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miércoles, 27 de enero de 2010

"Una estrella más del bicentenario"

Ahora que tuve que agarrar descanso obligatorio, me dediqué a ver televisión ayer por la tarde y hoy por la mañana. Ayer me chuté tres horas del Home and Health y juro que no hallé diferencia particular en mi cutis, en mi cabello o en mi cuerpo: son puras banalidades las que ahí se manejan, y si bien te enseñan a estar chic, lo más probable es que te quedes con tremendo sentimiento de culpa por no tener tu casa acomodada según el Feng Shui y esas tarugadas o porque tu guardaropa te hace lucir como una verdadera loser de colección.

Hoy decidí poner el canal nacional. Horror de horrores, el programita de la mañana. Supongo que por eso las amas de casa están como están: digo, a cualquiera se le matan las neuronas después de ver dos horas ese programa -me refiero a que dos horas frente al televisor mata las neuronas, claro-. La cosa iba más o menos hasta que apareció un comercial de Tamaulipas, "una estrella más del bicentenario de la Independencia".

Salía una chica mestiza y glamorosa, flotando entre flamingos y patos y no sé cuántas cosas más. Volaban águilas con el encanto de un guajolote, y los desiertos más áridos no ensordecían el alma porque, obvio, la mujer era lo suficientemente bella como para olvidar la sequedad de nuestros nortes.

Me vino una pregunta a la cabeza: ¿La independencia logró un impacto tal que hasta los ecosistemas cambiaron, y ahora son verdes, amarillos y abundantes? O mejor aún: ¿Después de los movimientos de la Independencia y de la Revolución únicamente quedaron pececitos, guacamayas y piedras dispuestas en armoniosos paisajes, dignos de cuadros naturalistas?

No sé si esté mal, pero imagino que debe existir una línea que distinga los valores socioculturales y políticos ganados respecto de la publicidad que en materia turística se le quiera hacer al país. No creo que sendos movimientos hayan sido para la explotación del turismo, más bien era para acabar con la explotación del país, su gente, de la nación entera.

Me preocupa, pues, que los chicos -y los grandes que jamás llevaron o entendieron clases de historia- tergiversen el sentido de un movimiento de clases con una presentación artística -debo reconocer que el trabajo fotográfico es impresionante- de lo que es nuestro país, pues al final de cuentas ni a los bosques, ni a los pájaros, ni al cielo le importa si somos o intentamos ser libres o no. Ellos son otro mundo. Dejémosles su dimensión como está y aboquémonos a lo nuestro, o como se dice vulgarmente "a lo que te truje, Chencha".

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