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miércoles, 2 de marzo de 2011

MARZO

-Toc-toc.

-¿Quién es?

-Soy Marzo. Me manda decir el Padre Tiempo que dejes de ser cursi y no esperes a la primavera.

Pero yo sabía que era un impostor. Agarré el mazo que estaba detrás de todos los años de siempre y, al abrir la puerta, lo vi, muy peinado para atrás y oliendo a orquídeas frescas.

Le di un golpe tal, que por un momento callaron todos los pájaros del mundo. Sí, oí el silencio de la China, el sollozo de una mujer en Libia y las serpientes mecánicas corriendo veloces por las entrañas de la antigua Tenochtitlán. Oí el asombro de los muros ataviados de jaulas silentes y sus mujeres atónitas. Pero no escuché el canto de pájaro alguno por todo el ecuador y sus anillos subsecuentes.

A pesar del terrible destino que traía consigo el presagio, permanecí con la barbilla alta en la entrada de mi casa, mirando al cretino aquél desplomado con la verdura tierna desparramada y su savia prematura remojando los dedos de mis pies: estaba satisfecha por mis heroicos actos. La cursilería del rosa en toda una estación había que defenderla a capa y recuerdo... o a esperanza y espada. Los impostores no tenían derecho a suprimirla de tajo.

No pasaron más de veinte días para que yo me diera cuenta del mal que había cometido. Empezó cuando la serpiente ya no quiso bajar por la pirámide, ondulante y sensual como otros años. Le siguieron una ristra de mujeres fanatizadas y hombres charlatanes que perdían, uno a uno, sus trabajos: el afelio interrumpido por la ruptura imprevista de la sucesión de los meses y las estaciones impedía la clarividencia en asuntos humanos y la comunicación con los seres de otras galaxias y dimensiones. Se le sumaron las parejas que ya no pudieron ser, en estricto orden alfabético: desde las abejas mexicanas hasta las zebras africanas, pasando por los peces arcoiris de Corea del Norte y Joaquín y Marieta la del 15B.

Maté a Marzo. Sin quererlo, hice una fisura en el espacio-tiempo del calendario gregoriano: enero, febrero, abril. La secuencia lógica de la rutina de siempre había sido rota a mazazos por una loca desquiciada -yo- y que además era rosa.

Para enmendar el daño, propuse ante la ONU (pues la laguna causada había traído estragos entre las mujeres, abismales, profundamente perdidas y prestas a dar batalla campal sin razón alguna a su contraparte, donde quiera que lo vieran) la creación de un nuevo mes: Onziembre. Si Julio y Augusto lo habían hecho, ¿por qué yo no? ¿Qué tenían esos mortales que no tuviera esta plebeya?

El mes constaría de treinta y un días de sueño soporífico, ajustable a los deseos del soñante (se adoptó esta palabra en vez de soñador, pues ya se ve que esa sólo habría quedado bien para Marzo, en paz descanse). Una fortuna adquirida en un concurso de premios ("Fijándole el precio a tu vecino", por ejemplo), un harén de mujeres voluptuosas e infértiles, una tarjeta de crédito que se paga sola al ser utilizada en compras de marcas reconocidas de zapatos y ropa de diseñador... incluso podría soñarse que se vivía en Marzo y todo era igual que antes.

Los científicos y sabios se reunieron para hablar de los pros y los contras que traería la aceptación del nuevo mes. Los literatos, por su parte, se permitieron imaginar la cantidad de cuentos y poemas y hasta establecieron qué tipo de clima sería el mejor para que tanto poetas como novelistas pudieran ajustar sus nuevas obras a los nuevos tiempos. Los músicos, siempre instalados en el romanticismo de la nota sublime, pensaban cuál sería el estilo perfecto para darle la bienvenida al nuevo mes y hubo quién se aventuró a escribirle una sinfónica, describiendo los matices de color. Los políticos se aventuraron, rápidos, a hacer promesas con el mes propuesto: "En onziembre daremos ese brinco a la democracia que tanto hemos deseado desde que somos un país independiente. Vamos por un onziembre sin ataduras", decían. Yo verdaderamente no imaginaba cómo los treinta y un días del nuevo mes les abarcaría para tanto, pero como soy un poco lerda para esas cuestiones, dejé que se ajustaran a sus agendas raras y a sus campañas. Por su parte, los astrólogos establecieron que era mejor tomar otro oficio, pues ya había sido suficiente el cambio de signos como para ahora cambiar un mes completo, mientras que los contadores seguían haciendo sus cuentas: eso verdaderamente no les importaba. Los ancianos y budistas no le prestaron mayor atención. Para ellos, el tiempo era una especie de lugar común.

Cuando los científicos y sabios estuvieron de acuerdo, llegó un emisario del Padre Tiempo:

-Manda decir mi Señor que dejen de estar jugando a fijar lo que está fijo y sólo puede moverse en virtud del Gran Motor inamovible. Dejen de ponerle nombre a lo que es inasible. Marzo debía morir a manos de esa loca histérica por el bien del mes, para alejarlo de la nefasta cursilería de fechas como el día de la mujer y esas cosas raras que solían festejar.

Todos callaron en el recinto. Esta vez, yo pude oír el canto de los pájaros en Japón.

Una feminista gangosa se levantó de su asiento:

-Meuda estubidez la e manda deir u badre diempo. Guereos a la brimaera de uelda.

Los traductores simultáneos aprovecharon el lapsus para hacer la broma que siempre quisieron hacer y sus receptores lo agradecieron: el caso de la desaparición de un mes ya les estaba causando hastío.

-Marzo debía morir en manos de una loca histérica para renacer en la pluma de un grupo de trece histéricos. Mi "adre diembo" -se oyeron las risotadas de la gente- no quiere que sea recreado por nadie más.

Y así fue como los hemos contactado a ustedes, escritores nóveles, muchachos que pisan la treintena y piensan que aún son adolescentes (y muy probablemente lo seguirán siendo, por lo que el grupo de los científicos y sabios y una servidora leímos de sus trabajos). Los hemos elegido a ustedes porque tienen la visión exacta de lo que sería Marzo: en palabras del jurado, ustedes están despojados de la mentalidad ilusa del preveinteañero y de la amargura del sesentón. Yo la verdad me guardo mis dudas (pero eso no importa realmente aquí).

De más está decirles que las líneas de creación no están marcadas por nuestras peticiones ni que habrá una beca anual jugosa ni la correspondiente impresión de un libro que a la postre será embodegado. Es más, no habrá siquiera dinero en pago ni premio que figure en sus estancias vacías y ávidas de estatuillas. Únicamente recibirán la anuencia del Padre Tiempo para la creación de un nuevo mes, donde todo sea equilibrio y creación, como en los inicios de la era humana.

Les adjunto el documento que deberán tomar en cuenta a la hora de crear el nuevo mes, el cual, cabe decir, deberá tener carácter cosmopolita y universal, aunque sólo aplique para el hemisferio norte de la Tierra.

Reciban un cordial saludo de una servidora.


PD: Disculpen el atrevimiento de mi ecléctica carta. Me he entusiasmado tanto con el tema de la cración que pensé que sería posible hacer un nuevo estilo epistolar, introduciendo ciertos elementos de la realidad fantástica o ficción de la que tanto se sirven ustedes. Me habría encantado hacer poesía, pero para eso, tendría que saber hacer rimas.

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