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domingo, 24 de noviembre de 2013

El viernes fui invitada a participar en un panel que hablaría del bullying, todo eso dentro del marco de la presentación de una revista académica. Al principio no le di mucha importancia, pero tan pronto se acercaba la hora, comencé a entrar en pánico: ¿qué les diría yo, una mujer que durante toda su infancia y adolescencia sufrió lo que ahora el mundo conoce como bullying? ¿Llegaría acaso en mi papel de Rehabilitada Social a presentar mi testimonio de vida ("Hola, soy Marlén y fui buleada. Estoy en pie gracias a la literatura y las artes")? ¿Hablaría de lo detestable que me parece la hipocresía humana porque en realidad no está dispuesta a dejar de ser cruel?

El pánico se acrecentó al sentarme a lado de dos académicas que habían hecho un posgrado tras otro sobre pedagogía, psicología y trabajo social. Llevaban apuntes y una de ellas hasta diapositivas. Yo sólamente llevaba el artículo que había escrito para la revista, cuyo título era "Literatura y bullying". Básicamente me puse a decir que la única salida contra eso era el arte y específicamente la literatura (me lo habían pedido en mi centro de trabajo y obvio no podía defender a la música con tanto ahínco como me hubiera gustado), volví sobre mi trillado discurso de la sensibilización a los signos, a leer las artes plásticas, la música, la danza, además de la literatura. Para mí, el arte no es otra cosa mas que pequeñas manifestaciones de amor puro que el hombre ha tenido; el arte es algo más que la inspiración y las musas, la fama y la trascendencia. Es un acto de amor.

Dije todo eso antes de agarrarme a leer mi texto. Luego, la indagación de los rostros (¿pensarían que soy muy hippie?). Todo bien, los jóvenes, estudiantes para ser flamantes maestros de la Normal Superior y Básica, estaban acurrucados viendo el techo o las bubis de sus novias. En verdad creo que es un acto de amor lo que mataría al bullying, pero no sé si todos estén en ese canal y entonces para qué carajos ser maestro si lo único que importa es una plaza para vivir el resto de tu simple vida. Los miré y me di cuenta que ellos también han sido buleados de manera indirecta (o tal vez demasiado directa) con los actos de generaciones como la mía.

Hace rato vi la película "Los juegos del hambre". Verdaderamente, si alguien me preguntara cuál es el legado más sobresaliente que el imperio yanqui nos deja, sin duda alguna diría que es esa obra (y más la película): prácticamente, la verdadera lectura de la historia es cómo el imperio es atacado desde el núcleo y precisamente por los jóvenes, quienes pelean con el desencanto por arma y la renuncia a la violencia a la que a diario los sometemos pues, sin lugar a dudas, nuestros actos como adultos, al menos en fechas recientes y tras la terrible desarticulación que la humanidad padece por causa de la egolatría a ultranza en este siglo que nos mueve, son el más grave ejemplo de bullying contra todos los niños y jóvenes, tanto víctimas como victimarios.

Me puse a llorar. Yo recuerdo que alguna vez peleé por todas esas causas que todavía sigo esperando ver. No sé en qué momento, pero me volví una mujer de 30 años que todo el tiempo está buscando caminos para subsistir materialmente. A mí también me llegó el desencanto, pero por otra vía, igual de violenta y triste. Pero eso, a  la chica de los veintitantos no le importaba. Estoy a punto del colapso, me parece que es otro tipo de libertad lo que desde siempre he buscado. Y seguramente así será, sé bien que mi naturaleza no es para aceptar los roles ni las circunstancias que el mundo te hace creer es lo mejor para ti.

Me preocupan mucho los jóvenes. Muy frecuentemente siento que estoy haciendo poco o nada para asegurarles un campo menos minado que el que yo atravesé. Sin embargo, no sé por dónde ni cómo, en especial ahora que dejé la docencia desde hace tres años. Miraba a los chicos de la sala emocionados con las escenas de amor de los protagonistas y hasta el corazón se me hizo chiquito: ¿por qué carajos ellos no tienen asegurado un futuro donde puedan amarse?

Todo esto me tiene bastante confundida y molesta. Como dije en el panel, la crueldad siempre ha sido connatural e inherente a la naturaleza humana. La gran diferencia en estos tiempos es precisamente el grado de indiferencia mostrado ante la situación. Actos de amor sin esperar algo, cumplir a cabalidad con nuestra obligación de asegurar un futuro más que digno para ellos.

Pero yo sólamente llegué ese día (y creo que todos los de mi vida) como Marlén, la que fue buleada y se levantó a prueba de amar y de abandonarse al arte.

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