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domingo, 24 de enero de 2010

Zapatos, llagas y fragmentos de textos

Hay una llaga que suena a mentira. Una que debería ser compartida, curada. Pero no está aquí y el pequeño lago se pone a contarme chistes mientras espero a que caiga la noche.

Me gusta mirar mis zapatos reunidos en hilera hasta creer que ellos sí van al infinito. Quisiera ser infinito para desgastarme rápido, o al menos, para poder viajar y estar a oscuras, en silencio, imperceptible, con el ser que llevo conmigo hasta en la mochila de la profe maleta que soy y siempre seré: "soy más madre sustituta y amiga que maestra", quisiera decirle en algún lado. Pero no hallo dónde. Tantos espacios para hacerlo y los siento como muros de verdad.

"No me gusta ver el calendario de mi cuarto. No me gusta ver calendarios en domingo porque los calendarios no mienten: hoy fue el último día en que lo vi caminar, hace ocho años. A veces me congratulo de que haya muerto: dos locos en una misma casa (aunque no bajo el mismo techo) es demasiado para la humanidad. Lo peor fue la estirpe que deja, la coexistencia de otros mundos iguales a él, de gente que no capta la esencia de lo que realmente importa. Así son los de mi otra casa, excepto una de ellas...". Otro fragmento destinado a no sé dónde, por eso está aquí, en el vacío de todos los absurdos. A falta de esos ojos, todo lo demás es eso: absurdo.

Y es que no hubo mucho sentido del día de hoy si nos ponemos a pensar que me sentí enferma todo el día y no paré de trabajar en lo mío. Sentí doble hueco, pues. Miren nomás qué lindo es resumir todo esto en tres palabras:

Hoy (agrego una) sentí doble hueco de todo (agregué otras dos). En total fueron seis palabras.

Per yo tengo fe en los nuevos días...

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