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sábado, 2 de junio de 2012

La falsa primavera de mayo y el 132

Que la primavera de mayo llegó. Que la primavera de la juventud al fin se instaló en México. No estoy tan segura de ello. Cuando un movimiento emerge de una clase social que no ha sufrido para encontrar oportunidades en materia educativa, que jamás ha sentido lo que es comer lo mismo toda una vida, que mira al otro México como un destino turístico y pintoresco, su origen ya está viciado. Cuando ese mismo movimiento instiga a otros sectores (a los que probablemente en otras circunstancias jamás habrían tomado en cuenta) a involucrarse en una protesta aparentemente social, pero que en el fondo enmarca el deseo de la reivindicación de sus derechos económicos y de tener un futuro digno del prototipo de vida que sus padres y abuelos les dieron, pone en tela de juicio su validez. 

Todo movimiento social, sea del tipo que sea, tiene una base ideológica sólida, o al menos una base existencial fuerte que permita proponer la construcción de un nuevo modelo paradigmático capaz de sostener, resolver y replantear las condiciones de vida actuales. El cambio jamás deriva de una protesta si la protesta no está fundamentada en una filosofía o un contexto ideológico sólido. Es mentira que todas las primaveras sean iguales. No se puede decir que la primavera de Praga haya tenido las mismas bases que la de Arabia: en la primera, grupos intelectuales defendieron con el conocimiento a su país. En la segunda, miles de jóvenes murieron por protestar para un cambio. No hubo cohesión ideológica que los salvara de la muerte, con lo que resulta evidente que alguien más estuvo detrás de dicho movimiento. 

Es sabido por todos que en los últimos veinte años, Estados Unidos ha incursionado en una especie de avanzada pro neoliberal, que consiste en erradicar dictaduras y sistemas de gobierno prolongados, cuando éstos no coadyuvan a la libre interacción de los principios fácticos del neoliberalismo. La caída de la URSS y los recientes eventos suscitados en Medio Oriente lo demuestran: Mubarak debía salir: Arabia debe interactuar de una manera económica y políticamente favorable con los Estados Unidos. Sin embargo, el comportamiento del sistema que lo respaldaba era tan sólido que se mostraba casi imposible erradicarlo. Estudiando la psicología del ente llamado gobierno, Norteamérica comprendió que la labor era sencilla: había que incitar al monstruo para que éste reaccionara. Ahora solamente faltaba encontrar el elemento cuya acción tuviera más impacto mediático (recordemos que en el siglo XXI la justicia está en los medios de comunicación). Entre obreros, profesionistas y jóvenes, los terceros resultaron los elegidos. 

La labor persuasiva seguramente no costó demasiado, la juventud siempre será la etapa del idealismo. Sólamente tendría que llegar al grupo con mejores oportunidades de vida, es decir, los estudiantes, convencerlos de la necesidad de que otros jóvenes, situados en condiciones de mayor desventaja, se unieran. La primavera de Arabia ocurrió. Se obtuvo la respuesta esperada: el monstruo, las manos del ente llamado dictadura, masacró a una juventud. Escándalo mediático. Cadena perpetua para Mubarak. Fin de una etapa histórica. Alegría, libertad, neoliberalismo, consumismo, consolidación económica para los Estados Unidos. 

El regreso del PRI al poder representa un retroceso para Estados Unidos. Tras doce años de neoliberalismo bien nutrido por las acciones políticoeconómicas del PAN, la instalación de Enrique Peña Nieto en el poder representa la ruptura de la secuencia óptima en estas acciones. Como es imposible repetir el fraude electoral, saben que la única manera de erradicarlo del mapa político es mediante un escándalo mediático. Una vez más los jóvenes son llamados a escena. Y no son cualquier joven. Son los descendientes de un criollismo que se ha caracterizado ya en dos ocasiones por llevar la delantera en los movimientos armados. México debe su independencia al criollismo. La revolución mexicana tuvo un buen final gracias a él: al final, son las fuerzas de una élite criolla las que se desplazan hasta lograr el panorama perfecto para sus objetivos económicos; al final, son las fuerzas del pueblo las que materializan ese sueño de cambio, progreso y democracia. 

Resulta más que evidente la presencia de grupos externos entre los miembros originarios del 132, quienes son incapaces de pensar autónomamente por ser parte de una generación (la segunda) que olvida leer para comprender su entorno. De nuevo las políticas se desplazan de manera piramidal: hoy somos nosotros, la élite, mañana ustedes, pueblo, se unirán a este movimiento. Si la UNAM y otras escuelas libres han respondido positivamente al llamado 132 de la Ibero es por razones también históricas: todos esperan ser parte de un movimiento estudiantil, para rendirles tributo a los jóvenes del 68 que, a diferencia de estos jóvenes, sí tenían motivos respaldados en el conocimiento. A todos les gusta salir en las fotografías que la gente postea en Facebook, a todos les encanta poner likes ahí, a todos les fascina salir con López Dóriga o Youtube. El discurso no importa: hace dos semanas, en un reportaje del noticiero de Televisa, salieron  hablando cinco jóvenes acerca del movimiento antiPeña Nieto. Los cinco dieron puntos de vista diferentes: uno de ellos apoyaba el voto nulo; otro dijo que no estaba en contra de las coaliciones, pero que no quería el regreso del PRI al poder; otra, que estaba ahí porque le molestaba la participación directa de Televisa. El discurso no importa, el chiste es salir en la televisión, pintarse la cara con tres números, salir con blusas de manta (no importa si prefieres Liz Clairbone o tu camiseta de Evanescence) y hacer el símbolo de "amor y paz" con la mano. Lo que importa es vivir la primavera que todos hemos visto en las películas (Janis, te ves hermosa con tu cabello largo; Jim, cómo quisiera tu sex appeal para tener novia). Jugar a la protesta, cantar las de Chávez y Mercedes Sosa sin entender el sufrimiento que se vivió en aquel entonces. Vamos a las plazas. Gritemos, tomémonos fotos y subámoslas al FB o al Twitter. No nos demos cuenta que esta hermandad resulta ser un comportamiento atípico. Salgamos a las calles y ya.

Y a los que aún no se animan, no les faltarán amigos que los inviten. "¿Dónde están los estudiantes?", pregunta una comunicadora que egresó por la puerta chica de Letras Españolas. Yo le pregunto a ella: ¿dónde está tu artículo que invite a la sociedad entera a participar de este movimiento sin ideología y con mal fin?

Mal fin, porque, si tomamos en cuenta el reciente modelo histórico ocurrido en Arabia (delimitación del problema, análisis del comportamiento psicológico del sistema en el poder, análisis de los personajes que conforman al ente llamado gobierno y su clasificación: articuladores, pensadores, manos ejecutoras; enfocamiento a las manos ejecutoras y estudio de su comportamiento psicológico individual -todos se caracterizan por tener respuestas agresivas-; delimitación y búsqueda del elemento capaz de provocar una respuesta agresiva entre los sectores sociales; persuasión hacia este elemento; construcción de un escenario que detone la respuesta esperada; respuesta esperada cumplida; implantamiento de nuevas políticas y directrices) se puede asegurar que está ocurriendo lo mismo. 

Es una pena que el movimiento juvenil haya llegado bajo estas características. El escenario artificial en el que se desplaza, más que dar coraje, da una profunda pena y una melancolía terrible: melancolía porque jamás será lo que debió ser, melancolía por lo que, de continuarse este movimiento, será.

Que me perdonen los intelectuales y periodistas de izquierda que desean enviar a los imberbes como carne de cañón, pero yo no pienso mover un solo dedo a favor de este movimiento. No puedo creer en ustedes, los mismos que nos deben escenarios mejores. Lo digo, por ejemplo, por aquel que ha salido a exponer a los jóvenes, usando cinco malas palabras en cada cláusula, la situación del 68 y la urgencia de que los jóvenes se sumen a este movimiento sin cerebro. Para empezar, no entiendo por qué él no murió, como los demás jóvenes. Tampoco comprendo por qué, cuarenta años después, publica con tanta autoridad libros de historia y vende sus conocimientos a NatGeo para hacer documentales. ¿Que en nuestras manos está el futuro? En las suyas se encuentra el presente y no veo que haga otra cosa excepto protestar. ¿Por qué mejor los intelectuales y los periodistas que apoyan el 132 no les dicen a estos hijos del analfabetismo funcional que vayan y alfabeticen en los ranchos, las zonas marginadas, que dispongan de un día de la semana a visitar centros de readaptación juvenil y les cuenten de sus derechos y los apoyen para que sigan estudiando? ¿Por qué siempre ha de ser que la gente espera un cambio inmediato y cree, malamente, que eso se logra con una pancarta y fotografías? ¿Por qué no entender que los cambios se hacen a mediano y largo plazo y que en el verdadero cambio no hay aplausos ni fotos, que todo se queda en la sombra? ¿Por qué felicitar la ignorancia de estos jóvenes, en vez de advertirles que está en peligro su vida, pues el movimiento no emanó de ellos, sino de una política extranjera? ¿Por qué no unirse a las ideas emitidas por otro intelectual, de centro moderado, que entiende que la única utilidad práctica de este movimiento artificial es el coaccionar al PRD y al PAN a pactar su coalición en caso de que el PRI gane?

La primavera del 132, si no se detiene a tiempo (o bien, si no se nutre de una filosofía sólida a tiempo), corre el mismo riesgo que la de Arabia: convertirse en un mero elemento mediático que produzca un escándalo internacional que justifique a su vez la destitución de Peña Nieto del poder, esta vez no porque el pueblo lo haya así dispuesto, sino por la presencia del Tío Sam en la vida de este país.




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