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lunes, 18 de junio de 2012

Para dos bellezas:

No lo haré. A doce días de vivir mi momento más preciado, de tener en mis manos mi nombramiento como lo que en verdad quise ser, en verdad les digo, criaturas divinas: no lo haré. Arrancarme la vida en este momento sería, más que un pecado, una estupidez. Y yo ya no estoy para reaccionar de esa manera, aúm y cuando me hayan expulsado de su paraíso. 

Me declaro vencida: si no logré tener la hermosura que me abriera las puertas de su aceptación, no fue porque no lo intentara: ustedes atestiguaron el paso de mi veintena entre dietas, mechas rubias y ropa casual. Pero tengo que reconocer que a mí su inteligencia femenina me fue vedada. Lo mío es pensar como hombre, aunque ame como mujer. Ya lo acepté. Ya no me siento triste por escoltar su paso señorial entre los pasillos de los perfumes y cremas de belleza. Tampoco siento rencor por no entenderlas cada vez que nos juntamos a tomar un café. 

Las abrazo, las quiero. Son mi sangre. Pero siempre hay un momento de partir. Ya no busquen ver a la mujer que esperó detrás de un sueño de amor (uno que ahora sé en realidad era más por complacer al estilo de vida que ustedes abrazaron, más que por mí misma), no quieran encontrar a la pequeña ama de casa que se partió la piel diez años. Mis ojos son mi única arma y mis manos son mi ejecutora. Hay un amor que por mí espera para amarme como siempre quise ser amada toda mi vida: las letras. 

El vínculo no se va. Nada más se van el dolor y el rencor. Se queda conmigo la aceptación: yo también soy una gran mujer, aunque diametralmente opuesta a ustedes.

Buenas noches. Mañana es ya otro día. Una segunda oportunidad para verme feliz al fin está esperándome.


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