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jueves, 29 de septiembre de 2011

Alfonso Reyes, "Los Ángeles de París".

Alfonso Reyes según el método de los postestructuralistas (Jacques Derridá, Mijail Bajtín, Julia Kristeva) + la función del epígrafe según Gérard Genette.

1. El desarrollo metalingüístico y el programa de lectura planteada por el epígrafe: Ce Monsieur ne sait ce qu’il fait, il est un ange. Rimbaud (Este señor no sabe esto que hace, él es un ángel). Con este epígrafe, Reyes nos prepara el terreno: hablar de los ángeles, de esos seres que se confunden entre nosotros, porque tal vez seamos nosotros mismos. Es la metáfora de la inocencia de no saber bien quién se es, pero tener una conciencia atávica del plumaje, de las alas, del vuelo. Es la inocencia de vivir también en la inercia de los días, esa rutina que hace especial a un ser, porque, a pesar de su naturaleza extraordinaria, la sufre y la padece sin rasgos de infelicidad extrema. Es la nostalgia de ver en los ciegos funcionales que andan por las calles y no miran la fantasía que se esconde entre los hilos del aire.

2. El texto como parte de un texto universal: Todos hemos hablado u oído hablar de la fantasía más allá de la realidad, de aquella posibilidad que ansían los ángeles de vender su autonomía, de ceder su estatus místico con tal de pertenecer a la horda humana, a sentir los placeres, a entender por qué el azúcar conmueve y lo agrio amarga la vida misma. Alfonso Reyes emula a Anatole France: El parnaso contemporáneo, La rebelión de los ángeles. Y lo hace hablando del escritor como si fuera un libro: Anatole France es un texto en sí mismo, según los ojos de Don Alfonso, pues solamente un texto universal viviente es capaz de recomponer a una ciudad con “un arte sin perspectiva, vidrio de colores”. Bebió a France y le queda el desequilibrio, “el aceite del sueño y el vino de la realidad vacilan aún antes de apartarse” y por eso lo sueña-escribe: “súbitamente, se apodera de nosotros la sospecha de que el mundo es el cielo, y de que los hombres mismos son ángeles”. Comienza la danza, el juego de Gadamer también se mira aquí: bienvenidos, nos dice Reyes con su bonhomía literaria, a la “tenue compañía” de los ángeles. Regresan los salmos, los textos bíblicos, las ciudades cinceladas pensando en estos seres invisibles. Dante, las pinturas naif de una Inglaterra fingida, el parque estilo Austen dentro de ese cuadro, el sueño de “remanecer en la infancia”, el texto de sol que escribió Reyes a la distancia, la belleza rusa angelical bebiendo en Montparnasse. “Lloran siempre los que han vivido con un ángel”. Son los ochenta. Alguien le susurra al oído (un ángel, tal vez) a Wim Wenders la pena de ser ángel entre los hombres, o la pena de ser hombre entre los ángeles. Nace “Las alas del deseo”. Le sigue “Far away, so close” de U2. Corre 1999. Norteamérica no puede quedarse atrás: Un ángel enamorado es el nuevo libro que describe sólo una mínima parte del libro viviente de Anatole France, ahora a 24 imágenes por segundo. Suena en la radio “Iris”. Los ángeles se modernizan, pero vuelven a dar de qué hablar otra vez. Y entonces se actualiza el punto número siete de esta teoría: no hay páginas en blanco, se escribe sobre algo ya escrito.

3. La relación entre textos es más intensamente intertextual cuanto más un texto tematiza (repite) al otro: La intertextualidad en Alfonso Reyes respecto a esta reseña-ensayo, es la cualidad angélica en los seres vivientes, la capacidad de hacer mímesis en los hombres hasta volverse un ángel, el brillo desconocido ante los ojos de los mortales, develado por el aleteo divino. Alfonso Reyes toma dos hilos: el angelical y el real, y comienza a tejer una tela donde sirve, a su vez, las imágenes que él –lo intuyó desde pequeño, probablemente- catalogó como parte de otro mundo: el de los ángeles.

4. La comprensión nos hace descubrir las redes de sentido que están presentes y que reviven a través de la ficción: El sentido de las acciones ordinarias son convertidas en actos maravillosos: “Ninguno de ellos cree sufrir; pero cada vez perciben con mayor relieve la existencia: hasta su retina más abstracta llegan imágenes de odio y de vergüenza que van aprendiendo a discernir. Entonces, agitan los brazos, y ascienden a la esfera de que cayeron, en la actitud del Cristo –y del Aeroplano”. Reyes no olvidó la realidad, sabe muy bien que al final del día de la humanidad, todos volveremos a ser mortales. Pero, con ayuda de la ficción, de ese campo que permite hablar de la irrealidad que se esconde en el aire, el campo donde habitan, sueñan, comen, beben y ríen y lloran los ángeles. Alfonso Reyes nos permite escindir la realidad pragmática de la divina y las ficciones creadas en torno a ella a través de la redacción de este texto, la constante fuerza de la palabra ángel, ese ojo por donde pudimos ver la realidad de todos los días, pero a otra luz.

5. La intertextualidad crea cierto grado de metatextualidad, interpreta el pretexto: Alfonso Reyes viaja más allá del Montparnasse y de los cuadros inocentes de un comedor inglés, más allá de los campos de flores del mismo cuadro y de Rusia: habla de ángeles, extraña a los ángeles, emula a los ángeles: “¡Oh ángeles, ángeles! Han perdido la eficacia humana…”. El pretexto era Anatole France y su obra, la intención era expresar una nostalgia y una oda a la belleza de la vida en la Tierra.

6. El texto es un espacio donde confluyen otros espacios y otros tiempos: Los ángeles no tienen espacio ni tiempo y sin embargo, Reyes los hace venir a vivir al aquí y al ahora, justo en el momento de pronunciar su discurso: el lector lo leerá en voz alta. Puede que haya sido escrito en los 30’s, 40’s. Pero las calles y las caras, los movimientos de la humanidad siguen siendo una misma. El tiempo se detiene, se transforma y se dispara, formando otra realidad.

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