sobrevivientes en este mundo ególatra (donde las letras también tienen lugar) pudiera verse en menos de diez o veinte años. Contracultural, tomando la palabra en una acepción "más allá de lo establecido" (que se me ocurre apuntar), sería confrontar géneros en desuso, en extinción, y géneros sobrevalorados, frecuentemente hiperalabados. Contracultural, podría ser, darle cabida a la expresión de cada escritor, en tanto fuera éste bueno, fuera de esquemas del "espérame y te llamo"; "tu trabajo no me acaba de cuadrar".

Contracultural, por ende, no es hacer letras por puro amor al arte, pensando que sin la ayuda del gobierno no se sustentará el mote de escritor. Contracultural, es desdeñar incluso textos y escritores que piensan que son buenos porque denostan la elegancia del lenguaje, escudándose en la posibilidad de ser "contracultural": "escribo por mis huevos y qué", suelen decir. No todo el género literario llamado "basura" es bueno, y por lo tanto, y si tomamos el concepto de contracultura como la posibilidad de abrir opciones estilísticas y de género para hacer a la literatura algo más emocionante e interesante que recitar a Hamlet de pe a pa, no es digno de ser llamado contracultural. Lo que les salva a ese tipo de personas, es la libertad de expresión. Probablemente muchos pensarán lo opuesto a lo que yo pienso, pero de esto se trata: de pensar.

Suerte para los muchachos de las cinco revistas errantes. Quiero recalcar que admiro su valor por querer abrirse paso en un mundo tan difícil como lo es la edición de revistas literarias, sobre todo si partimos de la idea que los mexicanos no leen, excepto las ocho columnas de la nota roja.
De igual modo, quiero recalcar que habría que escindir la independencia económica de la virtud de editar letras: aquí lo que se necesita es buena lectura, sin importar si el estilo es burgués, chic, basura o gay. Lo demás viene por añadidura.

1 comentario:

caminante dijo...

sabes marlén. por aquí pasa igual.