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domingo, 13 de marzo de 2011

El adiós a una rockera

Rita Guerrero se murió el viernes 11 de marzo, y yo no sé muy bien si lo que diré aquí suene a una palabrería más de esas que se unen, como en cadena invisible de efectos físico-matemáticos, en ocasión de lamentar la pérdida; o si por el contrario, demuestren lo triste que estoy.

Para mí, más que una rockera, era un ejemplo de la supervivencia de lo femenino-idealista en un país esencialmente machista, agreste, sin lugar para las ideologías alternas ni la producción estética y filosófica que arrojaran, de querer hacerlo. Aún me siento un poquito consternada con su partida.

Entiendo que se haya tenido que marchar. Todo el mundo está destinado a morir el día que nace. Lo que aún no me queda claro es qué se irá a hacer ante la carencia de personajes como ella, que poco a poco se van muriendo -algunos incluso se llevan su filosofía consigo- y no hay quien los reemplace o al menos cumpla cabalmente las funciones que tenía el papel de quien deja este sitio (el mundo).

Últimamente he visto reductos de rebeldía en canales de paga y la verdad no me resultan muy convincentes. Siendo aún más franca, más que el miedo a ver desaparecidos para siempre esos vórtices de luz y fuerza en la escena artística, intelectual y cultural del país, me da pánico el saber que ni mi generación ni las subsecuentes estemos haciendo algo por remediar la ausencia. Me miro a mí y a los que están a mi alrededor y veo un monstruo gelatinoso que se arrastra al ritmo del reguetón o de un pasito duranguense, del hip hop, o del pop más atroz que haya sido creado. Estamos dormidos. Tenemos miedo, apatía, indolencia. Le falta color a nuestras acciones. Le falta amor a la mezcla resultante de los colores que pudieran ser creados. Vivimos en burbujas de aire, alimentadas de un no sé qué que hace pensar que vivimos en EE.UU y nos parecemos a los protagonistas de las series de televisión norteamericanas. No cuestionamos ni aportamos ideas en nada. Confundimos la participación artístico-cultural con la creación de meros clowns de medio pelo que vagabundean en una contracultura que ya dejó de ser contracultural, pues todo lo que anteriormente llevaba el sufijo "contra" se estabilizó tras la globalización (de otro modo no me explico por qué el rock de los setentas ahora es digno de convertirse en logos de camisetas fabricadas en serie, o desde cuándo lo punk se compra en tiendas departamentales).

Siempre quise estar presente en un concierto de Santa Sabina. Cuando era chavita -trece, catorce años- la vi cantando en la televisión y dije que quería ser como su vocalista: elegante en su trazo escénico, de voz única, movimientos corporales exquisitos, también únicos, que sabían combinar en dosis adecuadas la combatividad del espíritu contestatario de la Guerrero con la gracia y delicadeza de su esencia yin. La ví china y dije: yo puedo. La vi mujer, al frente, entre hombres, y pensé: yo quiero. La vi entregada al arte y sentí: yo busco y anhelo eso.

Se fue Rita Guerrero. Yo creo que el mundo la expulsó demasiado pronto de sus linderos. Qué pena y qué triste que la guerra interior no la haya podido ganar. Es que, aquí entre nos, la vida es una cabrona que no se ríe contigo, si no de ti, del ridículo que haces cada día al tratar de demostrarle que puedes más que ella. Está equivocado el que piense que el paraíso es este mundo. Hay lapsos, sí, como cuando prevalece el amor, en los que pareciera que el mundo al fin mudó de piel. Pero son instantes, nada más.

Rita Guerrero, descansa en paz. Ojalá que allá sí exista otra vida en donde tengas oportunidad de seguir siendo tú misma. Gracias por tu ejemplo de fuerza femenina en un mundo donde poquísimas veces se pueden combinar la gracia y la combatividad del espíritu, una dualidad que llevamos dentro por ser reproducciones a escala de uno que se llama Abraxas. Que tu espíritu ascienda con la música que creaste y nos dejas. LUX.

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