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martes, 29 de marzo de 2011

Sobre un pájaro insomne

Es raro: afuera hay un pájaro cantando. A estas horas. Es como un cotorrito. Quizá sea procedente de Europa o Asia, así se explicaría su trinar nocturno. O a lo mejor padece insomnio por culpa de sus dueños... qué sé yo, lo han de atosigar con pasito duranguense por las tardes. No lo sé, pero canta bonito. Envuelve la noche, tras una larga jornada de barullo, pirotecnia y nachos en la casa de los saraperos, el único verde estampado en un jacal de blocks y reflectores que ayudan al calentamiento global. La rescata de la orfandad y la zozobra de la ciudad más rara de México. Me rescata a mí, que estoy sentada junto a la ventana de mi cuarto y lo oigo cantar a él.

Me recuerda las cotorritas de amor que tuve a mis doce años. Eran bien tragonas. Me gustaba su color azul, me estresaba el mugrero que dejaban cerca de la puerta. Al final ya tenían sus actitudes lésbicas: en las mañanas eran puro amor entre ellas. A mí me llamaba la atención que se dieran de comer entre sí, ignoro si era un amor desmedido o una necesidad reproductiva imperante. Nunca supe si, a falta de macho, las cotorras de amor puedan suplirlo, como ocurre con otras especies animales. Mi madre las lanzó cerca de San Juan de los Lagos, Jalisco, en su afán libertario (acuario la mujer, al fin). Cuando se enteró, su consuegra de aquel entonces le dijo que son aves domésticas y que rara vez sobreviven al mundo natural. Con razón se pescaban con las uñitas fuertemente a una jaula que era sacudida violentamente por una madre que se negaba dejar su terruño para vivir en una de las tierras más hermosas, Guadalajara. Revoloteaban tanto dentro de ella que hasta yo pude guardar una pluma. Seguramente descansarán en los restos óseos de algún gato o perro.

En fin. Verdaderamente está mucho mejor oír cantar a este pajarito que escribir esta noche, así que cierro esta entrada. Antes, una pregunta capciosa -y hasta infantil-:

Si el problema con las plantas nucleares japonesas radica en que necesitan el enfriamiento de éstas para evitar una debacle, ¿por qué no llevarles hielo desde otros países? ¿Por qué las potencias sí son tan buenas para mandar misiles a Libia y no se ponen de acuerdo en mandar barcos con bloques de hielo, u otra sustancia que haga las veces? ¿Por qué seguimos creyendo que vendrá dios a salvarnos? ¿Por qué ansiamos tanto la muerte del otro, si finalmente es nuestra muerte misma?

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