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domingo, 13 de marzo de 2011

Civilidad Saltillense

Los hechos que sumieron a esta ciudad en un profundo estado de alerta, miedo e inseguridad el pasado viernes 4 de marzo, evidenciaron ciertas condiciones poco eficaces para un verdadero progreso de la capital del Estado.

La circunstancia de orfandad en que se vio Saltillo aquel día al encontrarse el poder Ejecutivo completamente acéfalo, nos permitió a la ciudadanía conocer a escala el mapa representativo del comportamiento político, jurídico y social que se vive actualmente en el país. Esta radiografía comprende una verdad que duele y que ha sido poco comentada tanto en medios de comunicación como entre las personas mismas: los principios de soberanía y democracia en los que buena parte de la población ha depositado si no su fe, al menos su esperanza política, resultan demasiado pocos o insuficientes al momento de encarar una realidad como municipio, estado o federación. No es lo mismo hablar de cultura de legalidad, políticas de seguridad y otros conceptos que ponerlos en práctica. El escenario donde se desplazan los elementos básicos que han de sostener el panorama político y jurídico de una sociedad, entre ellos, la seguridad, el acceso a la información y la libertad -en todas sus facetas-, resulta entonces endeble y hasta vulnerable ante cualquier fenómeno que sobrepase sus estructuras básicas.

Este problema podría solucionarse de encontrar la manera ciudadana de generar, de dentro hacia afuera, una conciencia ciudadana que permitiera exigir clara y responsablemente cuáles son sus intereses y necesidades, así como el rumbo que realmente desea tener como una sociedad instalada en los parámetros progresistas que inevitablemente aporta la vertiginosidad de la segunda década del siglo XXI.

La concientización de lo que se requiere socialmente y la manera en que se realizará no es únicamente propia de un acto político. Es una cuestión de educación civil que emergiera de un ser colectivo profundo, capaz de argumentar sus anhelos no en base a lo que comúnmente la superficie pudiera pedir (verbigracia, la presencia de un veterano del futbol americano), sino más bien a la visión futura que tendría como prioridad el engendramiento de ideas, normas, conductas y finalmente personas que puedan vivir un bienestar social y político más allá de los colores, los spots y los miedos, dentro de dos o más décadas.

El fomento, revaloración y respeto por la cultura propia tal vez, pero sobre todo, el respeto hacia lo construido -generacional y no materialmente hablando- eficazmente en el pasado ayudarían a la creación de valores axiológicos realmente establecidos y completamente funcionales en la sociedad, tales como la justicia real, la libertad (individual y colectiva; política, económica y jurídica) de facto, y el acceso a la información.

A este respecto y sobre este último punto (acceso a la información), también a la población saltillense le ha quedado claro el panorama que los medios de comunicación locales pueden brindarle en estos tiempos, luego de la fallida función que tanto televisoras como periódicos demostraran ante los acontecimientos del viernes antepasado.

Es totalmente cierta y justificable la red ciudadana de información creada en un mismo día a través del Twitter y es un buen ejemplo para demostrar que quizá la ciudadanía puede prescindir de ciertos mecanismos institucionales acotados cuando de extender un manto de protección civil se trata. Estamos hablando de establecer acciones contundentes que suplan la mala funcionalidad de quienes se supone juegan un papel determinado -en este caso, la comunicación veraz y oportuna en casos de extrema inseguridad civil-.

Es indudable que la transmisión de información debe ser administrada objetivamente a fin de no degenerar esta incipiente red de comunicación civil en un periódico amarillista más; de otro modo no tendría sentido su existencia: para alarmar con notas sanguinarias ya se cuenta con al menos dos ejemplares de empresas distintas. Aquí lo importante es saber la pertinencia de la información otorgada y evitar caer en la invención de hechos: a nadie le sirve una mentira, menos en estos tiempos. Finalmente, lo que se hace es para mantener viva y a salvo a una sociedad civil que no tiene responsabilidad directa de la violencia sui géneris que está caracterizando al país en los últimos años, sino que al contrario, resulta ser una víctima más, como en tantas otras ciudades ha ocurrido, de estos actos tan tristes y violentos.

Lo anterior también ayudaría a consolidar y ganar el respeto y la confiabilidad respecto de la red creada, para así argumentar la invalidez de decretos gubernamentales como el emitido en 11 de marzo, donde se estableció que serían multadas las personas que generen rumores y caos a través de estas redes.

Dicho de otra manera: si se usa adecuadamente y con respeto el Twitter como vía de comunicación para la salvaguarda de la ciudadanía, no habrá necesidad de acotar a la ciudad ni de anegarla en un estado de indefensión absoluta.

Estamos hablando de una sociedad donde conviven adultos, jóvenes, ancianos y niños, todos con la misma intención de progresar esencialmente y de dejar atrás a la barbarie que resulta ya imposible de reconocer y de experimentar, como parte de un proyecto de nación joven que recién acaba de celebrar con bombo y platillo su independencia y revolución.

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