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sábado, 2 de noviembre de 2013

Sobre los clásicos modernos

La noticia de que Javier Marías estará en el catálogo de los Clásicos Modernos de la editorial Penguin no es para mí, ni como lectora ni como literata, un acontecimiento afortunado.

Confundir una prosa cargada en melcocha con la sensibilidad literaria que debe de contener cierta prosodia es sin duda lo primero que objetaría. Tampoco me parece atinado construir, desde ya, la categoría de "Clásico Moderno" precisamente con autores que aún no mueren: hasta donde sé, las grandes obras han cuajado hasta obtener la inmanencia y la trascendencia después de varios siglos y sin duda alguna han sido generaciones mucho muy ulteriores quienes así los han nombrado. 

Considerar a quienes realizan buena literatura (en términos comerciales, consumibles y en ciertos casos muy disfrutables, como sucede con Philip Roth) como clásicos es un evidente síntoma de la egolatría que la sociedad actual padece. Entonces, sobrevendrán por inercia los temas de vanidad, fama y gloria, a los que ineludiblemente agregaremos el término "ganancia editorial". Así, quienes refulgen a edad temprana (de la Literatura, quiero decir) en el mainstream, corren el riesgo de quedar sin brazos, casi a imagen de algunas estatuas griegas. Esto, más que vergüenza generacional ajena, me da terror: no me apetece en verdad pertenecer a una generación de superfluos que se autonombran genios. 

Reconozco mi posición respecto del mundo y sé que este blog es una isla. Entonces, decido cerrar mi compu y leer a los clásicos que yo no nombré. 

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