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martes, 1 de octubre de 2013

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No se es chairo por el hecho de recordar una fecha que partió un siglo a nuestro país, y mucho menos se es chairo por prestar la voz a quienes no pudieron hablar más. 

No se es chairo por cuestionar por qué los sobrevivientes ahora escriben libros y ponderan su dolor sobre las jaulas de la libertad de aquellos que desde hace cuarenta y cinco años viven en el subsuelo, esperando a que un Rulfo los reanime o tal vez a algún paleontólogo que verifique que en efecto eran jóvenes y quisieron algo así como un suelo nuevo a falta de cielos posibles. 

No se es chairo por nombrar la fecha que a tantos les causa prurito. No se es chairo por traer a este siglo las cosas que quedaron a medias en el pasado: si a algunos historiadores les agrada pensar que la historia se debe reescribir empezando por Cortés y pasando por Iturbide, es cosa suya. La nación no siempre busca recuentos reescritos de las cosas que se vivieron: si pensamos que uno es todos (e pluribus unum), entonces todos somos uno que murió y somos la continuación de los que morirán, porque este país no cambia y ahora no es hambre de libertad sino de comida verdadera lo que orilla a los jóvenes a perder el regalo que hemos de devolver cuando llegue la muerte natural. Seguimos siendo la madre que perdió al hijo y seguiremos siendo la madre que busque al ausente en estos tiempos porque no se necesita una marcha para constatar que el sistema es un refrigerador con cosas guardadas desde hace muchos años. 

Y así como el 16 de septiembre se festeja, también existe el derecho de decir que el 2 de octubre no se olvida. Pudieron ser padres de mejores hijos, ¿quién afirma que los vivos son los cobardes que heredaron llagas a la nación? 

Alguna vez fui maestra de historia a nivel bachillerato, en pleno siglo XXI. Los jóvenes no recuerdan a la URSS, no recuerdan al muro, no saben de 1968 (en todo el mundo). Los jóvenes de este siglo son hijos del vértigo mediático y las necesidades creadas cubiertas a placer. No hay axiología ni propósito alguno de imponer ideología, no hay manera de retornar porque el puente está roto. 

Entonces, ¿será tan malo que los famosos chairos de vez en cuando traigan a estos tiempos algo que se perdió, algo así como la noción del derecho de la revolución y a la revolución? 

Ir a las plazas a gritarlo es un acto estúpido. Memorias de los chairos todos, la cuestión aquí es reeducar y proponer, no erosionar ni perder el tiempo (bastante tuvimos con el 132). Mantener la historia completa es parte de la rapsodia del mexicano; hacer de ella un evento mediático e insulso, un insulto para los jóvenes de ahora. 

No se es chairo, insisto, por preocuparse por el legado. Sería óptimo pues, que también erigieran nuevos planos, porque este que quedó ya no da para más. 

El 2 de octubre no se olvida. Sería óptimo no olvidar que hay gente atrás haciendo fila por la vida.  

lunes, 30 de septiembre de 2013

Juro que odiaba la luz de otoño, pero de unos días para acá, hasta ella se ha vuelto amable conmigo. Juro que estoy loca y me cuesta existir, pero aún así río y tres veces al día procuro cantar y escribo tres horas por la noche y también bailo tres veces por semana. Juro que la soledad es agua común para mí y supongo debería odiarla, pero de unos días para acá me di cuenta que hasta ella, dadora de las reglas de mi vida, también ha sufrido una excepción y ahora soy yo la que se ríe de la desdichada. Juro que no dormí por perfumar los segundos para la memoria y juro también que a veces soy más eco que voz, pero no me desagrada. Juro que me amparo en la música y la literatura es mi latido. Juro que tengo dos nombres pero a veces quisiera llamarme ninguno. Juro que día a día descubro el verdadero sentido del juego y la fiesta. Juro que los extremos de la vida (risallanto, odioamor, alegríatristeza, fuerzadebilidad) son los mejores anfitriones y juro que me dan flojera los motivadores personales y los intelectuales distantes por igual, pues ambos mienten. Juro que fui jurada ante la vida y por eso no me caigo y siempre despierto. Juro que odiaba la luz de otoño.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Para César, in memoriam

Ayer sábado una buena parte de mi entorno se quedó sin sonido. En la madrugada habían apuñalado a César Salas, el famoso "Dedos", en la calle de Mina. 

La angustia de saber que un gran músico se había ido de repente fue inmensa. La tristeza de saber que un buen hombre se iba de este mundo de vilezas fue profunda. No era ya el acto en sí, que muchos calificaron como impune. Se trataba de esa clase de amigo con el que se intercambian palabras escasas porque sabes bien que él está más allá del bien y del mal y únicamente llegas a su campo gravitatorio para respirar algo así como la bondad o la calma. Así era él: franco y tímido, buena onda y sin poses. El único artista, me parece, que siempre se tomó en serio su profesión (jamás hizo alarde de su virtud como cellista, nunca hizo escándalos en los antros bohemios ni mucho menos empleó a la música como escaparate para obtener jugosas becas o puestos estratégicos en el mundillo cultural de esta ciudad). 

Lo conocía desde hace mucho. Que yo recuerde, participaba en todos y cada uno de los eventos de lecturas colectivas, ensambles de la escuela superior de música y eventos alternos de este páramo. Al tocar se tornaba solemne, de esa solemnidad que encierra una mansedumbre dulcísima. Respiraba después del sonido de sus cuerdas, nunca antes: así de respetuoso de la música era César. 

Mi primer contacto con él fue cuando le pedí que nos ayudara tocando gratuitamente en lo que sería la primer lectura colectiva en voz alta que dirigiera, titulada "Amor, feliz año del Tigre". El evento habría sido un verdadero fracaso de no ser por los veinticinco minutos magistrales que "Dedos" nos regaló, así, sin más, sólamente porque escuchó en mí una ilusión. 

Así era él: nunca hizo algo en contra de las ilusiones de otros. Todo lo contrario, ayudó con su música a cuanto ser vivo se le interpuso. Me imagino una tarde en casa de César, las plantas debieron ser las más felices de la ciudad. Lo sé porque los recintos se purificaban, o será que siempre he sido amante del cello y admiraba honestamente a este hombre, una réplica de Pablo Cassals saltillense. 

Me cuesta trabajo pensar que no lo veré tocando más, que su música ausente dejó a este lugar en el desamparo. Todo parecía tan normal. Incluso el jueves pasado le saludé en el evento de la premiación del Segundo Concurso de Fotografía del México Contemporáneo. Risueño y al mismo tiempo tímido, me regaló su sonrisa de ángel de siempre: en eventos o esperando a su novia a que saliera de Galerías, César siempre estaba en paz consigo mismo. Todavía recuerdo esa plática extendida que tuvimos un sábado de enero de 2012, cuando me platicaba de su proyecto musical (que después se llamaría Pernambucco), de sus ganas de seguir tocando, de su labor como padre, del amor que le tenía a su hijo. Es extraño cómo toda idea sobre la vida de pronto se extinga, sea por causa de un cáncer, diabetes, un infarto o un asalto, como ocurrió con él. 

Escribo todo esto porque quiero pensar que mi amigo, como la materia renovable que es, seguirá resonando en alguna parte del cosmos. Pero también escribo esto porque quiero dejar en claro dos peticiones:

La primera, que el país entero se dé cuenta que quien lo gobierna tiene en la miseria a miles que se ven obligados a delinquir, a ser los victimarios de almas sensibles que son tragadas por el sistema (Dedos ya era una víctima de la insensiblidad de toda una nación frente al arte: vivía al día y como quiera no dejaba de tocar). Exijamos pues, no más leyes justas, pues ya se ve que no quitan el hambre y no dan educación para alimentar a familias enteras. Exijamos el fin de la miseria, tanto intelectual como física. Comida y dignidad para cada ser humano, eso es lo que necesitamos. Yo no culpo a quien apuñaló a nuestro cellista, culpo a la sociedad y sus gobernantes por la indiferencia que va caminando hacia un siglo cuajado de crueldad y pobreza.

La segunda, que la comunidad artística saltillense ponga especial cuidado y respeto en lo que, según he visto y puedo pronosticar, se convertirá en un estandarte unilateral que buscará frutos para quienes no han aprendido a vivir el arte porque prefieren vivir de él. Si no son lo suficientemente sensibles como para reconocer que uno de los poquísimos artistas verdaderos se ha ido dejando un nido de ególatras sin talento, por lo menos guarden respeto por la ausencia de la música. 

Descanse en paz César Salas. Su cello lo acompañará en la formación de alguna nueva estrella. Y no se diga más. 

sábado, 28 de septiembre de 2013

Me encantaría volver a subir mis cuentos y ensayos, pero, amigos míos, de un tiempo para acá he descubierto mil ojos plagiarios. Eso es, además de indignante, una fuente segura de decepción: si decidí publicar mis textos era con el afán de compartir y dialogar, no de inducir a la copia de ideas. En recientes fechas, más que coraje, me dan tristeza esas personas: saber que las neuronas mueren antes de partir es ya causa de funeral. Mis más sentidas condolencias.

Sigo escribiendo. Espero muy pronto poder hacerles llegar, en físico, el resultado del oficio que me tiene atada a él, porque más que vida, la escritura y la literatura son mis más fieles amantes. Oxígeno y ozono, para ser más claros.

Desde aquí un abrazo a todos los que sé que han seguido visitándome en busca de nuevas ideas, de opiniones sobre el país y el mundo, de historias ficticias de humor negro y no de fragmentos de mi persona. A estas alturas está de más el hacerles ver que para mí, emoción e intelecto son una misma cosa y no tengo intención de escindirlas al momento de escribir.

viernes, 20 de septiembre de 2013

De unas horas para acá, la revirada del cuerpo, su consistencia, la materia que reúne su distancia y vuelve cálido el entorno y el contorno de las cosas. De unas horas para acá, la supresión de los motivos para arrastrar el viento, la certeza de que todo sigue igual y sin embargo ya no es lo mismo. De unas horas para acá el ocultamiento de la histeria y el regreso al recuento personal y mudo, casi extático, de su asombro ante mi asombro por la espontaneidad de la vida. De unas horas para acá regreso a la misma que se había dormido y es como para llorar porque sigo sin saber hilar las palabras a los puentes que la merecen.

domingo, 1 de septiembre de 2013

septiembre

Un mes más. El paso blando del elefante por la arcilla, el olor de la ceniza del sándalo y el copal en otro lado del mundo, esperando por mí. Yo, la viajera que escribe sus vuelos en papel. Yo, la viajera que decidió quedarse porque el viaje estaba entre la justicia y la palabra, nunca en los aviones.

Inicia otro mes, otros treinta días para seguir indagando el porqué del no rencor en los labios de los niños, para maravillarse de la pulpa del durazno hasta el llanto, o guardar secretamente en los bolsillos las ganas de arena para escribir el nombre de las fotografías que llevo en mi memoria futura, y están perfumadas de un amor infinito, consagrado en los pasos lentos de una calle de verano que se apaga. 

Un mes más y estoy decidida a no prestarle mi voz al pasado porque está demasiado cercana la alegría o quizá la añoranza de ella, de las manos escribiendo amor en el aire, cachando la fragilidad de la luz y del tiempo en una palabra. Un mes como para desquiciarse en el huracán de la parafernalia de la literatura en la cual no participaré porque ya es otro tiempo y no creo más en aquellos que fingen escribir y en realidad solamente escriben sobre el papel como si éste fuera un espejo. 

Lluvia, niebla, calor tostando las venas, otra vuelta para llegar a octubre y verse la cara con el rostro que nunca creí ver pero me encanta hacerlo porque es más amador que amante, más silencioso que extrovertido. 

Un mes más y me confieso: amé septiembre por el descubrimiento más feliz de mi vida. Amaré este septiembre por la promesa de la luz diciéndome que hay una rueda de la fortuna, y está en la cima, y puedo ver desde ella el cielo, que es lo único que me interesa, aparte de las raíces de los árboles. 

jueves, 22 de agosto de 2013

Amo los trenes, supongo porque tienen el movimiento perfecto que la vida a veces no pregunta ni pretende. Y quizá también los ame porque son una conexión entre los tiempos, las gentes, los mundos (cada ciudad es un mundo, cada ojo es un planeta). 

Amo los trenes porque su canción es la única moldeable al espíritu humano. 

domingo, 18 de agosto de 2013

ATENCIÓN / URGENTE: 

Se buscan:

Cámara Pentax 645D con los sig. lentes: 45mm, 75mm y 200mm
Computadora Mac de 27", obviamente con todos los programas utilizados por los profesionales de la fotografía. 
Trabajo del artista. 

Quienquiera que sepa algo sobre este importantísimo e invaluable equipo, favor de comunicarse con el artista Alfredo de Stefano en redes sociales. 

EL ARTE TAMBIÉN ES SOLIDARIDAD. AYÚDANOS A DIFUNDIR ESTE MENSAJE. 

GRACIAS.

domingo, 11 de agosto de 2013

Del centro pa'llá: Literatura Norteña es igual a T-Bones y piñatas humanas en los puentes.

De acá para acá: la literatura es insuflo de los días, acaso los nombres sobre los muros, los vidrios, las cosas, la gente, para escindir (o distinguir) el fuego del tedio. Nunca el miedo, sólo sueño.
No cabe duda que es verdad que el costumbrismo es más fuerte que la innovación (homenaje a Juan Gabriel).
En México, más que la fe de erratas, es la fe de ratas lo que está cambiando el curso de la política.

sábado, 10 de agosto de 2013


Bueno, si las kosas van a regresar a komo estabamos en 93-94 (o incluso antes), kiero ke al menos me regresen la edad ke tenia en ese entonces para mejor trabajar en otras ideas y no perder dieciocho años. E dicho. 

(Mi colaboración a cualquier texto de la SEP, 2013).

jueves, 8 de agosto de 2013


Felicidades a todas las que, en el famoso día del orgasmo femenino, se detienen a pensar que el erotismo y su sublimidad está en todas partes, incluyendo la actividad neuronal. Un abrazo.

martes, 6 de agosto de 2013

¡Cuidado con lo que uno piensa! (aplica para Saltillo)


Hoy me desperté con dos cosas muy claras en mi mente: la primera, que era día del Santo Cristo de la Capilla, fecha en la que supuestamente un burro trajo a un cristo en una caja de cristal y desde entonces todos los originarios de este páramo (antes valle de perones y manzanos y lluvias estacionales) creen vehementemente en las bondades de sus clavos; la segunda, que la fibromialgia no me dejaba mover ni el fémur derecho para acomodarme en el sillón, y por lo tanto no podría ir. 

Siempre he sido una mujer de tradiciones. Por razones de mi naturaleza ecléctica, busco un ancla pequeña que me permita dirigir mis pensamientos hacia cuantas partes desee. No comparto ir a rezarle al cristo (en todo caso, prefiero cantar una de Joan Manuel Serrat, esa que dice algo sobre un Jesús del Madero), sino más bien, rendirle cierto homenaje a la mujer que desde muy joven se la partió para criar a sus hijos, Margarita. Veo a Margarita llevarme entre la niebla a los festejos del cuatro de octubre, a Margarita llevándome a rezar al Santo Cristo (eso antes de volvernos católicas no practicantes por cuestiones de lecturas) y luego comer enchiladas. Ahí está, la luz de la tradición matriarcal que me gusta conservar pues define mi esencia. Los rezos no importa. Importan, en todo caso, los rostros de las gentes que ahí se congregan y saberte parte de ellas, pues el piso es piso y es el mismo para todos, sin distinción de absolutamente nada.

Resignada a perderme la fiesta por causas de aftas en la garganta y fiebre, comí una pizza de las MM (otra tradición más reciente) recordando que el seis de agosto era, al menos para mí, algo más que un rezo. Algunos amigos se han congregado conmigo en las noches paganas esperando la alegría que este pueblo siempre sale debiéndole a sus jóvenes, fechas que incluso se han constituido en presagios importantes, como aquel que me costó diez años de espera.

Las cuatro, la hermana llama. Un asunto de mecánicos, el palomo y mi madre entremezclados. El alboroto. Margarita (según mi fiebre alcanzó a comprender) andaba muy feliz entre gentiles, esperando a que dieran las cinco y media. El solo hecho de imaginar a mi madre extraviada en el exilio pagano de dulceros, enchileros, fayuqueros y cuanta cosa pintoresca pueda uno encontrar ahí, me hizo ponerme como caja fuerte, llamar un taxi y lanzarme a la aventura de adentrarme en las calles más viejas de la ciudad, las que han visto lo mismo a Benito Juárez que a todos los ricos y hacendados que han dejado más pobres y más conversos a los saltillenses. Los daguerrotipos maltratados y/o poco atendidos por la gente, cientos de flores a causas perdidas y pancartas y olor a mierda y chicle pegado de décadas, musas decapitadas y parques erigidos sobre cenizas de cantera.

La amabilidad del taxista me dejó apenas en la calle de Aldama. Recorrer la cara temporal de mi centro histórico es, para una miope distraída como yo, cuestión de pánico. Me abrí paso entre colores y texturas, el mismo rostro en cada una de las ropas: obreros, gente que baja de las colonias altas y lejanas, todos buscando la raíz de todo esto, el inicio.

Llegué. Años de no entrar a la Catedral. Buscando a mi señora madre fui a dar hasta el altar y, como buena ex estudiante de un colegio guadalupano, me detuve a decir gracias (en realidad no tengo nada de lo que deba quejarme, ciertamente, aunque tampoco tengo todo lo que habría querido. Pero, ¿quién lo consigue en estos tiempos?). Saludé a uno de los íconos de mi gente culturosa (como me dijeron alguna vez), el Show Banana. Siempre habré de decir que su poesía no está en sus estrambóticas y chuscas canciones, sino en su sencillez. Así debió ser Saltillo antes del limbo, creo, pura dulzura ("Marlén, vamos a tocar juntos para que se te junte más gente y saques más dinero leyendo la mano", me dijo algún domingo de escasez, la primavera del 2012 en la Calle Cobra Vida).

Ring. Mamá histérica, esperándome en otra iglesia, la de San Francisco de Asís, su lugar predilecto por razones de búsqueda y apropiamiento de la infancia. Decir que atravesé las calles hecha un gamo sería mentira: la vida me dotó de inteligencia, la agilidad la dejó para una reencarnación.

Recorrer Juárez, Bravo y Ramos un martes de agosto más cercano a la canícula que a la lluvia es reconocer que la gente de Saltillo está siempre aquí, nos muramos o no. A saber por qué, la gente nos hemos dedicado a vestir con puro silencio sus muros. Pararse enfrente de ellos es aturdirse de tanta historia, la mayoría triste.

El resto, cosa sabida. Regaño fáctico de la madre, caminar otras tantas cuadras, observar al tatuado que me arreglaba el mofle y... cansarse, mucho. La pila que tenía destinada para hoy la gasté, no sé si en recordar o en caminar a contramemoria, el caso es que me cansé. Lo siento por mí, que no podré ver al guapísimo de mi entrenador esta tarde.

¿A qué voy con todo esto? A que tuve la tercer certeza del día: la tradición es cabrona, si te dejas llevar un ápice por el pensamiento colectivo de Saltillo. Parecemos que jamás pensamos, llamamos o congregamos. Pero no. Estuve entre enchiladas (que no comí), fayuca (que no compré) y gente (que sobé o me sobó) apenas y dije que tenía antojo de enchiladas, con todo y apretones, de la fiesta del Santo Cristo.

¿Se podrá decir que tengo antojo de tener 18 años y unos lentes violeta otra vez?

sábado, 27 de julio de 2013

Tomaré una larga siesta, amigos. Al parecer no queda mucho para dar. La escritura sigue, hasta en el ínfimo detalle al calce de las piedras.

Salud.

jueves, 4 de julio de 2013

Notas

Un hueco. Vértigo. Ahora es cuando al dar se magnifica todo. Ahora la comprensión del asceta y del ascendido. Innecesaria información, la experiencia es suficientemente devastadora y tierna.

Una niña pasa brincando adoquines verticales. No es surrealismo, alguien cambió los lentes y ahora escribo en fa, en sol, en mi.

A veces, también, en el silencio.

martes, 25 de junio de 2013

Se acabaron el páramo, la tierra baldía, esta niebla incesante. Ahora sólo un cielo de paz encima de mí, abarcándome el alma.

domingo, 16 de junio de 2013

Para Mundo en su día



Edmundo tenía trece años cuando aprendió a cambiar pañales y hacer biberones. Apenas salía de los cómics , el Pac Man y las revistas de futbol cuando tuvo que aprender a arrullar y cuidar. Edmundo se fue a trabajar a EEUU para pagar un año de una carrera que no fue la ideal de su hermana menor. Vivió solo cinco años y aprendió el valor de ser padre sin haber tenido hijos propios. Edmundo es melómano y amante de la literatura y las estadísticas. La visión que tengo de la vida y el arte es gracias a él. Lloramos en silencio cuando a nuestro padre le anunciaron muerte cerebral. Reímos de nuestros guiones de películas que jamás llevaremos al cine porque no tenemos presupuesto. Nos reímos del mundo, apostamos al América a pesar de que le vamos al Cruz Azul. Viajamos con las pelis de Fassbinder y nos preguntamos, todos los días a las seis de la tarde, el sentido de la vida tras la monotonía del trabajo. Edmundo es mi hermano, sí. El mejor amigo. Y un padre excepcional. Te amo, Mundo. Feliz día.

lunes, 20 de mayo de 2013

La sinfonía de los nómadas

La casa del desierto, una de la tarde. Las caras de los nómadas terqueando el sedentarismo en sus máscaras de danzantes por las viejísimas olas de un mar que sólamente su eco deja crecer en las voces de los camiones sin afinar, dos o tres vendedores de yukis, altoparlantes de sindicalizados congregados a la suerte de los mortales. 

Tam, tam, tam, los yunques en los pies caminando hacia las puertas de los centros comerciales, las llantas doliéndose el ardor cruzando puentes para alcanzar el tiempo que se va, se va, se va, como salario perpetuado para el devenir de los tiempos. Son tambores lejanos anunciando el asentamiento a la fuerza, piedras lanzadas desde el corazón al corazón de la tierra: hermano, no me toques, no me mires, no maquilles la distancia, no me ames, no me hables, no me resucites con palabras, dame agua, dame pan, dame el techo de un día de infancia, un vientre cósmico para volver, volver, volver. Tam, tam, tam, las puertas son tocadas por los pedigüeños, las amas de casa obviarán el sonido y seguirán cocinando las lentejas con una lágrima por la cintura perdida. Tam, tam, tam, dos secretarias secretamente se odian y lo dicen con el golpeteo de sus uñas arañando el teclado, la impresora atascada de impedimentos para salir adelante. Tam, tam, tam, y los zapatos de trescientos obreros caminan igual sólo para complacer a sus jefes. Tam, tam, tam, un niño juega con su carrito nuevo a ser taxista, sicario o profesor.

Esto también es sinfonía.

sábado, 18 de mayo de 2013

Vista

Te vi. Juntabas cicatrices de la Tierra y oraste por el mundo en el trayecto de la luz y su sonido. Te vi. De alfa a omega. Te vi. La carretera amplia, los sonidos precisos, astros naciendo de tus manos, la pintura que te guarda la noche, Saturno hablando con tu pelo. Te vi. No supe si escribirlo o dejarlo reposar en mi memoria para a mis ochenta jactarme ante el espejo que en efecto, yo te amé como nunca había sabido hacerlo antes de los treinta. Yo no buscaba postales y simplemente, te vi.

Postal celeste


El cielo que es el yute que es el manto que es el eco de las palmas y los pájaros, caos abajo, el cielo que está pensando.


martes, 14 de mayo de 2013






No eres tú, soy yo: no te soporto a mi lado más de 72 horas seguidas, sabes muy bien que la casa es chica y quienes arengas me causan alergia. Lluvia, vete de aquí por favor...

lunes, 13 de mayo de 2013

Hoy fui a la premiación de unos cuentos donde participé como jurado. Más allá del asqueroso protocolo y su gente pintarrajeada de hipocresía (hablo de quienes organizaron todo), me dio mucha emoción saber que dos de los cuentos que seleccioné habían sido escritos por una niña de catorce años. Verla con su papá (o abuelo) casi me saca las lágrimas, me hizo recordar muchísimas cosas, muchos caminos, muchos libros.

Ojalá que a esa niña sus padres la apoyen para que siga escribiendo. Hay tantos robots en estos días y tan poquitos Isaacs Asimoves (imaginantes)...

Siesta dominical

Demasiado gris dominical. Preferí dormirlo, viajar donde los recuerdos (a veces al presente hay que darle un respiro para seguirlo soñando al día siguiente). Me equivoqué. Padezco del síndrome del recién despierto en domingo a estas horas. No son bestias contra las que se tiene que luchar. Es una sola y se llama Melancolía.

Debe guardar alguna relación el hecho de primero compartir con una centena de personas el tiempo. El contraste de una habitación vacía y silenciosa tras el bullicio evidencia con tino certero que la realidad es una y la poesía, otra.

viernes, 10 de mayo de 2013

Reflexiones al vacío. VI Aniversario

Inicié este blog pocos meses después de una injusticia que a la vuelta de la esquina me hizo más fuerte y me regaló la consolidación como la promotora cultural que me alegra ser. Hoy, a seis años de su estreno, me gustaría regalar algunas frases que afortunadamente aún siento y espero poder seguir igual (pero más evolucionada -¿ah, verdad?), así vea desfilar encantos y desencantos, robots y lamebotas, injustos e insensibles. Todos somos seres humanos: no todos pretendemos ser lo mejor de ello.


Ensayé la piedra de la paciencia, habrá que esculpirla con un canto que llene sus aristas de luz y jamás me deje al arbitrio de ilotas. 

En estos tiempos, ser loco es ser digno; ser rebelde, expresar la inconformidad por la ausencia al respeto de los derechos más intrínsecos del hombre. Amo mi locura, pues. Y sobrevaloro sanamente mi rebeldía. 

La perfección en la mayoría de los estúpidos, necios y abusivos radica precisamente en que no se dan cuenta de lo imbéciles que son. 

La perfección de los marginados radica en que nadie les ha pedido algo (nadie los ve) y sin embargo ellos siempre aman (los ideales, el hambre, un sueño, la verdad. Al prójimo del párrafo anterior). 

Ser zen consiste en aprender de los demás hasta alcanzar la humildad creativa y callar cuando la ofensa está por salir. Quien se crea zen porque hace posturas yoguis mientras asesina a los demás con su mala entraña, deja de ser zen por ser un completo derrochador de tiempo a favor de un ego inmarcesible, oculto en la flor del loto. 

Los jóvenes deberían  aprovechar la ubicuidad que les da el internet para convertirse en verdaderos dioses de su mundo individual y colectivo. Los padres de esos jóvenes deberían dejar de insistir en querer regresar a la veintena.

Los artistas deberían dejar de autonombrarse así y dedicarse a crear. Si se es o no artista ya no depende del ejecutante, sino del veredicto del ojo del tiempo. 

Los manifestantes deberían de protestar menos y actuar más. Se logra más creando aparatos alternos que luchando contra quienes jamás van a cambiar. Eso es necedad y un espíritu adolescente: necesitar del padre para evolucionar en la vida. Padres, únicamente el cielo y la tierra. No nos deben nada, pero sí nos debemos a un nuevo todo. No estamos en China. La pasividad en América Latina estorba: crea sarcasmo e ironía y provoca tristeza en los nacituros.

Estoy aprendiendo a frustrarme menos y a amar más: son ellos los equivocados. Si desean continuar con la travesía de la vileza, es problema de ellos. En verdad deseo llegar a los 82 años con el alma lúcida y más amante que a mis treinta.

Nadie dijo que yo esperara un mundo perfecto. Qué aburrido. Sólamente espero actuar a favor de un mundo menos lastimado (o por lo menos evitar hacer daño a lo que resta de mundo). 

Por supuesto que amo. Todos los días no dejo de revisar la cantidad de luz solar en los pequeños actos de la vida. Todos los días me obligo a despojarme de la pesada capa de la sapiencia (no siempre tengo buenos resultados) y aprendo a caminar por caminar, a amar por amar, a ser por ser, sin darle nombre a mis actos porque los vivo y crezco. Jamás dejo de insistir en el poder del acto enunciativo en mi gente muda. Jamás olvido agradecer la persistencia del perfume de la máxima que reza que lo mínimo destruye a la grandeza con pies de barro y que el miedo es simplemente oscuridad fácilmente aluzable. Jamás dejo de pagarle al mundo, al tiempo y a la vida escribiendo algún poema o un escrito cualquiera: entre tanta gente que padece la ceguera, soy una privilegiada por el hecho de tener a la palabra como mi mejor arma para aprender, existir, amar la vida. Por supuesto que amo.




jueves, 2 de mayo de 2013

Barroco moreliano

Los edificios morelianos me asustan en cierta forma: adheridos al barroco como el liquen a la piedra, la institucionalidad de su cultura vive dentro de un fervor religioso que lo mismo abarca templos que edificios gubernamentales, universidades y museos. 

La exégesis del fervor religioso, su rigurosidad y su esplendor (jamás podría dejar de venerar al barroco como el hacedor de mi propio vestido) llegó al punto de la confusión vespertina: ora entraba a un templo pensando que era museo, ora, a un museo pensando que era una capilla. México tiene su semilla desde aquí, y no me refiero a los héroes de la patria.